a cura di Don Giustozzi, 1998. 26 Cartas Don Orione

Edizione a cura di Don Giustozzi.
26 lettere tradotte in spagnolo.




Cartas de don Orione
Pequeña Obra de la Divina Providencia
Provincia "Nuestra`Señora de la Guardia"
(Argentina)
Registración magnética: Marina Valcarce
Indexación: P. Enzo Giustozzi fdp
Parroquia "Nuestra Señora de la Guardia" - Constitución 3050 - 1644 VICTORIA -
Tel. (0054-1)744-5984 / 6507 Fax (0054-1)745-4881
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CASA DE LA DIVINA PROVIDENCIA ¡ALMAS y ALMAS!
Tortona,
Fiesta de la Inmaculada
8 de diciembre de 1922
|p1 A mis carísimos Hermanos e Hijos de la Divina Providencia Gracia y Paz de Dios Padre y del Señor y Dios nuestro Jesucristo.
¡En el nombre de Dios bendito!
Vuelto a Italia, con la mente y el corazón que me parecen más iluminados y dilatados por la caridad de Ntro. Señor Jesucristo Crucificado, y mientras estoy ya preparándome para atravesar de nuevo el Océano, si Dios quiere, me dirijo a vosotros, oh amadísimos Hermanos e Hijitos míos, como hermanos y padre amantísimo en el Señor, y me presento para ofreceros los más afectuosos augurios y los más santos votos en la alegría de las próximas Navidades. Son votos y augurios que hago todos los días desde el fondo del alma; con esta alma que en tan gran manera vive de vuestra vida, de vuestros gozos y vuestros dolores, y que cada día ruega junto al altar del Señor, pero que con redoblado fervor suplicará por vosotros en la dichosísima Noche de Navidad.
¡Ah cómo hubiera querido poder escribir a cada uno en particular en esta fausta conmemoración! Pero vosotros mismos comprendéis que hubiese sido imposible. De aquí el que, teniéndoos a todos presentes a mis ojos y abrazándoos a todos juntos espiritualmente me sea gracia suavísima el escribiros conjuntamente, con aquel dulce afecto de hermano y padre que sólo Dios conoce.
|p2 Y diré que me parece hasta más bello el teneros aquí a todos delante y en el corazón, reunidos en esta dulce Navidad alrededor del Niño Jesús y dirigiros a todos la misma palabra de caridad que posee brazos tan grandes, hasta el punto de no distinguir ni montes ni mares, ni confines o barreras de nacionalidad, sino que a todos nos "aglutina", como la Escritura nos refiere que acaeció con los corazones de Jonatás y de David, y de todos nosotros hace un "cor unum et anima una", por la vida y por la muerte, ¡et ultra! Porque por la caridad se vive de Dios!
¿Hay un goce verdaderamente más sentido, hay un consuelo más alto y espiritual, una paz y felicidad más grande, que la santa caridad del Señor y Dios nuestro, Jesucristo? ¡Oh, cuán dulce es este amarnos mucho en Jesucristo y por Jesucristo!
¡Cuán bello y exuberante de vida es amarnos mutuamente en el amor sobrenatural a Jesucristo y al Papa, como nosotros, pobres hijos de la Divina Providencia, nos amamos! Jesús es todo nuestro amor, nuestro vínculo y nuestra vida. Y la cabeza infalible de la Iglesia, el Santo Padre el Papa lo es igualmente; todo nuestro amor, nuestro vínculo y nuestra vida!
¡Cuán bello y santo vivir fraternalmente de este modo: con esta fe, con esta vida, con este amor, amarnos así, como se ama en el cielo!
Tal era la fe y el amor de los Santos.
|p3 "El Papa es nuestro Dios en la tierra", predicaba San Bernardino al pueblo de Siena, allá en la plaza del Campo, el año 1427, al despedirse de su ciudad. Era la suya, fe de Santo y amor de Santo: ¡era vida de Dios!
¡Ah, que se mantenga si es posible, que se reavive aún más y más estrechamente, a los pies del Niño Jesús y de la Iglesia Madre de Roma, nos una una indisolublemente tan cara, tan concorde unión de corazones fraternales en el amor dulcísimo de Cristo, Dios y Señor nuestro, y el Papa, Señor y Dios nuestro en la tierra! ¡Esta unión, cimentada en la fe, en el amor y si fuere necesario, en la sangre, constituye nuestra fuerza, y será nuestra grandeza y nuestra gloria!
|p4 Pero en estas Navidades, en las cuales las almas cristianas sienten todas las castas alegrías de la fe y de la caridad de Jesús, y la mística poesía que respira el Pesebre, adonde acuden peregrinando los pobres, los sencillos, los pastores, y sobre el cual vuelan y cantan los Angeles en la luz el canto del GLORIA, mientras anuncian la paz de Dios a los hombres de buena voluntad; en estas jubilosas solemnidades, no sólo augurios de toda clase de bienes, de toda suerte de consuelos os envío, a todos y cada uno de vosotros, oh Hermanos e Hijos míos, y corona mía, sino que mientras formulo por vosotros los más fervientes votos, deposito a los pies de Dios una oración grande, que es amor de caridad: ¡La oración misma que Cristo Señor Nuestro hizo por sus discípulos y Apóstoles antes de dejarlos: ¡Pater sancte, serva eos in nómime meo, quos de disti mihi, ut sint nunum! (Joan. XVII-11). ¡Ah Señor, haced que seamos una sola cosa con Vos, que todos estemos siempre con Vos en vuestro Corazón adorable!
Que Dios, por la divina virtud de su bendito Nombre, nos mantenga en esa caridad generadora de mutua confianza, que hace fácil y dulce la religiosa convivencia y la vida en común; que da corazón de padre a los superiores y a los inferiores, y a los pequeños y jóvenes hermanos, corazón de hijos; porque "Este es mi mandamiento" ha dicho el Señor que os améis, los unos a los otros como Yo, os he amado" (Joan XV,12).
De tal modo que también de nosotros, ya que nos falta otro motivo de alabanzas, pueda decirse como se decía de los primeros cristianos: ¡Mirad como se aman! (Tertul. Apologeta).
|p5 Debemos amarnos, pero en el Señor; porque éste es el amor que desea y agrada al Señor; amarnos unos a otros, como en el Cielo se aman los Angeles de Dios; amarnos para ayudarnos uno a otro a amar todavía más a Jesucristo y al Papa, que es su Vicario en la tierra. Y con el Papa estrecharnos siempre más íntimamente porque al Papa como a Jesucristo nunca se le ama bastante. Y por medio del Papa, infaliblemente unirnos y estrecharnos a Cristo en su místico cuerpo que es la Iglesia: "Ita multi unum corpus sumus in Christo" (S. Pablo, a los Rom. XII,5).
¡Oh santa Iglesia Católica, Iglesia de Jesucristo: luz, amor y Madre mía dulcísima y divina! ¡Madre Santa y Madre de Santos, única que no conoce la confusión de las lenguas! ¡Madre de nuestra vida, latido de nuestro corazón, vida de nuestra vida misma! ¡Que se adhiera nuestra lengua al paladar el día que nosotros, pobres hijos de la Divina Providencia, hijos de tus martirios y de tu amor, no te amemos por encima de todo otro amor!
|p6 Y ahora, después de los augurios, de los votos, y de la plegaria de consagración a la caridad y al amor de la Iglesia y de los Obispos en los cuales vemos y amamos a los Sucesores de los Apóstoles, y al Papa, voy a deciros, oh mis amados, que quiero en este año haceros un lindo y precioso obsequio: recibidlo no diré como un almanaque, pero sí como el más querido recuerdo de las próximas Santas Fiestas de Navidad, que os envía vuestro Don Orione.
Os envío, pues, una Carta de San Vicente de Paúl el gran Santo de la Caridad, Fundador de los Misioneros Lazaristas, cuya finalidad consiste en evangelizar a los pobres: "Evangelizare pauperibus". También San Vicente de Paul instituyó "las Hijas de la Caridad", de las que se habla en la misma carta. Son aquellas Hermanas angelicales, cuyo nombre es una bendición en todos los labios, creyentes e incrédulos, porque con abnegación verdaderamente superior, sacrifican humildísimamente sus vidas por amor a los pobres, esparciendo entre los humildes y por toda la tierra el buen olor de Cristo.
Es una carta bella y delicada como un rayo de Dios, llena de experiencia y de sabiduría religiosa. Los Superiores de las Casas tengan a bien meditar y leer esta impagable circular a los miembros de sus Comunidades reunidos y luego, una vez al mes, se vuelva a leerla en comunidad durante todo el año de 1923. Escuchemos, oh mis amados Hermanos e Hijitos en Cristo, la voz de San Vicente de Paúl, y que Jesús Niño nos conceda a mi y a vosotros, sacar el mayor fruto posible para nuestras almas. Aprendamos de ella toda la importancia que tiene el ofrecer a Dios la primera hora de nuestra jornada, empleándola en la meditación y en las prácticas de piedad; aprendamos a ser aún más fieles a esta salutífera ventaja de nuestra religión, que es la hora de levantarse y la puntualidad y diligencia que hemos deponer en la oración.
|p7 La oración es elevación y voz de nuestra esperanza. Las horas de la mañana nos traen el don de saber orar y es en la meditación, o sea en la reflexión acerca de las grandes verdades morales y dogmáticas, donde se abren las surgentes del alma. Aún más, la oración matutina y principalmente la meditación, es el gran medio de dar a cada uno de nuestros días y a la vida entera, su espiritual fecundidad.
Pitágoras había dividido el día de sus discípulos de filosofía en tres partes: la primera, para Dios en la oración; la segunda, para Dios en el estudio y el trabajo; la tercera, para los hombres y los negocios. Así pues, la primera mitad del día estaba dedicada a Dios.
¡Y se trataba de un pagano! ¿Qué habremos de hacer pues, nosotros, que somos cristianos y Religiosos?
Recordemos que el gran medio para salvarse, es la oración, respecto a lo cual San Alfonso nos ha dejado un libro admirable; recordemos que no nos será posible llegar a la perfección ni adquirir ninguna virtud verdadera, sin la oración humilde, fervorosa y continua.
Por la mañana, antes de cualquier clase de distracción o trato con los hombres, es preciso orar y escuchar a Dios. ¡La primera hora ha de ser toda de Dios! Y entonces es cuando Dios habla, Dios ara las almas, trabaja en nosotros, plasma nuestro espíritu, lo vivifica y aclara, y el esplendor de Dios se posa sobre nosotros y en la meditación oímos el llamado de Dios.
Entonces es cuando nace en nosotros un gran deseo: la voluntad de reformarnos, y todo nuestro interior se llena de sumisión y de amor a Dios, y todo nuestro exterior se reviste de modestia, de dulzura y de paz. Pero, para sentir todo esto, es necesario desde la mañana - summo mane - arrojarnos humildemente a los pies de Jesús en el silencio y la soledad, disponiendo al menos de una media hora al día. Entonces es cuando Dios, hablándonos, se hace maestro. Y durante la meditación no estemos soñolientos o divagando: dos debilidades éstas, que hay que atacar de frente y vencerlas con la divina ayuda, de lo contrario no se hace nada de provecho. Cuando el Apocalipsis dice: "Y se hizo en el cielo un silencio de media hora", yo creo que el sagrado texto nos revela un hecho muy significativo en el cielo de las almas. Pero pensándolo bien, es necesario la presencia de nuestras almas y la presencia de Dios, y saber establecer en nosotros el verdadero silencio, exterior einterior. Entonces el religioso al levantarse, vuélvese hacia el agua peligrosa, al torrente de las pasiones del día, y dice: ¡Tú no me traicionarás! Y luego, elevando el corazón al Crucifijo: Háblame Tú solamente, Señor. ¡Tu mihi loquere solus! Yo te seguiré, seré tuyo, oh Señor: la jornada de mi vida será para Tí, será de amor a Dios y a los hombres.
|p8 Hágase la preparación de la meditación la noche anterior, para que al despertarnos la encotremos latente aún en el espíritu y el corazón. También sobre esto es necesario ponernos a tono. Los puntos se leerán después de las oraciones de la noche.
El levantarse es entre nosotros a las cuatro, desde Pascua a Todos los Santos, y a las cinco, desde los Santos a Pascua. Esta regla no admite excepciones de lugar; es válida, pues, tanto para los que están en Italia, como para aquellos de los nuestros que se hallan en el extranjero o en las Misiones. Y en los países más cálidos el levantarse desde los Santos a Pascua de Resurrección, será también a las cuatro. No admite excepción de tiempos ni de días especiales. Sépase, por lo tanto, que el levantarse más tarde en los días festivos o de vacaciones escolares, no está permitido para los religiosos y Novicios: ello constituye un verdadero abuso que todo Superior de Casa ha de cancelar solícitamente, donde acaso existiese.
Debemos vencernos, debemos dominarnos, y guardarnos de la inconstancia, procurando desde las primeras horas del día, elevar la mente y el corazón a Dios, y en su luz de misericordia avanzar hacia el obligado y deseado fin de nuestra santificación.
Y cuidemos también mucho las cosas que nos parezcan pequeñas, viviendo como buenos Religiosos como Religiosos digo, no como seglares, no como sacerdotes seculares. Muy distinta es, oh Hermanos, por divina gracia, nuestra vocación y por lo tanto otra debe ser nuestra vida. Vida de perfección, "la cual, dice Santa Catalina de Siena, radica principalmente en la abnegación y aniquilamiento de la voluntad propia; y mucho más que en las cosas espirituales... (Carta CXXVI).
Y además, pongamos en Nuestro Señor toda esperanza, reformando en Dios nuestra voluntad y buenos propósitos, porque sin Dios, no se edifica. Sin Dios los vínculos sociales mismos son a manera de cadenas, los frutos de la ciencia y de las artes nacen raquíticos, y la vida aunque se deslice en el interior de una Casa Religiosa, si no es vida verdaderamente religiosa, no es vida en Dios, y se convertiría en imposible o en un martirio, o algo peor!... Sólo Dios es el fundamento de cuanto permanece, de cuanto tiene valor eterno; Dios que es el fin de todos los bienes, la alteza de la vida, el respiro del alma: gran consuelo de sus siervos es el esperar en Dios.
|p9 Espontánea y suave acude aquí a mi mente, una oración muy piadosa y devota, que es toda ella un canto de fe en el Señor y de abandono en la Divina Providencia.
Es tan elevada y espiritual esta oración, que me recuerda las más bellas de la Sgda. Liturgia. La tomo de nuestro Libro de Meditaciones para este año, de la Imitación de Cristo: "el libro cristiano más sublime del Medio Evo", como la ha definido Carducci, dado que en verdad, este libro como la Divina Comedia de Dante y la Suma de Santo Tomás; "rompe las puertas de aquella Edad y corre y espárcese por los siglos, rico y potente de divina luz; de juventud siempre renovada". Pero, además de oración, quiere ser éste como el coro final en que todas nuestras voces invocan y agradecen juntas y concordes al Señor, al concluir este año. El cual, si nos ha traído sus dolores, dolores morales profundos que ninguno lo es como la muerte, sobre todo la muerte de un Hermano inolvidable y la de un Bienechor insigne y escondido, sin embargo merecería aun que se lo recuerde por una sucesión de beneficios espléndidos recibidos de Dios, y que yo no puedo ni siquiera sucintamente enumerar. No podría al menos dejar de recordar el XXVo. anivesario de la Primera Misa de nuestro amadísimo Don Sterpi, cuyos méritos hacia la Congregación superan todo elogio.
|p10 Y me siento felíz de que la Divina Providencia nos haya dado en Sab Remo, en esta festivdad de la Inmaculada, un nuevo Instituto, que deseo se ponga bajo los celestiales auspicios de San Carlos Borromeo, gran Obispo y gran pedagogo, en recuerdo perenne del jubileo sacerdotal de nuestro amado Don Sterpi.
No se ha de olvidar que precisamente en este año, la mano de Dios nos ha abierto las puertas de la Argentina, donde, como en el Brasil, se extiende ante nosotros un vasto campo de labor con la bendición amplia de su Episcopado y con el favor de corazones amigos y generosos.
También el Patriarca de Jerusalém, Su Excia. Rvdma. Mons. Balarsina me escribe en estos días una bellísima carta acerca de nuestros Misioneros en Palestina. Especialmente alaba a Don Adaglio, de quien dice: "Le agradezco cada día más; el amadísimo D. Adaglio es en verdad la persona que se requería por sus dotes de almay ánimo". Luego pide más personal y agrega: "El buen D. Adaglio hace cuanto puede y aún más todavía, pero ciertamente no esposible que lo abarque todo, tanto más, que..." Y aquí dice que tendría necesidad de verse ayudado.
|p11 Pero, por las alegrías como por los dolores bendigamos al Señor que ha sido bueno y misericordioso singularmente con nosotros: Confitémini Domino quoniam bonus, quoniam, in saculum misericordia ejus (Ps. CVII,1).
Estemos, pues, agradecidos a Dios. Grati estote, dice San Pablo (Coloss. III,15). Gratias agentes semper pro nobis, in Nomine Domini nostri Jesu Christi (Eph. V,20)
Y todos unidos en un solo afecto; aún más, en un solo corazón y en un alma sola, doblemos humildemente las rodillas ante el Niño Jesús y, elevando los ojos a El, que es el Señor, imploremos su bendición sobre nosotros, sobre las almas que nos han sido confiadas, sobre nuestros Bienechores, sobre nuestros trabajos.
Bendiga y santifique Dios nuestras almas con la bendición celestial para que se conviertan en su santa habitación. ¡Respice Domine de domo sancta tua in nos! (Bar. II,16).
Y con el humilde y gran asceta de la Imitación de Cristo dejad que por mi, por cada uno de vosotros y por nuestra amada Congregación, ruegue al Señor que nos tenga siempre con su mano y continúe otorgándonos su gracia, y nos conceda que podamos estar continuamente empleados en la oración y en las buenas obras de caridad.
|p12 "Mira, oh Señor, a mi y a mis hermanos según la grandeza de tu bondad y la multitud de tus misericordias...
"Protege y conserva el ánimo de tu mínimo siervo entre tantos peligros de la vida perecedera; y bajo laprotección de tu gracia, guíalo por el camino de la paz a lapatria de la luz perpetua" (Imit. III,59).
En esta aspiración de toda alma y la divina armonía de nuestras almas que consiste en la mutua y fraterna caridad, yo os ruego, oh Hijitos míos y Hermanos que tengáis la bondad, por el amor de Dios, de perdonarme la mucha ignorancia y negligencia y todas mis faltas para con vosotros, y los malos ejemplos que os haya dado: toda pena, toda amargura de la que hubiese sido motivo, no sólo durante este año que está por terminar, sino durante toda mi vida; y este perdón os lo pido humildemente como haría si estuviera próximo a morir.
E invoco para vosotros la bendición que el Apóstol Pablo invocaba sobre los primeros cristianos, fieles secuaces de Jesús, una feliz alegría en la tierra y luego la bienaventuranza eterna en el Paraíso.
¡Oh, santo Paraíso, santo Paraíso!
¡Patria suspirada y llena de gozo; donde nos será concedida la abundancia de todo bien; donde por cada aflicción sufrida con Cristo, se concederá una alegría más; donde la humilde sujeción será coronada de gloria!
|p13 Y ahora uno por uno y a todos juntos, abrazándoos espiritualmente in ósculo santo, os animo a la virtud, oh hijitos míos, que sois mi alma. Y os exhorto, a tener grandísima confianza en la Divina Providencia, y amar a las almas, a las almas!, buscando especialmente a los humildes y a los pequeños abandonados. Este es el deso ardiente del alma mía; pero, antes todavía, el amor más dulce, el amor mío más grande, es el Papa, esto es, Cristo: el Papa para mi y para vosotros es Jesucristo mismo "el dulce Cristo en la tierra", como decía Santa Catalina de Siena. Amar al Papa es amar a Jesucristo.
Por lo tanto,hemos de tener por singularísima gracia del cielo, el trabajar, consumir y dar la vida humildes y fidelísimos a los pies de la Iglesia y por la Iglesia, por los Obispos y por el Papa.
De este modo, fieles a la acción interior y misteriosa del Espíritu Santo y de aquella verdad que nos hace libres; guiados por el magisterio auténtico, vivo y solo infalible de la Iglesia, una, santa, católica, apostólica y romana; en un espíritu de amor, de comunión gozosa, sagrada y fraternal, los HIJOS DE LA DIVINA PROVIDENCIA, con la ayuda de Dios, crean, esperen, luchen, sufran y amen! Y con la cintura ceñida y en las manos las lámparas encendidas; las miradas y los corazones hacia lo alto, en la Virgen Celestial, caminen confiados por la vía recta del Señor. Así crecerán en todas las cosas, para llegar a Aquel que es nuestra Cabeza, Jesucristo. ¡Por la Iglesia y por el Papa, ssubamos hastaCristo!
|p14 En la esperanza de veros todavía a todos antes de partir para América, os recomiendo y os suplico que os acordéis siempre de mí en vuestras oraciones, especialmente por la intercesión de nuestra tiernísima Madre, la Beatísima Virgen María, Madre de Dios.
¡Danos, oh Jesús Niño, oh Jesús Amor, danos tu dulce bendición! Amén.
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República Argentina
Victoria F. C. C. A., 4 de noviembre de 1934
Fiesta de San Carlos
¡ALMAS Y ALMAS
|p1 A mis amadísimos Hijos de la Divina Providencia; Sacerdotes, Clérigos, Ermitaños ciegos y videntes; a los Aspirantes llamados "Carísimos" y a los Probandos.
A las buenas Hermanas "Misioneras de la Caridad", a las ciegas "Adoratrices del Stmo. Sacramento" y a las "Hijas de la Virgen de la Guardia".
A mis inolvidables Bienechores y Bienechoras, como también a mis queridos huérfanos; a nuestros buenos Ancianos y Ancianitas, y a todos los Asilados, sanos y enfermos; a los Jóvenes que se educan en los Institutos y Escuelas de la Pequeña Obra, y a cuantos viven en las Casas de la Congregación bajo la maternal mirada de la Divina Providencia.
A todos y a cada uno envío in Domino mi más cordial saludo y el saludo fraternal de estos nuestros Sacerdotes, Clérigos, Ermitaños y Hermanas "Misioneras de la Caridad", que trabajan en la viña del Señor en el Brasil, Uruguay y Argentina.
¡Que la gracia y la paz de Jesucristo sean con Vosotros, oh mis amados, y con nosotros, siempre, siempre! Y haga de modo que todos seamos un solo corazón y un alma sola: "cor unum et anima una", a los pies de la Iglesia y del "dulce Cristo en la tierra", el Papa; pequeños, humildes, firmes, fieles, amantes con filial y dulcísimo amor, de la Iglesia, de los Obispos y de la Santa Sede hasta la consumación de nosotros mismos hasta el martirio!
|p2 Esta es la primera carta, oh mis amadísimos, que tengo, finalmente, la alegría de poderos escribir; o sea, de escribiros a todos colectivamente, desde esta lejana América. Mucho lo había deseado; pero los días pasados a bordo, que fueron por divina gracia, dies pleni, llenos de un trabajo intenso - diría absorvente - pasaron como un relámpago. Además, no siempre he permanecido aquí en Buenos Aires, sino que ya he visitado en La Plata al Excmo. Arzobispo Mons. Alberti, que tanto nos ama.
He pasado también algunos días en Mar del Plata, y fuí al Uruguay. Pero de esto os escribiré más adelante.
Ahora, entre tanto, tengo el placer de deciros que los nuestros de América del Sud, gracias a Dios, se hallan todos bien, y lo mismo los que vinieron conmigo. Está enfermo D. José Gandini, que se encuentra en Montevideo junto con D. Montagna y D. Szymkus. He ido a vsitarlo; no está bien de las piernas, pero mejora, y celebra, y espero que dentro de poco tiempo podrá emprender alguna tarea.
|p3 Todos me rodearon con un amor tan conmovedor, que no sabría describirlo. Me pidieron con gran afecto noticias de Vosotros y de los progresos de nuestra querida Congregación, comenzando por los que ví en Río de Janeiro y en Santos, durante la breve estadía que el "Conte Grande" hizo en los puertos del Brasil. En Río de Janeiro descendió Don Juan Lorenzetti, destinado al Brasil, y el barco se detuvo un tiempo suficiente para que pudiésemos visitar el Instituto que allí tenemos. Está a los pies del Corcovado, en cuya cima se yergue majestuoso el monumento a Cristo Redentor, la estatua más alta de Cristo que existe en el mundo. Desde allá arriba fué desde donde Su Emma. el Cardenal Legado, a su vuelta a Italia, al detenerse dos días en Brasil, invocó sobre todos los pueblos la paz y la bendición de Dios. Nuestro Instituto tiene Capilla pública, escuela, y a su alrededor un vasto terreno. Es propiedad de la Congregación, y está libre de deudas.
A Santos llegamos por la tarde, ya obscuro: encontramos a D. Mario Ghiglione, a D. Martinotti y otros sacerdotes amigos, venidos desde San Pablo. La parada del barco fué brevísima, pero ¡cuánto bien nos ha hecho volver a ver a nuestros queridos!
Del Brasil he querido que viniera con nosotros al Congreso Eucarístico D. Angel Depaoli, también para que viese a los Hermanos de la Argentina y del Uruguay, países donde todavía no había estado.
Y también de esta manera, para que visite las Casas de aquí de las Hermanas de la Madre Michel de Alejandría, de las cuales tiene en América una especie de dirección.
Tenemos muchos deberes hacia el alma santa de la Madre Michael, y me es grato recordároslo.
Durante la travesía ninguno de nosotros ha sufrido molestias; tods hemos podido celebrar cada día y hacer obra de ministerio: catecismo, confesiones, preparación para la Confirmación y Primeras Comuniones, también de adultos. Tal vez sepáis ya algo de esto.
El Señor me llamó a ser como el Confesor de todos sobre el "Conte Grande"; acudían de día y venían también de noche: para mí y para muchos, ha sido un inefable consuelo.
El mar estuvo siempre tranquilo; fué en verdad, un viaje felicísimo bajo todo aspecto.
Y no podía ser de otro modo, conduciendo el barco al Legado Papal. El Emmo. Cardenal Pacelli, a quien el Santo Padre ha enviado, además de ser un hombre superior, es un verdadero gran siervo de Dios: de ello todos se han convencido y lo van diciendo.
|p4 El Congreso Eucarístico fué un milagro: más de dos millones de fieles participantes han sentido que aquí estaba el Papa con nosotros, y que el triunfo de Ntro. Señor era juntamente el triunfo del Papa y de la Iglesia, y de todo lo que de social, de grande, de inmortal, de sobrehumano y de divino, la Iglesia y el Papa son, representan y proclaman.
La grandiosa celebración pública de fe, de amor, de adoración a Jesús en la Eucaristía, en la Argentina, ha superado a todos los Congresos Eucarísticos Internacionales celebrados hasta ahora, y no sé si y donde podrá ser superada. Sólo en el Paraíso. ¡Nosotros aquí ya hemos visto y gustado de antemano el Paraíso!
|p5 Pero volvamos al viaje. Los pobres Hijos de la Divina Providencia no podían temer que el viaje no fuese bueno, porque también - vosotros lo sabéis - alguna semana antes de embarcarnos, había ido a Castelgandolfo para arrojarme a los pies del Papa, y a los pies del Papa llegaron igualmente los sacerdotes que habían de partir junto conmigo.
La Bendición del Santo Padre había descendido ampliamente sobre nosotros, y también sobre las Casas de la Congregación, sobre nuestros Bienechores y Bienechoras, sobre nuestros queridos jóvenes y sobre nuestros amados pobres.
¡Cuánto bien hace la Bendición del Papa! ¡La Bendición del Papa es la Bendición de Dios!
¿Cómo, pues, podíamos temer que el viaje no fuera feliz?
Y otra especial Bendición del Vicario de Cristo vino a alcanzarnos ya en alta mar, por radio, durante los primeros días de navegación, cuando más vivo era el dolor causado por la separación de vosotros, y precisamente al dejar el Mediterráneo y entrar en el Atlántico.
El Papa nos bendecía una vez más, "invocando celestial protección".
¡Oh, el consuelo que nos ha traído la paternal y augusta palabra de Su Santidad! Sí, lo sentimos: ¡la Bendición apostólica nos fué y nos es celestial protección.
|p6 Pero no os lo he dicho todo. Pocos días antes de mi partida de Tortona, había ido a despedirme y también a invocar otra bendición; la bendición de Su Excia. Rma. nuestro llorado Obispo. Lo encontré en el lecho mucho más decaído que la última vez que lo había visto: se hallaba en un estado que me causó mucha impresión y piedad.
Quería mostrarse fuerte, pero si su espíritu todavía era el mismo, su cuerpo no le acompañaba ya. ¡Pobre Obispo! Su fibra, tan robusta en otro tiempo, hubiera dado motivo a esperar que alcanzara una larga vejez; sin embargo, su vida se hallaba minada desde tiempo atrás.No era sólo desde la fiesta de San Marciano que el Obispo se sentía mal y no era el de antes; se le veía decaer desde tiempo atrás. Y debía sufrir mucho: en algunas visitas pastorales se evidenció que se fatigaba, que se fatigaba cada vez más... y se sostenía solamente a fuerza de voluntad y movido por el celo de su ministerio pastoral.
En la audiencia privada que me concedió el Santo Padre semanas antes había pedido, como siempre lo hacía una especial bendición para mi Obispo.
Su Santidad me preguntó por él con un interés particular, y recordó un escrito que había recibido un tiempo atrás, de parte de Excia. Rma.
Con un telegrama desde Castelgandolfo, le comuniqué enseguida la especial Bendición Apostólica.
|p7 El Obispo, durante la visita, me agradeció sentidamente aquella atención. Luego, al oír que había ido a despedirme y que me embarcaría en el "Conte Grande", me preguntó por cuanto tiempo estaría ausente. Quizá acudía a su pensamiento el recuerdo de cierto discursito que, a pesar mío, había debido hacerle una tarde, antes de mayo. ¿O acaso dudó de que si mi ausencia fuese muy prolongada, no volvería a encontrarlo? Al hablar, sin embargo, mostraba la más firme confianza en su restablecimiento; y lo mismo que conmigo, con Su Excia. Mons. Albera, que lo visitara días después.
La audiencia no fué larga, a propósito. Sabía yo que el médico había hecho ciertas recomendaciones: el enfermo se hallaba visiblemente muy cansado, y yo profundamente conmovido. Poco o nada era lo que quedaba de esperanza; sentía que aquella podía ser la última vez que lo veía.
Haciendo un esfuerzo y conteniendo mi emoción ha hablado con él con suma delicadeza y amor, como se habla cuando uno se despide por última vez en esta vida de una persona venerada. Le he hablado como un hijo a su padre.
El lo debe haber comprendido así: era demasiado inteligente para no darse cuenta.
La voz misma le traicionaba; aquella era en verdad la última despedida y para mi corazón fué un momento doloroso en sumo grado.
|p8 Hoy, ante los restos mortales del Obispo, os puedo decir, hijos míos, que la Pequeña Obra dela Divina Providencia ha estado siempre a las órdenes del Obispo. Durante los casi veinte años de su Episcopado no recuerdo que, habiéndome El expresado un deseo, yo no me haya multiplicado para satisfacerlo, en cuanto podía.
Tal fué mi acatamiento hacia el Obispo, Pastor y Maestro en Israel, que he mortificado en mí por gracia de Dios, la diferencia de caracteres y de sentimientos no indiferentes, pero sin en nada sacrificar la sinceridad. Si El lo haha comprendido, no sé, ni importa.
Lo que me es grato poder deciros hoy, es que en la diócesis y fuera de la diócesis el Obispo habrá tenido servidores fieles, amigos devotos, hijos obedientes como nosotros, sí; pero no sé si más que nosotros.
Esto no es alarde ni soberbia; es una lección que os doy: esto es dar gloria a Dios en la verdad, es dar gloria a Dios que nos ha asistido siempre, y en una hora como ésta, tan penosa para mí como para vosotros, oh mis amados hijos.
Un día lo comprenderéis mejor.
|p9 Continuaré diciéndoos, que habiéndome levantado del asiento y puesto de pie le he dado las gracias al Obispo por los beneficios que El nos había hecho a mí y a la Pequeña Obra de la Divina Providencia, y le aseguré que yo y toda la Congregación lo recordaríamos siempre con profuna gratitud y rezaríamos por él "vivo o muerto".
Luego, de rodillas, le he pedido perdón "de la manera más humilde y más amplia y con todo el amor de hijo, sin límites devoto, de todas las faltas, disgustos y dolores que yo y vosotros le hubiésemos causado".
Y le he pedido su Bendición para mí, para la Congregación y para todas las Obras que la misma atiende.
El Obispo estaba visiblemente conmovido. Bendijo ampliamente a mí y a todos vosotros. Dijo que rogaba a Dios a fin de que la Congregación se propagase y continuara su benemérito apostolado, haciendo mucho bien.
E hizo votos para que el Señor siempre nos asistiese de tal modo que pudiera difundirse - dijo - "en Europa, América, en Asia y Oceanía..." Luego no pudo continuar por hallarse demasiado emocionado.
Levantó la diestra una vez más y repitió por dos veces el signo de la Bendición.
Le he besado con gran humildad el Santo Anillo, sofocando el llanto.
Al salir de la cámara me volví todavía de soslayo para mirarlo. ¡Pobre Obispo...!
Por la misericordia de Dios, lo volveremos a ver en el Paraíso. ¡Dios le conceda toda la gloria del Santo Paraíso!
Al abandonar el palacio, me encontré con el Secretario, Canónigo Piccoli; conseguí volver a ser dueño de mi mismo y, diría, a mostrarme con desenvoltura; pero cuando estuve fuera a solas, he dado rienda suelta a las lágrimas, y me resultó de gran alivio.
Durante la audiencia el Obispo había mostrado deseos de poseer una fotografía mía, sacada recientemente sobre el Soracte por nuestros Clérigos que estudian en la Universidad Gregoriana de Roma, cuando fuí a saludarlos, pues pasan las vacaciones en aquel Ermitorio. Estoy sobre un asno. Se la envié en seguida, con alguna expresión alegre y devota.
|p10 Luego, ya a bordo, le he enviado todavía un telegrama de saludo con palabras de augurio y de consuelo.
Durante la navegación y el Congreso Eucarístico de Buenos Aires, siempre hemos rezado por él.
Dos días después del Congreso, al retorno del "Conte Grande", le he escrito una larga carta, bañada en llanto, en llanto de amor y de dolor, pero ya no pudo recibirla. Cuando el "Conte Grande" arribaba a génova el Obispo, desde días antes, había pasado de esta miserable vida a la vida bienaveturada.
La dolorosa noticia llegó hasta mí en la tarde del primero de noviembre, cuando el sonido triste de las campanas invitaba a rogar por los Difuntos. ¡Dios sólo sabe cuánto he sufrido!
Su Excia. Rvdma. Monseñor Grassi rogará desde el Cielo por nosotros y nos amará con más puro amor.
El Día de los Muertos y después hemos aplicado Misas por su alma, y hemos celebrado en Victoria un funeral solemne; ahora continuaremos rogando por él.
Encomiendo el alma de nuestro amado Obispo a las oraciones de los Amigos y Bienechores, y dispongo que en su sufragio se rece el Oficio de Difuntos con Misa cantada, en todas las Casas de la Congregación.
Además, en las Casas establecidas en la diócesis de Tortona, o que fueron abiertas durante su episcopado, todas las Santas Comuniones, Rosarios y prácticas de piedad, serán ofrecidas por él, y a las oraciones de la mañana y de la noche agréguese de ahora en adelante por su alma, un Deo Profundis, y ésto hasta nueva orden. Que se le recen enseguida en el Santuario de la Gurdia, las Misas Gregorianas, y en el mismo Santuario se le hará todos los años el Oficio de Aniversario con Misa Solemne, hasta el fallecimieno de su Sucesor ¡ Et requiescat in pace!
|p11 Os he dicho que estuve en el Uruguay después del Congreso.
Viniendo de Italia, el barco no atracó en el puerto de Montevideo; llegó a las 9 de la noche, ya muy obscuro, y el vapor se detuvo lejos de la dársena. No nos permitieron descender, diciendo que nadie hubiera podido salir: las luces del puerto aparecían a gran distancia.
Perdida toda esperanza, me fuí a descansar y me dormí; cuando he aquí que me despertó el ruido de gente que entraba en la cabina, y me veo ante Don Montagna, Don Szymkus y un grupo de losnuestros todos alegres ¡Me levanté en seguida, e imaginad qué gozo, que fiesta!... Pero fué muy brve. Entonces les prometí que volvería pronto a visitarlos, apenas terminado el Congreso. Desde Buenos Aires a Montevideo sólo se tarda unas siete horas en barco.
El encuentro con nuestros queridos en Río de Janeiro, en Santos y en Montevideo, y luego aquí: el sentirme rodeado de tanto afecto, me ha servido de indecible consuelo.
También el encontrarme aquí con tantos ex-alumnos afectuosísimos, y tantos padres de familia que después de tantos años, se me acecaban llorando como niños; el volver a saludar a Amigos, compañeros y Bienechores, y el hallar Obispos, Arzobispos tan benévolos, ha hecho un gran bien a mi espíritu y también a mi salud.
Ultimamente, en Italia, Dios había permitido que hubiera de sufrir algo por su amor. También el corazó habíasufrido mucho al dejaros, oh mis queridos hijos, mis queridos pobres, amados Bienechores: nunca he sentido amaros tanto en el Señor, como con motivo de esta despedida.
Sin embargo, El ha querido prepararme aquí muchos consuelos, et in primis, las grandes, las inefables consolaciones de los triunfos de la Eucaristía.
|p12 También el no haber podido veros a todos antes dela partida, el no haber podido enviar a cada uno de vosotros una palabra un saludo, me causó pesar y fué para mi un sacrificio no pequeño.
Pero he puesto a vosotros y a mí en los brazos y sobre el corazón de la Santísima Virgen, y de este modo me siento cerca de vosotros, os recuerdo a cada hora con el corazón y ruego por todos. He sentido el efecto de vuestras oraciones, ¡y os agradezco tanto, tanto! Tened la bondad de continuar ofreciéndome una ayuda tan grande.
Con la oración todo lo podremos, sin oraciónn no conseguiremos nada.
Es con la oración que se hacen las cosas.
Nosotros podremos plantar y regar, pero sólo Dios puede dar el incremento, y por eso el medio más eficaz de ayudar a nuestras Obras y a nuestras fatigas es el de la oración de todos nosotros con fervor y constancia.
|p13 Os agradezco todo lo que habéis hecho por mí y por las Obras de caridad que Ntro. Señor, por su Misericordia, ha venido suscitando sobremis pasos, y ruego a Dios que os lo recompense largamente.
Doy las gracias a nuestros Bienechores y Bienechoras, que con tanto espíritu cristiano me han siempre y generosamente ayudado. No dudo de que querrán continuar ofreciendo a nuestros Institutos su caridad, con másrazón ahora que Don Orione se halla tan lejos. Ellos obtendrán de las manos de Dios el ciento por uno de cuanto dieren, y después la vida eterna.
Nuestros huerfanitos y huerfanitas, las ciegas y ciegos, los pobres ancianos, los epilépticos, todos los asilados en las Casas de la Divina Providencia, rogarán por los Bienechores junto conmigo: ¡La voz de los inocentes, de los pequeños y de lospobres, siempre la escucha Dios!
