|C3

¡CARIDAD, CARIDAD, CARIDAD!

(Carta - Aguinaldo en la Navidad de 1935)

Asilo Infantil "Post - Escuela - Traful y Cachi.

Buenos Aires

 

¡ALMAS Y ALMAS!

|p1 A los Religiosos y Religiosas de la Pequeña Obra de la Divina Providencia

La gracia del Señor y su paz, cantada por los Angeles en el portal de Belén, sean siempre con nosotros.

Carísimos Hermanos míos Sacerdotes, y vosotros los que sois mis hijos en Cristo y también vosotras oh Religiosas, buenas Hijas de Dios: He aquí que me dirijo a todos en el Nombre del Señor, con motivo de las dulces solemnidades de la Santa Navidad. Vengo a deciros una palabra que os inflame siempre y cada vez más en el amor de Dios y en la caridad entre vosotros, y animaros en el servicio de Dios y de las almas; vengo a presentaros los mejores augurios de una completa alegría serena y santa, y a traeros la bendición de Navidad que es, este año, la bendición del hermano y del padre lejano, el cual desea que estéis ciertos de que piensa en vosotros y os lleva en el corazón; que ruega por todos, y que jamás se ha sentido tan espiritualmente cerca de vosotros, como en estos días.   

¡Estamos en Navidad!

Hermanos e Hijos míos, y vosotras buenas Hermanas: Purifiquemos nuestras almas y preparémonos a recibir la Santa Navidad con especial fervor y espíritu de oración, como hacía el Cottolengo. Preparemos los caminos del Señor que viene: humillemos los montes de nuestro orgullo, rellenemos los valles de nuestro egoísmo, enderecemos los senderos tortuosos de nuestra vida religiosa, si por ventura fuese poco recta, poco regular, poco edificante.

|p2 Al habernos llamado Dios a la perfección, nos ha otorgado una gran gracia; pero desea de nosotros cosas no menos grandes, exige completa correspondencia. El Religioso debe vigilar su corazón, debe romper con todos los afectos terrenos y no dejarse engañar por algún sentimiento de familia, que enceguece: ha de buscar tan sólo el honor de Dios, y consagrarse a sí mismo enteramente al Señor, sin limitación ni excepción alguna.

Solamente así no seremos del todo indignos de contemplar la salvación y de acoger al gran Dios y Salvador el mundo, Jesucristo.

"Instaurare omnia in Christo" es el lema y programa nuestro: con la divina ayuda y a las órdenes de la Iglesia, nosotros hemos de emplearnos en renovar a todos y a todo, en la caridad de Cristo.

Pero, antes que todo, debemos renovarnos a nosotros mismos en Cristo en lo íntimo de nuestro espíritu.

Ahora bien, ninguna ocasión mejor para ello que esta, oh queridos míos.

Jesús nos invita en su Navidad a vivir como Religiosos humildes, y a cumplir en nosotros la voluntad del Padre Celestial, por medio de una obediencia toda enteramente de amor. Un Dios que nace en la pobreza para vivir en el dolor, nos enseña a amar la    pobreza y las cruces. Porque "vita boni religiosi, crux est", dice la Imitación de Cristo.

|p3 Jesús ha nacido como un pordiosero, en una cueva desnuda, abierta a los cuatro vientos, y aún antes de nacer, ya se vió repudiado del humano consorcio; se    le arrojó afuera, a campo abierto. ¡Más piadosos que los hombres fueron con El el buey y el asno!... ¡Pero su amor triunfa! La Navidad nos hace sentir algo de la infinita caridad de Jesús que trata de hacerse amar con una bondad suprema y una delicadeza infinita, desde su Nacimiento. ¡Cuántas lecciones de humildad, de fe, de sencillez, de pobreza, de obediencia, de abandono en la Divina Providencia, nos da Jesús desde el Pesebre!

Sobre todo Jesús nos grita desde su lecho de pajas: ¡Caridad! ¡Caridad! ¡Caridad!

Vida de Caridad: todo el Evangelio está aquí, toda la vida y el Corazón de Jesús están aquí: "¡Deus charitas est!"

Dios ha hecho de la caridad el fundamento de Nuestra Santa Religión: ella es la más noble y excelente entre todas las virtudes, es el principio y la fuente de todos nuestros méritos.

La caridad, infundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo, es una virtud mediante la cual amamos a Dios por lo que es en Sí mismo, y al prójimo por amor a Dios.

Ella es la nota distintiva de los discípulos de Jesucristo, es el precepto máximo y propio de Cristo.

Y la Navidad nos pone de manifiesto: "la gran caridad de Dios hacia nosotros, que ha enviado a su Unigénito al mundo, a fin de    que nosotros vivamos por El" (I Joan. 4).

