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DEL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA
Buenos Aires, el 4 de agosto de 1935
Aniversario de la elección de Pío X
y de la muerte de D. Gaspar Goggi.
Calle Carlos Pellegrini 1441
¡ALMAS Y ALMAS!
|p1 A mis queridísmos Hermanos los sacerdotes de la Congregación de la Divina Providencia, reunidos en los Santos Ejercicios Espirituales.
Mis queridos sacerdotes: ¡que la gracia de Ntro. Señor y su paz sean siempre con nosotros!
Continúo la mía que expidiera ayer y aprovecho, sabiendo que estáis reunidos en esa Casa de formación religiosa de nuestros Novicios para deciros algo acerca de la práctica que se ha de tener en la Congregación, respecto al Sacramento de la Penitencia.
|p2 Nosotros, llamados por la bondad de Dios para servir a Ntro. Señor y a la Santa Iglesia en la Pequeña Obra de la Divina Providencia, debemos confesarnos al menos cada ocho días. Cuanto más delicados seamos en examinar nuestra conciencia tanto más sentiremos la necesidad de acercarnos con frecuencia al Sacramento de la confesión.
Nuestras Constituciones dicen claramente: "Los religiosos se confesarán al menos, una vez por semana". (Parágrafo II - Art. 105). Haya pues, empeño especialmente de parte de los Superiores de las Casas, para que todos nuestros religiosos y también el personal adscripto a los Institutos de la Divina Providencia, tengan modo y comodidad para confesarse regularmente una vez por semana. Y los Superiores sean ellos mismos los primeros en ir a confesarse, dando así en esto también, buen ejemplo de edificación, como de observancia. Y en las Comunidades será muy edificante si se sabrá con quien va a confesarse el Director, y más si se le ve también confesarse con recogimiento y devoción. Esto hacían Don Bosco, Don Rúa y otros santos y verdaderos siervos de Dios.
|p3 La confesión siempre es muy útil, aún si no tenemos materia grave, lo que Dios no permita. Don Bosco además, recomendaba que antes de ella se rezara un Ave María invocando la maternal ayuda de María Santísima, para hacer una buena confesión y sacar mucho fruto de vida espiritual de este Sacramento.
Hagámoslo también así nosotros, oh mis queridos Sacerdotes: esta costumbre de rezar antes de la confesión, un Ave María, la inculqué a nuestros alumnos desde el primer año, cuando se abrió San Bernardino y antes también a los niños del Primer Oratorio Festivo.
|p4 ¡Ah, cómo me alegraría, si los Directores de las Casas y todos nuestros sacerdotes inculcaran especialmente a los jóvenes, tan buena práctica! Antes de confesarnos, no os ofendáis, oh queridos hijos y hermanos, si humildemente os exhorto a excitaros a sincero arrepentimiento y a viva fe en la potestad de las Llaves. Confesemos siceramente y con profunda humildad nuestras debilidades, y el Señor que conoce nuestra fragilidad, tendrá compasión de nosotros y su misericordia de Padre descenderá largamente sobre nosotros y nuestros trabajos. El nos reavivará con su santa gracia y nos fortalecerá con su misma fortaleza divina. ¡Qué bien se siente el espíritu después de la confesión! ¡Cómo nos sentimos más animados para combatir como buenos soldados de Cristo contra nuestras pasiones! ¡Cómo queda uno con mayores deseos de avanzar en el camino de la virtud y en la observancia de la vida religiosa...! Por lo que respecta a la elección del confesor, vayamos al que mejor puede iluminarnos en nuestros deberes y animarnos a vivir bien, según la celestial vocación que Dios nos ha dado.
Cuando se está enfermo corporalmente, se quisiera tener junto a sí a los médicos mejores. Pues ¿por qué razón para sanar de las enfermedades del alma no habremos de buscar a los mejores confesores?
|p5 Aún dejando a los que de nosotros dependen, plena libertad para confesarse extraordinariamente con sacerdotes no designados para ello, valgámonos nosotros y, posiblemente aconsejemos a los nuestros, para su dirección espiritual, de confesores pertenecientes a nuestra Congregación, o al menos de aquellos propuestos por los Superiores; porque, aunque no sean de la misma Congregación, tienen tal espíritu de piedad y tal prudencia, que son garantía de merecer nuestra confianza. Por lo tanto, oh mis queridos, con prudente delicadeza y con bellas maneras, exhortaréis a vuestros hermanos, principalmente a los sacerdotes a valerse preferentemente de confesores de la Pequeña Obra, y lo mismo haréis con los clérigos que hayan hecho votos. La unidad de espíritu y de dirección es para una comunidad religiosa tan gran ventaja, que no nos deben parecer graves los sacrificios para procurásnola.
Elegido un buen confesor, no se cambie por otro con facilidad y ligereza; quien cambia de confesor sin verdadera necesidad, no aprovecha en la vida religiosa antes por lo general, temina mal; de igual modo que áquel que cambia de continuo de médico, termina por no saber que remedios podrá tomar y corre peligro de terminar muy pronto. De este modo, oh mis sacerdotes, aconsejad a nuestros clérigos y alumnos.
|p6 Luego, cada cuatro meses, o sea, tres veces al año, sacerdotes, clérigos y novicios, aspirantes y cuantos pertenecen o deseen formar parte de nuestra Congregación, se harán extender por sus confesores una declaración de haberlos oído semanalmente en confesión. Mediante los respectivos directores, las declaraciones serán enviadas a Don Sterpi. La obligación da comienzo desde el primero del próximo septiembre, para todos, empezando por mi mismo. Por lo tanto, los primeros certificados deberán ser enviados en la primer decena del próximo enero.
En las cuatro Témporas, como ya se ha dicho, se aconseja acudir a otro confesor.
¿Por qué la confesión frecuente es poco fuctuosa? Lo dice el P. Faber: por falta de pureza de intención. Hay que mirar única y simplemente a Dios. Que se establezca un día de semana, que no sea el sábado a ser posible, y se acuda a confesarse para hacerse más aceptos a Dios, para crecer en la gracia, en la generosidad y la constancia.
|p7 Que los Superiores se guarden mucho de inducir a las personas que de ellos dependan, a manifestaciones de conciencia. Sin embargo, los sacerdotes, los clérigos, los aspirantes de la Pequeña Obra se abrirán con la mayor confianza filial a sus directores y superiores. Es conveniente, si no tal vez necesario y obligatorio, que se les exponga toda duda o ansiedad de conciencia. Est, además de las obligadas cuentas de conciencia mensuales, que se refieren especialmente a las cosas exteriores referentes a la salud y a la Regla.
Y en nuestros Ejercicios Espirituales y en los que se dan a los jóvenes de nuestras Casas, es mejor que siempre se comiencen pronto las confesiones, a fin de que cada uno disponga del tiempo que le sea necesario y para que la palabra de Dios encuentre de inmediato los corazones bien dispuestos, y la semilla celestial caiga en buen terreno y no entre espinas.
Os sigo en los Ejercicios, oh queridísmos, y ruego mucho por vosotros: acordaos de mi y de estos vuestros hermanos lejanos, pero unidos a vosotros en espíritu. Os animo y bendigo con todo el corazón en Jesús y María Santísima.
vuestro afectísimo
DON ORIONE O. D. P.