Nuestros Clérigos, los Sacerdotes, estos Misioneros, y también las buenas Hermanas Misioneras, recordarán siempre a quien nos haga algún bien.
|p14 A vosotros, hijos míos, os recomiendo un gran espíritu de humildad, de fe, de caridad, de sacrificio; que haya en todos una especie de emulación en trabajar, en ser los changadores de Dios, los changadores de la caridad.
¡Sólo con la caridad de Jesucristo se salvará el mundo! Con el auxilio divino debemos llenar de caridad y de paz los surcos que dividen a los hombres sáturos de egoísmo y de odio.
¡Trabajemos y sacrifiquémonos en humildad para gloria de Dios! ¡Soli Deo honor et gloria! Que reine siempre entre vosotros la bella y dulcísima unión y concordia que ha hecho hasta hoy de nosotros un solo corazón y un alma sola, a los pies de la Iglesia. Trabajemos para salvar almas, especialmente las dela juventud más pobre y los pobres más abandonados.
Amad y haced amar a la Patria; amad y haced amar a las Autoridades todas y rogad por ellas.
|p15 Después de Dios a la Virgen Santa y a la Santa Iglesia, oh mis queridos Sacerdotes, Clérigos, Ermitaños, Probandos, Huérfanos y Asilados os confío a Don Sterpi, y sé que os pongo en buenas manos. Depositad toda vuestra confianza en él, que bien se lo merece. Ya en otra ocasión os he escrito, que si Dios me dijese: "Te quiero dar un continuador que sea conforme a tu corazón, le respondería: Dejad, oh Señor, porque ya me lo habéis dado en Don Sterpi."
A él, a los Sacerdotes más ancianos de la Congregación, a los Directores de las Casas, que ya han trabajado tanto en el vasto campo de la Divina Providencia, dadles muchos consuelos, usad con ellos todas las atenciones, todos los respetos: para con todos los Superiores y Sacerdotes, toda vuestra docilidad, atención y obediencia.
Lo que hiciereis con Don Sterpi y por vuestros Superiores lo consideraré aún más que si lo hicierais a mí mismo.
Oremos por los Hermanos nuestros, Parientes y Bienechores difuntos.
Espero volver pronto; pero, sea como fuere, que se haga en mi según la voluntad del Señor!
Y ahora, dejadme que termine: espero escribiros de nuevo para Navidad.
Amado Don Sterpi y Sacerdotes míos, adios! Estad bien; que el Señor os asista, os anime y esté siempre con vosotros! ¡Qué bendiga vuestro trabajo y vuestros sacrificios!
Don Sterpi y Sacerdotes: Ave María y adelante! Todos os saludamos y os abrazamos in osculo santo.
|p16 A vosotros Sacerdotes, Clérigos, buenas Hermanas, que estáis trabajando por Dios, por la Iglesia, por las almas, lejos de Italia, en Rodas, en Polonia, en Norte América, una especialísima bendición: ¡Ave María y adelante!
Recibid los saludos de Don Zanocchi, Don Dutto, Don Montaña, Don Contardi, y de todos.
Queridos Clérigos y Probandos, queridosErmitaños, esperanza de nuestra humilde Congregación, para mí más queridos que laspupilas de mis ojos: permaneced fieles a vuestra vocación, sed fuertes, sed humildes, trabajad con purezaa de vida y con ánimo generoso: ¡Ave María y adelante!
Oh, mis queridos huérfanos, oh pobres ancianitas, y vosotros todos, mis amados enfermos, que sois el tesoro y el amor de la Iglesia y de nuestra Congregación, que tenéis parte en mi corazón y en mi vida: Rogad por mí, por la Pequeña Obra de la Divina Providencia, que os ha acogido y que es vuestra casa! ¡Ofreced vuestros dolores a Jesús y a la Virgen! ¡Amemos mucho al Señor, hagámonos santos!: Ave María y adelante !
De aquel bien que con la ayuda divina hiciéramos aquí, todos participarán, pero especialmente vosotros, ¡oh Bienechores y Bienechoras nuestras!
Con los míos, recibid los saludos respetuosos, colmados de gratitud, de todos estos Misioneros nuestros, que siempre os recuerdan y ruegan por vosotros.
|p17 La Madre de Dios, María Santísima, extienda su manto celeste sobre nosotros y sobre todos: que nos guarde, nos consuele y ayude siempre la Santa Virgen de la Divina Providencia.
Humildemente la ruego que os bendiga a todos y yo también, pobre Sacerdote, os envio una amplísima bendición.
¡Hijitos y Hermanos, rogad por mí!
¡La gracia de Ntro. Señor Jesucristo esté siempre con nosotros!
Vuestro afectísimo en Jesús Crucificado y en la Virgen Santa,
Sacerdote LUIS ORIONE
de la Divina Providencia
|C3
¡CARIDAD, CARIDAD, CARIDAD!
(Carta - Aguinaldo en la Navidad de 1935)
Asilo Infantil "Post - Escuela - Traful y Cachi.
Buenos Aires
¡ALMAS Y ALMAS!
|p1 A los Religiosos y Religiosas de la Pequeña Obra de la Divina Providencia
La gracia del Señor y su paz, cantada por los Angeles en el portal de Belén, sean siempre con nosotros.
Carísimos Hermanos míos Sacerdotes, y vosotros los que sois mis hijos en Cristo y también vosotras oh Religiosas, buenas Hijas de Dios: He aquí que me dirijo a todos en el Nombre del Señor, con motivo de las dulces solemnidades de la Santa Navidad. Vengo a deciros una palabra que os inflame siempre y cada vez más en el amor de Dios y en la caridad entre vosotros, y animaros en el servicio de Dios y de las almas; vengo a presentaros los mejores augurios de una completa alegría serena y santa, y a traeros la bendición de Navidad que es, este año, la bendición del hermano y del padre lejano, el cual desea que estéis ciertos de que piensa en vosotros y os lleva en el corazón; que ruega por todos, y que jamás se ha sentido tan espiritualmente cerca de vosotros, como en estos días.
¡Estamos en Navidad!
Hermanos e Hijos míos, y vosotras buenas Hermanas: Purifiquemos nuestras almas y preparémonos a recibir la Santa Navidad con especial fervor y espíritu de oración, como hacía el Cottolengo. Preparemos los caminos del Señor que viene: humillemos los montes de nuestro orgullo, rellenemos los valles de nuestro egoísmo, enderecemos los senderos tortuosos de nuestra vida religiosa, si por ventura fuese poco recta, poco regular, poco edificante.
|p2 Al habernos llamado Dios a la perfección, nos ha otorgado una gran gracia; pero desea de nosotros cosas no menos grandes, exige completa correspondencia. El Religioso debe vigilar su corazón, debe romper con todos los afectos terrenos y no dejarse engañar por algún sentimiento de familia, que enceguece: ha de buscar tan sólo el honor de Dios, y consagrarse a sí mismo enteramente al Señor, sin limitación ni excepción alguna.
Solamente así no seremos del todo indignos de contemplar la salvación y de acoger al gran Dios y Salvador el mundo, Jesucristo.
"Instaurare omnia in Christo" es el lema y programa nuestro: con la divina ayuda y a las órdenes de la Iglesia, nosotros hemos de emplearnos en renovar a todos y a todo, en la caridad de Cristo.
Pero, antes que todo, debemos renovarnos a nosotros mismos en Cristo en lo íntimo de nuestro espíritu.
Ahora bien, ninguna ocasión mejor para ello que esta, oh queridos míos.
Jesús nos invita en su Navidad a vivir como Religiosos humildes, y a cumplir en nosotros la voluntad del Padre Celestial, por medio de una obediencia toda enteramente de amor. Un Dios que nace en la pobreza para vivir en el dolor, nos enseña a amar la pobreza y las cruces. Porque "vita boni religiosi, crux est", dice la Imitación de Cristo.
|p3 Jesús ha nacido como un pordiosero, en una cueva desnuda, abierta a los cuatro vientos, y aún antes de nacer, ya se vió repudiado del humano consorcio; se le arrojó afuera, a campo abierto. ¡Más piadosos que los hombres fueron con El el buey y el asno!... ¡Pero su amor triunfa! La Navidad nos hace sentir algo de la infinita caridad de Jesús que trata de hacerse amar con una bondad suprema y una delicadeza infinita, desde su Nacimiento. ¡Cuántas lecciones de humildad, de fe, de sencillez, de pobreza, de obediencia, de abandono en la Divina Providencia, nos da Jesús desde el Pesebre!
Sobre todo Jesús nos grita desde su lecho de pajas: ¡Caridad! ¡Caridad! ¡Caridad!
Vida de Caridad: todo el Evangelio está aquí, toda la vida y el Corazón de Jesús están aquí: "¡Deus charitas est!"
Dios ha hecho de la caridad el fundamento de Nuestra Santa Religión: ella es la más noble y excelente entre todas las virtudes, es el principio y la fuente de todos nuestros méritos.
La caridad, infundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo, es una virtud mediante la cual amamos a Dios por lo que es en Sí mismo, y al prójimo por amor a Dios.
Ella es la nota distintiva de los discípulos de Jesucristo, es el precepto máximo y propio de Cristo.
Y la Navidad nos pone de manifiesto: "la gran caridad de Dios hacia nosotros, que ha enviado a su Unigénito al mundo, a fin de que nosotros vivamos por El" (I Joan. 4).
Y bien, oh mis queridos, caminemos siempre con la caridad y tendremos a Jesús con nosotros: vivamos sus Mandamientos, sigámosle de cerca en la práctica de los consejos evángelicos, y caminemos en el amor de Dios y del prójimo ardientemente, imitando a Cristo, que primero nos ha amado y nos amó hasta el punto de morir para darnos la vida.
|p4 ¡Caridad! ¡Caridad! ¡Caridad!
Que nuestro corazón se empeñe sólo en esto, oh Hermanos, puesto que únicamente por la caridad alcanzaremos la santidad, que es la voluntad del Señor: "Haec est voluntas Dei, sanctificatio vestra".
¡Sí, Te amaremos, oh Señor, Dios de amor, fortaleza y refugio nuestro; Corazón de nuestro corazón, única palpitación de nuestra vida!
Custódianos, oh Señor, porque las muchas amarguras y desengaños, las muchas aguas no lleguen a apagar en nosotros el fuego de la caridad.
¡Jesús, Tú eres nuestro Dios, nuestro Salvador, nuestra Misericordia: Tú la caridad!
"¿Quién nos separará, oh Hijos míos, de la caridad de Cristo?"
"¿Tal vez las tribulaciones? ¿Quizá la angustia? ¿Tal vez el hambre? ¿Será acaso la persecución? ¿Acaso la espada?"
No. Por la virtud de Cristo, que tanto nos ha amado y sólo por obra de su divina gracia, no: ni la muerte con sus angustias, ni la vida con sus atractivos fascinadores, ni el vértigo de los honores, ni la profundidad de los dolores, de las amarguras, de las tinieblas, podrán jamás separarnos de la Caridad y de su Iglesia, Madre dulcísima de nuestras almas, Madre infalible de nuestra Fe.
¡Hijitos y Hermanos: Ved al Santo Niño que viene, he ahí a Jesús Niño sobre las pajas, por amor nuestro! ¿Qué nos dice?
¡Caridad! ¡Caridad! ¡Caridad!
|p5 Ensanchemos nuestro corazón con los más tiernos afectos, y arrojémonos en adoración a los pies de Jesús: que nuestra vida se enardezca de su amor, puesto que su amor es suave, y es divino, y es vida; es vida y fruto de su caridad es la paz; aún más, es la belleza misma de la paz "In pulchritudine pacis".
Señor, en esta tu Navidad nosotros queremos renovarnos desde lo íntimo del espíritu. Los pastores depusieron a tus plantas sus corderos; nosotros ofrecemos a tus pies nuestras miserias morales y todas nuestras manchas! ¡Señor, ten piedad de nosotros y de tu Pequeña Obra! que nosotros, por desgracia, tanto hemos estropeado.
Queremos enmendarnos, queremos llegar a ser buenos Religiosos, santos Religiosos, tal como lo desea tu Corazón. Queremos llegar a ser humildes, como los pastores; dóciles a Ti y a tu Santa Iglesia, como sus corderos, queremos amarte, amarte mucho, hasta consumirnos de amor por Ti y por las almas, oh Jesús!
.."¡Jesu mi, da nobis Charitatem, coetera tolle!"
¡Oh Jesús, ven! ¡Renace místicamente en nosotros y en la Pequeña Congregación nuestra, con tu santo amor, porque queremos vivir sólo de tu caridad y en tu caridad!
|p6 ¡Caridad! ¡Caridad! ¡Caridad!
Jesús con tu divino amor, danos un espíritu grande de caridad hacia las almas, especialmente hacia los hijos de los pobres más infelices y abandonados...
Bien lo sabes, oh Señor: nosotros somos tus pobres y nacidos para los pobres. Después de Dios, la Virgen Santísima y la Iglesia, ¿qué cosa debemos amar más, Hijos míos, que a los pobres?
¿No ha dicho San Lorenzo, el gran Diácono de la Iglesia Romana, que los pobres son los tesoros de la Iglesia de Cristo?
Dadnos, oh Señor, aquella caridad dulce y suave que es fuerza y substancia de todas las virtudes; aquella caridad que conforta a los cansados, reanima a los débiles y vuelve amable el yugo dela verdad.
Haz que "la Pequeña Obra de la Divina Providencia", sea a manera de un altar, en el cual arda como incendio el fuego inextinguible de la caridad, y que su llama se levante hasta Tí, oh Señor, e ilumine y caliente a todos nosotros; nos quite toda tibieza, toda frialdad; aumente en nosotros la fuerza de la divina gracia, dé nuevo vigor al espíritu; reanime y prospere en todas las Casas e la Congregación: que haga de todos nosotros un solo corazón y una sola alma, de tal modo, que la Pequeña Obra se vea inundada de una gran suavidad y goce de una concordia y de una paz siempre y cada vez mayor. ¡"Omnia in charitate fiant!"
|p7 ¡Caridad! ¡Caridad! ¡Caridad!
Nada hay que sea más caro a Jesucristo, nada más precioso que la caridad fraterna; de donde se sigue que nosotros, oh queridos míos, debemos emplear todo nuestro cuidado en conservarla y acrecentarla en nosotros mismos y en la Congregación, de tal modo que seamos en Cristo uno para todos y todos para uno, puesto que éste es el solo espíritu de caridad que edifica, cimenta y unifica en Cristo.
Y esto hasta el extremo de que sería cosa de abandonar toda cuestión aun la que se promoviera por amor a la verdad o por gloria de Dios, si la tal cuestión hubiese por ventura, aunque sólo en lo mínimo, de agriar nuestro corazón o debilitar nuestro espíritu de caridad. La caridad - dice San Pablo - es paciente y benigna, es dulce y suave, fuerte y constante; es iluminada y prudente, es humilde, ferviente, incansable, y se anonada a sí misma. Se hace todo para todos; no busca lo que es suyo, es serena, no es ambiciosa, no es envidiosa, goza del bien ajeno tanto de las personas a quienes ama como de las que le son contrarias. Soporta los defectos ajenos y si es posible, los oculta bajo el manto del amor. Interpreta las palabras y los actos del modo más favorable; excluye cualquier clase de egoísmo, y asienta su felicidad en hacer siempre todo el bien que puede. La caridad de Cristo es universal y abraza cielos y tierra. Ella es atrevida y valiente hasta la audacia, pero sin dejar de ser delicadísima; es todopoderosa y triunfa en todas las cosas.
La caridad es sencilla y límpida. Nunca se enturbia. Tampoco se hincha ni busca el propio interés; no se altera jamás en aspereza, se pone bajo los pies de todos, sube desde allí al corazón y se aposenta en todos los corazones.
La caridad no ve nunca oscuro, no tiene espíritu de discusión; no conoce ni el "pero", ni el "si". Desconoce el espíritu de contradicción, de censura, de crítica, de murmuración. La caridad no sabe de tales cosas. La caridad conserva siempre el rostro sereno, como sereno es su espíritu; es tranquila, y cuando habla, jamás levanta la voz.
|p8 No es tampoco ociosa la caridad, sino álacre y laboriosa en extremo, y trabaja en silencio. Tiene una prerrogativa única y muy suya: está siempre alegre y contenta en todas las circunstancias, hasta cuando recibe azotes e injurias y las calumnias más humillantes; hasta en los bastonazos de que ya hablara San Francisco, en el desprecio y en las más indignas humillaciones, la caridad encuentra "su perfecta alegría". La caridad no se desanima ante las dificultades, puesto que confía en Dios; Dios mismo es su porción y el cáliz de su herencia. De la confianza en el Señor y de la paciencia, y del tiempo sabe esperar y aguardar los momentos y las horas de Dios, y el buen éxito de toda santa empresa.
La caridad prefiere la sencillez de la paloma a la prudencia desconfiada de la serpiente, y ni siquiera quiere saber que es la serpiente. La caridad queda abierta para todo bien venga de donde viniere; sabe y quiere, en su humildad, aprender de todos; es siempre confiada en el Señor y en aquel mucho o poco de bondad que sabe hallar en el corazón mismo de los que se encuentran más alejados de la caridad. Su celo no quema, no rompe; es discreto "et secundum scientiam", porque conoce la limitación y la debilidad humanas y las sabe comprender: sabe en efecto, cuán difícil es hallar seres humanos sin imperfecciones.
La caridad no hace nada de indecoroso; tampoco se inquieta, ni tiene en cuenta las injurias que se le hacen, vence al mal con el bien. No se complace en la injusticia, sino que se siente feliz cada vez que puede alegrarse con la verdad. Lo perdona todo, lo espera todo, lo soporta todo. Ora, sufre, calla, adora: ¡jamás falla!
La caridad no abriga nada que sea arbitrario, que sea rudeza; encuentra su felicidad en esparcir e irradiar en torno a sí misma la bondad, la mansedumbre, la gentileza. Sólo desea una cosa: inmolarse enteramente para lograr la felicidad y la salvación de los demás, para gloria de Dios.
|p9 Toda ciencia humana es insulsa, si la caridad no le da el sabor mediante el amor a Dios y al prójimo: sin ella, "scientia inflat".
Primero la caridad y luego la ciencia, oh Hijos míos: pues ésta destruetur, pero aquella jamás sucumbe y permanecerá eternamente.
La caridad, queridos míos, y sólo la caridad, es la que salvará al mundo. ¡Dichosos aquellos, que tuvieron la gracia de ser víctimas de la caridad! Hermanos e Hijos, amemos a Dios hasta hacer de nosotros una hostia, un holocausto de caridad y amémonos también mucho en el Señor, que ha dicho: "Os he amado...amaos!" (Joan XV 1-2).
El gran secreto de la santidad consiste en amar mucho al Señor y a los hermanos en el Señor. Los Santos son cálices de amor a Dios y a sus hermanos.
Amar a Jesús, amarnos en Jesús: trabajar para que sea amado Jesús y su Santo Vicario el Papa. ¡Orar, trabajar, padecer, callar, amar, vivir y morir del amor a Jesús, al Papa y a las almas!
|p10 Queridos míos, la Pequeña Obra de la Divina Providencia debe ser como una familia muy unida: todos debemos amar esta unión de Familia en Cristo, ensamblados por la caridad, unidos de corazón, indivisiblemente, en este cuerpo moral que es nuestra Congregación.
¡Oh, cuánto mayor será la ayuda que obtendremos de la mano de Dios, y cómo nos sentiremos contentos, felices y fuertes!
La Congregación prosperará y será bendita por mérito de cuántos contribuyan a mantener en ella la unión y la paz; porque nuestra fuerza, oh queridísimos, está en la unión cuyo vínculo es Cristo.
¡Oh, con qué alegría y expansión de corazones cantaremos entonces el "Ecce quam bonum e quam jucundum habitare fratres in unum"!...
La caridad se dirige toda entera al bien de la Iglesia y de las almas, y es la divisa de los discípulos de Cristo y de la Iglesia.
La caridad se dirige toda entera al bien de la Iglesia y de las almas, y es la divisa de los discípulos de Cristo y de la Iglesia.
San Pablo dejó escrito: "La fe, la esperanza, la caridad; la mayor de las tres, la caridad".
Busquemos entonces con ardor, poseer la caridad.
He aquí, Hijos míos, el camino a seguir, que inmensamente supera en valor a cualquier otro. El espíritu de caridad, de apostolado y de sacrificio por medio de la caridad. Que la caridad más humilde, oh Hermanos míos, guíe nuestros pasos: ¡In omnibus charitas!
|p11 Aquí debo terminar, pues de lo contrario esta mi carta no llegaría para Navidad; por eso tendré que ser breve.
Yo ruego humildemente al Niño Jesús, que se digne infundir en mí y en vosotros toda su dulcísima caridad, y en la caridad de Cristo os abrazo, oh queridos Sacerdotes míos, in osculo santo, y os deseo ¡Feliz Navidad! Dios sabe cuánto pienso en vosotros y hasta que punto os amo.
Acordaos de mí en el altar, especialmente en la Noche Buena.
Y a vosotros, mis Clérigos y mis buenos Ermitaños, gozo, corona y esperanza mía: ¡Feliz Navidad!
Feliz Navidad, para las Hermanas de las varias Familias Religiosas.
|p12 A todos y a cada uno le recomiendo mi persona y la Congregación: a cada uno y a todos, desde los ancianos hasta los más jovencitos, hasta el más pequeñito, les envío mis augurios con la santa Bendición de Navidad, y hago votos para que tengan un Feliz Año Nuevo.
Adiós, oh queridos Hermanos e Hijos míos, y también vosotras, buenas Hermanas: rogad por mí, acordaos de vuetro padre lejano.
¡Yo pediré tanto por vosotros!...
Démonos cita a los pies de Jesús: allí nos encontraremos unidos siempre en la íntima unión de la caridad; pues en torno a Jesús, ¡quam bonum et quam jucundum habitare fratres in unum!
¡Qué nuestra alegría y unión sea completa en el Corazón de Jesús aquí en la tierra y en el Cielo.
Nuestros Hermanos de aquí y lo mismo las Hermanas, se encomiendan vivamente a vuestras oraciones; os saludan y os envían los más santos augurios.
Ellos me tratan con mucha caridad, con atenciones constantes y sin cansarse de soportarme: ayudadme a pedir a Dios que se lo recompense largamente.
|p13 El Señor de la Caridad y de la paz, nos dé El mismo siempre su Caridad y su Paz.
¡Qué el Señor y la Virgen Santísima estén siempre con vosotros todos!
¡Gloria Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad!
Os bendigo una vez más. ¡Vivamos en Cristo, humildes y fieles a los pies del Papa y de la Santa Iglesia! ¡Y Feliz Navidad!
Aun os bendigo nuevamente en el Niño Jesús y en María Inmaculada. No nos cansemos de hacer el bien y de consumirnos en la caridad del Señor...¡Feliz Navidad! ¡Feliz Navidad! ¡Feliz Navidad!
Vuestro afectísimo,
Sacerdote LUIS ORIONE
|C4
LA OBEDIENCIA
(Epifanía de 1935)
¡ALMAS Y ALMAS!
|p1 A los Religiosos de la "Pequeña Obra de la Divina Providencia.
"¡In Nomine Jesu!" "¡En el nombre de Jesús!".
Me dirijo a vosotros, oh queridos míos, ¡en el Nombre de Jesús!
Espero que habréis pasado en santa alegría las dulces solemnidades de Navidad. También nosotros hemos vivido durante estos días, las más puras y suaves alegrías de la fe, unidos con vosotros fraternalmente en un mismo espíritu de amor. Hemos orado con vosotros a los pies del Niño Jesús y se hablaba de vosotros tan lejanos, como si hubieseis estado aquí presentes. ¡Cuán bello es amarnos en el Señor! Ciertamente, ¡esto debe agradar tanto al Señor!...
Acabamos ahora de comenzar el Nuevo Año. Demos gracias a Dios por los muchos beneficios recibidos, y comencemos desde hoy a amar y servir con gran fervor a Jesucristo y a la Santa Iglesia Romana, Madre nuestra con ardiente caridad; con todo el corazón, con toda el alma, con toda nuestra pobre vida.
Postrados a los pies de Dios, pidámosle humildemente perdón a El, que es nuestro Padre, de todas las ingratitudes de la vida pasada y cada uno diga de corazón: "Nunc incipio in Nomine Jesu: Ahora comienzo en el Nombre de Jesús". Comienzo a ser de Cristo y de la Iglesia: Nunc incipio esse Christi et Ecclesiae.
Año nuevo, vida nueva. ¡Vida santa y santificada!
¡Año nuevo: vida entera en Jesús, de Jesús y para Jesús!
|p2 ¡Hijos míos, vivamos en Jesús! Perdidos dentro de su corazón, encendidos en su amor. Pequeñitos, pequeñitos. Sencillos, humildes, dulces.
¡Vivamos de Jesús! Como pequeñuelos entre sus brazos y su Corazón santos e irreprensibles bajo su mirada, abismados en el amor de Jesús y de las almas, con fidelidad y obediencia sin límites para con El y para con su Iglesia.
..¡Vivamos para Jesús! Todos y todo para Jesús. Nada fuera de Jesús, nada que no sea Jesús, que no conduzca a Jesús, que no respire Jesús. De una manera digna de la vocación que hemos recibido, modelados en su Cruz, en su sacrificio, en su obediencia "usque ad mortem"; en oblación y total holocausto de nosotros mismos, como un perfume de suavísimo olor.
¡Oh Jesús! Abrenos tu Corazón. Déjanos entrar en El, oh Jesús, porque sólo en tu Corazón podemos comprender algo de lo que Tú eres. Sólo en tu Corazón podremos comprender tu caridad y misericordia, y entender y amar también nosotros el sacrificio y aquella santa obediencia por la que Te has sacrificado.
|p3 Mis queridos Hijos en Jesucristo: Hoy, como ya supondréis, os escribo inundado de dicha, puesto que lo hago desde la nueva casa de Lanús situada a las puertas de Buenos Aires. Casa venida a nuestras manos de un modo verdaderamente providencial cuando me encontraba en gran aflicción, por no saber donde pondría en la Argentina el Noviciado de la Congregación, tan necesario para tener un personal religiosamente formado.
Aquí están conmigo la mayor parte de vuestros Hermanos de la Argentina, y Don Montagna y Don Szymkus llegados del Uruguay: sacerdotes y clérigos que hacen los Santos Ejercicios.
Durante estos meses en Sud América, es como el verano entre nosotros. Son los meses de las vacaciones escolares, el tiempo que tenemos más libre para los Ejercicios Espirituales. No os puedo explicar el consuelo que siento al encontrarme con estos queridos nuestros. Después de esta tanda de Ejercicios, se hará otra, y más tarde asistiré a los que se harán en el Uruguay, en la Casa de Floresta, donde están los amados Ermitaños. Pero en este momento, no puedo dejar de llamaros a tomar parte en nuestro contento, y como recuerdo, quiero que llegue hasta vosotros la presente desde esta linda Casa Providencial. Que ella sea como un regalo de los Reyes Magos.
Os ruego entre tanto bendecir a Dios, puesto que, cuando esta carta llegue a vosotros, "Deo juvante", para el 18 de enero, Fiesta de la Cátedra de San Pedro en Roma, ya habré abierto el Noviciado Argentino de los Hijos de la Divina Providencia, con la plena aprobación y bendición del Exmo. Nuncio Apostólico, Mons. Cortesi, y de su Excia. Rma. el Señor Arzobispo.
Me place deciros también, que desde estos días iniciales, esta Casa, por la piedad de nuestros Hermanos, se ha transformado ya en un verdadero y santo Cenáculo de fe, de oración y de fraterna caridad.
Y ¡Deo Gratias! ¡Deo gratias!
|p4 Heme aquí, pues, con vosotros, y perdonadme si no procedo ordenadamente. No podré escribir sino con prisa, a pedazos y trozos sueltos, y quizá hasta repitiendo. Pero, "repetita juvant", cuando sirven para inculcar y profundizar más y más en nosotros lo que nos puede ayudar.
Acabo de leer el capítulo II del Evangelio de San Lucas, donde se nos muestra a Jesús de doce años de edad, el cual, hallado por María Santísima y San José después de tres días de angustiosa búsqueda, descendió juntamente con ellos desde Jerusalém a Nazaret. Y el Evangelio dice:
"Et erat subditus illis""Y estaba sujeto a ellos".
|p5 El israelita, a los doce años, se convertía en hijo de la Ley, con obligación de observar todos sus preceptos, todos los deberes de la religión. Y así quiso cumplirlo Jesús.
No estaba obligado a ello, porque como Dios, se hallaba por encima de toda prescripción ritual. Pero de El se había dicho: "Coepit facere et docere". "Comenzó primero a obrar y luego a enseñar". Quiso darnos el ejemplo de la fidelidad y obediencia a las prescripciones del culto; quiso hacernos comprender que es precisamente en el Templo donde Dios habla al corazón, que es en la Casa de Dios, donde se alcanzan a manos llenas las gracias.
Por eso a la dulce observación de la Madre, respondió El con una justificación elevada y preciosa; para enseñarnos que, en caso de encontrarse frente a frente los vínculos que nos atan a la tierra y los que nos unen al Cielo, las voces alucinantes de la carne y de la sangre, y las de un llamado divino a la vida de perfección, los seguidores de Cristo no pueden discutir ni dudar: "Quia in his quae Patris mei sunt, aportet me esse".
"Es necesario - dijo Cristo - que Yo me ocupe de las cosas que pertenecen a mi Padre" "Oportet"", ¡es necesario!
La vocación religiosa, oh hijos míos; es un deber que está por encima de la conveniencia, de los intereses de familia, de los sentimientos, de las lágrimas, de la vida y hasta de la muerte.
|p6 Y el pasaje de la Escritura concluye sublimemente con la obediencia de Jesús: "estaba sometido a ellos".
Toda la vida de Cristo es un ejemplo inefable de caridad y de obediencia. Declara El mismo repetidamente haber venido a la tierra, no para hacer la propia voluntad, sino la voluntad de su Padre celestial.
Tanto en la vida privada como en la pública, lo mismo al nacer que al morir, Jesús obedece siempre al Padre que lo ha enviado: "Fuit obediens usque ad mortem, mortem autem crucis", escribió San Pablo (Phil. II), y "fué obediente hasta la muerte y muerte de cruz", la más ignominiosa.
Jesús, Cordero de Dios, se ofrece Víctima Divina e inmaculada al Padre, para redimirnos, redimiéndonos mediante la caridad y la obediencia más humilde, más grande.
..Sobre la Caridad, Hermanos, os he escrito en Navidad, hoy deseo entreteneros hablando sobre la obediencia religiosa, porque ésta es el eslabón de oro que nos une con Cristo y con su Iglesia, y el fundamento alrededor de cual se orienta toda la vida religiosa.
|p7 La obediencia religiosa es santa, puesto que tiene su fundamento en Dios. Su base granítica es la fe en la Divina Providencia. Ella consiste en la disposición habitual a someterse a las disposiciones y órdenes de los Superiores, como legítimos representantes de Dios e intérpretes de su voluntad. Y para que pueda ser llamada "virtud", ella debe ser inteligente y libre. Y para que tenga méritos, es necesario que la voluntad la ejecute como un deber sagrado.
El Religioso obediente ve en el Superior a la persona misma de Cristo. Para él la voz del Superior es la voz de Cristo, la voluntad del Superior es la voluntad de Dios. Cuando se consideran en Dios todas las cosas que el Superior dispone, ellas nos resultan tanto más justas y agradables, cuanto pudieran tal vez parecernos y también ser irrazonables y amargas.
La vida religiosa es solamente posible mediante la práctica fiel y completa de la obediencia. De donde se deduce e infiere, que ésta es la virtud básica de aquella.
|p8 Ninguna cosa podemos ofrecer a Dios de mayor valor que la voluntad. Porque la voluntad, dice Santo Tomás, es la facultad mediante la cual usamos y gozamos de todos los demás bienes. Y así como todo pecado nace del abuso de la voluntad, del mismo modo, del buen uso de ella procede todo acto de virtud.
La obediencia al Superior frena nuestra voluntad y nos libra de abusar de la libertad.
Por lo tanto, con la obediencia ofrecemos a Dios lo mejor de nosotros mismos: la voluntad y la libertad. Bienes éstos preciosos, que consagramos a Cristo y a la Iglesia por amor. Y es tal esta oferta, que en verdad supera a todas las demás en valor, hasta el punto que las Divinas Escrituras dicen: "La obediencia vale más que las víctimas" (I, Reg. XV).
"La obediencia - ha escrito Santo Tomás - (Quodlibet 10, art. 2,3) - es una virtud que amolda y vuelve pronta la voluntad del hombre respecto a aquel que nos manda". Y esto, sobrenaturalmente, o sea, por el amor deDios y porquese cumpla en nosotros la voluntad de Dios.
|p9 No, pues, de mala gana, no por temor servil obedeceremos nosotros, sino alegremente in Domino, y con corazón generoso y magnánimo. Porque Dios ama al dador contento: "Todo por el amor y nada por la fuerza", decía sabiamente San Francisco de Sales. "De este modo la virtud de la obediencia enriquece al hombre religioso, alegra a la Iglesia, da la paz, ilumina y adorna la mente, castiga al amor propio, abre el cielo, hace feliz a quien se somete y salvaguarda todas las virtudes". Así escribió el Primer Patriarca de Venecia, San Lorenzo Justiniano (De lig. vita, cap. III).
La alegría del rostro, la dulzura del habla, la voz suave, son además un adorno u ornato de la obediencia y revelan las buenas disposiciones interiores.
|p10 Es necesario que nos apliquemos a hacernos perfectos en la obediencia, oh queridos Hermanos e Hijos míos en Cristo. Y cuando los Superiores quieran aquello que nosotros no queremos, no nos irritemos o lo tomemos a mal - lo que demostraría un afecto desordenado a lo que se desea - sino pleguémonos e identifiquémonos con lo que ellos mandan. Y no se diga: "Los Superiores no ven bien, los Supeiores me molestan..."; porque la molestia no viene de parte de los Superiores, sino de las propias pasiones y del apego excesivo a nosotros mismos, a nuestras ideas, o a aquellas cosas que queremos absolutamente mientras no debe quererse sino subordinadamente, diciendo siempre, pero de corazón, como dijo Cristo: "Nom mea voluntas, sed tua fiat"...
De este modo amaréis de verdad a vuestros Superiores, oh queridos míos: si, dejando a ellos el oficio de guiaros y mandaros, cumplís el vuestro de obedecer fielmente y alegremente. Entonces la protección de Dios no os podrá faltar. Porque Dios proteje siempre a los obedientes y los conforta abundantemente con aquellos verdaderos bienes que también El sabe que son los más convenientes para cada uno.
Así, Hijos míos, y nada más que así, nos quiere guiar el Señor, para que vivamos el verdadero espíritu religioso y consigamos nuestra santificación; esto es, mediante una perfecta obediencia, con la abnegación total de nosotros mismos según se dice en el Evangelio de quien quiere seguir a Cristo: esforzándonos en deponer nuestro propio juicio y nuestro amor propio. ¡Oh, cuán hermosa y santa cosa es estar bajo obediencia! ¡Vivir bajo la guía de un Superior y no ser dueño de sí mismo!
|p11 LA IMITACION DE CRISTO, el gran libro que tanto nos enseña a vivir, a amar, a sufrir cristianamente y como verdaderos religiosos, añade: "Mucho más seguro es estar bajo obediencia que constituído en autoridad" (Lbr. I-IX). Porque la obediencia es el camino recto, el camino más llano, el más seguro, el más suave para procurarnos nuestra salvación. He aquí el porque "la mente del justo pone su estudio en la obediencia" (Proverbios, XV-28). "Curre hic vel ibi": anda si quieres, a tu antojo; pero no tendrás tranquilidad, sino bajo el gobierno de un superior, en humilde obediencia (Lbr. I-IX).
¿Y por qué? Porque obediencia religiosa es mortificación de la voluntad propia con espíritu alegre; es ver a Cristo en el Papa, en los Obispos, en los Superiores; es amarlos, escucharlos, seguirlos dócilmente con plena y filial adhesión del corazón, de la mente, de las obras; con devotísimo acatamiento y filial veneración.
|p12 Porque sólo en la obediencia a Cristo, a su Iglesia, a las Autoridades y a los Superiores, se encuentra el reposo y la paz del corazón.
Y pensando así fué, que apenas conocida la noticia del nombramiento de Mons. Egisto Melchiori, como nuevo Obispo de Tortona, después de reunirnos en la casa de la calle Victoria (hoy Hipólito Yrigoyen), de Buenos Aires, donde entonces me encontraba, para dar gracias a Dios con el "TE DEUM", no he hallado expresión que mejor expresara los sentimientos míos y vuestros, que felicitarle telegráficamente con estas claras y significativas palabras: "Prometo obediencia y acatamiento", al tiempo que invocaba su bendición. Y le hubiese dicho mucho más si en aquel día lo hubise consentido mi pobre bolsillo.
Obediencia - dice San Agustín - es querer aquello que el Superior quiere y quererlo con ánimo alegre; no contradecirle ni con el pensamiento, ni con palabras ni con obras; cumplir, sin neesidad de que nos lo urjan, la orden recibida o los deseos del Superior, y en el Superior ver y seguir a Cristo.
|p13 "Muchos están bajo obediencia más por necesidad que por caridad; los tales sufren, y facilmente murmuran y nunca tendrán libertad de ánimo si no se sujetan por Dios de todo corazón" (Lbr. I, cap.IX).
"Quien procura sustraerse a la obediencia, éste se sustrae a la gracia. El que no se sujeta de buena gana al Superior, señal es que su carne aún no le obedece perfectamente, sino que muchas veces se rebela y murmura. Aprende, pues, a sujetarte prontamente a tu Superior, si deseas tener tu carne sujeta" (Lbr. III cap.XII) (Es siempre el pío Autor de la "Imitación de Cristo").
|p14 Mas no quisiera que se pensase que os escribo de este modo por no estar satisfecho de vuestra obediencia. No queridos míos, no. "Non ut confundam vos haec scribo sed ut filios meos carísimos moneo, in charitate Domini Nostri Jesu Christi", os diré con San Pablo.
"Como siempre habéis sido obedientes, - y lo digo con gran satisfacción - dejad por eso que aún de lejos os exhorte con el Apóstol (Phil. II,12), a querer llevar a término vuestra propia salud... no como si así hubierais de hacerlo únicamente cuando yo estoy presente, sino mucho más ahora que estoy ausente". Porque sólo con la obediencia se puede agradar a Dios y ser buenos Religiosos. De donde se deduce que quien verdaderamente desea amar y servir a Dios, no ha de hacer otra cosa sino obedecer.
¿Y de qué modo obedecer?. Santa Catalina de Sena quiere que cada religioso se ponga ante los ojos "lo obediencia de Cristo Crucificado, el cual por obediencia al Padre y por nuestra salvación, corrió a los oprobios de la muerte de Cruz".
San Francisco de Sales ha escrito: "Tú no desees sino lo que quiera Dios. Has lo que dice quien te gobierna siempre que no veas en ello pecado. Querer lo que quiere el Superior, es querer lo que quiere Dios. Aquí está la verdadera obediencia, y el contento, la paz del corazón y la perfección".
|p15 Obedezcamos siempre, oh Hermanos: no hay medio más seguro y rápido de santificarnos. El mismo San Francisco de Sales es quien decía: "Muchos Religiosos y otros, fueron santos, aún sin la oración mental; pero ninguno pudo llegar a serlo sin la obediencia". Y de hecho, no encontramos un Santo que no haya tenido una obediencia exactísima.