Y bien, oh mis queridos, caminemos siempre con la caridad y tendremos a Jesús con nosotros: vivamos sus Mandamientos, sigámosle de cerca en la práctica de los consejos evángelicos, y caminemos en el amor de Dios y del prójimo ardientemente, imitando a Cristo, que primero nos ha amado y nos amó hasta el punto de morir para darnos la vida.

|p4 ¡Caridad! ¡Caridad! ¡Caridad!

Que nuestro corazón se empeñe sólo en esto, oh Hermanos, puesto que únicamente por la caridad alcanzaremos la santidad, que es la voluntad del Señor: "Haec est voluntas Dei, sanctificatio vestra".

¡Sí, Te amaremos, oh Señor, Dios de amor, fortaleza y refugio nuestro; Corazón de nuestro corazón, única palpitación de nuestra vida!

Custódianos, oh Señor, porque las muchas amarguras y desengaños, las muchas aguas no lleguen a apagar en nosotros el fuego de la caridad.

¡Jesús, Tú eres nuestro Dios, nuestro Salvador, nuestra Misericordia: Tú la caridad!

"¿Quién nos separará, oh Hijos míos, de la caridad de Cristo?"

"¿Tal vez las tribulaciones? ¿Quizá la angustia? ¿Tal vez el hambre? ¿Será acaso la persecución? ¿Acaso la espada?"

No. Por la virtud de Cristo, que tanto nos ha amado y sólo por obra de su divina gracia, no: ni la muerte con sus angustias, ni la vida con sus atractivos fascinadores, ni el vértigo de los honores, ni la profundidad de los dolores, de las amarguras, de las tinieblas, podrán jamás separarnos de la Caridad y de su Iglesia, Madre dulcísima de nuestras almas, Madre infalible de nuestra Fe.   

¡Hijitos y Hermanos: Ved al Santo Niño que viene, he ahí a Jesús Niño sobre las pajas, por amor nuestro! ¿Qué nos dice?

¡Caridad! ¡Caridad! ¡Caridad!

|p5 Ensanchemos nuestro corazón con los más tiernos afectos, y arrojémonos en adoración a los pies de Jesús: que nuestra vida se enardezca de su amor, puesto que su amor es suave, y es divino, y es vida; es vida y fruto de su caridad es la paz; aún más, es la belleza misma de la paz "In pulchritudine pacis".

Señor, en esta tu Navidad nosotros queremos renovarnos desde lo íntimo del espíritu. Los pastores depusieron a tus plantas sus corderos; nosotros ofrecemos a tus pies nuestras miserias morales y todas nuestras manchas! ¡Señor, ten piedad de nosotros y de tu Pequeña Obra! que nosotros, por desgracia, tanto hemos estropeado.

Queremos enmendarnos, queremos llegar a ser buenos Religiosos, santos Religiosos, tal como lo desea tu Corazón. Queremos llegar a ser humildes, como los pastores; dóciles a Ti y a tu Santa Iglesia, como sus corderos, queremos amarte, amarte mucho, hasta consumirnos de amor por Ti y por las almas, oh Jesús!

.."¡Jesu mi, da nobis Charitatem, coetera tolle!"

¡Oh Jesús, ven! ¡Renace místicamente en nosotros y en la Pequeña Congregación nuestra, con tu santo amor, porque queremos vivir sólo de tu caridad y en tu caridad!

|p6 ¡Caridad! ¡Caridad! ¡Caridad!

Jesús con tu divino amor, danos un espíritu grande de caridad hacia las    almas, especialmente hacia los hijos de los pobres más infelices y abandonados...

Bien lo sabes, oh Señor: nosotros somos tus pobres y nacidos para los pobres. Después de Dios, la Virgen Santísima y la Iglesia, ¿qué cosa debemos amar más, Hijos míos, que a los pobres?   

¿No ha dicho San Lorenzo, el gran Diácono de la Iglesia Romana, que los pobres son los tesoros de la Iglesia de Cristo?

Dadnos, oh Señor, aquella caridad dulce y suave que es fuerza y substancia de todas las virtudes; aquella caridad que conforta a los cansados, reanima a los débiles y vuelve amable el yugo dela verdad.

Haz que "la Pequeña Obra de la Divina Providencia", sea a manera de un altar, en el cual arda como incendio el fuego inextinguible de la caridad, y que su llama se levante hasta Tí, oh Señor, e ilumine y caliente a todos nosotros; nos quite toda tibieza, toda frialdad; aumente en nosotros la fuerza de la divina gracia, dé nuevo vigor al espíritu; reanime y prospere en todas las Casas e la Congregación: que haga de todos nosotros un solo corazón y una sola alma, de tal modo, que la Pequeña Obra se vea inundada de una gran suavidad y goce de una concordia y de una paz siempre y cada vez mayor. ¡"Omnia in charitate fiant!"

|p7 ¡Caridad! ¡Caridad! ¡Caridad!

