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[Testo originale in Archivio provinciale Don Orione, Buenos Aires]
[testo di discorso letto alla radio, corretto di sua propria mano]
[In corsivo nero l’originale dattiloscritto, in testo normale le sue correzioni a penna]
VIA CONDOR
AVE MARIA
Amados Argentinos
Ha llegado para mi hora de las despedidas, esa hora que suele ser melancólica pero que es triste para el cristiano que se siente sometido en todo momento a una volunted amorosa como es la del Dios a quien amamos.
Voy a partir de la Argentina despues de una permanencia que debía ser breve y que Dios Nuestro Señor, con señales visibles de su Providencia, ha querido prolongar por tres años, desde vuestro milagroso Congreso Eucarístico.
Y en esta hora propicia para la efusión del corazón quiero aprovechar el amable ofrecimiento de Radio Ultra para hablar una vez más a todos vosotros amados Argentinos: aunque invisibles corporalmente, siento desde aquí que vuestras almas y la mía palpitan en una misma fraternidad cristiana, y que con muchas de ellas se ha establecido una muy honda comunidad de ideales sobrenaturales, de esas uniones que forman una amistad superior a todas las contingencias, una amistad que Dios confirmará eternamente en el cielo.
Pues bien, a todos quiero deciros y confirmaros que en la Argentina he hallado para siempre mi segunda Patria, y que Dios mediante volveré a ella vivo o muerto, pues quiero que mis cenizas duerman en el Pequeño Cottolengo Argentino de Claypole, regadas por las oraciones de tantas al masque, gracias a vuestra inagotable caridad, encontrarán allí, en los brazos humildes pero afectuosos de mis amados Hijos los Religiosos de la Divina Providencia, el Asilo de su orfandad, el remedio de su dolencia, el consuelo de su afliccíon, el alimento de su indigencia, y sobre todo, la dignificación cristiana y el amor Evangélico, único capaz de arrancar de la desesperación
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a los naufragos de la vida, que se sienten objeto de desprecio por parlo de la sociedad paganizada de nuestros días.
Trae esta obra todo su espiritu de la Caridad de Cristo. El Señor a[ma] a todas sus criaturas sin excepción, pero su Providencia no pudo dejar de amar especialmente a los que sufren tribulaciones de alguna manera, despues que Jesús se presentó como su Modelo y Capitán, sometiendose El mismo a l a probeza, al abandono, al dolor y hasta al martirio de la Cruz.
Por lo cual el ojo de la Divina Providencia mira con predilección una obra de este género, y el Pequeño Cottolengo Argentino tendrá siempre abierta su puerta a toda clase de miseria moral y material.
Separados luogos en tantas otras familias, acogerá en su seño como hermanos a los ciegos; a los sordomudos, a los retardados, a los incapaces: cojos, epileticos, ancianos e inválidos para el trabajo, niños escrufulosos, enfermos cronicos, niños y niñas de cortos años en adelante: jovencitas en la edad de peligros morales: a todos aquellos, en una palabra, que per una u otra causa necesiten de asistencia o de auxilio, y no puedan ser recibidos en hospitales o asilos, y que verdaderamente se hallen abandonados: sean de se qualquier nacionalidad de qualquier religión sean tambien sin religión alguna: Dios es Padre de todos!
En el Cottolengo no deberá quedar sitio vacío, y en su puerta no se preguntará a quien la cruce si tiene un nombre, sino si tiene algún dolor.
En él, nada de empleados: Nada de fórmulas burocráticas, que tantas veces angustian y velve humillante el bien que se recibe: nada que se parezca a una administración: el Cottolengo es una familia construída sobra a Fé, y que vive de los frutos de una caridad inextinguible. Por eso en él se vive alegramente: se ora, se trabaja en la medida de las fuerzas de cada uno, se ama a Dios y se ama y se sirve a Cristo en los pobres, en santa y perfecta
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alegria, porque ellos no son huéspedes, no son asilados: son les patrones, y nosotros somos sus servidores. Por eso ellos están contentos, y el Señor tambien, y continuamente brota de alli y se eleva al cielo una sonfonía de oraciones, de gratitud por los bienhechores, de trabajo, de cánticos y de caridad.
Vosotros quizá creereis que poseemos fondes y réditos.
No, amigos míos, de todo esto tenemos menos que nada. El Pequeño Cottolengo no tiene réditos, y no podrá jamás tener tales réditos; va adelante día a día: “panem nostrum quotidianun”.
(2) Aquel Dios que es el gran Padre de todos, que piensa en el pajarillo del aire nos manda despreocuparnos del mañana, envía con mano benéfica el pan cotidiano, este es, aquel que se necesita cada día.
Per eso nuestra debilidad no nos asusta: la consideramos como el trofeo de la caridad y de la gloria de Jesucristo, nuestro Dios y Redentor.
Nada es más agradable al Señor que la confianza en El. Y nosotros querríamos poseer una Fé, un ánimo intrépido, una confianza tan grande como el Corazón de Jesús.
Nuestro Banco es la Divina Providencia y Ella lo hace y lo hará todo mediante la caridad de los corazones misericordiosos, movidos del deseo de hacer el bien a aquellos que mas lo necesitan, , tal como nos enseña el Evangelio y la Iglesia Católica, la Iglesia Romana Madre de nuestra Fé y de nuestra alma.
Ho nombrado al Evangelio, queridos hermanos, y quiero que esta palabra sacratísima sea la última con que me despida de vosotros, porque cuando Jesús envió a sus discípulos les confió sobre todo la misión de dar a conoscer el Evangelio: ni la sabiduría de los hombres, ni las doctrinas de los filósofos, ni los discursos literarios, ni las opiniones de los sociologos cuya falasia suele evidenciarse por la misma diversidad de las escuelas. Un solo libro hay que lo con-
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tiene
todo sin que le falce
nada: (3) libro
que escribió Dios con la Sangre de su Hijo y que en la Iglesia
Católica es guardado como en los Sagrarios: este es el Evangelio.
Lieamos y conformemos nuestra vida al Santo Evangelio!
(4) Antes de embarcarme de regreso a mi dilecta e inolvidable Italia, hoy desde este micrófono, desde el qual tengo el honor de dirigir mi palabra al gran Pueblo Argentino, pongo en vuestras manos, después de Dios, esta vuestra Obra, este Cottolengo que, como todas las obras argentinas, ha de llegar a ser grande, grande como vuestro corazón: - Y todo sea a, honor y gloria de Dios… Y siempre Deo gratias!
Nobilísimos Argentinos, que formais esta gran Nacion, admirable por sus bríos, sus riquezas, sus progresos y más aún por sus obras sociales de caridad y de educación, yo guardaré imborrables recuerdos de gratitud, de admiración por vosotros, por vuestras Autoridades Eclesiásticas y Civiles, por vuestro espiritu profundamente cristiano y caritativo, y os llevaré a todos en mi corazón ante Dios en el altar…. Rogad por mi!
Rogad que pueda pronto regresar a esta mi segunda patria, como lo deseo ardientemente y, con esta esperanza, no os digo adiós, sino Hasta Pronto, si Dios Quiere.
Amados Argentinos, gracias por todo! – Jamás os olvidaré. Dios sabrá recompensar vuestra caridad: Dios bendiga a todos, todos, todos.
Y
la Virgen de Luján os proteje siempre: defienda y haga potente,
grande y gloriosa la Nación Argentina: Deo
gratias!
Don Orione