Obediencia sin reticencias, sin lloriqueos, sin tergirversaciones, oh queridos míos. De otra forma, dice San Ignacio de Loyola, la obediencia no sería íntegra, sino a medias, o mezcla de obediencia.
Obediencia conforme al ejemplo luminoso del Salvador que la practicó hasta en los casos más difíciles, llegando hasta la Cruz. Por eso, en toda ocasión en que lo exigiere la gloria de Dios, el amor a la Iglesia y a la Congregación, debemos nosotros igualmente obedecer, con ayuda de la divina gracia, hasta dar la vida, felices de hacer una tal ofrenda al Señor. Porque la obediencia es el aroma del sacrificio.
Obediencia, no sólo en aquello que es de extrita obligación, sino también a los deseos mismos de los Superiores.
Obediencia en cuanto a la substancia y en cuanto al tiempo. Obediencia constante, pronta y sin discriminaciones: esto es, a todos los Superiores aún los subalternos, aún a los compañeros, cuando éstos tengan algún cargo o responsabilidad.
|p16 Aunque fueran los Superiores en verdad, ineptos por sí mismos para la altura de su cargo; defectuosos - dicho sea únicamente para hacerme comprender - y hasta repugnantes; se adquiriría un mérito mayor, se estaría más seguros de obedecer a Dios al obedecerles. Porque los defectos de los Superiores hacen infinitamente más meritoria y grata a Dios la obediencia: pues no se deben absolutamente tener en cuenta las cualidades humanas al obedecer, ni si la orden es razonable, sino si es razonable la obediencia.
Si ponemos como base de nuestra sumisión la racionabilidad de lo ordenado, se destruye la misma obediencia. Nosotros debemos anonadarnos a los pies de la Iglesia y de los Superiores, obedecer "por amor a Cristo" y ser como estropajos.
Dice San Pablo: "Obedeced a vuestros Superiores y estad sometidos a sus mandatos, puesto que los Superiores han de vigilar como si debieran rendir cuenta a Dios de vuestras almas".
"Obedeced de buen grado y con prontitud, a fin de que ellos puedan cumplir también de buen grado el oficio de Superiores, y no entre lágrimas y suspiros" (Ad Hebr. XIII-17).
|p17 Ejecútese, pues, pronto y siempre, oh queridos míos, todo lo que la Santa Sede manda, aconseja y desea, y que nadie jamás nos supere en obediencia filial, en obsequiosidad y amor al Papa y a los Obispos, a quienes el Espíritu Santo ha puesto para gobernar la Iglesia de Dios.
Ejecútense puntualmente las órdenes y deseos de los Superiores, las reglas de la Congregación, las costumbres particulares de cada Casa, y tengamos siempre el ánimo preparado para obedecer, aún antes de que se nos mande.
Donde reina la obediencia no puede faltar niguna virtud, dice Santo Tomás. Que nuestra obediencia sea fervorosa, no lánguida: que nuestro holocausto sea grato a Dios, bello, perfecto, santo como de hijos dispuestos a morir antes que desobedecer.
Los Hijos de la Divina Providencia deben anhelar y desear ardientemente, ser víctimas con Cristo, Ntro. Señor; ser sacrificio, y casi diría, hostia muda hasta la muerte; y lo que continuamente nos debe inmolar más que el cuchillo de la obediencia de Isaac, debe ser la Santa Cruz de Cristo. Los Hijos de la Divina Providencia deben ser hijos de obediencia.
Y si se llegara a caer en alguna falta, sepa cada uno humillarse con prontitud y pedir perdón a quien hubiese desobedecido. Tal acto de humildad servirá inmensamente para conseguir el perdón de la falta cometida, para obtenernos del Señor gracias para el futuro y para manetnernos vigilantes a fin de no caer en la misma falta.
|p18 Y así como es necesario esforzarnos en orar, del mismo modo es indispensable esforzarnos en adquirir el espíritu de obediencia elemento esencial de la vida religiosa, la cual debe ser vida de perfección: o de lo contrario ni es vida religiosa ni de verdadera virtud.
Recordemos lo que escribiea San Agustín: "La obediencia es madre y guardiana de todas las virtudes" (Tract. XI).
Y San Gregorio Magno: "La obediencia conduce a la posesión de todas las otras virtudes y a todas las conserva" (Moral. 1-35).
Y San Buenaventura: "Toda la perfección religiosa consiste en la supresión de la propia voluntad; vale decir, en la práctica de la obediencia".
Por eso, si nosotros practicamos a la perfección la obediencia, podemos estar seguros de practicar, oh queridos míos, todas las demás virtudes.
De donde San Ignacio de Loyola, no titubea en afirmar que, si en una Casa religiosa florece la obediencia, también todas las virtudes florecerán y producirán gran fruto. Y en verdad, obedeciendo se ejercitan la mortificación, la paciencia, la humildad, etc. La obediencia es sobre todo práctica de la humildad.
|p19 Aún en las cosas más indiferentes, pongamos nuestra felicidad en obedecer; vivamos en el vivo y ferviente deseo de la obediencia.
Que el Superior sea considerado como Padre amoroso y obedezcámosle como hijos en el Señor, con ánimo contento. Y digo "con ánimo contento", porque la obediencia debe alegrarnos siempre, cualquiera sea el sacrificio que ella traiga consigo. Si la obediencia no nos alegra, sino que nos entristece, señal es que nos hallamos bien lejos de la perfección.
Por eso San Basilio Magno recuerda lo que hicieron los Apóstoles: recibido de Cristo el mandato de predicar el Evangelio por todo el mundo, emprendieron alegres su camino a pesar de saber que habrían de encontrar contumelias, encarcelaciones y martirio.
La obediencia, para ser agradable a Dios, debe ser cumplida con prontitud, simplicidad y perfecta alegría.
|p20 El verdadero obediente - dice San Bernardo - no procrástina, sino que apenas oye la orden, enseguida está listo para ejecutar en ésta la voluntad de Dios. Así procedió Zaqueo (Lucas, XIX).
San Pablo nos enseña: (Ad. Ephes. VI-5): "Obedeced... con simplicidad de vuestro corazón, como a Cristo". De este modo obedecieron "Pedro y Andrés" (Mth. IV- 20). Y agrega: "No porquelo vean las gentes como hace el que desea agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, que ejecutan la voluntad de Dios cordialmente, y de buena voluntad".
Por lo tanto, no de cualquier modo obedeced, oh queridos míos, sino con toda atención y diligencia y del mejor modo posible; y ésto, no sólo en algunas cosas sino en todas. No indaguemos la razón ni el motivo o el fin del mandato. Al Superior corresponde examinar la oportunidad de lo que ordena; en cambio, es propio de los súbditos el obedecer: "Discernere superioris est, subditorum oboedire", dice San Bernardo.
Y San Felipe Neri, maestro de espíritu y con un criterio que no peca de estrecho, decía, que "para ser obediente no basta hacer aquello a que la obediencia nos obliga, sino que es preciso hacerlo sin discurrir ni interior ni exteriormente, y tener por seguro que lo que se nos ha ordenado, es la cosa más perfecta que se pudiera hacer, aunque nos parezca y sea verdaderamente lo contrario".
Nada impide que en ciertos casos se pueda hacer presente a los Superiores, con todo respeto, alguna reflexión, exponiendo las propias dificultades y repugnancias, pero la mejor cosa y la más perfecta es obedecer por amor de Dios, en la plena confianza de que nuestra buena voluntad será largamente bendecida.
Antepongamos a todos nuestros pensamientos y juicios cuanto prescriba la obediencia.
|p21 Existe siempre una razón para obedecer, cualquiera sea el mandato. Y esta razón es la de hacernos perfectos a nosotros mismos, por amor a Jesucristo.
Oh, mis queridos, no existe un engaño tan funesto del enemigo, como el del falso celo, que nos induce a obedecer con menos prontitud, bajo el pretexto de algún bien espiritual que se pretende hacer al prójimo.
Jesucristo no vivió ni apegado a personas, ni a lugares, ni a determinadas oraciones, sino a ejecutar la voluntad de su Padre, "USQUE AD MORTEM".
Obedezcamos, pues, con sencillez sin pensar en si lo que se nos ordena es útil o inútil. Nosotros no somos los jueces de nuestros Superiores. Sólo sabemos que en la obediencia a los Superiores está la voluntad de Dios, y eso basta. Por nuestra parte, hagámoslo con sencillez, de todo corazón, considerándolo como lo mejor.
Excepción hecha del caso en que el Superior ordenase algo claramente pecaminoso, nuestro juicio debe quedar en suspenso; sin juzgar, sin criticar, sin censurar y obedeciendo enteramente, anque la cosa ordenada no sea de nuestro gusto; aunque el obedecer requiera no leves sacrificios, dolorosas renuncias, tal vez humillaciones.
"Haced todas las cosas sin murmurar, sin dudar, a fin de que podáis ser hijos de Dios, sencillos, sin lamentaciones e irreprensibles" (Filp.II).
Obedeced siempre, pues; obedeced de verdad, sin simulación, con sinceridad, cordial y alegremente "spiritu ferventes'.
Sin una absoluta y ciega obediencia, nunca moriremos a nosotros mismos.
|p22 Como la obediencia lleva consigo a todas las demás virtudes, del mismo modo la desobediencia es acompañada por todos los defectos; por la desobediencia entró el pecado en este mundo y el diluvio de todos los males. Y un religioso que no obra con rectitud, sino que con mezquiños engaños, disimulos y astucias, se sustrae a la segurísima virtud de la obediencia, caerá en los defectos más graves y perderá su vocación. Y su salvación eterna será por lo menos dudosa.
Además, demuestran tener un ánimo muy bajo los que obedecen únicamente por eludir los reproches, o por atraerse la benevolencia de los Superiores. Esto no es obediencia, no, sino oportunismo, vil interés y bien podría decir, verdadera hipocresía.
Los tales no conocen ni el valor, ni el mérito de la obediencia.
Fuera de la obediencia no hay virtud sólida, sino soberbia y mentira.
|p23 Por el contrario, en la obediencia está la gran sabiduría que todo lo abraza.
No es el realizar muchas obras lo que vale ante Dios, sino el tener un corazón humilde, recto y obediente. Y la simple obediencia es una virtud tan estimada ante los ojos de Dios, que ella sola es suficiente para santificarnos.
El camino de la obediencia fué el camino de Jesucristo, de María Santísima, de San José y de todos los Santos el camino de la inmolación santa con Cristo, el camino de la paz y de la felicidad.
¡OBEDIENCIA! ¡OBEDIENCIA! ¡OBEDIENCIA!
Y evitaremos así el equivocarnos, destruiremos el amor propio, eludiremos los engaños del demonio y las ilusiones de nuestra desordenada fantasía, la loca de casa.
|p24 Hacer las cosas que agradan o producen placer, es secundar a la propia voluntad. Pero la verdadera obediencia, la que nos hace amables a Dios y a los Superiores, la que edifica a los hermanos y al pueblo cristiano, consiste en cumplir de buena voluntad cualquier cosa que sea ordenada o tan sólo deseada, por la Santa Sede, por nuestras Reglas o por nuestros Superiores. Consiste también en mostrarnos más que condescendientes en las cosas aún difíciles y contrarias a nuestro amor propio, y en cumplirlas valerosamente, a pesar de que ello nos cueste pena y sacrificio. Es mártir sin derramamiento de sangre quien lleva con alegría el yugo de la obediencia; de él se ha dicho: "Vir oboediens loquetur victorias". ¡El obediente cantará victorias sobre victorias, vencerá siempre!
Cuanto más difícil y heoica sea la obediencia, tanto más será meritoria, y nosa conducirá a la posesión del Reino delos Cielos, según estas palabras del Divino Redentor: "El reino delos Cielos se gana con el esfuerzo, y es de aquellos que se hacen violencia". Y esto está claro: sin esfuerzo de ánimo, no existe virtud.
Que cada uno sostenga siempre la buena reputación de la Congregación, prestando y haciendo prestar obsequio a las deliberaciones y a las órdenes de los Superiores, hablando de ellos con respeto y veneración.
|p25 "Si fuereis religiosos verdaderamente obedientes, - decía Don Bosco - yo os puedo asegurar en el Nombre del Señor, que pasaréis en la Congregación una vida en verdad tranquila y feliz. Pero al mismo tiempo debo advertiros que desde el momento en que queráis obrar no según la obediencia sino conforme a vuestra voluntad, desde entonces comenzaréis a estar descontentos de vuesro estado. Y si se hallan en la Congregación descontentos o alguno de aquellos a quien la vida religiosa de Comunidad resulta una carga, obsérvese bien y se verá que ello proviene de la falta de obediencia".
El Superior es el intérprete de la voluntad de Dios, y nadie es más sabio ni prudente que aquel que ejecuta los deseos de Dios.
A los ojos de Dios, el levantar del suelo una pajuela por obediencia, - dice el P. Rodriguez - vale y es de mayor mérito que pronunciar un sermón, hacer un ayuno, disciplinarse hasta derramar sangre, o hacer una oración, de propia voluntad.
Quien escuche estas palabras y las ponga en práctica será comparado con el hombre sabio que cimentó su casa sobre piedra (Mat. VIII-24).
Escuchad, hijos míos, estas otras palabras, que son espíritu y vida. Dice el Divino Maestro: "¿Pero qué puede extrañar el que tú, por el amor de Dios te sometas a otro hombre, tu que eres polvo y nada, cuando Yo Omnipotente y Altísimo, que he creado todas las cosas de la nada, me he sometido humildemente al hombre por tu amor?". "Me he convertido en el más humilde y bajo de todos, para vencer con mi humildad tu soberbia". "¡Oh, polvo, aprende a obedecer! Oh tierra y fango, aprende a humillarte y encorvarte bajo los pies de todos" (Imit. de Cr. L. III, cap.XIII).
|p26 Hijitos míos, amemos al Señor, y nada amaremos más entonces, ni ninguna cosa nos será tan dulce como la obediencia!
Y que no decaiga vuestro ánimo, oh mis queridos hijitos, a causa de ciertas amarguras mías, o por los dolores y aflicciones que la Pequeña Obra fuera llamada a sufrir misericordiosamente por disposición de Dios, por amor a Cristo y a su Iglesia, para dar prueba de obediencia absoluta y devoción dulcísima: las humillaciones y las aflicciones venidas de las manos de Dios, serán un día nuestra gloria.
Sólo os recomiendo orar, orar mucho y obedecer.
Por ventura, ¿es que no sabíamos que necesariamente habríamos de caminar per ignem et acquam?
Y no nos ha dicho el Señor, que al Reino de los Cielos es necesario llegar per multas tribulationes?
Nada, hijitos míos, más sabroso que el madero de la cruz: Jesús convierte en dulce toda amargura, cuando se ama y se obedece.
Por lo demás, hasta la Escuela de Salerno enseñaba ya, que "grata sunt stomacho, quae sunt amara palato".
¡Animo, pues, y consolémonos en el Señor!
¡Ahora vendrá lo bueno: ahora se verá de qué Madre somos hijos! Continuad, continuad diciendo aquella Salve Regina...!
Ahora comienzo a creer, que la Pequeña Obra, amparada por la Santísima Virgen, llegará a dar gloria a Dios y algún consuelo a la Santa Iglesia de Dios.
Hijitos míos, que cada uno de nosotros sea el "vinctus Christi" de que nos habla San pablo; el esclavo de aquel Cristo que obedeció hasta la muerte, el prisionero del Rey del Amor, Jesús Crucificado, y nada ambicionaremos tanto como morir a sus pies, víctimas también nosotros de la obediencia y de la caridad.
¡HOC FACITE, ET VIVETIS!
¡ET QUICUMQUE HANC REGULAM SECUTIFUERINT, PAX SUPER ILLOS ET MISERICORDIA! (S. Pablo, ad Gal. 6-16).
|p27 Con toda la efusión de mi pobre corazón os abrazo in osculo sancto y os estrecho conmigo a la Cruz de Jesús a fin de que seamos todos siempre obedientísimos, y os bendigo ampliamente.
¡Que el Señor bendiga y antifique nuestras almas con celeste bendición!
Orad por mí y por todos estos hermanos vuestros, que os saludan, que tanto piensan en vosotros, que tanto os aman...!
Vuestro afectísimo en Cristo Crucificado y en la Santísima Virgen
Sacerdote LUIS ORIONE
de la Divina Providencia
|C5
EL OBISPO EN LAS CARTAS DE SAN IGNACIO MARTIR
EL OBISPO DE TORTONA Y LA PEQUEÑA OBRA
Buenos Aires, 6 de febrero de 1935
Calle Victoria 2084
XIIIo. Aniversario de la Exaltación al Pontificado de Su Santidad Pío XI
¡ALMAS Y ALMAS!
|p1 A la Pequeña Obra de la Divina Providencia:
A nuestros alumnos y amigos de Tortona:
¡La gracia y la paz del Señor sean siempre con nosotros!
Me habéis escrito que Su Excia. Rvdma. Monseñor Egisto Domingo Melchiori, nuevo Obispo de Tortona, hará próximamente su ingreso en la Diócesis, y que vosotros apresuráis con oraciones y votos su llegada y que desde ya os preparáis a recibirlo con grandes fiestas: in exultationes magna.
Os diré pues, que esta bella noticia me ha causado tanto más placer, por la alegría que también noto en vosotros; por vuestros trasportes de amor filial hacia nuestro nuevo Obispo, que viene a nosotros enviado por el Papa, en el nombre del Señor.
|p2 Vivid siempre este espíritu ferviente y santo, oh queridos míos. Este es el espíritu cristiano y es el espíritu que anima a la Pequeña Obra de la Divina Providencia. Yo no me hallo ausente, sino que estoy con vosotros, enteramente con vosotros, en medio de vosotros, a la cabeza de vosotros para acoger, aplaudir y venerar a nuestro nuevo Obispo y Padre: oh Hijos, Alumnos y Tortoneses, queridísimos.
¡Que Dios nos lo conserve largos y felices años para nuestro bien y el de la Santa Iglesia! ¡Ad multos annos!
EL OBISPO
|p3 Jesucristo ha instituido el Episcopado para gobernar regularmente a la Iglesia.
En el Capítulo XX de los HECHOS de los APOSTOLES, escritos por San Lucas, se dice pues: "El Espíritu Santo ha puesto los Obispos para gobernar la Iglesia de Dios".
Los Obispos por lo tanto, son de derecho divino.
Ellos son los Sucesores de los Apóstoles, los Pastores y Maestros de Israel, los Custodios del depósito de la Fe, los Padres de las almas.
La Cabeza de los Obispos es el Papa, Sucesor de San Pedro y Vicario de Jesucristo en la tierra.
El estado del Obispo es el más perfecto de todos, más aún que el estado religioso; a El la plenitud del sacerdocio; a El sobre todo otro, el espíritu de Fe, de Sabiduría y de Fortaleza.
El Obispo en su Diócesis, es el representante de Cristo. El tiene la potestad de apacentar a su rebaño con la doctrina del Señor y con la administración de los Sacramentos, así como la de gobernar.
|p4 El divino mandato que el Obispo ha recibido de Jesucristo, es tan sublime y tan santo, que no hay cautela suficiente a emplearse a fin de que ningún otro negocio terreno impida su ejercicio.
Sobre todos los intereses humanos, opiniones, pasiones y partidos, se eleva el Evangelio, y con el Evangelio se eleva el Obispo que es su intérprete, el Maestro y vindicador.
A todos por igual predica El la fe, la moral, la bondad, el deber, la justicia, la humildad, la mansedumbre, el perdón, el sacrificio y todas las demás virtudes evangélicas, y el cristiano amor a la Patria, que es uno de los sacrosantos amores del corazón humano. ¡Cristo lloró sobre Jerusalém, y aquel llanto era amor de Patria!
El dominio del Obispo es paternal, y es el más potente porque consiste en una dominación espiritual, toda de caridad, de grandeza moral y de civilización.
El derrama el óleo balsámico de la dulzura sobre las llagas de la humanidad, y su corazón, como el corazón de Pablo, es el Corazón de Cristo.
|p5 El Obispo no conoce enemigos suyos; para El no hay sino hijos, y los más pequeños, los más humildes, los más infelices, le son más queridos. Por todos ruega, para todos tiene palabras de vida eterna, por todos sube al altar y ofrece la Sangre del Cordero inmaculado, que borra los pecados del mundo.
El Obispo es el Buen Pastor, que vigila, apacienta y evangeliza; que sabe sufrir en silencio y sabe dar la vida por sus ovejas. Es humilde como humilde fué Jesús, pero tiene también la fortaleza de Dios; El sabe combatir como león las batallas del Señor, sabe sucumbir por la libertad de la Iglesia, por la salvación de su pueblo.
Sus invocaciones y su sacrificio atraen las bendiciones sobre las multitudes, sobre la Diócesis y sobre la Nación.
¡Que grandeza la del Obispo! Varias naciones, se puede decir que fueron creadas por los Obispos.
Jamás el Episcopado Católico estuvo más unido y ha sido más poderoso que hoy: su fuerza moral es la más formidable.
De la unión del Episcopado con la Santa Sede, y de la vida surgente de vida espiritual, del aliento inefable que la Alta Jerarquía Eclesiástica recibe del Bienaventurado Pedro Apóstol viviente en el Papa, nace el valor esforzado en cada uno de los Pastores; aquella libertad evangélica que en nuestros días es tan necesaria, especialmente donde la Iglesia se ve cruelmente perseguida...
|p6
EL OBISPO EN LAS CARTAS DE SAN IGNACIO MARTIR
San Ignacio, después de San Pedro y Evodio, fué el tercer Obispo de Antioquía, capital de Siria, ciudad donde por primera vez los seguidores de Cristo fueron llamados cristianos.
Con suficiente certeza se puede asegurar que haya conocido a los Apóstoles Pedro, Pablo y Juan.
Muy probablemente fué elevado a Obispo el año 78. Muchas noticias acerca de su martirio se deducen especialmente de sus "Cartas", que escribió en Esmirna y en Tróade, cuando era conducido a Roma encadenado y custodiado por diez soldados, que él llamó leopardos porque, a pesar de haberlos beneficiado, se mostraron siempre crueles.
Llevando a Jesús como compañero y aliado en tan largo viaje, el bienaventurado Ignacio, aunque decaído por la edad, no se debilitaba, sino que se sentía mucho más fuerte, dice San Juan Crisóstomo, en una Homilía bellísima en honor del Santo Mártir.
"Y con la fortaleza que había en El, confirmaba más decididamente a las Iglesia en la Fe".
"A su paso por las varias ciudades de Asia proconsular, las poblaciones que se hallaban a lo largo del camino acudían de todas partes animando al Atleta con oraciones y embajadas. Y ellas a su vez recibían consuelos no comunes, contemplando al Mártir correr con tanta prontitud a la muerte, cuanta convenía a quien era llamado al Reino de los Cielos", continúa San Juan Crisóstomo.
Luego en Esmirna, donde conoció al Obispo San Policarpo, tuvo un verdadero trinfo, y hasta allí llegaron Obispos y diputaciones de muchas otras Iglesias.
San Ignacio quiso mostrarles su agradecimiento, escribiendo cartas a los de Efeso, a los de Magnesia y a los de Trales. Desde Esmirna fué también desde donde escribió a los Romanos, conjurándolos con toda su alma para que no tratasen de impedir su martirio. En esta carta, él se dirige a la Iglesia "que preside", y llama a la Iglesia Romana "la legisladora de la caridad que custodia la ley de Cristo, y lleva el nombre del Padre". Y dice: "Os conjuro a no usar conmigo de una benevolencia importuna. Concededme que sea pasto de las fieras. Soy trigo de Dios, y seré triturado por los dientes de las fieras para ser convertido en pan digno de Cristo". Y luego pasa a decir, que Pedro y Pablo estuvieron en Roma, pues escribe: "No os mando como Pedro y Pablo..."
Consiguió la corona del martirio en Roma, damnatus ad bestias.
Envió también cartas a los de Filadelfia, de Esmirna, a San Policarpo.
Los de Efeso habían enviado a saludarlo a Esmirna a su obispo Onésimo para que consolase al Santo, en representación de todos ellos San Ignacio escribió de manera sublime acerca del Episcopado:
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IGNACIO A LA IGLESIA DE EFESO
Así escribió San Ignacio a la Iglesia que está en Efeso: "Os apresurasteis a venir a verme. Así pues, he recibido a toda vuestra multitud en Onésimo, hombre de caridad inenarrable, y vuestro Obispo viviente al cual os ruego que améis en Cristo y que todos os hagáis semejantes a él. Porque bendito quien os ha hecho la gracia, de la que erais dignos, de poseer un Obispo semejante".
Y más adelante agrega: "Es pues, conveniente, que de todas formas glorifiquéis a Cristo que os ha glorificado a fin de que en una sola obediencia, perfectos, subordinados al Obispo y al colegio de sacerdotes, seáis en todo santificados".
Y luego: "La caridad no me pemite que calle con vosotros; por eso es que me adelanté a exhortaros a uniros en la palabra de Dios. Porque también Jesucristo, inseparable vida nuestra, Verbo del Padre, como igualmente los Obispos, establecidos en las regiones,están en la palabra de Cristo".
"Por eso es que os conviene conformaros a la palabra del Obispo, lo que por lo demás hacéis. Porque el colegio de vuestros sacerdotes, digno de Dios, vive tan en armonía con el Obispo, como las cuerdas de la cítara".
|p8 "Porque si yo en tan breve tiempo, tan gran familiaridad he estrechado con vuestro Obispo, que no es humana, sino espiritual, cuánto más dichosos os estimo, incorporados a él como la Iglesia a Jesucristo y como Jesucristo al Padre, a fin de que todo armonice en la unidad".
"...Si tanta fuerza tiene la oración de uno solo y de dos, cuanto más la del Obispo y de toda la Iglesia". "Cuidémonos, pues, de no resistir al Obispo, a fin de que vivamos sometidos a Dios". "Y cuando uno ve que el Obispo calla, témale más; porque todo lo que el padre ordena en la administración de la propia casa, es necesario que nosotros lo acojamos lo mismo que a quien lo manda. Al Obispo, pues, está claro que conviene mirarlo como al mismo Señor".
"Vosotros todos nominalmente y juntos, por medio de la gracia, uníos en una sola fe y en Jesucristo, según la carne de la estirpe de David, hijo del hombre e Hijo de Dios, para obedecer al Obispo y al presbiterado con mente indivisa, partiendo un solo Pan, que es medicina de inmortalidad, antídoto para no morir; aún más, para vivir siempre en Cristo".
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IGNACIO A LOS DE MAGNESIA
San Ignacio recibió también en Esmirna, la visita de Doma, Obispo de Magnesia; con el Obispo llegó una diputación en la que figuraban los sacerdotes Baso y Apolonio y el diácono Zotio. Ignacio, siempre desde Esmirna, escribió a la Iglesia que está en Magnesia junto al Meandro, dándole las gracias. Y he aquí lo que dice a los fieles respecto al Obispo:
"...Se me ha tenido por digno de veros por medio de Doma, vuestro Obispo, digno de Dios, y de los presbíteros Baso y Apolonio, y de mi consiervo el Diácono Zotio, de cuya cmpañía ojalá pudiese gozar porque vive subordinado al Obispo como a la gracia de Dios".
El Obispo Doma era todavía muy joven, y San Ignacio escribe: "Es conveniente para vosotros el no aprovecharos de la edad del Obispo, sino conforme al poder de Dios Padre, tratarlo con toda reverencia, como he observado que tampoco los santos presbíteros no se han aprovechado de su aparente edad juvenil sino que, como prudentes en Dios, ceden ante él, o más bien, no ante él, sino ante el Padre de Jesucristo, Obispo de todos".
"En honor, pues, de Aquel que lo quiere, debéis obedecer sin hipocresía de ninguna clase, ya que el que lo engañe, no solamente engaña a este Obispo visible, sino que engaña al invisible". "Quien engaña al Obispo, engaña a Dios". "Debemos, pues, no sólo ser llamados cristianos, sino serlo, porque algunos hablan del Obispo bien, pero todo lo hacen sin contar con él. Esos tales no me parece que sean hombres de buena conciencia; porque no están, según el mandato, firmemente reunidos en uno".
"...Procurad hacer todas las cosas en la concordia de Dios, presidiendo el Obispo en lugar de Dios".
"Que nada haya en vosotros que pueda dividiros, sino permaneced unidos al Obispo..."
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"Por lo tanto, como el Señor nada hizo sin el Padre, estando unido a El...así tampoco hagáis nada vosotros sin el Obispo y los presbíteros".
"Permaneced subordinados al Obispo, los unos a los otros, como Jesucristo al Padre, en su naturaleza humana, y los Apóstoles a Cristo, al Padre y al Espíritu Santo".
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IGNACIO A LOS DE TRALES
Los Traleses enviaron a Esmirna a saludarlo y a besar las cadenas del gran Obispo de Antioquia, a su Obispo Polibio. E Ignacio, profundamente agradecido, escribió a la santa Iglesia que está en Trales de Asia; la saluda conforme a la costumbre apostólica y ruega por ella para que goce de gran contento. El Santo ve en Polibio a la multitud de sus diocesanos, y del Obispo dice lo siguiente:
"Siempre que estéis sujetos al Obispo como a Jesucristo me parece que vivís no según el hombre, sino según Jesucristo que ha muerto por nosotros".
"Es necesario por lo tanto, como lo hacéis, que nada se ejecute sin el Obispo... el Obispo es figura del Padre". "He acogido y tengo conmigo al modelo de vuestra caridad en vuestro Obispo, cuya misma conducta es una gran escuela y su mansedumbre fortaleza; hacia la cual, pienso que hasta los ateos sienten respeto".
Luego habla de los herejes y dice:
"Guardaos, pues, de esos tales".
"Esto, sin embargo; os sucederá si no vivís cautos y permanecéis unidos a Dios Jesucristo, y al Obispo y a los preceptos de los Apóstoles".
............................................................... "Y quien hace cualquier cosa sin el Obispo... ese no tiene conciencia limpia".
"Os conjuro por mis cadenas, las cuales, llevo por amor de Jesucristo, rogándoos seguir a Dios; perseverad en vuestra concordia y en la mutua oración. Ya que es conveniente para cada uno de vosotros, y en particular para los presbíteros, ofrecer alivio al Obispo en honor del Padre de Jesucristo y de los Apóstoles".
"Sed fuertes en Jesucristo, subordinados al Obispo como al comando".
IGNACIO A LOS DE FILADELFIA
|p11 Siempre en su viaje camino a Roma hacia el martirio el Santo saluda desde Tróade a la Iglesiade Dios, que está en Filadelfia en Asia Menor. Y la saluda en la sangre de Jesucristo, que es alegría constante y eterna, "especialmente si estamos en unidad con el Obispo".
"He conocido a vuestro Obispo, que no por sí mismo ni por medio de los hombres ha obtenido el ministerio respecto a la comunidad, ni tampoco por vanagloria, sino en la caridad de Dios
Padre y del Señor Jesucristo".
"Hijos de la verdad, huid de las divisiones y de las doctrinas perversas; sino allí donde esté el Pastor, seguidlo como ovejitas".
"Porque todos aquellos que son de Dios y de Jesucristo, están con el Obispo".
"... Una es la Carne de Ntro. Señor Jesucristo y uno el Cáliz de la unidad en su Sangre; uno el altar, como uno es el Obispo".
"Grité a grandes voces en medio de aquellos entre los cuales hablaba con la voz de Dios: Obedeced al Obispo y al colegio de los presbíteros y a los diáconos".
"El Espíritu anunció estas cosas, diciendo:
"Sin el Obispo no hagáis nada".
"El Señor perdona a todos aquellos que se arrepienten si se convierten a la unidad de Dios y a la comunión con el Obispo".
IGNACIO A LOS DE ESMIRNA
|p12 Todavía desde Tróade, Ignacio escribió también a la Iglesia de Esmirna, a la que llama dignísima de Dios y feraz en santidad, invitándola a enviar legados a Antioquía y a alegrarse por la paz restituída a aquella Iglesia.
He aquí los que les dice del Obispo:
"Obedeced todos al Obispo, como Jesucristo al Padre".
"Ninguno sin el Obispo haga alguna de las cosas referentes a la Iglesia".
"Sea tenida por válida aquella Eucaristía que se celebra bajo la autoridad del Obispo o de aquel al cual él, le haya concedido facultad".
Donde se presente el Obispo que allí esté el pueblo, como donde está Jesucristo, allí está la Iglesia Católica".
"Es necesario tener fija la mirada en Dios y en el Obispo".
"El que honra al Obispo, será honrado por Dios. El que hace alguna cosa a escondidas del Obispo, sirve al diablo".
IGNACIO A POLICARPO
|p13 A su paso por Esmirna, San Ignacio conoció al Obispo Policarpo, discípulo de San Juan Evangelista y de otros Apóstoles.
Policarpo había conversado con muchos que conocieran a Jesús. Por los Apótoles o tal vez por el mismo San Juan, fué ordenado Obispo de Esmirna, probablemente en el año 100 de nuestra Era; o sea, cuatro años antes de la muerte del Evangelista.
Tuvo por discípulo a San Ireneo. Fué tan celoso en custodiar el Evangelio y tan ardiente en divulgarlo, que se convirtió en el martillo de los herejes. Se cuenta de él, que habiendo tropezado en cierta ocasión con el hereje Marción, como le dijera éste: "¿Me conoces?, el Santo le respondió: "Conozco al primogénito de Satanás".
Pero igualmente estaba animado de una viva solicitud para atraer a los herejes al recto camino, y cuando bajo el Papa Aniceto estuvo en Roma, convirtió a muchos partidarios de Valentiniano y de Marción.
|p14 Llegado pues, San Ignacio Antioqueno de Esmirna, encadenado y conducido a Roma para ser arrojado a las fieras, Policarpo besó sus cadenas, lo animó de toda forma y estrechó con él íntima y fraternal amistad.
Y San Ignacio dese Tróade antes de ser embarcado para Occidente le escribió una carta, de la que reproducimos algunos pasajes, donde habla del Obispo.
Luego San Policarpo fué condenado a la hoguera y quemado vivo el 23 de febrero del año 155, obteniendo la palma del martirio.
"Alabando tu ánimo piadoso, fundado sobre la piedra inconmovible, glorifico a "Dios.
"De todos lleva lleva las enfermedades, como perfecto atleta..."
"Donde es mayor la fatiga, mayor es la ganancia".
"Si alguno se enorgulleciere, caerá en la ruina y si se reputare ser más que el Obispo, está muerto".
"Escuchad al Obispo, a fin de que también Dios os escuche".
EL OBISPO DE TORTONA Y LA PEQUEÑA OBRA DE LA DIVINA PROVIDENCIA
|p15 Habiéndosele requerido a San Juan Bosco, en 1887, un año antes de su muerte, que tuviera a bien escribir algo acerca del Papa en ocasión del Jubileo de León XIII, extendió una declaración que refleja fielmente cuanto aquel gran Santo de los tiempos modernos había pensado y escrito sobre el Papa, durante los años de su apostolado.
Y como es precisamente en la escuela de Don Bosco donde he aprendido a conocer y amar entrañablemente al Papa, por eso me causa una alegría inenarrable el reproducir aquel solemne testimonio:
"Lo que puedo ofrecer - dice el Santo - consiste en confesar como confieso altamente, que hago míos todos los sentimientos de fe, de estimación, de veneración y de amor inalterable de San Francisco de Sales hacia el Pontífice".
"Admito con júbilo todos los gloriosos títulos que él escogió con los Santos Padres y en los Concilios, con los cuales formada como una corona de preciosísimas joyas, adornó la cabeza del Papa, como son entre otros el de Abel por el Primado, de Abrahán por el Patriarcado, de Melquisedec por el Orden, de Aarón por la Dignidad, de Moisés por la Autoridad, de Samuel por la Magistratura, de Pedro por la Potestad, de Cristo por la Unción, de Pastor de todos los Pastores, y más de otros cuarenta, no menos espléndidos y apropiados".
Así escribía el Santo.
|p16 Ahora bien, oh mis queridos Hijos en Cristo, y Vosotros, Alumnos y Amigos de la Pequeña Obra: pemitid que en la fausta circunstancia del ingreso en la Diócesis de Tortona de Su Excia. Rma. Monseñor Egisto Domingo Melchiori, este vuestro padre y amigo, que reputa por singular gracia el haber tenido en su jeventud a Don Bosco por guía de su alma, por Bienechor insigne y maestro: dejad digo, que al menos desde lejos, se una a vuestro júbilo y al entusiasmo del clero y pueblo de la ciudad y Diócesis, y mire y siga el ejemplo de su Maestro.
No podría ser de otro modo.
Como Don Bosco respecto al Papa, así hoy vuestro pobre sacerdote ha reunido flores de la primera época del Cristianismo, de la Era de los Mártires: flores de aquella fe que nunca languidece, y viene a ofrecerle a su nuevo y venerado Obispo un ramo que en verdad tiene la fragancia de Cristo y suavísimo perfume apostólico.
Y Dios le da a entender, que el Obispo se sentirá contento y consolado, porque son expresiones bellas y conmovedoras de otro Obispo; son palabras de vida y de amor de un gran Mártir, que llegan al alma, pues expresan la doctrina pura, ortodoxa, de la Santa Iglesia y del Episcopado.
|p17 He aquí, Excelencia Rma., y mi buen Padre en Cristo, las flores que este hijo lejano depone en espíritu a vuestros pies benditos. Son los títilos del Magisterio y de la dignidad del Obispo, los deberes y sentimientos de obediencia, de amor, de veneración, que se le deben, expuestos por el gran San Ignacio, Obispo de Antioquía, en las admirables cartas que escribiera el Santo a las Iglesias de Asia y a los Romanos, mientras era conducido al martirio.
Son el testimonio incomparable de la fe primitiva, que es nuestra fe; la fe que no cambia, porque es la idefectible e inmortal fe de la sola verdadera Iglesia de Jesucristo: Una, Santa, Católica, Apostólica y Romana asistida por el Espíritu Santo, única guardiana de las Sagradas Escrituras y de la Divina Tradición, única Maestra infalible de la palabra revelada.
Hago, pues, míos - diré con Don Bosco - todos los sentimientos de fe, de amor y veneración hacia el Papa de San Francisco de Sales, y aquellos del Episcopado proclamados por San Ignacio, y la enseñanza, la doctrina profesada por aquellos grandes Santos, la pongo dentro de mi corazón y la hago sangre de mi sangre y vida de mi vida.
|p18 Y mientras la doy a mis Hijos y Alumnos en el Señor, para que saludablemente se alimenten y vivan conforme al espíritu de la Iglesia, con acatamiento y devoción dulcísima deposito humildemente a los pies de mi nuevo Obispo y Padre esta mi profesión de fe, que expresa fielmente todo lo que siento respecto al Romano Pontífice y al Episcopado: lo que creo, lo que soy y cuanto, con la divina gracia, quiero creer y quiero ser, vivo y muerto.
Y a él beso reverentemente el sagrado Anillo y las manos, tal como a San Marciano, Primer Obispo de Tortona, y me arrodillo a sus pies como lo haría ante los de Jesucristo y su Vicario el Romano Pontífice, haciendo protesta de plena obediencia, amor, respeto y devoción, en mi nombre y en nombre de todos vosotros, oh queridos Hijos míos y Alumnos; sólo displicente por no poderlo hacer todavía en persona, puesto que Dios dispone que me halle tan lejos.
