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RECOMENDACIONES PARA LOS EJERCICIOS

Buenos Aires, 27 de junio de 1936 - Sábado

"Pequeño Cottolengo Argentino"

 

¡ALMAS Y ALMAS!

|p1 A mis queridos hijos en el Señor que se aprestan para entrar en los Ejercicios:

¡La gracia del Señor y su paz sean siempre con nosotros, queridos Hijos míos!

Como bien sabéis, nuestras Constituciones ordenan que "cada año" se hagan, durante ocho días, los Ejercicios Espirituales. Y que si algún religioso de los nuestros estuviera legítimamente impedido, o dispensado de hacerlos en común, se considere obligado a hacerlos luego en privado.

Esta fué la práctica desde un principio. Aún durante la guerra europea, no hemos dejado de recogernos juntamente, cada año, en los Santos Ejercicios a pesar de lo difícil y casi imposible de hacerlo en aquellos años, por el número limitadísimo de los Religiosos nuestros quedados en las Casas. Y los Ejercicios fueron siempre de inmenso provecho tanto para los Religiosos como para la Congregación, y de consuelo inefable, diría, porque vosotros comprendéis que "frater qui adjuvatur a fratre, quasi civitas firma".

|p2 He aquí que también este año hemos llegado a los Ejercicios Espirituales: ¡Deo Gratias!

¡Pensad, oh carísimos, con cuanto gozo desearía encotrarme junto con vosotros! Y también, hasta que punto me siento mortificado, habiéndolo tanto esperado. Sed, ¡fiat Voluntas Dei! No pongáis en duda que me hallaré con vosotros y entre vosotros, con toda mi alma y todo mi corazón, queridísimos hijos en Jesucristo, mientras que ya desde hace días y más de una vez al día, busco la manera de recogerme y hago oración, a fin de que estos Ejercicios Espirituales resulten de gran provecho para vuestras almas y sirvan de santificación para toda la Pequeña Obra de la Divina Providencia, a la que Dios misericodioso nos ha llamado.

Y proseguiré rogando sine intermssione, día y noche muy especialmente en el altar. Que todos os renovéis en el espíritu, firmemente decididos a amar y servir, Deo Juvante, a Jesucristo Ntro. Señor, y a vivir y morir por El, a los pies de la Santa Iglesia, en humildad y caridad grande, hasta el holocausto de nosotros mismos, de nosotros todos, entregados totalmente a la Divina Providencia y a la Virgen Santísima, Madre y Celestial Fundadora de esta Pequeña Obra.

|p3 Entremos en los Ejercicios con ánimo magnánimo, sólo con el deseo de conocernos a nosotros mismos y nuestras miserias; llorando nuestros pecados, resueltos a vencer nuestras pasiones con el auxilio divino que seguramente no nos faltará, si con verdadera compunción del corazón protestaremos a Jesús crucificado todo nuestro dolor y todo nuestro amor, llenos de abandono y confianza en su Corazón traspasado, abierto para nosotros.

Animo, queridos hijos míos: he aquí los días de salud, he aquí el tiempo aceptable. Calentémonos como el hierro en el fuego, amoldémonos recibiendo la forma que Dios quisiere; sacrifiquemos a Jesús nuestras cosas y nosotros mismos, y hechemos los fundamentos de nuestra santidad.

Y viniendo a recomendaciones más particulares, os exhorto y animo a la oración ¡Orad, orad mucho! Siempre, pero especialmente en estos días.

|p4 ¡Oración, oración, oración! Y silencio! Silencio absoluto, absoluto, absoluto. Si hablamos durante los Ejercicios Espirituales, Dios no hablará con nosotros! Y recogimiento, modestia; atención a la palabra de Dios, que viene a nosotros por medio de los predicadores.

Y recogimiento no sólo exterior, sino también interno, y silencio no sólo exterior, sino interior también.

Haced callar la fantasía, la loca de casa, de la que se sirve el demonio para impedir mucho bien y la reforma verdadera de nuestra vida. Durante los Ejercicios Espirituales, el enemigo de todo nuestro bien, muy astuto, con frecuencia nos lleva la imaginación a soñar cosas grandes y hermosísimas; proyectos para el futuro, castillos en el aire; pero todo es engaño e ilusión. Es el pérfido que se viste de luz y de ángel, para distraernos de echar los fundamentos de nuestra verdadera reforma religiosa, las bases graníticas de la verdadera perfección y vida interior.

|p5 Encomendaos mucho, mis queridos Hijos en Jesucristo, a la Virgen Santa y a los Santos Patronos y con generoso corazón demos principio a una vida toda conforme con Jesucristo, toda humildad, fe, sacrificio, mortificación, caridad, pobreza, obediencia sin límites y santidad porque esto es lo que quieren de nosotros y de la Congregación, Jesús y la Santa Iglesia. Veo que me falta el tiempo para enviar ésta por avión, escribiré luego con el primero que salga. A todos y a cada uno os pongo en manos de la Virgen SSma., y os envío una especialísima bendición. Jesús, Señor Ntro., nos abrase a todos, nos sostenga y bendiga a todos, de modo que templados en su espíritu e inflamados en su Caridad, vivamos y muramos por El, a los pies de la Santa Iglesia y del Santo Padre. Rogad por mí. Todos los hermanos os saludan en Cristo.

Vuestro afectísimo, Sac. DON LUIS ORIONE

                                                              d. D. P.

P/D: Escrita muy a prisa, pero estoy contento de haber podido escribir. ¡DEO GRATIAS! Estoy bien.