Nada hay que sea más caro a Jesucristo, nada más precioso que la caridad fraterna; de donde se sigue que nosotros, oh queridos míos, debemos emplear todo nuestro cuidado en conservarla y acrecentarla en nosotros mismos y en la Congregación, de tal modo que seamos en Cristo uno para todos y todos para uno, puesto que éste es el solo espíritu de caridad que edifica, cimenta y unifica en Cristo.

Y esto hasta el extremo de que sería cosa de abandonar toda cuestión aun la que se promoviera por amor a la verdad o por gloria de Dios, si la tal cuestión hubiese por ventura, aunque sólo en lo mínimo, de agriar nuestro corazón o debilitar nuestro espíritu de caridad. La caridad - dice San Pablo - es paciente y benigna, es dulce y suave, fuerte y constante; es iluminada y prudente, es humilde, ferviente, incansable, y se anonada a sí misma. Se hace todo para todos; no busca lo que es suyo, es serena, no es ambiciosa, no es envidiosa, goza del bien ajeno tanto de las personas a quienes ama como de las que le son contrarias. Soporta los defectos ajenos y si es posible, los oculta bajo el manto del amor. Interpreta las palabras y los actos del modo más favorable; excluye cualquier clase de egoísmo, y asienta su felicidad en hacer siempre todo el bien que puede. La caridad de Cristo es universal y abraza cielos y tierra. Ella es atrevida y valiente hasta la audacia, pero sin dejar de ser delicadísima; es todopoderosa y triunfa en todas las cosas.

La caridad es sencilla y límpida. Nunca se enturbia. Tampoco se hincha ni busca el propio interés; no se altera jamás en aspereza, se pone bajo los pies de todos, sube desde allí al corazón y se aposenta en todos los corazones.

La caridad no ve nunca oscuro, no tiene espíritu de discusión; no conoce ni el "pero", ni el "si". Desconoce el espíritu de contradicción, de censura, de crítica, de murmuración. La caridad no sabe de tales cosas. La caridad conserva siempre el rostro sereno, como sereno es su espíritu; es tranquila, y cuando habla, jamás levanta la voz.

|p8 No es tampoco ociosa la caridad, sino álacre y laboriosa en extremo, y trabaja en silencio. Tiene una prerrogativa única y muy suya: está siempre alegre y contenta en todas las circunstancias, hasta cuando recibe azotes e injurias y las calumnias más humillantes; hasta en los bastonazos de que ya hablara San Francisco, en el desprecio y en las más indignas humillaciones, la caridad encuentra "su perfecta alegría". La caridad no se desanima ante las dificultades, puesto que confía en Dios; Dios mismo es su porción y el cáliz de su herencia. De la confianza en el Señor y de la paciencia, y del tiempo sabe esperar y aguardar los momentos y las horas de Dios, y el buen éxito de toda santa empresa.

La caridad prefiere la sencillez de la paloma a la prudencia desconfiada de la serpiente, y ni siquiera quiere saber que es la serpiente. La caridad queda abierta para todo bien venga de donde viniere; sabe y quiere, en su humildad, aprender de todos; es siempre confiada en el Señor y en aquel mucho o poco de bondad que sabe hallar en el corazón mismo de los que se encuentran más alejados de la caridad. Su celo no quema, no rompe; es discreto "et secundum scientiam", porque conoce la limitación y la debilidad humanas y las sabe comprender: sabe en efecto, cuán difícil es hallar seres humanos sin imperfecciones.

La caridad no hace nada de indecoroso; tampoco se inquieta, ni tiene en cuenta las injurias que se le hacen, vence al mal con el bien. No se complace en la injusticia, sino que se siente feliz cada vez que puede alegrarse con la verdad. Lo perdona todo, lo espera todo, lo soporta todo. Ora, sufre, calla, adora: ¡jamás falla!

La caridad no abriga nada que sea arbitrario, que sea rudeza; encuentra su felicidad en esparcir e irradiar en torno a sí misma la bondad, la mansedumbre, la gentileza. Sólo desea una cosa: inmolarse enteramente para lograr la felicidad y la salvación de los demás, para gloria de Dios.

|p9 Toda ciencia humana es insulsa, si la caridad no le da el sabor mediante el amor a Dios y al prójimo: sin ella, "scientia inflat".

Primero la caridad y luego la ciencia, oh Hijos míos: pues ésta destruetur, pero aquella jamás sucumbe y permanecerá eternamente.