¡Y que se digne Su Excelencia Rma. bendecirnos!
Y de esta manera pongo a los pies de mi Obispo la Pequeña Congregación, con todas nuestras miserias y nuestros andrajos y con humildad le digo: Buen Padre, nosotros estamos a vuestras veneradas órdenes, Os escucharemos como si nos hablase Dios.
|p19 Esta es nuestra vida en Jesucristo Crucificado, Dios y Redentor Nuestro, y en la Santísima Virgen: ser y pemanecer siempre como estropajos, pequeños, humildes, fieles y abandonados en las manos y a los pies del Papa y de los Obispos: vivir y morir de amor a los pies del Papa y de los Obispos.
Y suplico a la misericordia de Dios, que no permita jamás que los Hijos de la Pequeña Obra de la Divina Providencia, lleguen a separarse en lo más mínimo de la doctrina apostólica y de los principios y sentimientos hacia el Romano Pontífice y hacia los Obispos, magistralmente declarados por San Francisco de Sales y el gran Atleta y Mártir de la Fe, San Ignacio de Antioquía.
De modo que, amantísimos del Papa, "dulce Cristo en la tierra", del Episcopado y de la Iglesia, los Hijos de la Divina Providencia estén siempre junto con el que suscribe, como humildes servidores y fervientes sostenedores de la Santa Sede y de los Obispos, en obediencia absoluta, filial y devota sin límites.
|p20 Que siempre se halle sobre todos nuestros pensamientos y afectos, la gloria de Dios, del Papa, del Episcopado, seguros de procurar así nuestra santificación y la salvación de las almas; seguros de contibuir también así, aunque modestamente, al bienestar y prosperidad de la patria.
La adhesión, el obsequio y la reverencia, no sólo a la dignidad del Papa y de los Obispos, sino también a sus sagradas personas, nunca serán demasiado, oh hijitos míos.
Inculquemos tal veneración a nuestros Alumnos y a los fieles, y si fuere oportuno, tomemos su defensa como hijos amantes, con la palabra, con los escritos, con las obras y hasta con el martirio.
De tal manera, que en todo lo que hiciéremos, en todo lo que dijéremos, tratemos de vivir y conducirnos inspirados por el máximo amor hacia el Vicario de Jesucristo y los Obispos "que el Espíritu Santo ha puesto para gobernar la Iglesia de Dios" (Act. Apost. XX 28).
Que sea éste uno de los cánones fundamentales y ley constitutiva de la Pequeña Obra.
Y pidamos todos los días a Dios, antes morir que decaer en tan apostólicas enseñanzas.
¡SIC DEUS NOS AJUVET!
¡Así Dios nos ayude, oh mis queridos Hijos, Alumnos y Bienechores, y nos anime hasta la muerte et ultra!
|p21 Amar a Nuestro Señor, a nuestra Celestial Madre Fundadora, la Santísima Virgen María; amar al Papa a los Obispos, a la Iglesia; amar a los pequeños y a los pobres más abandonados, me parece que es hallarse ya un poco en el Paraíso. Ya no siento el cansancio, ni las calumnias, ni siquiera los dolores, que sin embargo gracias a Dios no son pocos.
Aún más, ahora es cuando Jesús me incita a pedirle ardor en el obrar por la salvación de las almas; a pedirle fe, más fe, pero de aquella como decía el Cottolengo; amor a las angustias, a la hostilidad; a la Cruz ¡Oh feliz tribulación, oh pan de consuelo!
¡Fe, oración y ánimo; Hijitos y Amigos míos, y adelante in Domino!
Tratad constantemente de tener humildad y caridad; sed bondadosos, piadosos, trabajad, caminad bajo la mirada de Dios ¡mi corazón está con vosotros!
|p22 El Señor nos ha consolado los días pasados al hacenos abrir aquí un lindo Instituto para la formación del personal para la Argentina y Uruguay.
Ha sido inaugurado por el Excmo. Nuncio Apostólico, Mons. Felipe Cortesi, el 18 de enero, Fiesta de la Cátedra de San Pedro en Roma.
Su Excelencia Rma. se dignó venir a celebrar la Santa Misa y luego pronunció un bellísimo discurso, mostrándose después tan satisfecho del nuevo Instituto, que al dejarnos me dijo: Si usted no hubiera venido a América nada más que por esto... ¡Deo gratias!
En el frente del nuevo edificio, en magnífico resplandor de cielo y sol, aleteaban tres banderas: la argentina, la papal y la tricolor italiana.
|p23 Adiós, mis queridos Religiosos: recibid los saludos de estos vuestros Hermanos y rogad por nosotros.
Niños pobres y abandonados, ancianos, ciegos, huerfanitas, epilépticos, enfermos, mis buenas viejecitas abandonadas por el mundo, pero no por Jesús: ¡adiós!
No lo dudéis: la Divina Providencia sabe que vivís; rezad, comulgad, y la Divina Providencia proveerá.
No os olvidéis de los Bienechores, y recordad ante el Señor a vuestro pequeño hermano y sirviente Don Orione, que no puede pensar en vosotros sin derramar lágrimas: porque vosotros sois los amores de su corazón.
Y vosotros, Jóvenes queridísimos, ex-Alumnos y Amigos y Bienechores, vivid con fe operante; oremos según la intención del Obispo y dispongámonos a hacer cuanto nos indicare. ¡Estad buenos, adiós!
Adiós mis queridos hijos; besad todos las manos al nuevo Obispo por mi, recibid también por mi todas las bendiciones que os imparta y enviádmelas todas; será el mejor regalo y consuelo que me podréis ofrecer.
La bendición del Obispo es la bendición de Jesús.
|p24 ¡Ven Jesús! ¡No aspiramos sino a Tí, no queremos sino a Tí!...
¡Hijitos la noche de estapobre vida está avanzada y el día se avecina: rogad por mí!
Quiero que entremos en el Paraíso conducidos de la mano por la Virgen Santa. Y entraremos, sí, por la divina misericordia, entonando el Christus vincit, el Magnificat, el Tu es Petrus, el Posuit Episcopos regere Eclesiam Dei, y el Ecce quam bonum et quam jucundum habitae fratres in unum: nuestro Credo, los cánticos de nuestra Fe grande y de nuestro gran amor.
¡FIAT! ¡FIAT!
Os bendigo amplísimamente y abrazo a vuestras almas.
Vuestro en Jesús y en la Virgen Santísima.
Afectísimo SAC. LUIS ORIONE
de los Hijos de la Divina Providencia
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PASCUA DE RESURRECCION
Buenos Aires, Calle Victoria, 2084
Fiesta de San José de 1935
|p1 A los Religiosos y Religiosas de la Pequeña Obra:
A los queridos Amigos, Bienechores y Bienechoras:
A nuestros Alumnos y Ex-Alumnos:
A todos los pobres, huérfanos, ancianos, sanos y enfermos que en las Casas de nuestra Congregación, viven de la Divina Providencia.
Oh mis queridos, ¿podrá jamás Don Orione olvidarse de vosotros? He aquí que vengo a daros la buena, la santa Pascua, a vosotros y a cuantos vosotros lleváis en el corazón.
|p2 ¡Estamos en Pascua! Pascua quiere decir pasaje, tránsito, y para nosotros los cristianos, Pascua es la gran Fiesta de la Resurrección de Cristo, milagro de los milagros: el principio de la resurrección de la humanidad de la muerte del espíritu y de la muerte de la carne, a la verdadera vida: es la prueba incontrovertible de nuestra fe en la divinidad de Cristo.
Sobre la tumba del hombre se escribe: Aquí yace... Sobre la tumba de Cristo está escrito: ¡Resucitó, no está aquí! ¡Non est hic!
En la tumba termina el poder del hombre: del sepulcro de Cristo, desbordan el poder, la grandeza; ¡la gloria de Dios!
Es Pacua: ¡Cristo ha resucitado! ¡Hosanna a El, oh hemanos: Aleluya, Aleluya!
|p3 Queridísimos míos aquel poco de plática que acostumbro haceros cuando os escribo - porque los sacerdotes ya se sabe, siempre deben predicar, poco o mucho y en todos modos - ¿os la debo hacer de inmediato, en esta ocasión, o dejarla para el final? Mejor será en seguida, ¿no es cierto?. Nuestros antepasados decían, que el bien, si se puede, nunca se debe diferir para luego: ¡recordémoslo!
Las felicitaciones las dejaremos para el final.
Y no necesito usar de la radio, aunque nos separe el mar.
Tú, oh mi buen Angel de la Guarda, llevarás mi espíritu, y si quieres, también mi voz al otro lado del Océano. ¡Llévasela a todos, a todos!
Así pues, atención, que será breve. El sermón comienza:
|p4 ¡Hermanos estamos en Pascua! Nuestro Cordero, o sea, Cristo: "el Cordero de Dios que borra los pecados del mundo", ha sido ya inmolado; El se ha convertido en nuestro Sacrificio, en nuestra Redención, en nuestro Banquete. Y ha resucitado para ser nuestra divina levadura, nuestra resurrección, nuestra vida.
¡Cristo ha resucitado, y permanece aún entre nosotros! Nuestra esperanza, plena de inmortalidad. ¡Cristo ha resucitado y nos precede Rey victorioso, Rey invencible: Aleluya!
¡Estamos en Pascua! Ah, ¿por qué, mis Hermanos, no pasaremos de la tibieza al fervor de espíritu? ¿Por qué, si por ventura alguno se hallase lejos de las divinas fuentes de la gracia, no habrá de querer resurgir de la muerte del pecado a la vida de Cristo? ¿Por qué no conceder a su alma la paz, la serenidad, la fe viva y enérgica del bien?
¡Cristo ha resucitado! Ahora bien, ¿qué es lo que resta de nosotros, oh Hermanos, en este tiempo de los ázimos pascuales? Que con las resoluciones más santas, con las más puras intenciones, con el corazón henchido de humildad, vayamos hacia Jesús al despuntar el sol: esto es, después de habernos despojado, con una buena confesión, del vestido tenebroso de nuestros vicios. Y llevemos a El los bálsamos y los aromas: el incienso de nuestras oraciones y de nuestras virtudes. No nos cause miedo la piedra enorme, la ley escrita sobre las tablas de piedra: esa piedra ha sido removida y se ha convertido en liviana.
La Resurrección de Cristo ha hecho fáciles todas las leyes, ha iluminado todos los misterios: ha animado toda la vida de celestial esperanza.
|p5 Que el gozo y la felicidad de la Resurrección de Cristo hagan consoladora para las inteligencias, la fe; hagan suave para los corazones la palabra del Señor, y nos permitan gustar de ante mano el gozo de nuestra misma resurrección a la vida eterna y a la gloria de Jesucristo. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
Pero ante todo, ¡es necesario hacer la Pascua!
Purifiquémonos, oh Hermanos, de la vieja levadura del mal moral, que fermenta, invade y todo lo corrompe.
Que seamos una nueva masa, panes puros en Cristo, como dice San Pablo.
¡Es Pascua! Alegrémonos y celebremos con inefable gozo esta sublime, esta gran solemnidad cristiana, con ázimos santos de pureza, de verdad y de caridad.
Redimidos y purificados por la virtud de Cristo, propongamos mantenernos siempre como ázimos de fe, de honestidad, de pureza, de tal modo, que el Señor nos llene de toda santa alegría, y nuestra vida sea un fervor de santidad, y el corazón viva de Cristo, ilumine e incendie a todos con la caridad de Cristo.
Y puesto que hemos nacido no para la tristeza, no para el odio, ni para la muerte, sino para el gozo, para la felicidad en el bien, para el amor al prójimo, para la ida interminable en Cristo, hagámonos altar y holocausto para Dios y para los hermanos más afligidos y abandonados: Esto es amar al Señor. ¡Y agrada tanto al Señor esto!
|p6 ¡Cristo ha resucitado! ¡Hermanos, resucitemos con El! ¡Ensanchemos nuestro horizonte, elevemos nuestro espíritu a todo lo que sea vida en las alturas, a todo lo que sea luz, belleza, bondad, verdad y santidad. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡Cristo ha resucitado! Vayamos a El. Sólo El tiene palabras de vida eterna que regeneran, y nos brinda aquella ley de amor y libertad de la que todo hombre y todo pueblo puede esperar su progreso y salvación.
¡Ha resucitado! Brille sobre nosotros y sobre el mundo la divina figura de Cristo; que renazca en los corazones; que ríos sagrados de su caridad fluyan siempre más vivos y mayores de su pecho herido y abierto, y se derramen para vivificar la tierra y fecundarla en Cristo: sólo entonces los individuos y la humanidad habrán de resucitar, cuando el hombre y las naciones se renovaren en Cristo.
¡Cristo ha resucitado! ¡Resurjamos, oh Hermanos, resurjamos!
|p7 He visto a pecadores, después de una santa confesión alzarse con el rostro radiante de alegría y paz celestial, emprendiendo luego con ánimo sereno el camino de honesto vivir cristiano, y apresurarse para reconquistar el tiempo perdido.
He asistido al Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires: ¡una manifestación inefable!
He experimentado y visto cuan grande es la misericordia de Dios: ¡más grande que los cielos!
He visto a decenas de miles y miles de obreros, de robustos trabajadores, de jóvenes en la flor de la vida: médicos, abogados, militares, profesores universitarios, diputados, ministros, confundidos en columnas; confesarse en las plazas a lo largo de las calles, en las avenidas de esta gran ciudad. Más de 200.000 hombres, como una inmensa e interminable muchedumbre avanzar compactos, rezando, cantando y postrarse a los pies de Cristo, adorar a Cristo, recibir a Cristo, en la gran Plazas de Mayo, ante el Palacio de Gobierno de esta noble República Argentina.
Los he visto fraternizar, abrazarse en Cristo, jurar su fe y su amor a la Patria, llorando de amor!
¡Espectáculo único en el mundo!
¿Qué es lo que sentían? ¡A Cristo!
¿Quién estaba allí? Estaba Cristo, oh Hermanos; Cristo Ntro. Señor, que resucitaba en aquellos corazones. Era Jesús, era el Señor, que pasaba por esta metrópolis y descendía en medio de su pueblo.
De aquí que el Emmo. Cardenal Pacelli, el Legado del Papa, exclamara: ¡Pero esto es el Paraíso!...
|p8 Hermanos: los pueblos están cansados, están desilusionados; sienten que la vida sin Dios es cosa vana y vacía.
¿Nos hallamos en el alba de un gran renacimiento cristiano?
Cristo siente piedad de las turbas; Cristo quiere resurgir, quiere retomar de nuevo su puesto. Cristo avanza: ¡el porvenir es de Cristo!
Si por el pedestal podemos imaginarnos las dimensiones del monumento, para aquel que ha tenido al menos 60 siglos de preparación ¿qué son 20 siglos de vida?
¡Cristo ha resucitado! Veo a Cristo que vuelve. ¡No es un fantasma, no! Es El, el Maestro que camina sobre las aguas cenagosas de este mundo tan turbulento y tempestuoso.
¡El porvenir es de Cristo!
|p9 ¡Avanza, avanza, oh Divino Resucitado: la barca de este mundo hace agua por todas partes y sin Ti va a hundirse! ¡Ven, oh Señor, ven! ¡Resucita en todos los corazones, en todas las familias; en todas las regiones de la tierra, oh Cristo, resucita, resucita!
¡Escucha el grito angustioso de las turbas que Te buscan; mira a los pueblos que vienen a tu encuentro, Señor! ¡Te pertenecen, son tu conquista, oh Jesús, mi Dios y mi Amor!
Oh Iglesia del Dios viviente: extiende tus grandes brazos y ampara en tu luz salvadora a las gentes.
¡Oh Iglesia verdaderamente Católica, Santa Madre Iglesia de Roma, única verdadera Iglesia de Cristo, nacida no para dividir, sino para unir en Cristo y llevar la paz a los hombres! ¡Mil veces te bendigo y mil veces te amo! ¡Bebe mi sangre y mi vida, oh Madre de mi fe y de mi alma!
¡Ah, como desearía con mis lágrimas, con mi sangre y mi amor, hacer un bálsamo para suavizar tus dolores y derramarlo sobre las llagas de mis hermanos!...
|p10 Pero veo que el sermón va resultando demasiado largo.
Dispensadme, mis queridos: quiero ser hombre de palabra y cumplidor...
Así pues, voy a terminar. ¿Cómo queréis que termine?
Estamos en Pascua y estamos por terminar el Año Santo: pondré fin con una gran bendición.
Mis augurios de Pascua y la bendición, todo irá junto. Así seré breve.
Los antiguos Patriarcas extendían sus manos descarnadas y temblorosas sobre la cabeza de sus hijos para implorar las bendiciones más santas.
También nosotros los sacerdotes tenemos el derecho augusto, como partícipes de una más alta y espiritual paternidad, de elevar las manos y bendecir.
Os envío, oh dilectísimos míos, los más fervientes deseos de Felces Pascuas, y os bendigo a todos y a cada uno en el nombre Santo del Señor.
|p11 ¡Oh, gran Dios, Padre de bondad, de misericordia y de paz: bendecid a mis amadísimos Religiosos y Religiosas; bendecid a mis Hijos lejanos, Alumnos y Ex- Alumnos; bendecid a mis dueños predilectos, o sea, a mis pobres, recogidos bajo las alas de vuestra Providencia.
Bendecid amplísimamente, oh Señor, a nuestros Colaboradores, los Amigos, Bienechores y óptimas Celadoras y Madres de nuestros queridos huérfanos y huerfanitas y de nuestros asilados de toda clase.
Descienda ampliamente vuestra santa bendición sobre todos aquellos que tanto bien nos han hecho: sobre ellos y sobre susseres queridos, y bendecid también a los que nos hubieren hecho algún mal.
Oh Señor, en este Año del gran Perdón perdonad a mí, miserable pecador, mis grandes pecados, por vuestra infinita misericordia, como en virtud de vuestra gracia, yo perdono de corazón a todos.
Os ruego que Os mostréis generoso en vuestras gracias con mis Religiosos, Alumnos y Bienechores, y humildemente Os invoco y suplico por todos ellos: en Vos y por Vos quiero amar, servir y hacer bien a todos.
Ahora en Italia la naturaleza renace por completo: vientos templados y rayos de sol vivificante despiertan por doquiera la vida adormecida.
Oh, Señor, haced que al cerrarse el Año Santo nos despertemos también nosotros a una vida cristiana laboriosa, y que un gran gozo espiritual inunde de santa caridad los corazones, y que todos hagamos eco a la voz y a los cánticos de la naturaleza.
|p12 Oh, Hermanos míos, tan queridos y tan amados: me parece oír las campanas de mi patria lejana, repicando a gloria en las ciudades y aldeas; su himno despierta en mi santos recuerdos: cantan ellas la Resurrección de Cristo y me hacen llorar de fe, de alegría, de amor de Dios, de amor hacia vosotros, de amor a nuestra Italia.
¡Ah, "la sangre no es agua"! ha dicho un gran Arzobispo, émulo de San Carlos.
Hermanos, que el eco de este gozo no sea para mí ni para vosotros un simple recuerdo de que hace veine siglos resucitaba a nueva vida Jesús, sino que haga también resurgir para siempre nuestra alma a la más elevada vida espiritual.
Animo, mis hermanos: ¡Sursum corda, sursum corda!, y adelante, siempre adelante por el camino del bien. ¡Christus heri, hodie et in saecula!
¡Felices Pascuas! ¡Felices Pascuas a todos! ¡aleluya, aleluya!.
Y la bendición de este pobre sacerdote, de este vuestro amigo y padre sea prenda de aquella bendición grande que Dios misericordioso querrá concedernos en el día sin término del Santo Paraíso.
¡Cristo ha resucitado! ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡Felices Pascuas a todos y a cada uno!
¡Y rogad por mi siempre!
En Jesús y la Virgen Santa, soy vuestro
DON ORIONE
de la Divina Providencia.
|C7
EL PEQUEÑO COTTOLENGO ARGENTINO - QUE ES -
Buenos Aires, 13 de abril de 1935
- Calle Victoria - 2084
DEO GRATIAS
|p1 Confiada en la Divina Providencia y en el corazón magnánimo de los Argentinos y de toda persona de buena voluntad, se inicia en Buenos Aires, en el Nombre de Dios y con la bendición de la Iglesia, una humildísima Obra de Fe y de Caridad, que tiene por objeto dar asilo, pan y consuelo a los desamparados que no hayan podido encontrar ayuda o refugio en otras Instituciones de beneficencia.
Trae su vida y su espíritu de la caridad de Cristo, y su nommbre, de San José Benito Cottolengo que fué Apóstol, y Padre de los pobres más desdichados.
En la Puerta del Pequeño Cottolengo Argentino, no se preguntará a quien entre, si tiene un nombre, sino solamente si tiene un dolor.
"CHARITAS CHRISTI URGET NOS" (II Cor., IV)
¡Cuántas bendiciones obtendrán de Dios y de nuestros queridos pobres aquellos generosos que nos prestan ayuda para aliviar tantas miserias, y suavizar los dolores de aquellos que son el desecho de la sociedad!
COMO ES EL PEQUEÑO COTTOLENGO ARGENTINO
|p2 Al presente, él es como un pequeño granito de mostaza, al cual bastará la bendición del Señor para convertirse un día en un gran árbol, sobre cuyas ramas se posarán tranquilamente los pajarillos. (Mat. 13)
Los pajarillos son en este caso, los pobres más abandonados, nuestros hermanos y señores.
EL OJO DE LA DIVINA PROVIDENCIA
|p3 Dios ama a todas sus criaturas pero su Providencia no puede menos de sentir predilección por los míseros, los afligidos, los huérfanos, los enfermos, los atribulados en cualquier forma, después que Jesucristo los elevó al honor de hermanos suyos; después que se mostró su modelo y Cabeza, sometiéndose El también a la pobreza, al abandono, al dolor y hasta el martirio de la Cruz.
De donde se infiere que los ojos de la Divina Providencia están, de manera especial, atentos para con las criaturas más desventuradas y abandonadas.
¿A QUIEN SE RECIBE EN EL PEQUEÑO COTTOLENGO ARGENTINO?
|p4 El Pequeño Cottolengo tendrá siempre la puerta abierta a toda especie de miseria material o moral. A los desengañados, a los afligidos proporcionará consuelo y luz de fe.
Separados luego en familias diferentes acogerá como a hermanos, a los ciegos, a los sordomudos, a los deficientes, a los idiotas, a los estropeados, epilépticos, ancianos achacosos o inhábiles para el trabajo, niños escrofulosos, enfermos crónicos, pequeñitos y pequeñitas de pocos años en adelante; muchachas en edad de peligros: en suma, a todos aquellos que por uno u otro motivo, tengan necesidad de asistencia, de ayuda pero que no pueden ser recibidos en otros Hospitales o Asilos y que sean verdaderamente abandonados - sean de cualquier nacionalidad, de cualquier religión, sean también sin religión alguna - ¡Dios es Padre de todos!
Es comprensible que todo esto se hará gradualmente, conforme se vaya edificando y haya lugar, confiando en Dios y en la ayuda de los corazones piadosos, desconfiando únicamente de nosotros mismos
En el Cottolengo nunca deberá quedar un ugar vacío.
Nuestra debilidad no nos desanima: la consideramos como un trofeo de la bondad y de la gloria de Jesucristo.
COMO SE RIGE Y GOBIERNA EL PEQUEÑO COTOLENGO ARGENTINO
|p5 Nada ama tanto el Señor como la confianza en El.
Y nosotros quisiéramos poseer una fe, un coraje, una confianza tan grande como grande es el Corazón de Jesús, que es su fundamento.
El Pequeño Cottolengo Argentino se rige in Domino por la fe; vive in Domino, de la Divina Providencia y de vuestra generosidad; se gobierna in Domino, o sea, con la caridad de Cristo. Todo y enteramente por amor, hasta el sacrificio de nuestra vida, con el auxilio divino.
¡Y nada de empleados! Nada de fórmulas burocráticas, que con frecuencia angustian si no es que hacen humillante el bien; nada que se parezca a una administración; nada de eso.
Todo depende de la Divina Providencia; quien lo hace todo es la Divina Providencia y la caridad de los corazones misericordiosos, movidos por el deseo de hacer el bien, tal y como el Evangelio nos lo enseña a los que más lo necesitan.
¿TIENE REDITOS EL PEQUEÑO COTTOLENGO ARGENTINO?
|p6 Tal vez supongan que contamos con fondos y réditos. No, amigos míos; de todo eso tenemos menos que nada.
El Pequeño Cottolengo no tiene rentas, y no podrá jamás tener rentas de ninguna clase. Va adelante día a día: "Panem nostrum quotidianum", "el pan nuestro de cada día".
Aquel Dios que es el gran Padre de todos, que piensa en los pájaros del aire y viste a los lirios del campo, envía por manos benéficas, el pan diario o sea cuanto es necesario día a día.
Nuestro Banco es la Divina Providencia, y nuestra caja está en vuestros bolsillos y en vuestro corazón.
COMO SE VIVE EN EL COTTOLENGO ARGENTINO
|p7 El Cottolengo está edificado sobre la fe, y vive del fruto de una caridad inextinguible.
En el Cottolengo se vive alegremente: se reza, se trabaja en la medida que las fuerzas de cada uno lo consientan; se ama a Dios, se ama y se sirve a los Pobres. En los desamparados se ve y se sirve a Cristo, en santa y perfecta alegría. ¿Quién más feliz que nosotros?
Y también nuestros queridos pobres viven contentos: ellos no son nuestros huéspedes, no son asilados, sino los señores, y nosotros sus sirvientes. ¡Así se sirve al Señor!
¡Cuán bella es la vida en el Cottolengo! ¡Es una sinfonía de oraciones por los Bienechores, de trabajo, de alegría, de cánticos y de caridad!
DE QUE MANERA SE PUEDE AYUDAR AL PEQUEÑO COTTOLENGO ARGENTINO
|p8 De muchos modos: con la oración, con dinero y haciéndolo conocer a personas de corazón benéfico, que puedan cooperar en bien tan grande.
Además, todo aquello que tengáis y que para vosotros ya no sea útil, enviadlo al Cottolengo. Por ejemplo: ¿tenéis un par de zapatos que ya no usáis? Pues bien, mandadlos al Cottolengo. ¿Tenéis sábanas, camisas gastadas, ropa blanca, trajes muy usados, sombreros viejos? Bien, mandadlos al Cottolengo, o avisad telefónicamente adonde y cuando podemos ir por ellos. Nuestros teléfonos son: 41-1691 - 61-2654.
Todo es grande cuando es grande el corazón que lo da. Como en el Cottolengo los así llamados los desechos de la sociedad, del mismo modo recibimos los residuos de vuestra casa: muebles usados, o rotos, mesas, sillas, camas, libros, cuadros, estropajos, objetos de ropavejero, etc. Y también pan, carne, fideos, harina, legumbres, aceite, café, azúcar, medicinas, carbón, leña, petróleo, etc. Todo sirve para los pobres del Pequeño Cottolengo Argentino.
En el Cottolengo somos todos más pobres que vosotros, comenzando por los Padres, los cuales recibirán y vestirán con sentimientos de mucha gratitud los hábitos eclesiásticos desusados que el reverendo clero tuviese a bien ofrecerles en caridad.
|p9 Al muy Rvdo. Clero Argentino, el Pequeño Cottolengo eleva y ofrece su reverente saludo in Domino, anticipando su vivísimo agradecimiento por el benévolo apoyo que se dignare ofrecerle, dando a conocer esta Institución, la cual ha sido ampliamente bendecida por el Excelentísimo Sr. Nuncio y por los Sres. Arzobispos de Buenos Aires y de La Plata.
Quien deseare contribuir con la fundación de camas, un aula, un dormitorio, o un pabellón a nombre de personas amadas esto puede hacerse en el Cottolengo y se transmutará en bendiciones el acto magnífico del insigne Bienechor o Bienechora, y de su familia.
VISITAD AL COTTOLENGO
|p10 ¡Oh Argentinos que tenéis el corazón más noble que haya encontrado jamás: venid a visitar a los pobres del Cottolengo, donde se practica la laus perennis (una oración continua) por la paz y la prosperidad de vuestras familias y de la República; donde todo es sencillez de vida y buena sonrisa, serena y reconocida; donde todos los sacrificios y todas las palabras se confunden y se combinan en una sola: ¡CARIDAD!
¡Dios perdona tantas cosas por una obra de misericordia!
A LAS BIENECHORAS Y BIENECHORES
|p11 Suscite Dios en Buenos Aires y en toda la República Argentina, muchos corazones generosos, abiertos al bien, que vengan a coadyuvar en esta Obra de cristiano amor a los hermanos más míseros.
Dígnense todos rogar por nosotros, y recordar con benevolencia a nuestros queridos pobres: ellos, nada olvidadizos, rogarán siempre por sus Bienechores, y sus bendiciones les seguirán y consolarán durante todos los días de su vida.
A cuantos se afanan en favor del Pequeño Cottolengo Argentino, les conceda Dios el ciento por uno en esta vida y eterna recompensa en el Cielo!
Custodia, Reina y Madre del "Pequeño Cottolengo Argentino", es MARIA, Madre de Dios, la Virgen Santísima de la Divina Providencia.
¡Oh, mi santa Virgen, he aquí que Os he constituido en PATRONA Y MADRE! ¡Ahora Os toca a Vos!
Sacerdote LUIS ORIONE
de los Hijos de la Divina Providencia
|C8
Buenos Aires, 13 de julio de 1935
"Pequeño Cottolengo Argentino"
Calle Carlos Pellegrini, 1441
|p1 Queridos hijos míos en Jesucristo:
¡La gracia de Dios Ntro. Señor y su paz sean siempre con nosotros!
No sé si esta mía os hallará todavía reunidos en los Santos Ejercicios, oh mis queridos; pero ¡cuánto lo desearía! ¡Y cuánto querría poderos encontrar visiblemente también; en persona, quiero decir, junto con vosotros y con cada uno de vosotros! Porque con el espíritu estoy ahí y os miro, y os sigo, y ruego con vosotros y escucho las pláticas, y pienso en todo lo que Su Excelencia el Señor Obispo os dirá; y en todo lo que os ha dicho o habrá de decir Don Pensa, y canto con vosotros el Veni Creator, y cada noche os hablo, os doy las buenas noches y os bendigo.
|p2 La carta por vía aérea de Don Sterpi llegó con un retraso de algunos días, tal vez a causa del mal tiempo, y no pude ya escribiros. Paciencia.
Pero habréis recibido el telegrama. ¡Ah, cuántas y cuántas cosas hubiea querido deciros con aquellas palabras!
En estos días ruego, se puede decir, durante todo el día, por vosotros. ¡Cómo desearía veros llenos de piedad, de una piedad sólida y ardiente! Humildes, piadosos, generosos para con Dios, todos del Señor y de la Virgen, del Papa, de la Santa Iglesia; sólo deseosos y anhelantes de consumiros en la caridad, vivir de caridad, de una caridad grande, divina; dentro y fuera de vosotros, haceros holocausto de amor a Jesús, a su Vicario, a la Iglesia.
|p3 Amar a las almas, querer salvar a todas las almas, ayudar a Jesús a salvar, a salvar y santificar a nuestras almas y las almas de nuestros hermanos, con la entera abnegación de nosotros mismos, con la completa renuncia de nosotros, como hostias puras de Jesús, como corderos de Jesús, detrás de Jesús y todo por Jesús. Y amemos a la Pequeña Obra de la Divina Providencia, que no es mía sino que es misericordia de Nuestro Señor y obra de nuestra Santa Madre, la Virgen María, y entreguémonos al servicio de nuestra Congregación con magnanimidad; viviendo humildes, pobres, siempre humildes y siempre pobres y siempre pequeños, a los pies de la Santa Iglesia, del Papa y de los Obispos. ¡Animo y adelante de esta manera, queridos Hijos míos: así se llega al Paraíso! Mañana, ¿sabéis?... Animo y adelante, y mañana para vosotros y para mí se abrirá el Santo Paraíso. ¿Qué es la vida? Vapor est. Mañana estaremos con Jesús. ¡AH, querido Paraíso!
|p4 ¿Habéis rezado por nuestro amado Patriarca? ¡Cuánto he llorado! Pero mañana estaremos con él en el Paraíso.
Os bendigo mucho. ¡Os envío, mis queridos Clérigos todas mis bendiciones!
Rogad por vuestro padre en Jesucristo.
Sac. ORIONE - d. D. P.
Muchos y muchos saludos devotísimos a Su Excelencia el Sr. Obispo.
Le escribiré dándole las gracias por su generosa caridad.
Si vieseis, mis queridos, cuánto trabajo grande y lindo hay aquí... ¡Viva Jesús!
|C9
CONSEJOS VARIOS
Buenos Aires, 2 de agosto de 1935.
Calle Carlos Pellegrini - 1441.
¡ALMAS Y ALMAS!
|p1 Al amadísimo Don Sterpi, a mis queridos Sacerdotes, a los Clérigos y Aspirantes; a los bondadosos Cooperadores de la Divina Providencia y a todos y a cada uno mi saudo desde esta lejana América, y "el saludo cordial y fraternal de nuestros Sacerdotes, Clérigos, Probandos y Alumnos y Bienechores Americanos".
La gracia del Señor y su paz sean siempre con vosotros y con todos nosotros.
Ved, pues, oh mis queridísimos, como no es posible a pesar de lo mucho que me duele, hallarme también personalmente con vosotros en la Fiesta de la Virgen Santa de la Guardia; pero os envío al amadísimo Don Penco, Superior General de la Compañía de San Pablo, con quien me une dulcísima y fraternal dilección en Cristo Señor Nuestro. El os llevará mi saludo y mi espiritual abazo, oh queridos míos Sacerdotes e hijitos. También os lleva las noticias más recientes de aquí, acerca de nuestro trabajo y los resultados que por divina gracia y con el valiosísimo apoyo de las Autoridades Eclesiásticas y Civiles, y de almas verdaderamente caritativas, se han podido hasta hora conseguir.
Por todo, demos gracias a Dios: ¡Deo gratias!
|p2 También Don Penco os lleva a esta nuestra fiesta grandiosa y triunfo de María, nuestra Madre y celestial Fundadora; os lleva, digo, gran parte de mi corazón, así como a todos y a cada uno mi efusiva y paternal bendición. ¡Ah, si! Especialmente a vosotros, queridos Sacerdotes míos, y a vosotros, queridos Clérigos y Aspirantes, y a todos los que de algún modo pertenecéis a la Pequeña obra de la Divina Providencia; ¡que la Mano y el Corazón de Dios os anime y sostenga por el camino del bien y generosamente os bendiga!
¡Ah, cuán cerca de vosotros me siento especialmente hoy a los pies de la Virgen de la Guardia junto con vosotros en la "Súplica", con vosotros en la Procesión hasta el Castillo, en la Catedral y en la plaza, aclamando nuestra Fe! Y conmigo, los corazones y almas de estos nuestros hermanos, Sacerdotes y Clérigos: también aquí festejamos y con el mayor fervor, a la Santa Virgen de la Guardia.
¡Oh, cuán grande y divina debe ser, Hijos míos, la caridad de Jesucristo, nuestro Dios y Redentor, cuando yo, su pobre criatura, tan lleno de miserias y pecados, por la gracia del Señor y por su santo amor, siento amaros tanto! ¡Oh, vivamos y alegrémonos siempre en este amor de Dios! Y amémonos mucho y santamente mucho en el Señor, que esto agrada sobre todo al Señor!
|p3 Nuestra divisa sea la humildad y la caridad: es la divisa de Jesucristo, de la Santísima Virgen y de la Iglesia; que sea nuestra divisa y sea aquella humildad veraz aquella caridad veraz - la única verdadera que unifican siempre y siempre edifican en Jesucristo, y sobre el verdadero fundamento, o sea, sobre el Corazón y sobre la Cruz de Jesús, a los pies de la Santa Madre Iglesia.
Acabáis de teminar los Ejercicios Espirituales: pues bien, unid todos vuestros corazones y todas vuestras voluntades, en una sola voluntad, en un solo corazón: en una sola alma, como se lee que vivían los primeros cristianos, que eran "cor unum et animma una". Y poned vuestros buenos propósitos y vuestra vida misma y la de nuestra querida Congregación, a los pies y en las manos maternales de la Virgen Santa.
¡Y rogad por mi, oh queridos hijitos míos!
Tal vez Dios tiene dispuesto que todavía por algún tiempo, y tal vez durante este último período de mi vida, me halle lejos de vosotros, mis amadísimos Sacerdotes, Hijos y Binechores; pero os digo que no puedo elevar mi espíritu al Señor, sin rogar por vosotros, y espero que así también lo hagáis por mi alma.
Yo os recuerdo a todos: ante el altar y a los pies de la Virgen, ¡cuántas y cuántas veces he llorado pensando en vosotros; rogando por vosotros, - especialmente por algunos de vosotros que pienso sean los más necesitados - y por nuestra querida Congregación.
|p4 Durante este mes iré a Corrientes, cerca del Paraguay, será un viaje de algunos días por tierra y agua en los ríos, y luego otros tantos días para la vuelta. Voy a visitar uno de los cinco Santuarios principales de la Argentina, en los confines de la Nación, el cual por deseo del Nuncio Apostólico y del Obispo de Corrientes, será confiado a nuestra Congregación: a los pies de la Virgen de Itatí rogaré especialísimamente por vosotros. En septiembre voy a Chile, y en octubre espero hallarme en el Congreso Eucarístico de Lima, Capital del Perú. En Santiago, Capital de Chile se nos ha donado una Casa y voy a tomar posesión de ella en nombre de la Divina Providencia. Rogad, rogad para que Dios me asista. De salud, estoy bien ahora, como Don Penco os lo podrá asegurar.
Necesito personal. Cuando pienso en vosotros, cuando ruego por vosotros, os veo a todos uno a uno, y voy buscando entre vosotros y casi llamándoos por vuestros nombres, a fin de que vengáis a ayudarme a propagar la Congregación en medio de estas poblaciones, donde tan grande es la necesidad de sacerdotes que estén llenos del amor de Dios y de las almas, deseosos de sacrificarse juntamente con nuestro Señor para dar la vida de la Fe y aumentarla en tantas gentes que, o no la tienen, o la han perdido porque sólo piensan en el lucro, y va perdiéndose mirando sólo a la tierra.
Es preciso también prepararse para la Misión que se nos ha confiado en Albania.
|p5 Arriba, Hijos míos: trabajemos por encima de nosotros, conformando nuestra vida a la vida de Jesucristo; animémonos y con energía - mirando siempre al Señor y pidiéndole auxilio - caminemos hacia adelante en la adquisición de las virtudes cristianas y religiosas, y en el amor y servicio de Dios y de la Iglesia.
Debemos aprender de Jesucristo, como ha dicho San Pablo, y caminar, caminar, caminar rápidos por las vías del Señor. Arriba hijos míos; preparaos todos para ser apóstoles - en Italia o fuera de ella -; pero es absolutamente necesario que todos seamos apóstoles de Fe, de amor a Dios y al prójimo, de amor a la Santísima Virgen, de amor al Papa y a la Iglesia.
¡Todos, Apóstoles de Caridad: todos en la caridad y todos apóstoles de la caridad de Jesucristo!
Nosotros no somos nada, somos menos que nada; pero el conocimiento de Dios, la fe y la confianza plena en Dios nos darán una vida superior, ayuda, valor y gracia, para convertirnos, en las manos de Dios y de la Iglesia, en Santos y en Apóstoles; y todo lo haremos y todo lo conseguiremos in gloriam Dei, "Omnia in gloriam Dei", ha dicho San Pablo.
Vivamos humildes, piadosos, como buenos Religiosos, y la Divina Providencia se servirá de nosotros sus estropajos y sus hijos, para la gloria de Dios y para dar grandes consuelos al Papa y a los Obispos, ¡y ganar ALMAS!
Pero a fin de prepararnos bien y conseguirlo, busquemos sobre todo la ciencia de Dios: La humildad, la pureza, la caridad, el sacrificio y la abnegación de nosotros, la ciencia del alma, y tendremos a Dios con nosotros y todos los bienes; los mejores resultados.
Acordémonos de que "ubi non est sciencia animae, non est bonum"; lo dice la Escritura.
|p6 Y termino, porque no me queda tiempo.
Os dejo en Cristo; abandonémonos y despreciémoslo todo; basta lucrar a Jesucristo, basta ganar a Jesucristo, estar con Cristo y con el Papa.
Si vinieren tribulaciones y persecuciones, bendigamos por ellas al Señor; ellas vienen a nosotros como a siervos del Señor; para nuestra enmienda y purificación y no para nuestra perdición. Nosotros busquemos estar con Dios y con la Iglesia, humildísimos siempre; reposemos en los brazos de la Divina Providencia, como el infante sobre el seno de la madre. Resistid a las tentaciones y al desaliento: no proceden de Dios.
Sed perseverantes y fieles a vuestra vocación, a vuestra Congregación. Os advierto que todavía no hemos comenzado a padecer: lo bueno viene ahora, pero Jesús y la Virgen estarán con nosotros. Vigilad sobre vosotros y orad: las pruebas dolorosísimas servirán para unirnos más a Jesús Crucificado y a la Santa Iglesia.
La Virgen Santísima nos asistirá como Madre. Os lo repito: ¡como Madre, como Madre!
|p7 Sacerdotes, permaneced fuertemente en torno a Don Sterpi. Clérigos, sed humildes, obedientes, respetuosos con vuestros Superiores y Sacerdotes de la Congregación. ¡Nolite locum dare diabolo!
¡Estate fortes! Pero seremos firmes y fuertes en nuestra fidelidad a la Iglesia y a la vocación, si hiciéremos oración y si fuéremos humildes y todos muy unidos en Jesucristo, mortificándonos a nosotros mismos para conservar y consolidar cada vez más la unión buscando solamente a Jesús Crucificado.
Y he terminado, pero únicamente porque no tengo más tiempo.
|p8 Adiós querido Doon Sterpi. ¡Que el Señor y la Virgen Santa te recompensen tanto trabajo y tanto sacrificio por el bien de la Congregación! ¡Siempre ruego por ti!
Adiós, oh mis queridísimos sacerdotes: sed excelentes en todas las virtudes y servid de edificación a todos. Os agradezco: conozco vuestro buen espíritu y el trabajo y sacrificios que hacéis. ¡Dios os lo pagará! ¡Ave María y adelante! Rogad siempre por mí.
Queridos Clérigos, queridos Probandos, queridos todos: que el Señor os ayude en vuestros buenos propósitos y en su santo servicio. Si rezáis, perseveraréis. La Santísima Virgen os defienda y os bendiga a todos. Os dejo a todos en los Corazones de Jesús y de María. ¡Viva la Virgen de la Guardia! ¡Os bendigo una vez más y os bendeciré siempre!
Vuestro DON ORIONE d. D. P.
|C10
FINALIDAD DE LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES
Buenos Aires, 3 de agosto de 1935
"Pequeño Cottolengo Argentino"
Calle Carlos Pellegrini 1441
|p1 Mis amadísimos sacerdotes:
¡La gracia de Jesucristo y su paz sean siempre con nosotros, oh hermanos míos!
Espero que la presente os llegue antes de que entréis en los Ejercicios Espirituales, y ruego que se os lea desde el primer día, porque quisiera que fuese a ocupar el lugar de aquellas breves palabras y exhortaciones que en tales circunstancias acostumbraba dirigiros todos los años.
Os envío desde el fondo de mi corazón mi agradecimiento y os dirijo el más afectuoso y santo saludo in Domino: que el Señor esté con todos vosotros y en medio de vosotros.
|p2 No os puedo expresar cuánto desearía hallarme también yo con vosotros en la Moffa, precisamente donde la mayoría de vosotros y yo, en tiempos pasados, nos hemos encontrado tantas y tantas veces como ahora y nos hemos recogido en el Señor para pensar en nuestra alma y en su santificación, y en el bienestar de la Pequeña Obra de la Divina Providencia.
Dios en cambio, dispone que este año no me halle yo ahí y que todavía esté lejos, después de casi un año de mi partida. ¡Hágase la voluntad de Dios! estoy lejos en persona, seguramente; pero, - y vosotros en verdad no lo pondréis en duda - estoy presente y me siento cerca de vosotros y de nuestra querida Congregación, cerca y muy cerca de espíritu y de corazón. No os oculto que ello es un sacrificio, y que lo siento, pero sin sacrificio no seremos nunca verdaderos religiosos, no nos haremos santos, ni la Congregaciónn llegaría a complacer a Nuestro Señor y merecer las bendiciones de Dios.
Ofrezcámosle, pues, esto; este tan sensible sacrificio sobre el altar, a los pies de Aquel que por entero se ha sacrificado por nosotros y pidámosle la gracia de transformarlo todo en santo amor: toda pena, todo valor, todo sacrificio.
|p3 Desde el 15 del corriente mes en adelante, también haré yo los Ejercicios Espirituales, y me parecerá hacerlo en vuestra compañía, mis queridos Hermanos en Jesucristo. Veré la manera de separarme de esta grande y rumorosa ciudad, de separarme del mundo para recogerme en el silencio de la oración, en la meditación de las verdades eternas de la fe.
Buscaré con todo empeño reformar en bien mi pobre vida, y reavivar en mí la gracia y el espíritu de la vocación religiosa. Y así me ayude Dios y os ayude a vosotros, oh mis queridos.
El objeto de los Ejercicios es precisamente éste: el de conocernos a nosotros mismos y reforzar nuestra voluntad en servir a Dios y a la Santa Iglesia, - según la gracia especialísima de nuestra vocación religiosa - y en servir a Dios y a la Santa Iglesia con corazón generoso. Es necesario entrar en los Ejercicios de buena gana, contentos, alegres, felices por gracia tan singular; entrar en los Ejercicios con corazón magnánimo resueltos, oh Hijos míos, a vencer nuestras pasiones, a arrancar todos los malos hábitos, a purificarnos de tantas miserias; dispuestos a comenzar una vida nueva y colocar de este modo los fundamentos de la propia santificación: "Nova sint omnia et corda et voces et opera".
Con gran fervor, pues, debemos renovarnos todos, sacrificando a Dios nuestras cosas y nosotros mismos: para ésto no habrá de faltarnos jamás la gracia de Dios. Y Dios se unirá a nosotros, estará con nosotros y estará con nuestra Congregación.
|p4 ¡Ay, si los Ejercicios no se hacen de corazón!
¡Ay de quien hiciere los Ejercicios con ánimo perezoso, con espíritu soñoliento, tibio e indiferente! ¡Todo habría terminado para él!
¡Que Dios no lo permita!
¡Hijos míos oremos! No basta con estar recogidos, no basta con guardar silencio - y silencio absoluto, más y mejor que el año pasado - sino que es necesario poner la mayor atención a la palabra de Dios, aplicárnosla a nosotros, hacer bien las reflexiones, hacer bien las reflexiones; y luego orar, orar, orar a la Virgen Santísima.
Proceded despacio en el rezo del Oficio Divino; que las lecturas se hagan bien, ya sea las de las lecciones del Breviario, ya la lectura espiritual y la del refectorio.
Tenéis una casa demasiado expuesta (hablo de la nueva). Es demasiado expuesta, demasiado abierta, y temo que para alguno sea un peligro, un motivo de distracción durante los Ejercicios Espirituales. ¡Cuidado!
Confesémonos desde los primeros días, en modo que estos Ejercicios sean para mi y para vosotros en realidad la verdadera renovación espiritual nuestra y de la Congregación.
|p5 Que la Santísima Virgen, nuestra Madre y Celestial Fundadora, a la cual se halla consagrada particularmente esa Casa de la Moffa, ruegue a Jesús por nosotros: que nos asista, que nos dé ánimo, que nos obtenga un corazón compungido, nos encienda en el amor de Dios, al Papa, a la Iglesia, a la Congregación, a las almas y luego nos acoja en sus manos purísimas y nos haga tomar la forma que Dios y la Santa Iglesia quieren que tengamos.
Espero que podré escribiros todavía durante nuestro retiro. Ahora veo que me falta tiempo y no podría enviar la presente por vía aérea para que llegue a tiempo.
Ruego por vosotros: rogad por mí, carísimos Hermanos míos, y que Jesús, el Papa, y la Santísima Virgen sean el centro de nuestros corazones y los vínculos sagrados de nuestra unidad y de nuestra querida Congregación. Os abrazo in osculo Christi y os bendigo mucho, a todos y a cada uno.
Rogad siempre por vuestro afectísimo,
Sac. LUIS ORIONE d. D. P.
|C11
DEL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA
Buenos Aires, el 4 de agosto de 1935
Aniversario de la elección de Pío X
y de la muerte de D. Gaspar Goggi.
Calle Carlos Pellegrini 1441
¡ALMAS Y ALMAS!
|p1 A mis queridísmos Hermanos los sacerdotes de la Congregación de la Divina Providencia, reunidos en los Santos Ejercicios Espirituales.
Mis queridos sacerdotes: ¡que la gracia de Ntro. Señor y su paz sean siempre con nosotros!
Continúo la mía que expidiera ayer y aprovecho, sabiendo que estáis reunidos en esa Casa de formación religiosa de nuestros Novicios para deciros algo acerca de la práctica que se ha de tener en la Congregación, respecto al Sacramento de la Penitencia.
|p2 Nosotros, llamados por la bondad de Dios para servir a Ntro. Señor y a la Santa Iglesia en la Pequeña Obra de la Divina Providencia, debemos confesarnos al menos cada ocho días. Cuanto más delicados seamos en examinar nuestra conciencia tanto más sentiremos la necesidad de acercarnos con frecuencia al Sacramento de la confesión.
Nuestras Constituciones dicen claramente: "Los religiosos se confesarán al menos, una vez por semana". (Parágrafo II - Art. 105). Haya pues, empeño especialmente de parte de los Superiores de las Casas, para que todos nuestros religiosos y también el personal adscripto a los Institutos de la Divina Providencia, tengan modo y comodidad para confesarse regularmente una vez por semana. Y los Superiores sean ellos mismos los primeros en ir a confesarse, dando así en esto también, buen ejemplo de edificación, como de observancia. Y en las Comunidades será muy edificante si se sabrá con quien va a confesarse el Director, y más si se le ve también confesarse con recogimiento y devoción. Esto hacían Don Bosco, Don Rúa y otros santos y verdaderos siervos de Dios.
|p3 La confesión siempre es muy útil, aún si no tenemos materia grave, lo que Dios no permita. Don Bosco además, recomendaba que antes de ella se rezara un Ave María invocando la maternal ayuda de María Santísima, para hacer una buena confesión y sacar mucho fruto de vida espiritual de este Sacramento.
Hagámoslo también así nosotros, oh mis queridos Sacerdotes: esta costumbre de rezar antes de la confesión, un Ave María, la inculqué a nuestros alumnos desde el primer año, cuando se abrió San Bernardino y antes también a los niños del Primer Oratorio Festivo.
|p4 ¡Ah, cómo me alegraría, si los Directores de las Casas y todos nuestros sacerdotes inculcaran especialmente a los jóvenes, tan buena práctica! Antes de confesarnos, no os ofendáis, oh queridos hijos y hermanos, si humildemente os exhorto a excitaros a sincero arrepentimiento y a viva fe en la potestad de las Llaves. Confesemos siceramente y con profunda humildad nuestras debilidades, y el Señor que conoce nuestra fragilidad, tendrá compasión de nosotros y su misericordia de Padre descenderá largamente sobre nosotros y nuestros trabajos. El nos reavivará con su santa gracia y nos fortalecerá con su misma fortaleza divina. ¡Qué bien se siente el espíritu después de la confesión! ¡Cómo nos sentimos más animados para combatir como buenos soldados de Cristo contra nuestras pasiones! ¡Cómo queda uno con mayores deseos de avanzar en el camino de la virtud y en la observancia de la vida religiosa...! Por lo que respecta a la elección del confesor, vayamos al que mejor puede iluminarnos en nuestros deberes y animarnos a vivir bien, según la celestial vocación que Dios nos ha dado.
Cuando se está enfermo corporalmente, se quisiera tener junto a sí a los médicos mejores. Pues ¿por qué razón para sanar de las enfermedades del alma no habremos de buscar a los mejores confesores?
|p5 Aún dejando a los que de nosotros dependen, plena libertad para confesarse extraordinariamente con sacerdotes no designados para ello, valgámonos nosotros y, posiblemente aconsejemos a los nuestros, para su dirección espiritual, de confesores pertenecientes a nuestra Congregación, o al menos de aquellos propuestos por los Superiores; porque, aunque no sean de la misma Congregación, tienen tal espíritu de piedad y tal prudencia, que son garantía de merecer nuestra confianza. Por lo tanto, oh mis queridos, con prudente delicadeza y con bellas maneras, exhortaréis a vuestros hermanos, principalmente a los sacerdotes a valerse preferentemente de confesores de la Pequeña Obra, y lo mismo haréis con los clérigos que hayan hecho votos. La unidad de espíritu y de dirección es para una comunidad religiosa tan gran ventaja, que no nos deben parecer graves los sacrificios para procurásnola.
Elegido un buen confesor, no se cambie por otro con facilidad y ligereza; quien cambia de confesor sin verdadera necesidad, no aprovecha en la vida religiosa antes por lo general, temina mal; de igual modo que áquel que cambia de continuo de médico, termina por no saber que remedios podrá tomar y corre peligro de terminar muy pronto. De este modo, oh mis sacerdotes, aconsejad a nuestros clérigos y alumnos.
|p6 Luego, cada cuatro meses, o sea, tres veces al año, sacerdotes, clérigos y novicios, aspirantes y cuantos pertenecen o deseen formar parte de nuestra Congregación, se harán extender por sus confesores una declaración de haberlos oído semanalmente en confesión. Mediante los respectivos directores, las declaraciones serán enviadas a Don Sterpi. La obligación da comienzo desde el primero del próximo septiembre, para todos, empezando por mi mismo. Por lo tanto, los primeros certificados deberán ser enviados en la primer decena del próximo enero.
En las cuatro Témporas, como ya se ha dicho, se aconseja acudir a otro confesor.
¿Por qué la confesión frecuente es poco fuctuosa? Lo dice el P. Faber: por falta de pureza de intención. Hay que mirar única y simplemente a Dios. Que se establezca un día de semana, que no sea el sábado a ser posible, y se acuda a confesarse para hacerse más aceptos a Dios, para crecer en la gracia, en la generosidad y la constancia.
|p7 Que los Superiores se guarden mucho de inducir a las personas que de ellos dependan, a manifestaciones de conciencia. Sin embargo, los sacerdotes, los clérigos, los aspirantes de la Pequeña Obra se abrirán con la mayor confianza filial a sus directores y superiores. Es conveniente, si no tal vez necesario y obligatorio, que se les exponga toda duda o ansiedad de conciencia. Est, además de las obligadas cuentas de conciencia mensuales, que se refieren especialmente a las cosas exteriores referentes a la salud y a la Regla.
Y en nuestros Ejercicios Espirituales y en los que se dan a los jóvenes de nuestras Casas, es mejor que siempre se comiencen pronto las confesiones, a fin de que cada uno disponga del tiempo que le sea necesario y para que la palabra de Dios encuentre de inmediato los corazones bien dispuestos, y la semilla celestial caiga en buen terreno y no entre espinas.
Os sigo en los Ejercicios, oh queridísmos, y ruego mucho por vosotros: acordaos de mi y de estos vuestros hermanos lejanos, pero unidos a vosotros en espíritu. Os animo y bendigo con todo el corazón en Jesús y María Santísima.
vuestro afectísimo
DON ORIONE O. D. P.
|C12
EL EJEMPLO DE LOS SANTOS
OBSERVANCIA DE LAS CONSTITUCIONES
PALABRAS DE ALIENTO
Buenos Aires, 7 de agosto de 1935. San Cayetano.
Carlos Pellegrini 1441
|p1 A mis queridísimos sacerdotes e hijos en Jesucristo.
¡La paz sea con vosotros!... En estos días en que sé que estáis reunidos en los Santos Ejercicios, siento particular necesidad de hallarme con vosotros, amados sacerdotes míos, y entretenerme con vosotros acerca de algunas cosas que interesan la santificación de nuestras almas, para mayor gloria de Dios, y el cumplimiento y observancia de cuanto se refiere a nuestra vida de Religiosos y a nuestra Regla.
y digo, que todo debe ser dirigido a la mayor gloria de Dios, según la gran expresión de San Pablo: "Omnia in gloriam Dei facite" (Cor, X-31).
|p2 Pero, in primis, ante todo, me complazco en haceros saber que estoy muy contento de vosotros, de vuestra obediencia a Don Sterpi, y de vuestro firme y sincero amor a nuestra Congrgación. No puedo explicaros cuánto esto me resulta consolador. Sé que entre vosotros se trabaja con buen espíritu, sé que afrontáis fatigas y sobrelleváis sacrificios no desdeñables, por amor a Dios, a la Santa Iglesia y a nuestra amada Congregación hasta el punto que de la totalidad de vosotros, bien se pudiera decir que sois en verdad los changadores de Dios. ¡Ah, cuánto agradezco y bendigo al Señor por ello! ¡Y cómo de corazón también os lo agradezco a vosotros! Hoy es San Cayetano, el Santo de la Divina Providencia, que vivió una vida apostólica celosísima, a quien la Iglesia llama "Venatur animarum". ¡Animo, mis queridos hijos: seamos también nosotros cazadores de almas! Oremos incesantemente y en espíritu de humildad; libertémonos cada vez más de las pasiones, esforzándonos diariamente con mayor ahinco para caminar por las huellas de los santos; vayamos tras el ejemplo y los pasos de los santos por la senda que fuera abierta por Jesucristo Ntro. Señor y también nosotros seremos apóstoles y conquistadores de almas. Si en estos Ejercicios ponemos la segur a la raíz de las pasiones y de la conscupicencia; si nos mantenemos valientes en la batalla, no hay duda de que veremos auxilium Domini super nos, y alcanzaremos la santidad. Dios no permite que seamos probados más allá de nuestras fuerzas, sino que hará que durante la batalla contemos con su ayuda y la asistencia de su gracia, a fin de que podamos sostener como aguerridos soldados de Cristo los embates del enemigo, y vencerlo con la divina potencia de Cristo.
Y no sólo vencerlo, sino aumentar nuestro fervor, nuestras virtudes y nuestro amor a Dios y a las almas, hasta llegar a ser aptos para salir a la conquista de los pueblos con caridad fraterna; viviendo humilde, caritativa y apostólicamente, en pobreza, sacrificio y santa alegría en el Señor. Tal, oh mis queridos, como vivió San Cayetano: como lucharon, vencieron y vivieron todos los Santos. Los cuales, como vivían la verdadera y perfecta caridad de Cristo, no se buscaban a sí mismos, sino únicamente deseaban que todo se hiciese y fuese para gloria de Dios: "¡Ad majorem Dei gloriam!".
|p3 Así debemos ser nosotros, oh mis sacerdotes e hijos: lámparas repletas de buen aceite, de aceite de piedad; lámparas no vacías o apagadas, sino que arden y resplandecen y se consumen arrojando luz de fé, calor y fuego de caridad divina. ¡Ah, el fervor grande de los Santos! ¡Qué emulación en la virtud! ¡Qué flor de disciplina! ¡Qué respeto, quéobediencia, qué amor en todos ellos para sus santas reglas!
¿Y nosotros? ¡Ah, obremos nosotros también así, como ellos lo hicieron! Solamente de esa forma satisfaceremos a nuestra vocación, oh queridísimos sacerdotes míos, y no sólo nos salvaremos sino que nos haremos santos tal y como lo quiere de nosotros el Señor: esto es, amando tiernamente a nuestra Congregación y observando sus Constituciones. A la Congregación se la ama de verdad y tanto se la ama, cuanto se aman sinceramente y se practican con diligencia y buen espíritu sus Reglas. Toda regla es de gran importancia; pero nuestra pequeña y naciente Institución, precisamente porque se halla todavía en sus comienzos y en el período de fundación, de su formación, exige un mayor fervor y una observancia verdadera no puramente mecánica, sino de corazón: exige arrojo espiritual y santo respeto a todas sus reglas aún las más pequeñas.
Grande además y diré, singularísima es nuestra responsabilidad, oh mis queridos sacerdotes, puesto que todos aquellos que vendrán después, mirarán hacia atrás, mirarán hacia nosotros, que hemos sido los primeros llamados en el orden del tiempo: ellos se formarán sobre nuestros ejemplos.
|p4 Oh mis queridos, recordemos con frecuencia el fin por el cual hemos venido a la Congregación. ¿Por qué hemos abandonado el mundo? San Bernardo se decía con frecuencia a sí mismo: "Bernardo, ¿ad quid venisti?" ¿Hemos venido tal vez para llevar una vida cómoda? ¿Para hacer nuestra voluntad y vivir a nuestro talante? ¿Quizás para llevar una vida relajada? ¿Quizás para llevar una vida de libertad, para quedar apegados a las criaturas? ¿Para cultivar sentimentalismos y pasiones morbosas? O al contrario, ¿no hemos venido para seguir de más cerca a Jesucristo, dejando el mundo con sus halagos y vanidades? ¿Para vivir la vida de los consejos evangélicos, en humildad y obediencia, pobremente, como pobre nació, vivió y murió Cristo Señor Nuestro? ¿No hemos venido para llevar una vida de pureza y santidad? Porque donde hay pureza, hay santidad, y Jesús es el Cordero de Dios que se apacienta entre lirios. ¿No hemos venido, acaso, para seguir la voz del celeste llamado de la vocación y asegurarnos así nuestra salvación eterna? ¿No es cierto que hemos querido secundar la invitación de Jesús, que dijo: "Quien quisiere venir en pos de Mi, niéguese a sí mismo abrace su cruz día por día y sígame"?... Sí, oh hermanos, recordémoslo siempre: nosotros nos hemos hecho religiosos para abandonar el mundo; nosotros, al dar las espaldas al mundo, hemos entendido y querido vivir en Dios, convertirnos no en hombres mundanos, sino en hombres de Dios, verdaderos siervos y seguidores de Jesucristo, imitadores de Cristo. Al hacernos Hijos humildes de la Divina Providencia, hemos entendido vivir una vida de fe, de caridad, y hacernos amantísimos del Papa y de aquella Santa Iglesia Romana, la cual solamente es la Madre y Maestra de todas las iglesias; la única guía veraz e infalible de las almas como de los pueblos, tanto en lo referente al dogma como a la moral cristiana; única depositaria de las Sgdas. Escrituras, única y sola intérprete de aquellas, única depositaria de la tradición apostólica y divina.
|p5 A esta Santa Madre Iglesia y a su Cabeza, único y universal Pastor de pastores, Obispo de los obispos, Vicario único y solo de Jesucristo en la tierra el Papa, yo y vosotros nos hemos entregado por toda la vida y hasta más allá de la muerte, para vivir de su fe, de su amor, en plena obediencia y acatamiento a El, con entera y filial dilección no inferior a la de nadie. Nuestra misión es hacerlo conocer, hacerlo amar, especialmente por el pueblo y por los hijos del pueblo; es vivir a sus pies nosotros, y anhelar y trabajar para conducirlos a todos, más que a sus pies, a su corazón de Padre de las almas y de los pueblos. Nos hemos, pues, consagrado a Jesucristo, al Papa, a la Iglesia, a los Obispos, para ofrecerles amor, ayuda, aliento, como humildísimos y devotísimos siervos e hijos; con voluntad decidida e irrevocable de todos sacrificarnos por ellos, de inmolarnos por el Papa y por la Iglesia, viendo en el Papa al mismo Jesucristo, y en la Iglesia a la Esposa Mística de Cristo, la Obra y Reino visible de Cristo en la tierra, para alacanzar, de este modo coronam vitae et sempiternam felicitatem. Con nuestro holocausto, con nuestra consumación por el Papa y por la Iglesia, no buscamos otra cosa sino atraer a los humildes, a los pequeños, a las turbas hacia el Papa y a la Santa Iglesia.
|p6 Ahora bien, oh mis queridos: en estos Ejercicios, yo y vosotros debemos reabastecernos de aceite, animarnos, fortalecernos en la renovación religiosa de nuestra vida espiritual; debemos mirar el fin para que hemos venido a la Congregación; recordar el objeto principal que se ha prefijado nuestra Congregación. Y proponernos cada uno de nosotros ser o volver a ser tales, como para responder a la gracia de nuestra especial vocación y a la meta que la Pequeña Obra de la Divina Providencia se ha propuesto alcanzar. Y esto lo debemos conseguir cueste lo que cueste, ayudados de la divina gracia, usque ad mortem et ultra! Por eso es que debemos desear la más exacta y devota observancia de las Constituciones, no deteniéndonos en la letra, sino viviendo la letra con exactitud, y sobre todo en su espíritu.
|p7 ¡Oh, cuan bella y dulce cosa es vivir juntamente como verdaderos hermanos, humildes, piadosos, como verdaderos religiosos; vivir unidos la vida de piedad, de templanza; de trabajo, observantes de la Regla, devotos, estrechamente unidos, compadeciéndonos mutuamente, dándonos mutuamente buen ejemplo de edificación! ¡Ah, queridos míos, si amamos a Dios y a la Iglesia, si amamos a nuestra alma y el bien y el porvenir de nuestra Congregación, cuidemos, sobre todo en nosotros mismos, la observancia de las Reglas y atengámonos en todo a la Regla! Hemos puesto la mano al arado; permanezcamos fieles y firmes en los santos propósitos y votos; continuemos perseverantes y sigamos adelante viviendo el espíritu verdadero y la vida de la Congregación, como fervorosos religiosos, como verdaderos hijos de la Divina Providencia: puros, humildes, sencillos, caritativos: que ninguno de nosotros se vuelva atrás por amor a sus parientes o al mundo; que ninguno vaya a perderse tras los afectos de la carne o de la sangre; que ninguno vaya a terminar en el mundo falaz y engañador, porque bastante mal habría de encontrarse en punto de muerte. Nos costará sacrificios, nos costará sufrimientos, nos costará dolores, hambre, sed y quizá humillaciones, el resistir y permanecer fieles; pero, aunque nos costase la vida, que ninguno abandone su vocación! ¡Dios nos ayudará!
Maneamus in vocatione qua vocavit nos Dominus: et satagamus ut PER OPERA BONA vocationem et electionem nostram certiorem faciamus... Nam quod Deus avertat si nos posuerimus manum ad oratrum, et respexerimus retro, apti non erimus Regno Dei!
|p8 Y no solamente conservemos la vocación, sino ¡vivamos la vocación! Ciertamente no viven la vocación los tibios, ni los descuidados, ni los que se apartan del espíritu y de la vida mortificada, humilde, activa de la Congregación; no la vivirían los que divagaren entre ideas y sentimientos aseglarados, indignos de los buenos religiosos, ni los relajados y aquellos que se excusan de la observancia de las Reglas y huyen de la mirada de los Superiores. Debemos vivir la vocación de religiosos seriamente, como religiosos que quieren de verdad santificarse y santificar a las almas; como religiosos que saben vencerse y negarse a sí mismos, como religiosos que tratan de observar las promesas sagradas y los votos mediante los cuales se han entregado y consagrado al Señor. Recordemos durante estos días y siempre que la vocación hay que vivirla y actuarla, y que éste es un deber de conciencia; recordemos que tanto mayor provecho haremos, cuanta mayor violencia hubiéremos sabido imponernos, sobre todo venciendo nuestra tibieza; recordemos que sin esfuerzo del ánimo, no existe virtud. Jesús ha dicho: "Regnum coelorum vim patitur". El reino de los Cielos pues, lo conquista sólo quien sabe hacerse violencia, quien sabe vencerse y negarse a si mismo con la ayuda de Dios y orando. Y todavía recordemos también, que quien hace oración, mantiene su vocación, adelanta y se perfecciona en la virtud y llega a ser santo, o sea alcanza un gran amor de Dios; pero quien no hiciere oración, fracasaá y traicionará su vocación miserablemente. Por lo demás, ¿podremos pretender ir al Paraíso en carroza?... Por cierto no nos hemos hecho religiosos para gozar, sino para ganar méritos para la eternidad; para seguir a Cristo en la renuncia continua de nosotros: quotidie; para abrazar por amor de Dios nuestra cruz, o sea, para padecer con Jesucristo aquí, con el fin de triunfar mañana con Cristo en el más allá.
|p9 Por lo demás sabemos que la observancia de las Reglas cuesta trabajo sobre todo para quien las observa de mala gana, para quien hace las cosas de cualquier modo, sólo por hacerlas (cuando no puede eludirlas); para quien ama el espíritu adormilado y lánguido; para quien ama vivir sin disciplina, y se encuentra intranquilo, porque no está de acuerdo ni con su conciencia, ni con el Señor, ni con los Superiores. Pero para los que son diligentes, para los que aman verdaderamente a Dios y el bien de su propia alma, que aman realmente a Jesús, a la Iglesia, a la Congregación, y los aman no con ánimo mezquino, sino con gran corazón, con generosidad grande, sin límite y tal como deben ser amados, la observancia de la Regla les resulta suave y ligera; "Jugum meum suave est onus meum leve" es un peso ligero.
|p10 ¡Animo, pues, y adelante! ¡Adelante in Domino por el camino santo por donde ya pasó Jesucristo, por el cual ya pasaron los santos y varios de nuestros hermanos Sacerdotes, Hijos no indignos de la Divina Providencia, los cuales nos han precedido a la Patria celestial y a la corona sempiterna. Que si por ventura hubiésemos aflojado y languidecido en nuestro camino hacia Cristo y por Jesucristo "admone te", nos dice a mí y a cada uno de vosotros la Imitación de Cristo "Admone te, excita teipsum". Reprochémonos nuestra pusilanimidad, nuestra frialdad, nuestro camino lento y torcido, nuestras incertidumbres en la vida religosa y sacudámonos! - Excita teipsum! - Despertémonos y humillémonos ante el Señor, pero sin desalentarnos, no! Humillarnos, sí! Desalentarnos nunca! - Levantemos los ojos y el corazón a nuestra Madre, la Virgen SSma. invoquémosla, prometiéndole amar más y mucho, pero mucho, mucho, mucho a su Divino Hijo, Nuestro Señor, y a Ella, nuestra Santa Madre, y a la Iglesia y a la Congregación.
|p11 Y digámosle que queremos ir al Paraíso con Ella; que por amor a Dios y a Ella, queremos ser cuales Jesús nos quiere; que por el gran bien que nos espera, queremos afrontar cualquier sacrificio, gozarnos en las tribulaiones, desear todas las cruces, confiados en el auxilio del Señor y sostenidos por la mano maternal de Ella, María Santísima. San Francisco de Asís decía: "¡Bendito sea el religioso que observa sus santas reglas! Ellas son el libro de la vida, la esperanza de la eterna salvación, la médula del Evangelio, el verdadero camino de la perfección, la llave del Paraíso, el pacto de nuestra alianza con Dios". ¡Oh, si seáis muy especialmente y tanto más benditos vosotros todos, mis hermanos religiosos, cuánto más cuidado pongáis en observar la santa Regla! Pero no quiero terminar, oh queridos y amados, tan amados, hijos míos en Jesucristo, sin deciros que, si me habéis amado en el pasado, queráis continuar amándome en el Señor todavía más en el porvenir, precisamente haciendo resplandecer en vosotros y en cada casa la perfecta observancia.
|p12 Vuestro Padre en Jesucristo está lejos; dadme, cada día más, este gran consuelo, y empeñaos para que todos crezcan en el espíritu de fe, de piedad, de humildad, de caridad, de observancia de las Constituciones. Yo - ciertamente no debo disimularlo - sufro y no poco por hallarme tan lejos, ni jamás os podré decir cuánto he sufrido en este último año. Por todo doy gracias y bendigo al Señor: me siento feliz y muy contento de poder padecer alguna tribulación, y ruego al Señor que me haga padecer más, pero que me asista con su santa gracia. ¡Si al menos me fuese dado poder reparar, en alguna manera, mis frialdades, ingratitudes para con Dios y mis pecados!... Dios me va despegando poco a poco de esta tierra y de mí mismo. Nada más deseo que amar a Jesús, a la Virgen, a la Iglesia, y servir como el último de todos a nuestra querida Congregación, mientras me quede un aliento de vida. Rogad por mi; yo por vosotros, mis queridísimos sacerdotes, ruego a todas horas. Deseo paresurar mi retorno, pero nadapuedo deciros de positivo. Pienso que Ntro. Señor me quiera aquí todavía durante algunos meses para consolidar las obras comenzadas. Me parecía conveniente propagar la Congregación también en otras Naciones de Sud América: vosotros me comprenderéis sin que mayormente me explique.
|p13 Aquí he hallado muchos consuelos y también ayuda: dejarlo todo ahora a medias, sin concluir, comprenderéis que no sería cosa seria, y que no puede ser. Pienso también que a mi edad, una vez que haya partido, será difícil que luego pueda volver todavía. Gracias a Dios tenéis ahí a Don Sterpi, en quien todos tenemos plena confianza y a quien grandemente estimamos; ¡ayudadle cuanto podáis! Escuchadle, obedecedle, apretaos todos sacerdotes míos, a su alrededor. Rogad por él como por mí, confortadle del mejor modo posible. Yo sé que él tiene mayor cuidado de vosotros y del bien de la Congregación. Si la Congrgación hubiere de pasar por pruebas y días dolorosos - por permisión divina - vosotros estrechaos más y más en torno a Don Sterpi y a nuestros sacerdotes más ancianos, con un corazón y un alma sola, como se lee en San Lucas (Act. Apos.) que hacián los primeros cristianos. De todas maneras acatad, ahora y siempre, todo cuanto la Santa Iglesia dispusiere de nosotros, sus humildísimos y obedientísimos hijos, ¡y orad!
Recordemos que a Jesús se le ama y se le sirve en la cruz y crucificados, y lo mismo a la Santa Iglesia: Ella con Jesús y María Santísima, sea siempre nuestro mayor y supremo amor.
|p14 En estos Ejercicios, sacerdotes míos, hermanos e hijos, haced acerca de cuanto acabo de escribiros, la más firme y eficaz resolución, a los pies del altar y sobre el altar. Permaneced firmes en la vocaciónn y en estos santos propósitos hasta la muerte. Y voy a teminar con las palabras que Don Bosco dirigió a los Salesianos en su testamento: "Vigilad y orad. Y haced que ni el amor al mundo, ni el afecto a los padres, ni el deseo de una vida más cómoda, os muevan al gran desatino de profanar los sagrados votos, violando así la profesión religiosa, con que nos hemos consagrado al Señor. Que ninguno retire cuanto ha dado a Dios". Y vuelvo a repetiros con él, que fué mi confesor y guía: "Si me habéis amado en el pasado, continuad amándome in Dómino en el porvenir, con la exacta observancia de nuestras Constituciones".
|p15 Y ahora, adiós, mis queridos hijos! No pudiendo ir yo todavía para la Virgen de la Guardia, os envío a Don Penco, Superior General de la Congregación de San Pablo (Obra del Cardenal Ferrari). El llegará a Nápoles a bordo del "Neptunia" el 20 de agosto, y el 29 estará con vosotros todos en la fiesta de la Guardia en Tortona. ¡Es un querido santo amigo! Os llevará una carta mía, escrita a toda prisa, sólo unos momentos antes de que partiese. Se la entregué a bordo yendo a despedirle, y le he dado un abrazo "in osculo sancto" para que se lo lleve a Don Sterpi y en él, a todos vosotros. Yo haré la Novena de la Guardia desde aquí y estaré con vosotros con todo mi corazón y con toda mi alma. Y ahora, roguemos y vayamos adelante practicando el bien comenzando desde estos Ejercicios.
¡Gratia et benedictio Domini Nostri Jesu Christi sint semper nobis um!
Vuestro afectísimo
SAC. JUAN LUIS ORIONE
de los Hijos de la Divina Providencia
|C13
CONSEJOS DE DISCIPLINA RELIGIOSA
Instauare ommnia in Christo
Buenos Aires, 14 de agosto de 1935
Carlos Pellegrini 1441
|p1 Mis queridos sacerdotes, nos saludaremos siempre así: "La paz sea con nosotros", como dijo Jesús, y esto no sólo entre nosotros, sino también con los seglares, sean hombres o mujeres de cualquier condición.
Vestiremos hábitos sencillos, limpios, pero que revelen pobreza y humildad. El primero de nuestros sacerdotes que se me presentó adelante vestido, no como pobre hijo de la Divina Providencia, es ahora un apóstata de la Congregación y ocupa un puesto y goza de un beneficio que no es suyo sino de la Congregación: Dios use con él de misericordia. Que se ayune los viernes, y quien quiere y se lo consienta su salud, que se mortifique también el sábado ayunando y que todos hagan el sábado algún acto de mortificación. Guardémonos del espíritu mundano y aseglarado, y no salgamos sino por necesidad, y solo y siempre con permiso del Superior local, al cual se ha de decir adónde se va, y presentémonos al tornar en casa. Y que se salga sólo con permiso.
|p2 Alejemos de nosotros todo espíritu de discusión y de porfía; hagamos siempre uso de modales y palabras que inspiren espíritu de humildad y caridad; edifiquémonos fraternalmente con humildad y dulzura; seamos modestos, discretos, educados, pero sin afectación.
No se tenga dinero, sino que se viva en verdad el espíritu y la vida de la santa pobreza. No se creen fácilmente necesidades; economícese un poco más, pero sin tacañería. Dese cuenta de los gastos, y seamos en todo precisos y delicados.
|p3 Usemos de la mayor caridad con los enfermos, pero no seamos "salutistas", ni exijamos de la Congregación lo que no hubiéramos tenido en nuestra familia, o que fuese contrario al espíritu religioso. Ofrezcamos a los enferrmos aquellos cuidados que desearíamos se nos ofreciesen en nuestras enfermedades. Veamos en los enfermos a Jesús mismo.
Recemos por nuestros queridos difuntos. Este año particularmente por Pascuarone, por los Clérigos Scoccia y Toso, por el Patriarca, por Mons. Grassi nuestro Obispo, por la madre de Don Adaglio, por el padre de Don Masci, por la madre de Don Severo Ghiglione, por la bienechora de Magreta: y otros habrá que siento no recordar, porque tengo la cabeza cansada.
|p4 Hoy envío una cara a Bra. Es la cuarta. Procurad que Don Penco vaya para el día 29; porque me escribe desde el barco que irá el 30; quizá que no haya comprendido que es el 29. ¡No tengo más tiempo! Rogad por mi, todos. Tengo mucho, mucho trabajo. ¡Deo gratias!
Por aquí todos bien.
NOTA: Esta carta no lleva la firma de Don Orione.
|C14
Buenos Aires, 8 de diciembre de 1935.
Carlos Pellegrini 1441.