La caridad, queridos míos, y sólo la caridad, es la que salvará al mundo. ¡Dichosos aquellos, que tuvieron la gracia de ser víctimas de la caridad! Hermanos e Hijos, amemos a Dios hasta hacer de nosotros una hostia, un holocausto de caridad y amémonos también mucho en el Señor, que ha dicho: "Os he amado...amaos!" (Joan XV 1-2).

El gran secreto de la santidad consiste en amar mucho al Señor y a los hermanos en el Señor. Los Santos son cálices de amor a Dios y a sus hermanos.

Amar a Jesús, amarnos en Jesús: trabajar para que sea amado Jesús y su Santo Vicario el Papa. ¡Orar, trabajar, padecer, callar, amar, vivir y morir del amor a Jesús, al Papa y a las almas!

|p10 Queridos míos, la Pequeña Obra de la Divina Providencia debe ser como una familia muy unida: todos debemos amar esta unión de Familia en    Cristo, ensamblados por la caridad, unidos de corazón, indivisiblemente, en este cuerpo moral que es nuestra Congregación.

¡Oh, cuánto mayor será la ayuda que obtendremos de la mano de Dios, y cómo nos sentiremos contentos, felices y fuertes!

La Congregación prosperará y será bendita por mérito de cuántos contribuyan a mantener en ella la unión y la paz; porque nuestra fuerza, oh queridísimos, está en la unión cuyo vínculo es Cristo.

¡Oh, con qué alegría y expansión de corazones cantaremos entonces el "Ecce quam bonum e quam jucundum habitare fratres in unum"!...

La caridad se dirige toda entera al bien de la Iglesia y de las almas, y es la divisa de los discípulos de Cristo y de la Iglesia.

La caridad se dirige toda entera al bien de la Iglesia y de las almas, y es la divisa de los discípulos de Cristo y de la Iglesia.

San Pablo dejó escrito: "La fe, la esperanza, la caridad; la mayor de las tres, la caridad".

Busquemos entonces con ardor, poseer la caridad.

He aquí, Hijos míos, el camino a seguir, que inmensamente supera en valor a cualquier otro. El espíritu de caridad, de apostolado y de sacrificio por medio de la caridad. Que la caridad más humilde, oh Hermanos míos, guíe nuestros pasos: ¡In omnibus charitas!

|p11 Aquí debo terminar, pues de lo contrario esta mi carta no llegaría para Navidad; por eso tendré que ser breve.

Yo ruego humildemente al Niño Jesús, que se digne infundir en mí y en vosotros toda su dulcísima caridad, y en la caridad de Cristo os abrazo, oh queridos Sacerdotes míos, in osculo santo, y os deseo ¡Feliz Navidad! Dios sabe cuánto pienso en vosotros y hasta que punto os amo.

Acordaos de mí en el altar, especialmente en la Noche Buena.

Y a vosotros, mis Clérigos y mis buenos Ermitaños, gozo, corona y esperanza mía: ¡Feliz Navidad!

Feliz Navidad, para las Hermanas de las varias Familias Religiosas.

|p12 A todos y a cada uno le recomiendo mi persona y la Congregación: a cada uno y a todos, desde los ancianos hasta los más jovencitos, hasta el más pequeñito, les envío mis augurios con la santa Bendición de Navidad, y hago votos para que tengan un Feliz Año Nuevo.

Adiós, oh queridos Hermanos e Hijos míos, y también vosotras, buenas Hermanas: rogad por mí, acordaos de vuetro padre lejano.

¡Yo pediré tanto por vosotros!...

Démonos cita a los pies de Jesús: allí nos encontraremos unidos siempre en la íntima unión de la caridad; pues en torno a Jesús, ¡quam bonum et quam jucundum habitare fratres in unum!

¡Qué nuestra alegría y unión sea completa en el Corazón de Jesús aquí en la tierra y en el Cielo.

Nuestros Hermanos de aquí y lo mismo las Hermanas, se encomiendan vivamente a vuestras oraciones; os saludan y os envían los más santos augurios.

Ellos me tratan con mucha caridad, con atenciones constantes y sin cansarse de soportarme: ayudadme a pedir a Dios que se lo recompense largamente.

|p13 El Señor de la Caridad y de la paz, nos dé El mismo siempre su Caridad y su Paz.

¡Qué el Señor y la Virgen Santísima estén siempre con vosotros todos!

¡Gloria Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad!

Os bendigo una vez más. ¡Vivamos en Cristo, humildes y fieles a los pies del Papa y de la Santa Iglesia! ¡Y Feliz Navidad!

Aun os bendigo nuevamente en el Niño Jesús y en María Inmaculada. No nos cansemos de hacer el bien y de consumirnos en la caridad del Señor...¡Feliz Navidad! ¡Feliz Navidad! ¡Feliz Navidad!

Vuestro afectísimo,

                            Sacerdote LUIS ORIONE