"Pequeño Cottolengo Argentino".
¡ALMAS Y ALMAS!
|p1 A los Religiosos y Religiosas de la Pequeña Obra de la Divina Providencia.
¡La gracia del Señor y la paz, cantada por los Angeles en el Portal de Belén, sean siempre con nosotros!
Queridísmos Hemanos míos, Sacerdotes y todos vosotros que sois mis hijos en Cristo, y también vosotras oh Religiosas, buenas hijas de Dios: he aquí que vengo en el Señor, a presentaros mis felicitaciones de Navidad.
Al acercarse el día tan alegre y saludable para el mundo entero, mil afectos, a cada cual más dulce, florecen en nuestros corazones, y al canto angelical del "Gloria in excelsis Deo" nos sentimos profundamente conmovidos.
¡Estamos en Navidad! ¡Cordiales y celestiales augurios a todos y a cada uno de vosotros desde lo íntimo de mi alma!
|p2 ¡Ah, cómo se consuela y se ensancha el corazón al releer en estos días, la célebre profecía de Miqueas:
"Y tú, oh Belén, tú eres pequeña entre mil de Judá; pero de tí vendrá Aquel que ha de ser dominador de Israel y cuya generación es desde el principio, desde los días de la eternidad".
Según estas formales palabras, unánimemente se retenía que en Belén había de nacer el Mesías.
Y agragaba el Profeta: "...El será glrificado hasta los últimos términos de la tierra. Y El será la Paz".
El Mesías, pues, no sólo es pacífico y príncipe de la paz, sino que es la Paz.
|p3 ¿Pero cómo sería posible que naciese El en Belén, si María, la Madre, habitaba en Nazaret? La Divina Providencia ya se encargará de resolver estas dificultades: las mismas potestades de la tierra se convertirán en ejecutoras de los decretos de Dios.
En Oriente y en Occidente reinaba entonces César Augusto: las naciones más orgullosas de su independencia habían caído a los pies del vencedor, sometidas por las legiones de Roma invencible. En todo el Imperio reinaba la paz. En las monedas acuñadas con la efigie de Augusto, se leía: "SALUS GENERIS HUMANI". Pero no será Augusto la salvación del género humano: ¡EL SALVADOR DEL MUNDO ES CRISTO!
|p4 Se había promulgado un Edicto del emperador, ordenando un Censo General de la población; todos debían inscribir su nombre, cada cual en la ciudad de dode traía origen su famailia. María y José, ambos descendienntes de David, se vieron obligados a trasladarse a Belén, donde había nacido su glorioso Antepasado.
Eran pobres. Llegaron allá deshechos por el cansancio, después de veintitrés leguas de camino.
Llegaron cuando caía la noche.
La Virgen María y José llamaron en vano a todas las puertas. Se les rechazó hasta en la hospedería pública: eran pobres y no había lugar para ellos. Entonces salieron de la ciudad y al decubrir una pequeña covacha junto a una roca, allí se detuvieron. Era a manera de un establo, en el cual se refugiaban pastores y ganados. Había paja y un destartalado pesebre.
Y sucedió que en aquella cueva abandonada, hacia la media noche, nació Jesús.
Y María, su Madre Le adoró. Lo estrechó contra su corazón, lo envolvió con pobres pañales y lo colocó en el pesebre.
|p5 En la misma región había pastores, que velaban cuidando sus ganados, gente sencilla y buena. Un resplandor los deslumbró, y se apareció un Angel del Cielo que les dijo: Os traigo la nueva del mayor gozo que tendrá todo el pueblo: hoy os ha nacido el Salvador, que es el Cristo o Señor, en la ciudad de David. Y he aquí la señal; hallaréis a un Niño, envuelto en pañales, reclinado en un pesebre.
Y súbitamente se unió al Angel una multitud de las celestiales milicias, que alababa al Señor, cantando: ¡GLORIA A DIOS EN LAS ALTURAS Y PAZ EN LA TIERRA A LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD!
Y aquellos pastores, estupefactos, acudieron con presteza y alegría, y en efecto, hallaron al Niño en el pesebre. Y, a su vista, reconocieron en El al Salvador: Salus generis humani, y le adoraron glorificando al Señor.
Aquel Niño, nacido en un miserable portal, es la verdadera y única Salus generis humani: su Nombre es más grande que el nombre de Augusto. El fundará un reino más extendido que el imperio de los Césares.
Y la humanidad contará sus fastos gloriosos, no ya desde el origen de Roma, sino desde Cristo, el Hijo de Dios, en quien serán bendecidas todas las naciones de la tierra.
|p6 Y desde entonces, oh mis queridos hijos, al retornar cada año aquella noche entre todas bendita y sacratísima, los discípulos de Jesús van repitiendo con amor el cántico de los Angeles: ¡Gloria in excelsis Dei et in terra pax! Y se saludan con los más fervientes votos de santa alegría.
Y he aquí, oh hijos míos y buenas hermanas, por que también vuestro padre desde tan lejos, llega hasta vosotros para ofreceros sus felicitaciones y a traeros la santa bendición de Navidad.
El no tiene mayor deseo que éste: que todos, unidos concordes, busquemos siempre más la mayor gloria de Dios, a semejanza de los Angeles en lo alto de los Cielos: o sea en las almas puras y espirituales, en las cuales, mediante buenos y santos pensamientos, nunca debe callar el cántico de alabanza, de acción de gracias y de ofrecimiento. Y que hayáis de conservar siempre entre vosotros todos, como ahora, una unión y paz perfectas; la paz de Jesucristo, que es el fruto de la caridad, y según la expresión de la Escritura, la belleza de la paz: "in pulchritudine pacis".
¡Oh Hijos de la Divina Providencia, cuán bella es nuestra fe y la caridad fraternal que nos une en un corazón y en una sola alma, a los pies de Jesús! Ninguna distancia nos impide cantar juntos: ¡Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad!
|p7 Y que juntos caminemos también. ¡Es tan animador! Y que caminemos a toda prisa también nosotros y vayamos a Jesús, glorificando y alabando al Señor. Jesús, Salus generis humani, es nuestro Dios, es el único Salvador de todo el género humano. Del Señor es la tierra y todo cuanto ella encierra: el Señor ha venido a salvarnos, y nosotros correremos al encuentro de los resplandores de su gloria. Y reinará sobre nosotros el Salvador del mundo: Salus generis humani.
Su trono no vacilará, porque fué preparado ab aeterno. He aquí que viene el gran Rey invencible: Salus generi humani.
Adoremos, oh hermanos e hijos míos, a nuestro gran Dios y nuestro Salvador, y en esta su Navidad abandonémonos al mayor gozo santo del espíritu, a los más vivos transportes de dulcísima alegría y de amor.
Patriarca y Profetas lo contemplaron en espíritu y se regocijaron. Era entonces una esperanza, una promesa, un rayo de luz. Pero, ¡qué sentimientos de inefable reconocimiento no debemos tener nosotros, oh hijos míos, que poseemos aquel Bien que ellos tanto suspiraron, y que no vieron sino de tan lejos!
|p8 ¿Y quién podrá decir el amor que Jesús nos revela en su Nacimiento?
Guiados por la luz de la fe, adoremos la infinita majestad de Dios, escondida bajo el velo de la infancia; que este prodigio de omnipotencia y de amor encienda en nuestros corazones la llama de la más ardiente caridad!
¡Ah, Señor! Vuestro Nombre es admirable sobre toda la faz de la tierra: Vos sois verdaderamente el Dios de las maravillas; pero excede a toda maravilla el contemplar al Omnipotente hecho Niño, y en un pesebre, por amor a mí, pecador.
¿Qué habrán dicho los Angeles que no os habéis hecho Angel, sino hermano nuestro, despojado de toda gloria, niño, débil, humillado, abandonado?
¡Oh caridad de Nuestro Señor!
¡Oh grandioso triunfo del amor de Dios! Misterio tan grande y tan dulce, que la Iglesia para expresarlo dice que en el nacimiento de Cristo, los cielos destilaron miel.
Bien se comprende el gozo de que se inundaron un San Gerónimo, un San Francisco de Asís, y otros Santos, cuando llegaron a orar en el portal de Belén. El "todo seráfico en fervor", San Francisco, quedaba arrobado en éxtasis celestial, cada vez que hablaba del Niño Jesús. Y, alma altamente mística y poética, quiso hacer en los bosques de Greccio la primera representación pintoresca del Pesebre viviente.
¿Hay por ventura alguna cosa más dulce, o que más anime para vivir en humildad y amar a Dios en santa pobreza, con alegría y gozo sereno, que la sonrisa del Niño Jesús?
|p9 ¿Hay en el mundo algo que conmueva y haga llorar con un llanto más sinceramente sentido y más consolador, como aquel rostro, embeleso de los Angeles, y reflexionar que un día aquel rostro santo habrá de ser golpeado y desfigurado, cubierto de esputos y de sangre?
¡Y con qué corona será traspasada aquella frente divina!... ¡Y las manos y los pies y el Corazón!...
¡Ah, Jesús, Rey de amor que nos has amado más que a tu vida!, ¿cómo podremos permanecer insensibles? ¿No has Tú venido a sufrir por nosotros, a cargar con nuestras miserias, a reparar nuestros pecados, a rescatarnos y a librarnos de nuestros males? ¿No has venido Tú para inflamarnos de amor divino?
Tú has venido para todos, para los grandes como para los pequeños; para dar paz, salvación y amor sin límites a todos los hombres de buena voluntad, ¡JESUS SALUS ET AMOR GENERIS HUMANI!
|p10 Y a fin de que aprendamos a amarle sin reserva, sin interrupción y perfectamente, Jesús nos llama junto al Pesebre, omo un día llamara a los pastores: en la escuela de Belén es donde quiere infundir en nosotros su espíritu, y atraernos a la belleza de la humildad, de la pobreza, de la caridad; quiere infundir en nuestros corazones el reinado de estas tres grandes virtudes, sin las cuales, oh hijos míos, nunca seremos verdaderamente sus discípulos.
Y con esas tendremos las demás virtudes, como siervas suyas: la obediencia, la piedad, la mortificación, la pureza, la paciencia, la dulzura, el amor fraternal.
Roguémosle que nos inspire una viva compunción de nuestros pecados; que no permita en nosotros apego alguno el mundo, sino que nos llene de su espíritu, y El sólo reine en nuestros afectos, en nuestros pensamientos, en nuestras acciones, a fin de que El esté todo en nosotros y nosotros todos en El.
¡Oh mis queridos hijos!, postrados como los pastores a los pies del Niño Jesús, digámosle: ¡Ven, oh Jesús, toma posesión y reina soberano en mi alma!
¡No quiero ser sino de Ti solo: Tú eres mi Dios, ven, oh Jesús ven! Yo me atrevo a extender mis manos hacia Ti; pongo mi vida y mi corazón a tus pies: ¡Tú eres mi Amor, Tú eres el latido y el alma de mi alma! ¡Ven, mi Jesús, ven!
|p11 Y, de nuevo, feliz Navidad a todos!
Recibo siempre con mucho placer vuestras cartas individuales y colectivas: sobre todo, os quedo muy reconocido por las oraciones y Comuniones.
Siempre os recuerdo, siempre os tengo ante mis ojos; pero de un modo especial en estas dulces solemnidades de Navidad, rogaré al Niño Jesús que se digne derramar sobre todos vosotros, queridos Sacerdotes, Clérigos, Ermitaños, Aspirantes y buenas Hermanas, la abundancia de sus gracias.
Comenzando por el amadísimo Don Sterpi y los más ancianos, os abrazo in osculo Christi, uno a uno, mis muy queridos sacerdotes: recordadme en la Santa Misa, como yo lo hago siempre por vosotros. ¡Feliz Navidad y feliz Año Nuevo!
Feliz Navidad a las Hermanas de las diversas Familias Religiosas. A todas les envío la santa bendición. Tengo necesidad de que se ruegue incesantemente por mí.
|p12 Nuestros Hermanos de aquí y también las Hermanas se encomiendan vivamente a vuestras oraciones: os saludan en el Señor y os envían santos augurios y los mejores votos.
Amémonos todos mucho in Domino, y trabajemos para su mayor gloria, humildísimos a los pies de la Santa Iglesia, de los Obispos y del Papa, íntimamente unidos: cor unum et anima una, sin desanimarnos jamás por las dificultades y pruebas dolorosas que Dios, para bien nuestro y de la Congregación, creyese conveniente permitir.
Jesús Niño difunda en nosotros y en las Casas de la Congregación las más santas Bendiciones de Navidad.
La Santísima Virgen aliente a mí y a vosotros; reavive en todos el espíritu religioso, y a todos os bendiga, mientras con todo su corazón os bendice vuestro afectísimo como Padre en Jesucristo.
Sacerdote LUIS ORIONE
|C15
PASCUA DE RESURRECCION
Buenos Aires, Carlos Pellegrini 1441
Abril de 1936
¡ALMAS Y ALMAS!
|p1 A los Religiosos y Religiosas de la Pequeña Obra:
A los Amigos, Bienechores y Bienechoras:
A nuestros queridos alumnos y Ex-Alumnos:
A todos nuestros Pobres: a los huérfanos, a los sanos y enfermos.
A los jóvenes y ancianos, que viven en las Casas de la Congregación, bajo las alas de la Divina Providencia.
QUERIDISIMOS EN EL SEÑOR:
¡Pax vobis! La paz sea con vosotros!
Vengo a presentaros mis felicitaiones de Buenas Pascuas. Que ellas traigan a todos y cada uno de vosotros, las alegrías y los gozos de la Resurrección.
Cristo "nuestra Pascua" ha sido inmolado: el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, ha muerto y al morir, destruyó la muerte.
Pues El es Resurrección y Vida, y hoy ha resucitado glorioso y, al resucitar, renovó la vida.
|p2 ¡ESTAMOS EN PASCUA! Pascua en hebreo significa "pasaje" - y señala el tránsito del hombre caído, del estado de esclavitud por el pecado y la muerte, a la libertad de los hijod de Dios y a la posesión de una nueva vida de gracia.
Es Pascua ¡Hosanna al resucitado! ¡Aleluya, aleluya!
Este es el Día que ha hecho el Señor: gocemos y alegrémonos en él con actos de pureza y de verdad.
¡Aleluya! Alabemos y glorifiquemos a nuestro Dios, porque la Resurrección es la victoria de Cristo sobre el poder de las tinieblas; es el Rey Victorioso que sale del sepulcro, después de haber vencido a la muerte, y asciende para abrirnos las puertas del cielo.
Ya el Diácono de la blanca dalmática, ha anunciado a los creyentes la inefable alegría.
La Pascua es "la Fiesta de las fiestas", la "Solemnidad de las solemnidades", pues la Resurrección del Señor es el milagro por excelencia, el sello de nuestra fe en la Divinidad de Cristo.
¡ESTAMOS EN PASCUA! ¡Oh queridísimos: Aleluya, aleluya!
¡Paz a vosotros y paz a todos! Es la hora de los suaves y santos gozos, la hora del más espiritual de los consuelos" ¡Cristo ha resucitado! ¡Aleluya, aleluya!
¡Es Pascua! Abramos los ojos a la nueva luz, desprendámonos de toda debilidad e imperfeción moral; elevémonos, oh mis queridos de las ansiosas solicitudes de esta miserable vida, a los goces de la vida bienaventurada. ¡Arriba los corazones, oh Hermanos, arriba, arriba!
|p3 ¡CRISTO HA RESUCITADO! ¡Ah, que resurja Cristo también en nosotros, si por ventura hubiésemos tropezado a lo largo del camino; que viva en nosotros con su gracia, y que nosotros vivamos en El y de El, porque afuera de El no hay vida ni consuelo que valga! ¡Vivamos de Cristo y hagamos vivir a todo el mundo de Cristo!
Y que la victoria del Señor sea también nuestra victoria, y la muerte sea, también para nosotros un pasaje a la vida nueva, y pueda un día hacernos gloriosos este cuerpo que la tumba sólo rcibirá en depósito.
¡CRISTO HA RESUCITADO! Pero sigue quedando entre nosotros; queda siempre con nosotros para enjugar nuestras lágrimas y trocar en amor nuestros dolores.
|p4 Elevemos los ojos de la fe, oh hermanos, he aquí a Cristo que viene, vivo entre vivos, para darnos vida con su vida, en la efusión copiosa de la redención.
Viene radiante, envuelto en el gran manto de la misericordia, y adelanta amable y poderoso "coronado con aureolas de victoria".
Avanza al grito angustioso de los pueblos: Cristo viene llevando sobre su Corazón a la Iglesia, y en su mano las lágrimas y la sangre de los pobres; la causa de los afligidos, de los oprimidos, de las viudas, de los huérfanos, de los humildes, de los despreciados.
Y tras de Jesús, se abren nuevos cielos: ¡es como la aurora del trinfo de Dios! Son gentes nuevas, nuevas conquistas; es todo un triunfo, jamás visto, de grande y universal caridad; porque el último en vencer es El, Cristo y Cristo vence en la caridad y en la misericordia.
Porque el porvenir le pertenece a El, a Cristo, Rey invencible, Verbo Divino que regenera, camino de toda grandeza moral, Vida y surgente viva de amor, de progreso, de libertad y de paz.
|p5 ¡CRISTO HA RESUCITADO! ¡Exultet!
Hosanna a Cristo: entonemos también nosotros el magnífico himno, el himno triunfal de la resurrección cantado por el gran Agustín.
¡EXULTET! Regocíjese pues la turba angélica de los cielos; resuene la trompeta de la salvación, y levantémonos todos para saludar el triunfo de Cristo Rey, que ha reinado desde la Cruz.
¡EXULTET! Goce la tierra en toda su extensión, irradiada por tantos fulgores y, limpia de las tinieblas del mundo, siéntase al fin libre y salva; aprenda a Cristo, respire el espíritu de Cristo y vívalo, en un grande amor a Dios y a los hombres, en la ciencia de la caridad.
¡EXULTET! Alégrese la Santa Iglesia, fundada sobre la piedra de Pedro, adornada y bella de luz tan maravillosa, y la vastidad de sus templos resuene de las voces de los pueblos jubilosos.
¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
Magnifiquemos al Señor en la gloria de la resurrección, caminemos confiados hacia la celestial Galilea, adonde Jesús nos precede, alimentados con los Sacramentos Pascuales, que la Iglesia, la gran Madre de la Fe y de las almas, consevadora de la Sangre incorruptible de Cristo, nos ofrece.
¡La Santa Iglesia! La Iglesia que única merece el nombre de Madre y de Iglesia: Iglesia Una y Universal que habla desde Roma la palabra infalible del "dulce Cristo en la tierra".
¡ESTAMOS EN PASCUA! ¡Buenas Pascuas a todos!
Y gloria, honor, amor, adoración a Tí oh Cristo Jesús, que Te dignaste morir y resucitar por nosotros. Y que nos has dado a la Iglesia, y el "Pastor de la iglesia que nos guía".
Infúndenos, oh Señor, en estos días, el espíritu de la caridad, y que la virtud del Sacramento Pacual persevere constante en nuestras almas.
|p6 Y ahora, voy a llegar a la palabra que tanto me conmueve: al adiós.
Adiós, queridísimos Sacerdotes míos, queridísimos Clérigos, Religiosos y Religiosas de la Pequeña Obra de la Divina Providencia, ¡adiós!
¡Rogad por el padre lejano, rogad por mi alma!
Recibid los más cordiales augurios de estos hermanos vuestros y de estas Hermanas en Cristo: no nos olvidéis en vuestras oraciones.
No creáis que yo no sufra por estar tan lejos de vosotros.
Todavía por algún tiempito, Dios dispone que sea así: el bien de nuestra querida Congregación, me parece que requiere este sacrificio. ¡Estemos contentos en el Señor! ¡El Señor lo tendrá todo en cuenta y estará con nosotros!
¡Adelante, hijos míos, adelante in Domino! ¡Mañana estaremos en el Paraíso!
Oremos, perseveremos en la vocación, y humildes y fieles a la Iglesia, sirvamos la causa de los pobres, que es la causa de Dios.
Neguemos continuamente de nosotros mismos; conformemos nuestra vida con la vida de Jesucristo, llevemos alegremente la cruz siguiendo a Jesús, viviendo como pobres hijos dela Divina Providencia, en humildad y gran caridad, no sólo a los pies del Vicario de Cristo y de los Obispos, sino también del Clero regular y secular. La Pequeña Obra debe ser a manera de un estropajo a los pies y bajo los pies de todos, por amor a Dios bendito y para nuestra santificación.
Que todos vosotros, Religiosos y Religiosas, podáis sentir en estos días las divinas consolaciones que en la resurrección de Cristo sintieron María Santísima, los Apóstoles, los Discípulos del Señor y las piadosas Mujeres.
¡Siempre estoy con vosotros! ¿Cómo podría olvidaros? ¿Quedarme espiritualmente lejos de vosotros? ¿Y cómo podría orar, si antes no ruego por vosotros?
|p7 Para consuelo vuestro, os doy una linda noticia: acabamos de abrir en Rosario de Santa Fe, la segunda ciudad de la Répública, Escuelas Gratuitas en el barrio más pobre: son casi todos hijos de italianos: tenemos ya 450 alumnos. ¡Deo gratias! Aquí, además, el 30 de abril, fiesta de San José B. Cottolengo, presentes todas las Autoridades, se inaugurarán seis pabellones del "Pequeño Cottolengo Argentino", y la primera iglesia dedicada al Cottolengo: que yo sepa, no existe otra hasta el presente, en todo el mundo.
Me diréis: ¿Tiene deudas? No, no tengo ninguna deuda. ¡Son milagros de la Divina Providencia y del Cottolengo! ¡Demos gloria a Dios! Ha sido el corazón grande de esta noble Nación Argentina.
Este "Pequeño Cottolengo" ha surgido de la bendición del Excmo. Nuncio Apostólico y de los Arzobispos de Buenos Aires y de La Plata.
¡Demos gloria a Dios y tengamos gratitud eterna para con los Bienechors e insignes Bienechoras!
Algún extraño podrá pensar: - Si no tiene deudas, tendrá dinero. No, queridos, no tengo deudas y tampoco tengo dinero.
Hace meses, el Arzobispo de Milán, el Emmo. Cardenal Schster, después de haber visitado el "Pequeño Cottolengo Milanés", le dijo a Don Sterpi: - Escríbale a Don Orione, que si llega a tornar de América con dinero, no lo reconoceré más como Don Orione. Cuando me llegó este mensaje, he pasado un alegre cuarto de hora, porque precisamente en aquel momento me hallaba sin zapatos, obligado a no poder salir de la habitación.
Al darle las gracias al Venerado Eminentísimo, he podido tranquilizarlo, diciéndole, que si desde Italia alguna alma buena no pensaba en pagarme el pasaje de vuelta, no sé si, ni cuando podré retornar.
Inimicitiam ponam inter te et pecuniam, parece me hubiera dicho el Señor.
Como veis, queridísimos, estoy de muy buen humor: esto os hará comprender que tengo buena salud. Estad tranquilos, y siempre de humor alegre también vosotros: sirvamos al Señor alegremente.
Pasad Buenas pascuas, oh queridísimos, y... hasta vernos, si...
|p8 Bienechores y Bienechoras: Para vosotros mi ferviente y afectuoso saludo y mis más sentidos agradecimientos. Recibidlos tal como me brotan del corazón: sencillos, sinceros y profundos.
Dios os recompense porque, durante mi prolongada ausencia, no sólo no habéis abandonado nuestras instituciones de caridad y de cristiana y social educación, sino que además habéis rodeado de singular benevolencia y consolación a mis pobres sacerdotes y al querido Don Sterpi, y fuisteis también generosos en bondad hacia nuestras Hermanas, consagradas al cuidado de los pequeños y de los desamparados. Dignaos continuar en lo posible, vuestra colaboración y vuestra generosidad y seréis bendecidos por el Señor.
¡Yo no os olvidaré nunca, nunca! Ruego y rogaré siempre por vosotros, por vuestro espiritual provecho, por la prosperidad de vuestros intereses y la felicidad de vuestras familias.
|p9 Y ahora, a vosotros queridos Ex-alumnos: a vosotros oh jóvenes, que todavía estáis creciendo para la Religión, la Familia y la Patria, en nuestros Institutos, y sois parte tan importante de nuestra vida y de nuestro corazón: ¡Buenas Pascuas! Ruego por vosotros y especialmente por los de vosotros que están en Africa. ¡Oh, cuánto ruego por los soldados italianos que están en Africa!
Que el Señor vele siempre sobre vosotros, oh inolvidables Hijos míos en Cristo!
Aquellos de vosotros que ya son padres, que eduquen en el temor de Dios a sus hijos.
Todos, además, seáis amantes de vuestras familias; manteneos morales y buenos: vivid como verdaderos cristianos; rezad, frecuentad los Sacramentos, santificad las fiestas; no os avergoncéis jamás del Evangelio ni de la Iglesia: "Sin fuerza de ánimo, no hay virtud" ha escrito Silvio Péllico.
Tened el valor del bien y de la educación católica e italiana recibida!
Difundid el espíritu de la bondad; perdonad siempre, amad a todos; sed humildes, trabajadores, francos y leales en todo; de fe, de virtud y de honestidad tiene el mundo necesidad extrema.
...............................................................
|p10 Y a mis queridos pobres, ¿qué diré?
¡Dios sabe con qué amor me dirijo a vosotros! ¡Cuántas veces al día pienso en vosotros!
Puedo decir que os tengo siempre presentes; siento que os quiero en el Señor, ahora, que me hallo lejos, más que antes estando cerca, ¡y ruego por vosotros! ¡Cómo quisiera consolaros y pasar mi vida junto a vosotros, y serviros uno a uno, como se sirve a Jesucristo!
A veces os envío a mi Angel de la Guardia: ¿no lo sentís? Os lo envio para que os consuele, para sugeriros sentimientos de viva fe, de paciencia, de cristiana resignación, de amor a Dios, de devoción a la SSma. Virgen y Consoladora de los afligidos.
Si Dios lo quiere, espero volveros a ver pronto. Mi primera visita será para vosotros y os contaré tantas cosas lindas!... Estaré enteramente a vuestra disposición, mis queridos pobres, buenas ancianitas, queridos enfermos, mis amados ancianos, mis queridos huérfanos.
Regresaré y os traeré los regalitos de América, parte de los cuales os envían los pobres de aquí, nuestros hermanos de aquí. Oh, cuántas cosas tengo que contaros! ¿Sabéis que he estado en Chile y he volado en aeroplano por encima de altas montañas, más altas todavía que nuestros Alpes? Y volveré a Chile y la Divina Providencia abrirá en Santiago, que es la capital, un "Pequeño Cottolengo Chileno" y tendremos además otra casa cerca del mar, cerca de Valparaíso, el puerto más importante de Sud América en el Océano Pacífico. Pero haré pronto y volveré con vosotros; luego tal vez retornaré aquí de nuevo.
Entre tanto, seguid bien, portaos bien, haced muchas Comuniones por mi y rezad!
¡Os bendigo a todos, mis queridísimos pobres, y felices Pascuas!
Y aquí termino, porque si no, nunca terminaría. Ahora me dirijo a todos:
¡La luz de Cristo ilumine vuestros pasos, alegre y santifique toda nuestra vida!
Que esta Santa Pascua obre en nosotros una maravillosa renovación espiritual y nos transforme en Cristo!
Que la bendición del Señor descienda ampliamente sobre vosotros y sobre los seres que os son queridos, y sea una bendición grande, grande, grande como es grande el Corazón de Dios!
¡Aleluya!, Aleluya, Aleluya!...
¡Felices y Santas Pascuas a todos!
Vuestro afectísimo en Jesucristo y en la Santísima Virgen,
DON ORIONE
de la Divina Providencia
|C16
RECOMENDACIONES PARA LOS EJERCICIOS
Buenos Aires, 27 de junio de 1936 - Sábado
"Pequeño Cottolengo Argentino"
¡ALMAS Y ALMAS!
|p1 A mis queridos hijos en el Señor que se aprestan para entrar en los Ejercicios:
¡La gracia del Señor y su paz sean siempre con nosotros, queridos Hijos míos!
Como bien sabéis, nuestras Constituciones ordenan que "cada año" se hagan, durante ocho días, los Ejercicios Espirituales. Y que si algún religioso de los nuestros estuviera legítimamente impedido, o dispensado de hacerlos en común, se considere obligado a hacerlos luego en privado.
Esta fué la práctica desde un principio. Aún durante la guerra europea, no hemos dejado de recogernos juntamente, cada año, en los Santos Ejercicios a pesar de lo difícil y casi imposible de hacerlo en aquellos años, por el número limitadísimo de los Religiosos nuestros quedados en las Casas. Y los Ejercicios fueron siempre de inmenso provecho tanto para los Religiosos como para la Congregación, y de consuelo inefable, diría, porque vosotros comprendéis que "frater qui adjuvatur a fratre, quasi civitas firma".
|p2 He aquí que también este año hemos llegado a los Ejercicios Espirituales: ¡Deo Gratias!
¡Pensad, oh carísimos, con cuanto gozo desearía encotrarme junto con vosotros! Y también, hasta que punto me siento mortificado, habiéndolo tanto esperado. Sed, ¡fiat Voluntas Dei! No pongáis en duda que me hallaré con vosotros y entre vosotros, con toda mi alma y todo mi corazón, queridísimos hijos en Jesucristo, mientras que ya desde hace días y más de una vez al día, busco la manera de recogerme y hago oración, a fin de que estos Ejercicios Espirituales resulten de gran provecho para vuestras almas y sirvan de santificación para toda la Pequeña Obra de la Divina Providencia, a la que Dios misericodioso nos ha llamado.
Y proseguiré rogando sine intermssione, día y noche muy especialmente en el altar. Que todos os renovéis en el espíritu, firmemente decididos a amar y servir, Deo Juvante, a Jesucristo Ntro. Señor, y a vivir y morir por El, a los pies de la Santa Iglesia, en humildad y caridad grande, hasta el holocausto de nosotros mismos, de nosotros todos, entregados totalmente a la Divina Providencia y a la Virgen Santísima, Madre y Celestial Fundadora de esta Pequeña Obra.
|p3 Entremos en los Ejercicios con ánimo magnánimo, sólo con el deseo de conocernos a nosotros mismos y nuestras miserias; llorando nuestros pecados, resueltos a vencer nuestras pasiones con el auxilio divino que seguramente no nos faltará, si con verdadera compunción del corazón protestaremos a Jesús crucificado todo nuestro dolor y todo nuestro amor, llenos de abandono y confianza en su Corazón traspasado, abierto para nosotros.
Animo, queridos hijos míos: he aquí los días de salud, he aquí el tiempo aceptable. Calentémonos como el hierro en el fuego, amoldémonos recibiendo la forma que Dios quisiere; sacrifiquemos a Jesús nuestras cosas y nosotros mismos, y hechemos los fundamentos de nuestra santidad.
Y viniendo a recomendaciones más particulares, os exhorto y animo a la oración ¡Orad, orad mucho! Siempre, pero especialmente en estos días.
|p4 ¡Oración, oración, oración! Y silencio! Silencio absoluto, absoluto, absoluto. Si hablamos durante los Ejercicios Espirituales, Dios no hablará con nosotros! Y recogimiento, modestia; atención a la palabra de Dios, que viene a nosotros por medio de los predicadores.
Y recogimiento no sólo exterior, sino también interno, y silencio no sólo exterior, sino interior también.
Haced callar la fantasía, la loca de casa, de la que se sirve el demonio para impedir mucho bien y la reforma verdadera de nuestra vida. Durante los Ejercicios Espirituales, el enemigo de todo nuestro bien, muy astuto, con frecuencia nos lleva la imaginación a soñar cosas grandes y hermosísimas; proyectos para el futuro, castillos en el aire; pero todo es engaño e ilusión. Es el pérfido que se viste de luz y de ángel, para distraernos de echar los fundamentos de nuestra verdadera reforma religiosa, las bases graníticas de la verdadera perfección y vida interior.
|p5 Encomendaos mucho, mis queridos Hijos en Jesucristo, a la Virgen Santa y a los Santos Patronos y con generoso corazón demos principio a una vida toda conforme con Jesucristo, toda humildad, fe, sacrificio, mortificación, caridad, pobreza, obediencia sin límites y santidad porque esto es lo que quieren de nosotros y de la Congregación, Jesús y la Santa Iglesia. Veo que me falta el tiempo para enviar ésta por avión, escribiré luego con el primero que salga. A todos y a cada uno os pongo en manos de la Virgen SSma., y os envío una especialísima bendición. Jesús, Señor Ntro., nos abrase a todos, nos sostenga y bendiga a todos, de modo que templados en su espíritu e inflamados en su Caridad, vivamos y muramos por El, a los pies de la Santa Iglesia y del Santo Padre. Rogad por mí. Todos los hermanos os saludan en Cristo.
Vuestro afectísimo, Sac. DON LUIS ORIONE
d. D. P.
P/D: Escrita muy a prisa, pero estoy contento de haber podido escribir. ¡DEO GRATIAS! Estoy bien.
|C17
GENEROSIDAD Y ALEGRIA EN EL SERVICIO DE DIOS
Buenos Aires, 1 de julio de 1936
"Pequeño Cottolengo Argentino"
¡ALMAS Y ALMAS!
|p1 Mis queridos hijos en Jesucristo:
¡La gracia del Señor y su paz sean siempre con nosotros! "Cuado dos o tres se reunieren en mi Nombre - ha dicho Jesús - Yo estaré en medio de ellos". ¡Qué bellas y consoladoras palabras!
Pensad si la promesa de Jesús no habrá de verificarse en vosotros, mis queridos hijos, ahora que os halláis reunidos no sólo en su Nombre, sino con la santa finalidad de fortalecer vuestra voluntad de servir a El y a la Santa Iglesia con magnánimo corazón, y en el estado religioso al que El os ha llamado!
¡Oh cuán agradecidos debemos estar a Ntro. Señor por la asistencia que nos ha prometido, y con cuánta generosidad y resolución debemos entregarnos todos y totalmente, a su seguimiento, venciendo todas las dificultades, rompiendo con toda tibieza, a costa de cualquier sacrificio; buscando solo a El, a su Amor, a su Cruz, pues San Pablo dice, que sólo en Jesucristo está la salud y la santidad, y que toda ciencia se contiene en la ciencia de Jesús Crucificado.
Pero, a fin de poder servir a Ntro. Señor no indignamente, y para amarlo y amarlo en la Cruz y Crucificado, - puesto que a Jesús no se le puede amar ni servir sino así, o sea, en la Cruz y Crucificados - es absolutamente necesario, mediante la gracia de Dios bendito, poseer una gran voluntad y generosidad de alma; una voluntad firme en el bien y en mantener los buenos propósitos; una volutad constante y fuerte; porque los inconstantes son "desagradables a Dios y a sus enemigos".
|p2 Y se requiere generosidad, pero una generosidad no común: una generosidad grande y valiente, fundada en nuestro Dios y acompañada de humildad verdadera; una generosidad ardiente por el espíritu de fe y por juvenil intrepidez in Domino.
Nuestra pequeña Congregación debe ser, corde magno et animo volenti, una familia religiosa de caracteres firmes y de elementos generosos; una Congregación de humildes y de fuertes en la fe y en la voluntad de sacrificarse con Jesucristo y por Jesucristo, a los pies de la Santa Iglesia, con nuestra plena abnegación, y en holocausto de amor a Dios, sostenidos por la gracia del Señor, que no dejará de confortarnos, y todo para gloria de Dios y consuelo de la Iglesia.
Y nuestro carácter debe ser ardiente, leal, recto, magnánimo, pero al mismo tiempo tierno y vivificado por la caridad del Señor, y en la caridad, generosísimo siempre. Generosísimos para con Dios; sin límites y generosísimos para con las almas de los hermanos, por la caridad de Jesucristo.
Es necesario, mis queridos hijos, que nos dediquemos a servir a Dios y al prójimo con amor santo, dulcísimo, con inteligencia y con gran ánimo, con ánimo ardiente en sublimes arrojos, hasta la consumación de nosotros, ¡generosísimamente!
|p3 Sin generosidad haremos las cosas faltas de espíritu, o a medias; retrocederemos en vez de avanzar en la práctica de la virtud; nuestra mortificación se irá evaporando, la pureza comenzará a vacilar, la caridad será defectuosa, la obediencia muy imperfecta o una hipocresía, y seremos lánguidos en todos los ejercicios de piedad.
¡Ay del día en que viniese a debilitarse en nosotros aquella generosidad hacia Dios, hacia la Iglesia, hacia la Congregación, hacia las almas, que es fervor de espíritu y fervor de piedad, que es savia espiritual y caridad que debe vivificar toda nuestra vida! Nuestra Congregación envejecería antes de tiempo, y nosotros seríamos unos inválidos, sin títulos y con las manos vacías.
Nosotros somos siervos inútiles, pero somos siervos de Jesucristo, y el premio no nos será dado sino en proporción del espíritu de generosidad y de alegría y de trabajo, al menos de deseo, que hubiéremos practicado en la viña del Señor en el lugar que nos hubiere sido designado.
|p4 ¡Arriba, hijos míos, ánimo! Pongámonos en camino con ánimo alegre y generoso. Así lo dice San Pablo: "Hilarem enim datoren diligit Deus" (2 Cor. 14): Dios ama a quien se entrega a su servicio con toda generosidad y ánimo contento.
Sin entusiasmo para el bien, sin fervor y generosidad ¿a qué se reducirá la vida religiosa? Reanimémonos pues, oh queridísimos, y edifiquémonos fraternalmente con toda clase de buenos ejemplos, mientras nuestras filas van creciendo numerosas, más de lo que nosotros mismos creíamos; correspondamos con fidelidad, con gran corazón, con gran piedad, a la vocación celestial a que hemos sido llamados. Rivalicemos santamente entre nosotros porfiando quien ame más al Señor, a la Santísima Virgen, a la Santa Iglesia y a las almas; rivalicemos en la práctica de las virtudes y en la observancia de los santos votos, en quien hace mayor bien y quien difunde más el amor al Papa y a la Iglesia, siendo este el primero y el supremo amor de nuestra vida, porque amar al Papa, amar a la Iglesia, es amar a Jesucristo.
|p5 De este espíritu han vivido todos los Santos: sus días trancurrieron llenos de Dios, llenos de serenidad y de perfecta alegría, porque a Dios no se le sirve, no, refunfuñando, ni a medias; ni con cara de Cuaresma sino con plena generosidad y con alegría. Y todavía más: ¡Con ardor de caridad!
Esto es lo que explica sus rápidos progresos en la práctica de las más sublimes virtudes. En efecto, cuanto más fuéremos de buen ánimo y prontos para entregarnos a los hermanos y generosos con Dios tanto más generoso se mostrará Dios con nosotros. Y en las Casas florecerá aquel buen humor que es propio de las familias religiosas fervientes y de verdadero buen espíritu, habrá aquella santa alegría que unifica y edifica en Cristo; habrá paz, florecerá la caridad que nos hace todos para uno y uno para todos; y todo nos parecerá bello y fácil y santo, y sentirnos toda la dulzura espiritual de la vida religiosa y toda la verdad del "Quam bonum et quam jucundum habitare fratres in unum".
|p6 Y aquí termino, oh mis queridos, poniéndoos a todos en el Corazón de Jesús. La Pequeña Obra ha brotado del Corazón traspasado de Jesús Crucificado, en una Semana Santa inolvidable! Que el Corazón de Jesús haga vivir y palpitar nuestros corazones de la más grande generosidad y caridad!
Yo ruego por vosotros. ¡Rogad por mi igualmente! Dios nos escuchará a todos, nos dará gracia, fuerza, firme voluntad en los caminos del bien, generosidad de ánimo y valor! El Reino de Dios se ensanchará aún más en medio de nosotros, y sea cual fuere nuestro porvenir, caminaremos con firmes pasos hacia la meta que la Divina Providencia y la Santa Iglesia nos señalaren.
Vayamos adelante con ardor, pero también con sencillez y obediencia plena y contenta, adonde la misericordiosa Providencia y la mano maternal de la Iglesia nos condujeren, sin buscar otra cosa que el amar y sevir a Jesucristo y a la Santa Iglesia, y vivir y morir a sus pies y sobre su Corazón!
Os abrazo a todos in osculo sancto y os bendigo con todo mi corazón de padre y en la Santísima Virgen.
Sac. J. LUIS ORIONE, de la D. P.
P/D. Para leerse en las tandas de los Ejercicios Espirituales de 1936, hacia la mitad de los mismos.
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¡Instaurare omnia in Cristo! (San Pablo)
Buenos Aires, 3 de julio de 1936.
|p1 Queridos hijitos míos en Jesucristo;
¡La gracia de Ntro. Señor y su paz sean siempre con nosotros!
¡Hoy es el 3 de julio! ¡Qué hermosa fecha! ¡Gran fecha es hoy para mí, oh mis amados! ¡Cuántos años han pasado desde aquel 3 de julio! Pero su recuerdo permanece vivo todavía ante mí como si fuera ayer.
Era clérigo y custodio de la Catedral, Obispo de Tortona era Mons. Bandi, todavía al comienzo de su episcopado. Los niños y los jovencitos que se me apretaban entorno, eran muchos, algunos centenares; los había de la escuela elemental, de las escuelas técnicas del gimnasio y un lindo grupo de los que ya trabajaban.
Ya no se podían tener más; no cabían en mi pequeña habitación, allá en lo alto sobre la bóveda de la Catedral, la última de todas: no era más posible tenerlos en la Catedral, porque corrían por arriba y por abajo por todas partes; ni en la Iglesia del Crucifijo, ni en la ancha plazuela contigua, porque no cabían. Y además había quien murmuraba, quien criticaba, quien se reía y se burlaba, y quien me trataba de loco. Desde entonces me aplicaron las sanciones, quitándome los alimentos; colocaron a otro llegado después de mí, dándole precedencia. Los custodios de la Catedral entonces éramos tres. Yo era el último, con una retribución de doce liras por mes, con las cuales yo contribuía a pagar en parte, la pensión de un jovencito de Tortona que había entrado en el Seminario de Stazzano; ahora es sacerdote. Sin embargo, había Canónigos dignísimos, especialmente Mons. Novelli, Mons. Campi, Don Daffra que luego fué obispo de Ventimiglia; entre todos el obispo especialmente estaba muy contento que se recogiesen aquellos niños y se formase en Tortona, un Oratorio Festivo. Y entregó su mismo jardín y varias habitaciones del Palacio Episcopal, en la planta baja, donde ahora están las cocinas económicas.
|p2 Este fué el Primer Oratorio que se abrió en la Diócesis, y precisamente en la casa del Obispo. La inauguración tuvo lugar el 3 de julio y fué solemne, estando presente su Excia. Mons. Bandi, Mons. Daffra, Obispo electo de Ventimiglia, el Abad Doria, Mons. Novelli, el Teólogo Don Testone. Un grupo de seminaristas cantó "Oh Luis, oh puro Lirio", dirigidos por el Maestro José Perosi, que tocaba el harmonium, padre y maestro del célebre Lorenzo. Asistieron mucha gente y muchísimos niños. La inauguración tuvo lugar en el mismo jardín de la Curia, que pocas semanas después todo había quedado reducido a patio. Recuerdo que Federico Canegallo leyó un discurso de agradecimiento en francés - estudiaba en las Escuelas Técnicas. Yo también he leído una especie de discurso: "¡Almas y Almas!" También estaba Mariano Perosi, el actual Maestro de Capilla de el "Duomo" de Milán. Este distribuyó una cantidad de estampitas del Sagrado Corazón, que su hermano Lorenzo había traído de Vigevano, donde había estado, me parece para inaugurar el órgano de las Sacramentinas.
El obispo Mons. Bandi pronunció un hermoso discurso: se sentía que las palabras le salían del corazón. El Oratorio se llamó "ORATORIO FESTIVO SAN LUIS". Se adaptó una Capilla y un altar con aquel cuadro de San Luis que todavía se conserva en nuestra casa. Luego se agregó también aquella estatuita de María Inmaculada, que igualmente se encuentra con nosotros.
A raíz de la apertura del primer Oratorio Festivo, Mons. Juan Novelli, nombrado por el obispo, Director (yo era un pobre clérigo), publicó un folleto de invitación, editado por la tipografía de Salvador Rossi.
|p3 La Pequeña Obra de la Divina Providencia, nacida de aquel Primer Oratorio Festivo, y la primicia de aquellos niños, ya había sido ofrendada y diría, consagrada al Señor, a los pies del gran Crucifijo que ahora está en el Santuario, durante la semana precedente.
Al abrirse el Colegio de San Bernardino, el Oratorio fué confiado a otras manos y decayó pronto.
¡Pero cuánto bien hizo aquel Primer Oratorio! Con el auxilio divino volvió a ser abierto, en el mismo sitio, durante el primer año del Episcopado de Mons. Grassi, pero diversas causas determinaron su traslado a un lugar quizá poco a propósito, y así terminó también este segundo Oratorio. Tenía tanto interés por el oratorio, que casi todas las semanas venía a Tortona desde Avezzano (Los Abruzos), donde me hallaba como Delegado del Patronato "Reina Elena" para los huérfanos del terremoto. De aquel Oratorio Festivo puede repetirse con el Manzoni: "Cayó, resurgió y yace". (Cadde, risorse e giacque). ¡Pero cuánto consuelo no he sentido aquí cuando supe que Su E. Rvdma., nuestro nuevo Obispo, lo ha vuelto a establecer para la Parroquia de la Catedral, en aquel mismo jardín de los comienzos! ¡Deo gratias!
|p4 Amados hijos míos, he querido hoy, 3 de julio recordaros aquel Primer Oratorio y aquella primera labor, no sólo para que me ayudéis a dar gracias al Señor, sino también para que reflexionéis bien acerca de que la Pequeña Obra de la Divina Providencia ha nacido de un Oratorio Festivo; un Oratorio de jovencitos ha sido la piedra angular de nuestra Institución. Y la Santísima Virgen en aquellos momentos de gran aflicción y de viva persecución, maternalmente se dignó tomar desde entonces bajo su manto celestial, no sólo al Oratorio, (del que había puesto en sus Manos la llave), sino a toda la multitud sin fin, de los Hijos de la Divina Providencia, que habrían de venir luego, de toda raza y color.
Pero no escribo solamente por esto, oh mis queridos, no: quisiera al celebrar este grato recuerdo, aprovechar también la oportunidad para animaros a cumplir, con mayor prontitud y arrojo, la obra que, me parece Dios quiere de mí y de vosotros: LA OBRA DE LOS ORATORIOS FESTIVOS.
|p5 ¿Qué es lo que saldrá de tanta ruina?
Somos Hijos de la Divina Providencia y no desesperamos, antes, confiamos grandemente en Dios.
No somos de esos catastróficos que creen que el mundo ha de terminar mañana: la corrupción y el mal moral son grandes, es verdad; pero retengo y firmemente creo, que el último en vencer será Dios, ¡y Dios vencerá con una infinita misericordia! ¡Dios ha vencido siempre así! Tendremos novos coelos et novam terram. La sociedad restaurada en Cristo, reaparecerá más joven, más brillante; reaparecerá reanimada, renovada y guiada por la Iglesia. El Catolicismo, con plenitud de divina verdad, de caridad, de juventud, de fuerza sobrenatural, se elevará en el mundo y se pondrá a la cabeza del siglo renaciente para conducir a la honestidad, a la fe, a la civilización, a la felicidad, a la salvación.
Una gran época está por venir; esto por la misericordia de Jesucristo Señor Nuestro, y por la celestial y materna intercesión de María Santísima. Veo alzarse un monumento grandioso, no fundado sobre arena; una columna luminosa de caridad se levanta fundada sobre la caridad revelada, sobre la Iglesia, sobre la piedra única, eterna, indestructible: "Petra autem erat Christus".
|p6 Más, a esta Era, a este grandioso y nunca visto triunfo de la Iglesia de Cristo, nosotros, por mínimos que seamos, hemos de aportar el tributo de toda nuestra vida; en cuanto depende de nosotros, debemos prepararla, apresurarla con la oración incesante, con la penitencia, con el sacrificio, y transfundiendo nuestra fe, sobre todo nuestra alma, en la joven generación, especialmente en aquella juventud que es hija del pueblo, y que es la que más necesita de la religión, de la moralidad y de ser salvada. La salvación de toda la juventud del mundo entero, más que los colegios - que son más o menos hospitales - se conseguirá mediante los Oratorios Festivos y las Escuelas. Don Bosco decía: "¿Queréis salvar a un pueblo, a una ciudad? Abrid un buen Oratorio.
Nosotros nos hallamos todavía demasiado verdes para ponernos al frente, hijos míos, de la escuela del pueblo; pero, Deo adjuvanta, llegará el día en que sobre las ruinas de la escuela laica de muchas Naciones descarriadas, edificaremos la Escuela Cristiana.
|p7 Entre tanto, sin embargo, por lo que respecta a los Oratorios Festivos, no se debe tardar un momento más, oh mis queridos.
Al lado de cada Casa y dondequiera se hallen los Hijos de la Divina Providencia, debe en seguida surgir y florecer un Oratorio Festivo. Y digo festivo, no diario. Sin embargo por la tarde de los días que preceden a los festivos, ábrase para que los niños tengan comodidad para confesarse. El Oratorio se ha de abrir para todos los jóvenes, a fin de poder reunirlos, hablar con ellos, moralizarlos, hacerlos dignos ciudadanos y dignos católicos: quede abierto durante todos los días domingos y festivos del año.
Si para mi vuelta queréis prepararme un gran consuelo, haced que encuentre anexo a cada Instituto, un Oratorio Festivo floreciente. El día más lindo para mi será aquel en que se me dé la noticia de que se ha abierto, por obra nuestra, un nuevo Oratorio Festivo.
Y no sólo debería cada casa crear un Oratorio, sino que, si las circunstancias de lugar y de tiempo apenas lo permitiesen, la misma casa debería sostener varios, empleando en ellos a los Sacerdotes, Clérigos, Coadjutores nuestros y al personal laico de confianza.
|p8 Y tened en cuenta que el Oratorio no debe ser para una determinada categoría de jovencitos con preferencia a los demás. No. Don Bosco, mi venerado Maestro (he tenido el gran beneficio de ser catequista en su Primer Oratorio Festivo de Valdocco, viviendo él, y durante el año siguiente a su muerte); decía Don Bosco, que no se debía exigir ni siquiera la presentación de los niños por parte de sus padres. La única condición para ser admitidos en el Oratorio Festivo, abierto en Turín por Don Bosco, era la de que el joven tuviese buena voluntad, dispuesto a divertirse, instruirse y cumplir, junto con los otros, los deberes religiosos.
Las causas de alejamiento de un joven, del Oratorio, no podían ser ni la vivacidad de carácter, ni la insubordinación ocasional, ni la falta de un buen traje, ni la falta de buenos modales, ni cualquier otro defecto juvenil, propio de la ligereza o de un natural capricho, sino únicamente la insubordinación sistemática y contagiosa, la blasfemia habitual reincidente, las malas conversaciones y el escándalo.
|p9 Con excepción de estos casos, la tolerancia debía ser ilimitada. Y así haremos también nosotros. De lo contrario, ¿para qué el Oratorio Festivo? Todos los jóvenes, aún los más desamparados y miserables, deben comprender que el Oratorio Festivo es para ellos su casa paterna, el refugio, el arca de salvación, el medio seguro para hacerse más buenos bajo la acción reformadora del afecto puro y paternal del Director. Los jóvenes son de quien los ilumina santamente y santamente los ama; ellos tienen necesidad de una mano que los conduzca, que los aleje del vicio y los guíe hacia la virtud. Así pues, que no haya ninguna Casa de la Divina Providencia sin su Oratorio Festivo. Perdonad si no puedo alargarme más. Animo, queridos míos; arrojémonos entre los hijos del pueblo; arrastremos hacia los caminos del bien a la joven generación; mostremos especialmente con los Oratorios Festivos, cuán fecunda es la Iglesia en fuerza moral, benéfica, religiosa, redentora, manantial siempre vivo de aquella caridad que Jesucristo vino a traer a la tierra. Que toda nuestra vida irradie amor grande a Dios y amor al prójimo en particular a la juventud más pobre y abandonada, y ¡Dios estará con nosotros!
|p10 Comprendo que también este año veré pasar la Fiesta de la Virgen de la Guardia, sin encontrarme todavía con vosotros en aquel día, tan grato a mí y a vosotros y a los habitantes de Tortona... Pero Dios hace bien todas las cosas, y ha visto que esta lejana ausencia habría de producir beneficio a nuestro espíritu: ¡Dios sea siempre bendito! Pero volveré, vivo o muerto volveré! Todos habréis de comprender cuán duro se me hace estar lejos de vosotros; pero que este común sacrificio suba al trono del Altísimo como oración propiciatoria en olor de suavidad. Crucemos las montañas, oh mis queridos, volemos con el espíritu, atravesemos por encima del inmenso océano que nos separa; sostengámonos, animémonos fraternalmente con la oración, y estrechémonos cada vez más a Ntro. Señor, a la Santa Iglesia y a la pobre pero tan querida Cogregación nuestra: ¡Dios estará con nosotros! Pronto volveré.
Os bendigo con toda la efusión del corazón en Jesús Crucificado y en la Virgen SSma. Recibid los saludos más cordiales de estos hermanos vuestros y tenedme por vuestro afectísimo como padre en Cristo.
Sac. J. LUIS ORIONE de la P. O.
P/D. Para leerse en lugar de la lectura espiritual en alguno de los últimos días de los Ejercicios Espirituales.
Siempre bien de salud, todos: ¡Deo gratias!
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EL CAPITULO PRIMERO DE LAS CONSTITUCIONES
Buenos Aires, 15 de julio de 1936
¡ALMAS Y ALMAS!
|p1 A mis queridos hijos en Jesucristo, reunidos en la Casa de Montebello para los Santos Ejercicios Espirituales.
¡La gracia y la paz de Ntro. Señor Jesucristo, oh mis queridos hijos, sea siempre con nosotros!
No me ha sido posible enviaros una carta a propósito para este segundo Curso de Ejercicios Espirituales: lo deseaba tanto, y sin embargo, ya veis ni siquiera he podido el sábado pasado, cuando partía el último avión, escribir a Don Sterpi.
¡Hágase la voluntad de Dios!
Tenía que predicar y confesar a todas las Conferencias de San Vicente de Paul, de Buenos Aires, reunidas en un retiro para la fiesta de su Santo Patrono: eran más de mil hombres y jóvenes.
He pensado mucho en vosotros,también he orado un poco, no mucho, pero de corazón por vosotros; he dicho al Señor que fueran para vosotros también los sudores de aquellos pobres sermones. Y sin embargo, confieso que no me sentiría tranquilo, si al menos no os enviara alguna palabra buena, paternal, oh mis queridos hijos!
|p2 Y he aquí que he pensado, en lugar de una carta, enviaros el Capítulo primero de nuestras Constituciones, y como Nuestro Señor y la Santísima Virgen me ayudaron, una de estas noches, a darle el último retoque. Porque, lo que es durante el día, hay un ir y venir de pobres, y es imposible pensar en poder escribir. Así pues, oh mis queridos, digamos ante todo un lindo "¡Deo gratias!", de aquellos que decía el Cottolengo. Además os diré que esta primer página de las Constituciones, confío en Dios que servirá para enfervorizaros, y enfervorizaros de amor grande, grande, grande y dulcísimo al Vicario de Jesucristo: ¡el amor al Papa es nuestro amor sagrado, es nuestra vocación, es nuestro Credo, es la palpitación de nuestra vida, oh mis queridos hijos! En el Papa nosotros vemos a Jesucristo, seguimos a Jesucristo, seguimos a Jesucristo, amamos a Jesucristo! ¿Y en los Obispos? En los Obispos vemos, seguimos, veneramos y amamos, a los Sucesores de los Apóstoles "puestos por el Espíritu Santo para gobernar la Iglesia de Dios", como dice San Lucas (Act. Apost.)
Los Hijos de la Divina Providencia quieren ser una cosa enteramente del Papa, de los Obispos y de la Iglesia: estropajos, servidores e hijos obedientísimos de la Iglesia, de los Obispos y del Papa, en humildad, con fidelidad, con amor sin límites, "usque ad mortem et ultra".
|p3 El primer Capítulo de nuestras Constituciones determina, de una manera inconvertible, la finalidad y el espíritu de la Congregación: ¡Deo gratias! ¡Amadla oh mis queridos hijos, a vuestra Congregación, amadla mucho! Perseverando en este amor y apego, creceremos en virtud y perfección, y nos santificaremos, sirviendo a Dios en el Papa, en la Iglesia, en la niñez más necesitada y en los pobres. La Iglesia, los niños, los pobres, fueron y siguen siendo los grandes amores del Corazón de Jesús. ¡Amad a vuestra Congregación en su santa finalidad, en el Apostolado de la caridad que quiere desenvolver para salvar a los pequeños y a los pobres! Amadla porque es enteramente espíritu de amor, de obediencia, de fidelidad al Papa y a los Obispos! ¡Amadla en su fe y abandono en la Divina Providencia; amadla en su pobreza, amadla en su caridad entrañable a las almas y a los más abandonados: amadla porque es vuestra Madre! Dadle grandes consolaciones, honradla con vuestra vida de buenos y santos Religiosos, ¡de verdaderos y santos hijos suyos!
|p4 Formáos bien en el espíritu de piedad, y orad, orad mucho, especialmente a la Virgen Santísima.
Cultivemos la virtud de la humildad, de la pureza, de la caridad, tanto y tanto agradables al Hijo de Dios, y caminemos siempre en la presencia del Señor, como nos recomendó el Papa Pío X, de santa memoria, en aquel discurso que nos hizo, pocos meses antes de fallecer.
Continuaré rogando por vosotros; rogad por mi siempre ¡y dadme consuelos! La Santísima Virgen, Nuestra Madre, nos conforte en nuestros santos propósitos, nos tome de la mano y nos conduzca hasta la perseverancia final, y al Santo Paraíso. Os bendigo a todos y a cada uno y soy vuestro afectísimo en Jesucristo.
Sac. J. LUIS ORIONE O. D. P.
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AMOR A DIOS Y CARIDAD FRATERNA
Buenos Aires, 25 de julio de 1936
¡ALMAS Y ALMAS!
|p1 A mis queridos hermanos en Jesucristo, reunidos en los Santos Ejercicios Espirituales.
¡La paz sea siempre con nosotros! Llego en espíritu a entretenerme con vosotros, a quienes la bondad del Señor ha reunido en esa Casa para los Santos Ejercicios Espirituales. Y me ha parecido bien, veniros a conversar de aquella gran virtud que debe animar y vivificar todas nuestras acciones; quiero decir, acerca de la Caridad, que es el objeto y fin de todos los Mandamientos. De ella, ha dicho Ntro. Señor Jesucristo, "universa lex pendet et prophetae". Sin la caridad todas nuestras obras serían estériles para la eterna salvación. Así lo ha dicho San Pablo, cuando escribió que, aún si hubiese tenido fe tan viva como para transportar las montañas y hubiese hablado también todas las lenguas, nada habría sido sin la caridad.
La caridad, mis queridos, es el precepto del Señor, el precepto propicio de Cristo. Jesús ha dicho: "Yo os doy un nuevo mandamiento; que os améis unos a otros. Por aquí conocerán todos que sois mis discípulos: si os tenéis amor unos a otros" (S. Jo. XIII, 34-35). Y poco después: "El precepto mío es, que os améis unos a otros, como yo os he amado a vosotros" (Jo. XV,12).
Por lo tanto, la nota distintiva de los discípulos de Jesucristo, es la caridad...
Hermanos míos, repitámonos a nosotros mismos las palabras que San Pablo escribía a los Corintios: "Tratad ardientemente de alcanzar la caridad" (Cor. 1-14)
|p2 Y mirad que el Apóstol ya les había escrito: "Ahora os indicaré un camino todavía más excelente; aún cuando yo hablara todas las lenguas de los hombres, y el lenguaje de los ángeles, si no tuviere caridad, vengo a ser como un metal que suena, o campana que retiñe. Y aún cuando tuviera el don de profecía, y penetrase todos los misterios y poseyese todas las ciencias y tuviera toda la fe, de manera que trasladase las montañas, no teniendo caridad, soy nada. Aún cuando yo ditribuyese todos mis bienes para sustento de los pobres, y entregara mi cuerpo a las llamas, si la caridad me falta, todo lo dicho no sirve de nada.
La caridad es sufrida, es dulce, es bienechora: la caridad no tiene envidia, no obra precipitada ni temerariamente, no se ensorberbece, no es ambiciosa no busca sus intereses, no se irrita, no piensa mal no se huelga de la injusticia, complácese sí en la verdad: a todo se acomoda, cree todo (el bien del prójimo), todo lo espera y todo lo soporta.
La caridad nunca fenece (I Cor. XIII, 1-9).
"Fe, esperanza y caridad: pero de las tres, la caridad es la más excelente. (I Cor. XIII, 13). "Tratad con ardor de alcanzar la caridad". Es siempre S. Pablo que habla. Y más adelante: "Velad, estad firmes en la fe, trabajad varonilmente y alentaos más y más. Todas vuestras cosas háganse con caridad" (I Cor. XVI, 13-14).
|p3 Y en la Primera Epístola de San Juan, se lee: "El que ama a su hermano, mora en la luz, y en él no hay escándalo, más el que aborrece a su hermano en tinieblas está" (I Jo. 2,10-11). Y luego: "En verdad que esta es la doctrina que aprendisteis desde el principio: que os améis unos a otros. Hijitos míos, no amemos de palabra, y con la lengua sino con obras y de veras )I Jo. 3,11-18). En suma este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo: que nos amemos mutuamente, conforme nos tiene mandado. Y el que guarda sus mandamientos mora en Dios y Dios en él (I Jo. 3.23)
Y en el 4o continúa: "Dilectísimos, amémonos los unos a los otros"... "Si nos amamos los unos a los otros, Dios habita en nosotros, y su caridad es consumada en nosotros". "Dios es Caridad y quien permanece en la Caridad, en Dios permanece y Dios en él". "Charitas fraternitatis, maneat in vobis", recomienda San Pablo (Hebr. 13,1).
Que la caridad fraterna reine siempre entre nosotros, oh mis queridos: caridad en los afectos, caridad en las palabras, caridad en las obras!
Seamos verdaderos y grandes amantes de Dios, y seremos verdaderos y grandes amantes del prójimo, porque "este mandamiento nos ha sido dado por Dios: que quien ama a Dios, ame también a su propio hermano". Así escribe San Juan en su Primera Carta.
El mismo precepto que nos impone el amor a Dios, nos impone también el amor a nuestros semejantes.
"Si alguno dice: yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso", agrega San Juan: "pues el que no ama a su hermano a quien ve, como podrá amar a Dios que no ve? (I Jo. 4,20).
|p4 Amemos, pues, en Dios y por Dios a nuestro prójimo con caridad ordenada, y a nuestros hermanos de Congregación. Amémonos con un amor paciente y delicado, con un amor puro y santo, sin sentimentalismos. Amémonos en el Señor. ¡Esto place tanto al Señor!
Que nuestra dilección sea humilde, iluminada y prudente; que sea fuerte y constante; que nos lleve a la negación de nosotros mismos por amor a Jesús, per misterium Crucis de Jesús; que sea una caridad tal, que nos lleve a sufrirlo todo por amor al prójimo y a alegrarnos por el bien de los demás. Coloquemos toda nuestra felicidad, oh mis queridos, en defender el amor de Dios, en dar Dios y la felicidad a los demás y en anonadarnos a nosotros mismos, convirtiéndonos en holocausto en el altar de la caridad.
Cuando en una Congregación y en una Casa Religiosa reina el amor de Dios, entonces hay también el amor a los hermanos y el amor al prójimo; donde el amor de Dios arde en los corazones, todos los afectos humanos se purifican y se subyugan, todas las cosas de este mundo se reputan ut stercora. No existe nada que sea más amable al Corazón de Jesucristo, como el que se ame y se haga bien al prójimo, especialmente a los más allegados; o sea, a los hermanos en la fe, en la vocación y de comunidad, y a las almas. Entonces nos amamos recíprocamente; cada cual goza por el bien del otro, como por el de todos: se llega a ser in Domino, uno para todos y todos para uno, y aquella Casa se transforma en un Paraíso. Y la caridad fraterna aviva muchísimo la caridad hacia Dios mismo, y el amor hacia nuestros hermanos es como un vehículo del amor de Dios. Y el camino de la caridad fraterna resulta un camino muy breve y seguro para alcanzar la perfección y llegar a ser santos. Quien aumenta en la Congregación el espíritu de caridad, robustece su fuerza espiritual. La caridad nos da una fuerza invencible contra el demonio y el mundo, y contra las pasiones, contra los enemigos interiores, más también nos hace formidables e invencibles contra todos nuestros enemigos externos: nosotros los venceremos amándolos, orando por ellos, con humildad grande, y ofreciendo si hubiere necesidad, nuestra pobre vida para hacerles un poco de bien y salvarlos.
|p5 Os ruego que leáis dos veces este último párrafo, oh mis queridos hijos, porque esto es lo que nos ha ordenado Jesucristo, y forma parte del precepto de la caridad: "Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian, orad por quien os persigue".
Y en otro lugar el Señor: "Vence al mal con el bien". Así ha dicho y así nos ha enseñado, "quia coepit facere et docere".
¡Oh, que arda en nosotros y abrase nuestros pechos el santo amor de Dios, que reine en nosotros su caridad vivísima e inextinguible, y tendremos espíritu de caridad hacia los hermanos, y facilmente el Señor nos dará la gracia de ser víctimas de la caridad sobre la cruz, abrazados a Nuestro Señor! ¡Animo, mis queridos hijos: que el amor a Jesucristo Crucificado y la caridad fraterna estrechen juntos a todos los Hijos de la Divina Providencia con un nudo indisoluble de dulcísima caridad! ¡Oh, cuán suave es la caridad que nos une y edifica en Jesucristo! ¡Cómo sentimos que es verdad y consolador aquel nuestro cántico, el "Ecce quam bonum et quam jucundum habitare fratres in unum"!
¡Unidos en una sola voluntad de servir a Dios y a la Santa Iglesia, nuestra Madre, y ayudándonos con humilde y dulce caridad los unos a los otros!
|p6 Esta es la alabanza de San Lucas a los primitivos cristianos a saber, que todos se amaban, de tal modo que eran un corazón solo y un alma sola. "Multitudo autem credentium erat cor unum et anima una". (Act. IV,32). ¿Y no era Tertuliano quien en sus Apologéticos cuenta que muchos paganos al contemplar la caridad fraterna de los primeros fieles, se decían: Mirad como se aman los cristianos, y sólo por eso se convertían?
Por lo demás, vosotros mis queridos hijos, sabéis que fué ésta la oración solemne dirigida al Padre por Jesús, antes de dar comienzo a su Pasión; este fué el suspiro del Corazón de Jesucristo: que los suyos fuesen una sola vida de caridad con El: "Fac ut unum sint".
Nuestro corazón, hijos míos, debe ser un altar donde arda inextinguible el divino fuego de la caridad: amar a Dios y amar a los hermanos; dos llamas en un solo y sagrado fuego. Y este fuego que debe consumirnos, que debe transformarnos, transportarnos, divinizarnos. "¡CHARITAS CHRISTI URGET NOS!" ¡La caridad de Jesucristo! ¡Cuán bella es esta gran virtud! Es la reina de todas las virtudes y el Paraíso mismo no sería tal sin ella, porque un Paraíso sin caridad sería un Paraíso sin Dios que es Caridad. "Deus Charitas est et qui manet in Charitate, in Deo manet et Deus in illo". Cuan necesaria es la caridad, pues el mismo Cristo ha dicho, que el mundo conocerá si somos sus seguidores por la caridad. ¿No es ella, además, la que caracteriza a los verdaderos Siervos del Señor? ¿No es la caridad la que ha transformado en santos a pecadores, y el corazón de los santos en el Corazón de Cristo? ¿No se ha dicho: "Cor Pauli, cor Christi"? Y el mismo San Pablo no nos ha dicho: "Mihi vivere Christus est"? Y esto se ha dicho igualmente de todos los Santos, desde la Virgen Santísima, Reina de los Santos, hasta el último Santo, hasta el Cottolengo y Don Bosco.
|p7 Mientras escribo, llegan las más dolorosas noticias de España. Y pienso: ¿por qué el mundo se halla tan revuelto, porqué es tan desdichado y va precipitándose en la barbarie? ¿Por qué? Porque no vive de Dios: vive del egoísmo, y no vive la caridad de Jesucristo. Ved, oh hijos míos: aquellos que han nacido en la misma tierra, que hablan la misma lengua, que tienen la misma sangre, que proceden de las mismas familias; aquellos que deberían amarse, ayudarse, consolarse se dividen, se odian, se matan barbaramente. ¡Triste verdad, realidad tristísima bajo nuestros propios ojos!
¿Por qué todo esto? Falta la caridad que Jesucristo vino a traer a la tierra. La caridad "viene de Dios", ha dicho el Apóstol San Juan. Es un don que Dios ofrece a los que guardan sus Mandamientos. Pero la caridad se retira de un mundo que no ama a Dios, que se ha alejado de la ley de Dios. ¿Y qué maravilla que la caridad huya del mundo, como paloma que alza el vuelo para no tener que posarse en el fango y la sangre? La caridad convertiría a la tierra en un Paraíso; pero, sin caridad, los hombres se vuelven peores que los salvajes y van transformando la tierra en un campo o como decía Dante: "l'aiuola che ci fa tanto feroci".
|p8 Pero volvamos a nosotros, hijos míos; descendamos a lo práctico. Ya en otra ocasión os he dicho, que aquellos que cooperen en la perfecta concordia de voluntades y corazones, viven en la caridad y están con Cristo; pero en cambio, los que no se guardan de ser motivo de disidencias y de disgustos, o también solamente de frialdades mutuas, no obran en Cristo, no viven en la caridad, sino que más bien se hacen ministros del diablo, enemigos de Cristo y de toda nuestra Congregación.
Que el espíritu de la fraterna caridad evite e impida entre nosotros la murmuración. "No murmuréis" - ha escrito San Pablo (I Cor. X,10). "Los maledicientes no alcanzarán la herencia del Reino de los Cielos". Y también el Apóstol en la 1a. a los de Corintio: "Sussurro coinquinabit animan suam et in omnibus odietur".
"El chismoso contamina su propia alma y de todos será odiado y será mal visto quien converse con él" (Ecli. XXI,31) ¿No es peor que una víbora, la lengua murmuradora? Por cierto, es más cruel, porque con un solo soplo envenena a tres personas; a él que murmura, a aquel contra quien murmura, y a quien lo escucha gustosamente". Así escribió San Bernardo (De triple custodia).
|p9 Al contrario, ¡cómo edifica un Religioso que habla bien de su prójimo, y a su tiempo sabe excusar sus defectos! Procuremos por lo tanto, esquivar toda palabra que tenga sabor a murmuración, sea contra quien fuere, y recordemos que a veces, es todavía peor que la murmuración, el interpretar mal las acciones virtuosas, o decir que han sido realizadas con mala intención. Usemos delicada caridad en los modales, pero sin ser pedantes. No refiramos nunca a otros las cosas que hayamos oído en forma reservada, ni contemos al compañero lo que en su contra hubiere dicho otro, porque sería sembrar rencores y discordias.
Guardémonos de proferir palabras que puedan herir o desagradar, ni dejémonos llevar a animosidad, ni a reprender en presencia de otros si no existe un justo motivo.
La caridad fraterna es tesoro preciosísimo, y hemos de procurar por todos los medios, conservarlo y aumentarlo. Dejemos a un lado toda cuestión, aunque se entable por amor a la verdad y por celo de la gloria de Dios, si tal cuestión pudiese llegar a dividir los ánimos y a sembrar asperezas, aunque sea muy poco, en nuestro corazón. Esta recomendación, ya la he hecho en otra ocasión; pero vosotros no os ofenderéis, ¿no es cierto hermanos míos?
|p10 Ved que el amor propio, de por sí inquieto, receloso tiene mil susceptibilidades: altera la imaginación, turba la razón, y es enemigo declarado de la caridad fraterna. Estemos alerta, porque donde reina el amor propio, no puede vivir la caridad. Frenemos la lengua, sujetemos la ira, soportémoslo todo: "Charitas omnia sustinet" (I Cor. XIII,7). Pensemos en que jamás habremos de poseer la caridad fraterna, si no queremos tolerar los unos los defectos de los otros. Todos tenemos nuestros defectos y pecados: "Aquel de entre vosotros que esté sin pecado, tome primero la piedra y arrójela", ha dicho Jesús. ¡Soportémonos! ¡Soportémonos!, y así llegaremos a cumplir la ley de Cristo, como ha escrito San Pablo: "Alter alterius onera portate, et sic adimplebitis legem Christi" (Gal. VI,2)
Y démonos la mano y caminemos juntos hacia la Patria Celestial. Edifiquémonos con el recíproco buen ejemplo: "Frater qui adjuvatur a fratre, quasi civitas firma". Permitidme que repita: "No nos amemos con palabras y con la lengua, sino con obras y con verdad" (I Jo.). Y especialmente, ayudémonos fraternalmente mediante la oración.
Y aquí termino, abrazándoos uno a uno, oh mis queridos hermanos e hijos: ¡rogad por mi! Rogad mucho a la Virgen SSma., a fin de que, en la caridad de Ntro. Señor Jesucristo, para gloria de Dios y purificación mía y bien vuestro, se cumpla en mi, pobre pecador, el misterium Crucis.
Vuestro afectísimo
De la Divina Providencia
Sac. J. LUIS ORIONE
|C21
RECOMENDACIONES VARIAS
Buenos Aires, 22 de junio de 1937
¡ALMAS Y ALMAS!
|p1 Mis queridos Hermanos e Hijos en Jesucristo:
La gracia del Señor y su paz sean siempre con nosotros, ¡oh mis queridos!
Don Sterpi me ha escrito, que en la primera quincena de julio se comienzan en Montebello los Santos Ejercicios.
He aquí, mis queridos Hermanos e Hijos en Jesucristo, que yo estoy con vosotros, espiritualmente con el vivo deseo de volveros a ver pronto a todos, de hallarme de nuevo con vosotros en persona.
Dentro de una hora o poco más, habré de embarcarme para ir a ver de nuevo y saludar quizá por última vez en la tierra - a nuestros amados hermanos que con tanto celo y sacrificio trabajan en el vasto campo de la fe y la caridad, humildes y pequeños a los pies de los Obispos y de la Iglesia. Voy a Sáenz Peña, en el Chaco, y luego al Santuario de Itatí, que está frente al Paraguay donde se habla en guaraní.
Serán unos tres días de navegación por el río Paraná a la ida, y tres a la vuelta, y varios centenares de kilómetros por tierra. ¡Deo gratias!
|p2 Ando un poco mal de los riñones, pero descansaré en el barco, y la Virgen Santa estará conmigo: ¡Ave María y adelante! Pero mi pensamiento, mi corazón, todo mi espíritu, estará con vosotros, oh queridos: rogaré con vosotros y procuraré hacer también yo, una especie de Santos Ejercicios unido con vosotros. Y en el Santuario de Itatí, a los pies de la Imagen Milagrosa de la SSma. Virgen, tan venerada allí por los mismos Indios, os recordaré, mis queridos; os recordaré mucho, mucho, mucho y a todos, a todos con amor dulcísimo de padre en Cristo.
Os recomiendo, en cuanto sé y puedo, hacer bien los Santos Ejercicios: son una grande y especialísima gracia del Señor. Para algunos de vosotros pueden ser quizá los últimos: de hacerlos bien o mal, dependerá fácilmente nuestra salvación y santificación, o nuestra condenación.
Os recomiendo el mayor recogimiento, modestia exterior y compostura interior: silencio absoluto, ¡absoluto! No pensemos sino en Dios, en nuestra alma, en nuestro fin, en nuestra santa vocación y en corresponder a ella. Reparemos el pasado, y con el auxilio divino, pongamos un buen fundamento para una vida verdaderamente religiosa y santa.
|p3 ¡Oración, Hijos, oración, oración! Y devoción ardiente filial a María Santísima, y al Vicario de Jesucristo en la tierra, el Papa.
¡Nosotros somos del Papa!
Amor entrañable a la Iglesia, a los Obispos; amor práctico, obediencia humilde, ferviente entera hasta el sacrificio; alegres en el sacrificio Deo adjuvante.
Ofrezcámonos, consagrémonos todos a amar y servir a la Iglesia y a las almas, especialmente a las más humildes, más necesitadas, más abandonadas y al pueblo, al pobre pueblo, amenazado en su fe y extraviado lejos de la Iglesia.
Me veo obligado a terminar. Rogad por mí. Os saludo, os animo, os bendigo a todos y a cada uno.
¡Dios os asista y bendiga!
Vuestro afectísimo en Jesucristo y la Virgen Santa
Sac. J. LUIS ORIONE de la D. P.
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DE LA FE VIVA
A bordo del vaporcito "General Artigas"
24 de junio de 1937, en viaje al Chaco e Itatí.
¡ALMAS Y ALMAS!
|p1 Queridos hermanos e hijos míos en Jesucristo, que os encontráis en Montebello, para los Santos Ejercicios Espirituales:
¡Gracia y paz del Espíritu Santo con vosotros!
Como veis, tengo el gozo de poder escribiros mientras viajo por el Paraná, para saludar, quizá por última vez en esta vida, a nuestros queridos Hermanos, Sacerdotes y Clérigos, que trabajan en difundir y salvaguardar nuestra santa Fe: son los más alejados de Buenos Aires, en el centro del Chaco Argentino y en Itatí, en los confines de la Argentina frente al Paraguay. Todos vosotros os podéis imaginar con qué sentimientos y con qué corazón voy: hay en mi ánimo un amor grande y juntamente un gran dolor, no puedo ocultarlo; pero todo es por el Señor, por las almas, por nuestra Fe y sabré superarme a mi mismo, con la ayuda de Dios.
¡Estoy tan contento al poderos escribir, mis amados hijos en Cristo! El tiempo, desde el momento en que subí a la nave, ha sido siempre como de tormenta y lluvioso; anteayer, ayer y las dos noches pasadas. Hoy el cielo se ha aclarado, hay sol y se comienza a sentir el calor con fuerza y se transpira. Aquí en la Argentina, desde el 21 de junio estamos en invierno, y en Buenos Aires hacía verdaderamente frío.
|p2 Este río, que es uno de los de más largo curso que se conozca, es anchísimo y tranquilo; se puede descansar y trabajar. He descansado. Cuando salí, estaba tan cansado y deshecho, que casi no podía caminar. Ahora me siento con brío renovado, también en la voluntad. ¡Deo gratias!
En el puerto de Rosario he hallado a los nuestros. Los de Buenos Aires los habían avisado sin que yo lo supiese. Están bien. Me detendré con ellos a la vuelta. Os saludan fraternalmente. Sobre este vaporcito se puede trabajar también. He podido celebrar los dos días y espero hacerlo también mañana.
Hoy he rezado ya el Breviario, y quisiera pasar un poquito de tiempo con vosotros por eso me he traído papel de avión en la esperanza de poder despachar la presente mañana por el Correo de Resistencia, y alcanzará luego el avión en Buenos Aires.
Mucho he deseado y esperaba hacer los Ejercicios Espirituales con vosotros - pues siento de ellos gran necesidad - pero no siendo posible, me parece poco sentirme con vosotros sólo espiritualmente. Por eso quiero llegarme a vosotros también por escrito. En cuanto a mis Ejercicios, procuraré remediarlo.
|p3 ¿Y de qué escribiré hoy, mis queridos?
Escuchad. Hoy he vuelto a leer la carta del Apóstol San Pablo a los Hebreos, carta que bien puede llamarse la carta de la Fe, porque en ella hace el Apóstol un admirable elogio de la Fe. ¿Y por qué hoy he querido releer la carta de San Pablo que trata de la Fe? Porque si ayer fué el aniversario de mi nacimiento, hoy, Fiesta de San Juan Bautista es el día bendito de mi Bautismo, motivo por el cual se me ha dado también el nombre de Juan. Con el Santo Bautismo recibí la verdadera regeneración, obrada en mi por Cristo, por su divina misericordia, y he recibido el don inestimable de la Fe.
Ya han pasado 65 años y bendigo al Señor!
He pensado pues, que fuese mi deber (era también una necesidad) , no sólo recordar el gran don que Dios me ha hecho, infundiendo en mí la Fe, sino que también el entretenerme con vosotros, aunque sea brevemente y en forma incompleta, acerca de la fe, y dar gracias a Dios al mismo tiempo, habría de servir a vuestro espíritu; puesto que la Fe no es sólo una virtud divina fundamental y teológica, sino que para nosotros los Religiosos y, además Hijos de la Divina Providencia es la base de todo el edificio religioso.
Hijo de la Divina Providencia, pues, quiere decir hijo de la Fe, y jamás seremos Hijos de la Divina Providencia, sin una vida toda de Fe y de confianza en Dios.
|p4 La lectura de dicha Epístola, me conmueve siempre profundamente.
Seguidme, mis queridos hijos.
Después de haber terminado el capítulo X, diciendo que "al justo alcanzará la vida de la Fe", entra con profundidad de pensamiento a definir la Fe, y en todo el capítulo XI canta la Fe de los mayores y la vida de Fe de los antiguos Padres. Y de inmediato comienza:
"Fe es substancia de cosas esperadas, argumento de las no vistas".
De Pablo ha tomado Dante, y ha sacado a la letra él, el divino cantor de la Fe: "Fede é sostanza de cose sperate et argomento delle non fallenti".
Nuestra Fe, poderosa contra todo enemigo, convertida en el mayor y divino consuelo de la vida humana, es la más alta inspiradora de toda valentía, de todo santo heroísmo, de todo arte bello que no perece, de toda verdadera grandeza moral, religiosa y civil. Por lo que Dante la llama "cara gioia", (amada alegría), y base granítica "sopra la quale ogni virtu si fonda" (en la cual se funda toda virtud).
Es nuestra Fe la que ha cantado con Dante, con Tasso, con Manzoni; pintó con el Giotto, con Rafael y el Beato Angélico; esculpió con Miguel Angel y navegó con Colón, y nos hace ciudadanos no despreciables.
|p5 Pero dejemos estas humanas divagaciones y tornemos a la palabra inspirada de San Pablo: "Es por la Fe que reconocemos haber sido creados los siglos por la palabra de Dios. De modo que el fiat creador del universo, sólo por la fe se nos hace manifiesto: Por la fe, por la virtud de la Fe, Abel ofreció a Dios un sacrificio más excelente que el de Caín, por lo cual Dios rindió testimonio a sus dones y, muerto todavía habla. Por la Fe Henoc no vió la muerte y fué agradable a Dios. Y aquí el Apóstol añade: "Pues sin la Fe es imposible agradar a Dios". Por la Fe, Noé preparó el Arca. Por la Fe, Abraham obedeció trasladándose a un país que se le prometía en herencia, y se puso en camino sin saber adónde iba; por la Fe, vivió peregrino bajo carpas, como también Isaac y Jacob, coherederos de la divina promesa, "aspettando la cittá dei saldi fondamenti". Y Dios se llamó Dios de ellos, por la Fe de ellos.
Y prosigue el Apóstol: "Por la Fe Abraham, probado por Dios, ofreció a Isaac, a pesar de que se le había dicho: "Por Isaac tendrás una grande descendencia", no dudando de que aunque muerto Dios podía resucitarlo".
Por la Fe, también Isaac bendijo a Jacob y a Esaú sobre cosas que habían de suceder.
"Por la Fe, Jacob bendijo a cada uno de los hijos de José", y en su Espíritu de Fe, "adoró y se inclinó profundamente delante de la vara de gobierno que llevaba José". "Por la Fe, José al morir, hizo mención - proféticamente - de la salida de los hijos de Israel". "Por la Fe, Moisés renunció a la cualidad de hijo adoptivo de la hija del Faraón, escogiendo antes ser afligido con el pueblo de Dios, que gozar de las delicias del pecado... porque tuvo confianza en el Invisible como si le viera ya". Por la Fe celebró "la Pascua y la aspersión de la sangre". "Por la Fe" Moisés y el pueblo elegido atravesaron el Mar Rojo, como por tierra seca. "Por la Fe cayeron los muros de Jericó".
|p6 Luego de esta enumeración, agrega San Pablo: "¿Y que más diré todavía? El tiempo me faltaría si me pusiera a discurrir de Gedeón, de Barach, de Sansón, de Jefté, de David, de Samuel y de los Profetas".
¡Ah, con cuánto ardor de Fe el Gran Apóstol de las Gentes recuerda y exalta a los campeones de la Fe!
Los cuales con la Fe - continúa - conquistaron reinos, ejercitaron la justicia, alcanzaron las promesas, taparon las bocas de los leones, extinguieron la violencia del fuego, escaparon del filo de la espada, sanaron enfermedades, se hicieron valientes en la guerra, desbarataron ejércitos extranjeros".
"Más otros fueron estirados en el potro, no queriendo redimir la vida presente, por asegurar otra mejor en la resurrección. Otros así mismo sufrieron escarnios y azotes, además de cadenas y cárceles". "Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba de todos modos, muertos a filo de espada, anduvieron girando de acá para allá, cubiertos de pieles de oveja, y de cabra, desamparados, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; yendo perdidos por las soledades, por los montes, y recogiéndose en cuevas, y en las cavernas de la tierra". (He. XI).
|p7 Hasta aquí S. Pablo. He aquí oh Hijos de la Divina Providencia, la Fe de los Padres, la Fe de los Mártires; he ahí nuestros ejemplos y nuestros modelos! Desnudemos nuestros pies y con gran humildad, con viva Fe y amor santo y sin límites acerquémonos a ellos: son nuestros Mayores, son nuestros Hermanos en la Fe y en la caridad. ¡Imitémosles, oh mis amados hijos, imitémosles! Metámonos con ellos, confiando en el Señor.
¿Si no vivimos dela Fe y de la Caridad, de qué viviremos nosotros, hijos míos? ¿Cómo osaremos llamarnos todavía Hijos de la Divina Providencia, si no viviésemos de la Fe; de aquella Fe grande de la cual vive el hombre justo, y que, dado el caso transporta las montañas?
"¿Ub est fides vestra?" ¡Ah, que Jesús nunca pueda dirigirnos el reproche que hizo a sus Discípulos, amedrentados por la tempestad!
Nuestra Fe reposa en El y en su infinta bondad y misericordia: El es el Dios y Padre Nuestro, es el Señor que siempre nos conforta en todas nuestras tribulaciones; es el Padre, magnífico y bueno, que si abate levanta, si aflige, consuela y "no turba jamás la paz de sus hijos sino para proporcionarles otra más grande y segura".
|p8 Advertid sin embargo, que indudablemente es mejor para cada uno de nosotros y para nuestra querida Congregación, ser ejercitados en los sufrimientos y en la adversidad, antes que todo nos saliese favorablemente. Por esto es, que antes de partir para América, cuando ya enfurecía la tormenta, he ordenado aquella "Salve Regina", pidiendo aumento de pruebas y tribulaciones. Y hoy que me hallo a punto de volver entre vosotros, os ruego que la continuéis rezando calladamente, invocando la asistencia de la Virgen Santísima.
Como el oro se prueba en el crisol y el amor con las obras, de igual modo la Fe se muestra con obras de misericordia, se evidencia en los combates e inmolaciones interiores, personales; se prueba en las luchas y combates exteriores, y hasta con el vilipendio y la persecución. Pues, para la Fe, las persecuciones y vilipendios, antes bien que dar motivo a separarnos de Cristo, servirán al contrario para acrecentar la vida cristiana; la vida de verdadera abnegación, de perfección religiosa, de sólida virtud, de amor veraz hacia Dios y a los hombres, de unión con Jesús y su Iglesia.
¡Oh mis queridos, no cesemos de dar gracias y bendecir al Señor por el don de la Fe, y supliquémosle que la aumente en nosotros cada día más!
Especialmente en estos tiempos, usemos toda clase de cautelas - y aquí hablo particularmente a los sacerdotes jóvenes y a los clérigos - para conservar la Fe, y conservarla pura e incontaminada: la pureza de la Fe es cosa tan preciosa, que se ha de anteponer a todas las demás.
La Fe en Dios y en Su Iglesia es la que nos mantiene el ánimo tranquilo y sereno, la que nos hace siempre contentos, en cualquier lugar y circunstancias en que la obediencia nos coloca. La Fe es la que nos arrebata de aquí abajo, nos lleva, diría allá donde el mismo Dios ve las cosas, y en tales alturas, nos sublima, que las cosas bajas, volubles y vanas y los llamados bienes de esta mísera tierra, se diría que se transforman enteramente: entonces es cuando se comprende bien aquello de "vanitas vanitatum et omnia vanitas, praeter amare, Deum et illi soli servire".
¡Ah, cómo se comprenden bien, entonces las expresiones de Ntro. Señor a los discípulos, cuando les decía: "No os envío a los goces temporales, sino a los combates, no a los honores, sino al vilipendio; no al ocio, sino a las fatigas, a los sacrificios; no al reposo, sino a agenciar mucho fruto de paciencia".
|p9 Todo es posible para el que cree; que permanece firme y humilde ante el Señor, de rodillas a los pies de la Iglesia y de Aquel que la representa.
¡Ah, sean bienvenidas pues, muchas y grandes las pruebas de la Fe, y Dios nos asista a todos para fortalecer en nosotros viril y santamente la Fe! Socorridos por la mano del Señor, animados por las bendiciones de la Sede Apostólica, de los Obispos y de nuestro amado Visitador Apostólico, no se turbarán no, nuestros corazones.
Las pruebas, los sufrimientos, recibidos de manos del Señor, no servirán sino para aumentar en mayor grado nuestra Fe, oh hijos míos: ella arderá en nosotros con nuevo vigor, resplandecerá con nueva luz, y será vida y calor espiritual para nosotros; será vida y luz de Cristo para las turbas de pobres niños de toda raza y color, y para las multitudes inmensas de obreros y de pueblos extraviados del camino de Cristo.
¡Animo, oh Hijos míos, que el porvenir es de Cristo y de quien vive la Fe activa en la verdad y en la caridad, hasta morir, hasta el holocausto por la salvación de los hermanos!
|p10 Animo y adelante con el espíritu de Fe y de fidelidad, de sólida y ardiente piedad. Dilatemos el corazón con la más grande confianza, con el más dulce amor a Dios y al prójimo. ¡La vida surge de la Fe!
No en palabras consiste el Reino de Dios, sino en pujanza de Fe y de Caridad en Cristo. Arrojemos en estos Santos Ejercicios, el viejo hombre, purifiquemos nuestra vida, vistamos la coraza de la Fe y seremos bendecidos aún más que los hijos de Abrahám.
Cuando fuimos bautizados en Cristo, nos hemos revestido de Cristo: ahora todos somos hijos de Dios, en Cristo por la Fe. Y los bienes mismos que nosotros esperamos, o sea, la Vida Eterna, los esperamos de la Fe, por la gracia del Espíritu Santo. Seamos pues, fuertes en la Fe y ejercitémosla en las obras de caridad. "Estote fortes in Fide". "Non turbetur cor vestrum", ha dicho Jesús. "Credite in Deum et in Me credite... non turbetur cor vestrum neque formidet".
Palabras de seguridad y de ternura igualmente divinas: ¡Estote fortes in Fide!
Perseverantes en la oración, firmes en la Fe, pequeños y humildes a los pies de la Santa Iglesia, Madre de nuestra Fe y de nuestras almas, esperemos tranquilos y serenos la hora de Dios.
El Señor que con su mano ha enjugado tantas lágrimas nuestras, convertirá en gozo toda nuestra tristeza: ¡Tengamos fe!
|p11 Pero no pidamos a Jesús que nos libre de las tribulaciones y de las cruces, pues sería nuestra mayor desgracia: supliquémosle que se cumpla siempre y solamente su Divina Voluntad, tal y como se nos manifestare por la Santa Iglesia. ¡Y esto, hoy, mañana y siempre, y siempre en perfecta alegría, in Domino!
Y si hay una oración que podemos elevarle, pidámosle su santo amor y nuestra santificación en la caridad. Supliquémosle, si así es de su agrado, que nos llame a participar de sus dolores y nos arroje en el piélago amarguísimo de su Corazón traspasado y vivo de Misericordia y de Caridad para con nosotros. Y que nos conceda el poder sufrir algo para aliviar los dolores del "Dulce Cristo en la tierra", nuestro Santo Padre, el Papa.
Y luego, hijos míos, amemos a Jesús por ser Jesús. Amémosle y sirvámosle per misterium Crucis. Ya en otra ocasión os lo he dicho: A Jesús se le ama y se le sirve en la Cruz y crucificados con El, no de otro modo.
Y cuando, por gracia del Señor, mediante la intercesión de nuestra Madre Celestial Fundadora María Santísima, habremos conseguido separarnos de todos y de nosotros mismos, para vivir y morir en holocausto a Cristo, Señor Nuestro, al Papa, a la Iglesia y a las almas retendremos que no hemos hecho nada; porque en verdad, oh hijos míos, nosotros no somos sino pobres pecadores; yo además, el mayor y más miserable de todos; nosotros no somos otra cosa sino siervos inútiles.
|p12 Y ahora termino, y quiero poner fin cantando a la Fe:
"Bella, inmortal, benéfica
Fe, a los triunfos acostumbrada
escribe todavía esto:"
Aquel Dios Omnipotente, que, por la Fe ha sacado de las piedras hijos de Abrahám; aquel Dios grande y bondadoso, que para difundir la Fe, suele con frecuencia valerse de las cosas débiles, para confundir a las fuertes, y de lo que no es, para confundir lo que es, para que todos reconozcan que las cosas más admirables no son obra del hombre, sino de Dios; El, Señor y Padre nuestro; me ha traído a esta tierra lejana, sobre este río inmenso para que en humildad dé testimonio de la Fe.
Sostenido por la gracia del Señor he evangelizado a los pequeños, a los humildes, al pueblo, al pobre pueblo que envenenado con perversas teorías, ha sido apartado de Dios y de la Iglesia; en el nombre de la Divina Providencia he abierto los brazos y el corazón a sanos y enfermos, de toda edad, de toda religión; de toda nacionalidad: a todos hubiera querido darles, con el pan para el cuerpo, el divino bálsamo de la Fe, pero especialmente a nuestros hermanos más doloridos y abandonados. Confieso que he debido hacer mucho, muchísimo más, y pido por ello perdón al Señor.
Muchas veces he sentido a Jesucristo a mi lado, tantas veces he vislumbrado a Jesús en los más repudiados y más infelices!
|p13 Esta "Pequeña Obra" es tan querida para el Señor que se diría ser la Obra de Su Corazón: ella vive en el nombre, en el espíritu y en la Fe grande de la Divina Providencia. No a los ricos, sino a los pobres y a los más pobres y al pueblo, me ha enviado el Señor.
Para estos nos llama el Señor, hijos míos: nos llama a nosotros los de la Divina Providencia. ¿Por ventura, seremos hombres de poca Fe?
¡Fe grande, Fe benéfica, Fe inmortal! Fe, que vives y creces a los pies de la Iglesia de Jesucristo, que floreces en caridad mediante la Bendición del Papa y de los Obispos!, escribe todavía esto:
"que las humildes tiendas del Pequeño Cottolengo Argentino", ningún hombre las ha levantado, sino la mano de Dios. Que si Dios me ha elegido a mí, es porque no ha hallado sobre la tierra a criatura más vil que yo, para que brillase la Fe en su Divina Providencia y a Dios sólo se diese todo honor y alabanza! Amén.
(Es casi la una de la mañana: ¡Deo gratias! No me queda más tinta).
Rogad por mí. Saludaré a todos estos queridos nuestros de vuestra parte. Os saludo y bendigo mucho en Jesucristo y la Virgen Santísima.
Afectísimo vuestro
DON ORIONE de la D. P.
|C23
VISITA AL CHACO Y A ITATI
HIMNO A LA VIRGEN MARIA
G. P. A. M.
Itatí, 27 de junio de 1937.
¡Viva María Santísima!
|p1 A los amadísimos hermanos e hijos en Jesucristo, reunidos en los Santos Ejercicios:
¡La gracia del Señor y su paz sean siempre con nosotros!
Héme aquí en Itatí, bajo la mirada de María Santísima, venerada en este último rincón de la Argentina, en una de sus Imágenes más milagrosas. La trajo aquí un santo Franciscano, el P. Bolaños, que vino para la evangelización de los Indios. El mismo nombre del Santo Misionero todavía goza de gran veneración, especialmente en Buenos Aires, y yo me he arrodillado ante su tumba en la Iglesia de San Francisco.
Esta mañana he tenido el consuelo de rezar la Santa Misa a los pies de Ntra. Señora de Itatí: os he recordado a todos y os he recordado mucho también en las sucesivas visitas que he podido hacer durante el día a la Santísima Virgen, rogando especialmente por vosotros, mis queridos sacerdotes.
|p2 He llegado aquí procedente del Chaco. Ayer hacia las 11, dejé Sáenz Peña y a nuestro querido Don Contardi, y al despedirme, quizá por última vez, he sentido en el corazón lo que la lengua no puede expresar. ¡Pero todo es por el Señor! Llegué a Resistencia hacia las 17 horas. En la Estación estaba esperándome el Obispo, Mons. Nicolás De Carlo, hijo de italianos; con él se encontraba el Sacerdote Profesor Don Corti, natural de Voghera, que vino al país a los dos años de edad, y es Párroco de Resistencia, la ciudad capital del Chaco. Don Contardi es Párroco de Sáenz Peña, 230 kilómetros más hacia el interior. Sáenz Peña es la segunda ciudad del Chaco. Se me condujo a la casa del Obispo (no me atrevo a llamarla Palacio Episcopal). Su Excia. me colmó de atenciones, como ya lo había hecho cuando de paso para Sáenz Peña, fuí a saludarle. Es un Obispo Misionero, celosísimo, todo ardor. Quiso luego acompañarme en una rapidísima vuelta, para que viese cuán grande es la ciudad, que en menos de 50 años desde el día en que se instaló el primer rancho, cuenta con unos 50.000 habitantes, sólo en el centro. Y no tiene sino una sola iglesia, ni grande ni bella, y sólo tres sacerdotes, contando al Obispo. Tres apóstoles, y el Obispo especialmente es de un dinamismo a lo San Pablo.
|p3 Su Excelencia insistía y volvía a insistir para que le enviase por lo menos otro sacerdote para ayudar al querido Don Contardi, quien verdaderamente lo necesita. Está sólo con dos catequistas en una población de 30.000 habitantes y además grandes núcleos de población en lugares muy lejanos y en el abandono; colonias de Indios, una a más de 100 kilómetros llamada Pampa del diablo.
El Sr. Obispo no terminaba nunca de alabar el trabajo apostólico de nuestro Don Contardi y el despertar cristiano de Sáenz Peña. Desde febrero hasta ahora, Don Contardi ha refaccionado y agrandado la capilla, ha construído un altar, bancos nuevos y tres nuevas habitaciones. Vive con mucha pobreza: habiendo llegado en febrero, ha podido "inaugurar las sábanas" sólo el 13 de junio, fiesta de San Antonio. Son muy pobres allá, y sin embargo, están muy contentos y viven en perfecta alegría. Cuando hay buen espíritu, y Dios está con nosotros, se vive más feliz que si se poseyesen todas las riquezas del mundo.
|p4 He llegado a Corrientes ayer por la noche. El Obispo, Su Excia. Mons. Vicentín, argentino pero hijo de Friulanos (Italia), había enviado a buscarme a Resistencia, y me acogió con gran cordialidad; se dignó hasta ofrecer en mi honor una cena con invitados. Conmigo estaba nuestro Padre Juan Lorenzetti, que en estos días me hizo de secretario. El y yo fuimos huéspedes del Obispo, el cual esta mañana a las 5 ya se había levantado para saludarme, antes de mi partida para Itatí. Es un Obispo de poco más de cuarenta años de edad, fuerte y muy equilibrado, culto y celoso. Fué Párroco y luego Vicario General en la Arquidiócesis de Santa Fe. Todos los Obispos nos quieren mucho; el manto de sus bondades cubre nuestras deficiencias.
He llegado a Itatí después de tres largas horas de auto. Ha sido una carrera velocísima toda a saltos y tumbos, por caminos con fosos y montículos, hasta el punto de que, para no verme deshecho con mi dolor de riñones, he tenido que viajar durante todo el tiempo, con las piernas tendidas y rígidas, y las manos sobre el asiento, a fin de aliviarme en una maniobra continua de altos y bajos; me parecía andar en las "montañas rusas". Finalmente apareció el Santuario de Itatí y fué para mi un gran alivio! El cansancio y el mal de riñones se fueron, todo desapareció. Cuando entré en la Iglesia estaba llena de devotos; me he arrodillado en el fondo, en el rincón de publicano, y sentí toda la felicidad de hallarme en la Casa de la Virgen.
28 de junio:
|p5 A los pies de la Santísima Virgen de Itatí he podido celebrar dos Misas y he pasado horas dichosas, y raramente he sentido tanto gozo como aquí, entre estos nuestros Hermanos. He rogado por vosotros y por todos. Pero, encontrarme en un Santuario de María, y no deciros alguna palabra sobre la Virgen, sería falta demasiado grave, ¿no es verdad? Para el mío como para vuestro corazón, siento que es también una grande y dulce necesidad.
¡María! ¡María Santísima! ¿No eres tú "el segundo nombre"? ¿Y existe algún Nombre más dulce y más invocado, después del Nombre del Señor? ¿Hay criatura humana, hay mujer, hay madre más grande, más santa, más piadosa? "María - dice el Evangelio - "de qua natus, est Jesus". De María ha nacido Jesús. ¡Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, por lo cual María es la ¡Mater Dei!
Nuestras madres pasan, fallecen: María, Madre de nuestras madres es la gran Madre que no muere. Veinte siglos han trancurrido, y está más llena de vida que cuando cantó el Magníficat y profetizó que todas las generaciones la llamarían dichosa. María vive y permanece, porque Dios quiere que todas las generaciones la sientan y tengan por Madre. María es la gran Madre que resplandece de gloria y de amor en el horizonte del cristianismo; Ella es guía y consuelo para cada uno de nosotros; es Madre poderosísima y misericordiosísima, para todos los que la llaman y la invocan.
Es la misericordia, es la Santísima Madre que siempre escucha los gemidos del que sufre y acude presurosa para escuchar nuestras súplicas.
|p6 La Iglesia desde los tiempos apostólicos y luego repetidas veces y solemnemente en los Concilios Ecuménicos, especialmente en el de Efeso, en el segundo de Nicea y en el Tridentino, ha sentido la necesidad y el deber de dejar establecido su culto; lo ha proclamado por medio de sus Padres, de los Apologetas, de los grandes Doctores y lo ha defendido con la sangre de sus Mártires.
¡Ah, los trabajos y las inauditas persecuciones y sufrimientos, los destierros y atrocísimos tormentos soportados por Pontífices y Obispos venerados y por otros muchos Santos, por el culto y la devoción a la Madre de Dios y nuestra, María Santísima!
La Iglesia Madre, de Roma, remonta el origen y las raíces de su culto a María Santísima hasta las Catacumbas. ¡Oh, cómo fué venerada en la Iglesia, María, con fervor constante y universal, y de qué modo tan sublime fué siempre celebrada!
¿Qué Santo o qué Orden Religiosa no se ha consagrado a Ella?
|p7 ¿Podría Dios elevar a dignidad más alta a una criatura? ¿Quién mayor que María? Ni los Apóstoles, ni los Mártires, ni las Vírgenes, ni los Confesores, ni los Patriarcas, ni los Profetas, ni los Angeles, ni los Arcángeles: ninguna criatura ni en el Cielo, ni en la tierra, puede igualarse a Ella, Madre de Dios. Y la Iglesia la honró y quiere que por nosotros sea honrada, amada y venerada en cuanto nos es dado y cuánto lo requiere su dignidad de Madre de Dios. Y nos enseña que el honor y la gloria que tributamos a María, recae en Dios mismo. Dios es quien la hizo grande: "Fecit mihi magna qui potens est"; y la engrandeció porque la vió humildísima; "quia respexit humiltatem ancillae suae"; y la hizo tan grande, llena de gracia, bendita entre todas las mujeres, toda pura inmaculada, porque la eligió por Madre y como tal, quiso que fuese sumamente honrada, sobre toda criatura. Y el honor tributado a Ella, recae en su Hijo, en el Hombre - Dios en Jesucristo, Señor Nuestro.
Esta es la doctrina de la Iglesia acerca de María; esta es la Fe inmortal que Dante exaltó en el genial Canto del Paraíso:
"Vergine Madre, Figlia del tuo Figlio,
"Umile ed alta piú che creatura,
"Términe fisso d'eterno consiglio".
Esta es nuestra fe en María, nuestro culto y nuestro dulcísimo amor a la Virgen SSma. a la Mater Dei.
Y a Jesús, nosotros vamos por María. Los pastores buscaron a Jesús, y lo hallaron en brazos de María. Los Reyes Magos vinieron a Belén de lejanas regiones para acercarse al Mesías y lo adoraron en los brazos de María.
|p8 Y nosotros, mis queridos Hijos, nosotros pobres pecadores, ¿dónde hallaremos ahora y siempre a Jesús? ¡Lo hallaremos y lo adoraremos en los brazos y sobre el Corazón de María!
A Tí, oh Señor mío Jesús, Dios y Hombre, Salvador del mundo, Nuestro Redentor Crucificado, toda nuestra adoración y nuestra pobre vida; a Tí, oh María, Inmaculada Virgen, Madre de Dios y nuestra, que has recibido, en adoración profunda y amor inefable, el primer vagido de Jesús y luego su último suspiro allá a los pies de la Cruz, donde por el mismo Cristo solemnemente nos fuiste dada por Madre; a Tí, oh María, ofrecemos toda nuestra más feviente veneración y el amor más tierno de hijos amantísimos.
¡Ah! ¿Cómo podríamos adorar a Jesús y no tener una mirada, un sentimiento de amor hacia su Madre?
A Tí, pues, oh Jesús, adoración y los latidos del corazón, trocado en altar y holocausto: a Tí, oh María el culto más alto de veneración y de amor; un culto enteramente especial, cual conviene a la Madre de Dios.
|p9 Adoramos a Jesús, porque es Dios: a María, nosotros no la adoramos, no, porque no es Dios; pero la honramos y la veneramos con un honor y veneración especialísima, por ser la Madre de Dios. Nosotros sabemos distinguir bien entre Dios y la Criatura, por muy excelsa que fuere: entre Jesús y su madre. Pero como también sabemos que no se ama nunca demasiado a una buena madre, así sentimos que jamás amaremos bastante a nuestra Madre celestial María Santísima.
Gran consuelo es para nosotros que Nuestro Señor nos haya dejado por hijos a Tí, oh María, que eres su Madre divina, y para nosotros eres Madre omnipotente y misericordiosa.
Desde luego, quien pensase que María es omnipotente por si misma, se equivocaría; pero quien piensa, quien cree y proclama que María es omnipotente por gracia, piensa, cree y proclama la verdad; profesa la doctrina purísima de la Iglesia Católica, pues que María todo lo puede en el Corazón de Jesús, su Hijo. Por lo que ha cantado Dante:
"...Ti prego, o Madre, che puoi ció che vuoi".
"Y en otro pasaje:
"Donna, se' tanto grande e tanto vali
"che, qual vuol grazia e a Te non ricorre,
"sua desianza vuol volar senz' ali".
(Mujer, eres tan grande y tanto vales, que quien quiere gracias y a ti no acude, se asemejaría a quien quisiera volar sin alas).
|p10 Es cierto, el Apóstol Pablo ha escrito que uno es el Mediador y este es Jesucristo. Jesús es el sumo Mediador y tal es por naturaleza.
Pero si Cristo, Dios y Hombre, es el Mediador supremo y omnipotente por naturaleza, María, Madre de Dios, es Mediadora por gracia, como por gracia es omnipotente: sus ruegos son eficacísimos y su mediación infalible. Todo lo obtiene de Dios, por lo que muy justamente se ha escrito: "Quod Deus imperio, tu prece, Virgo, potes": Lo que Dios puede por ser Dios, tú, oh Virgen celestial, lo puedes con tus ruegos, que todo lo pueden ante el Corazón de Dios, Cristo es el Mediador primero, María es mediadora secundaria.
Su trono es el más alto, después del trono de Dios; su poder es el mayor, después del poder de Dios. Grande es el poder de la Madre del Rey, pues todo lo puede en el corazón del Hijo.
Nosotros invocamos a Dios para que use de su poder; nosotros rogamos a María para que haga uso de su poderosa intercesión y sea nuestra abogada ante Dios, nuestra Mediadora, nuestra Arca de savación.
Invocamos a Dios para que ordene, invocamos a María para que suplique en favor nuestro.
Si San Pablo prometió a sus discípulos rogar por ellos después de su muerte, ¿cómo no ha de rogar María por nosotros?
|p11 ¡Hijos míos, abracémonos a María y seremos salvos! Invoquemos incesantemente su maternal patrocinio y tengamos viva fe; todo lo podemos y debemos esperar de María.
Ella sola bastará para hacernos triunfar de toda tentación, de todos los enemigos; para hacernos superar todas las dificultades y vencer las más duras batallas por el bien de nuestras almas y por la santa causa y el triunfo de la Iglesia de Jesucristo.
¡Dichosos aquellos que se abandonan en las manos de María! Dichosos aquellos que ofrecen al Señor sus oraciones, sus sacrificios, sus sudores y lágrimas, y las cruces, poniéndolo todo en las manos de María! ¿Por ventura, no serán así nuestras oraciones más agradables a Dios y más eficaces? ¿No serán nuestras buenas obras y nuestras tribulaciones, de mayor valor por los altísimos méritos de María?
¡Gran confianza pues, en María, hijos míos; gran confianza y tiernísima devoción a María!
¡Ah, cuán grande es la utilidad, por no decir la necesidad, de la devoción a María! ¿Puede concebirse un Religioso - quiero decir un buen Religioso - que no tenga amor y devoción a nuestra dulcísima Madre?
|p12 ¿Serán acaso los Hijos de la Divina Providencia los más lánguidos y los últimos en amar y glorificar a María? ¿Por ventura, no es Ella nuestra Madre y celestial Fundadora?
La "Pequeña Obra" es suya, es la obra de su maternal bondad, y está consagrada a Ella de un modo muy particular. Nuestro Instituto es un hijito suyo. Como ya os he dicho en otras ocasiones, nuestra Congregación está bajo las alas de la Divina Providencia como un polluelo, y vive y camina bajo el manto de María.
Si algo bueno hay en él, todo es de María; todo lo que tenga, por desdicha, de defectuoso, de estropeado y no bueno es cosa, es vileza y torpeza mías; y quizá también de alguno de vosotros, oh mis queridos hijos en Jesucristo.
Humildad, mortificación, pureza, caridad, oración y confianza en María; a Ella nada puede negar Jesús: de Ella y con Ella, todo lo podemos.
¡Ave María y adelante! "Su benignidad - dice el sublime cantor de la fe, Dante - no sólo socorre a quien ruega, sino muchas veces, liberalmente se adelanta al ruego".
¡Hijos de la Divina Providencia, ¡Ave María y adelante, adelante!
Que nos abra el corazón a confianza el "Memorare, piísima Virgo", de San Bernardo. ¡Pensemos en cuántas gracias hemos recibido de las manos de María!
|p13 Recordemos cuanto dijo San Pedro Damián: que María no tiene, después de Dios, quien la supere e iguale en amarnos. Que nos animen y enfervoricen en la devoción a María, las palabras de San Alfonso, el cual en sus "Consideraciones acerca del estado religioso", afirma - téngase en cuenta que San Alfonso es Doctor de la Iglesia y su doctrina se puede seguir "inoffenso pede", como declaró un gran Papa - afirma pues, San Alfonso, que la Bienaventurada Virgen ama a los Religiosos sobre los demás hombres; porque han consagrado su libertad, su vida y todo su ser al amor de Jesucristo, de la Iglesia y de las almas.
"¡Ah, dice textualmente el Santo Doctor, ¿podemos dudar de que María no empeñe toda su potencia y su misericordia en beneficio de los Religiosos, y singularmente de nosotros, que nos hallamos en esta Congregación, donde se hace especial profesión de amor a María con el ayuno, con las mortificaciones particulares en sus novenas, etc. y tratando de promover por doquiera su devoción?".
|p14 No, los Hijos de la Divina Providencia nunca serán ni lánguidos ni los últimos en la devoción a la Virgen SSma.: queremos ser primeros o en primera fila, a nadie segundos en el amarte, ¡oh Virgen bendita y Santísima Madre del Señor, única y sola celestial Fundadora de nuestra querida Congregación, Madre de Dios, Madre y Reina nuestra! ¡Oh toda Santa e Inmaculada Madre!
¡Ave, oh María, llena de gracia, intercede por nosotros!
Acuérdate, Virgen Madre de Dios, mientras estás ante la presencia del Señor, de hablarle e implorarle por esta humilde Congregación tuya, que es la Pequeña Obra de la Divina Providencia, nacida a los pies del Crucifijo, en la gran Semana del Consummatum est.
Tú sabes, oh, Virgen Santa que esta pobre Obra, es Obra tuya; Tú la has querido, y has querido servirte de nosotros miserables, llamándonos misericordiosamente al altísimo privilegio de servir a Cristo en los pobres; nos has querido sirvientes, hermanos y padres de los pobres, viviendo de una fe grande y totalmente confiados en la Divina Providencia. Y nos has dado hambre y sed de almas, con ardentísima caridad: ¡ALMAS! ¡ALMAS! Y esto en los días que más nos recordaban al desangrado y consumado Cordero: en los días sagrados que recuerdan cuando nos has regenerado en Cristo, en el Monte Calvario.
¿Qué hubiéramos podido nosotros sin Ti?
¿Y qué es lo que jamás podremos, si Tú no estás con nosotros?
|p15 Ahora pues, dínos: ¿A quién acudiremos nosotros sino a Tí? ¿No eres Tú la faz meridiana de la caridad? ¿No eres la fuente viva del óleo y del bálsamo, no eres la celestial Fundadora y Madre nuestra?
¿Acaso, no es en Tí, oh Bendita entre todas las mujeres, en quien Dios ha depositado todo el poder, la bondad y la misericordia?
¡Oh, sí!:
"In Te misericordia, in Te pietade,
"in Te magnificenza, in Te s'aduna
"quantunque in creatura é di bondade".
¡Sí, sí; oh Virgen Santa mía! Todo Tú lo tienes y todo lo puedes, lo que quieres".
Ahora pues, desciende y ven a nosotros. Corre, Madre, porque el tiempo es breve. Ven e infúndenos una vena profunda de vida interior y de espiritualidad. Haz que arda nuestro corazón en el amor de Cristo y en tu amor; haz que veamos y sivamos en loshombres a tu Divino Hijo; que en humildad, en silencio y con anhelo incesante, conformemos nuestra vida con la vida de Cristo; que lo sirvamos con santa alegría, y que, con gozo espiritual, vivamos nuestra parte de herencia del Señor en el Misterium Crucis.
Vicir, palpitar, morir a los pies de la Cruz o en la Cruz con Cristo.
A tus pequeños hijos, a los hijos de la Divina Providencia, dales, Beatísima Madre amor, amor; aquel amor que no es tierra, sino que es fuego de caridad y locura de la Cruz.
|p16 Amor y veneración al "dulce Cristo en la tierra", amor y devoción a los Obispos y a la S. Iglesia; amor de patria, tal como Dios lo quiere; amor purísimo a los niños, a los huérfanos y abandonados; amor al prójimo, en particular a los hermanos más pobres y doloridos; amor a los repudiados, a los que son considerados como inútiles, desechos de la sociedad; amor a los trabajadores más humildes, a los enfermos, a los inhábiles, a los míseros, a los más desdichados y olvidados; amor y compasión para con todos: para los más alejados, para los más culpables, para los peores adversarios: para todos! y amor infinito a Cristo!
Danos, María, gran ánimo, un corazón grande y generoso que alcance a todos los dolores y a todas las lágrimas. Haz que seamos verdaderamente como nos quieres: ¡Los padres de los pobres! Que toda nuestra vida sea consagrada a dar a Cristo al pueblo, y el pueblo a la Iglesia de Cristo, que arda y brille de Cristo y que en Cristo se consuma en una luminosa evangelización de los pobres; que nuestra vida y nuestra muerte sean un cántico dulcísimo de caridad, y un holocausto al Señor.
Y luego... ¡Y luego, el Santo Paraíso! Cerca de Tí, María: siempre con Jesús, siempre contigo, sentados a tus pies, oh Madre nuestra, en el Paraíso, en el Paraíso!
Fe y coraje, hijos míos: ¡Ave María y adelante!
Nuestra celestial Fundadora y Madre nos espera, nos quiere en el Paraíso. Y será pronto.
¡Benditos seáis, mis queridos hijos!
Y rogad por vuestro afectísimo en Jesucristo y en la Virgen SSma.
SAC. JUAN LUIS ORIONE
de los Hijos de la Divina Providencia
|C24
"CARTA CONFIDENCIAL" A LOS HIJOS DE LA DIVINA PROVIDENCIA, A LOS ANTIGUOS ALUMNOS Y A LOS BIENECHORES
PIO X - AMOR Al PAPA
Tortona, Pentecostés de 1912.
|p1 Queridísimos en Jesucristo:
El 19 de abril de este año será un día de eterna recordación. Eran las 12 cuando fuí introducido a la presencia de nuestro Santo Padre Pío X, en audiencia privada.
Allí estaba él en su estudio, todo blanco y sonriente, de pie ante su mesa de trabajo, puesta en mí la mirada llena de dulcísimo amor. Yo sentía una apremiante necesidad de postrarme a sus pies y de escucharlo acerca de muchas cosas, a pesar de haberlo visto, pocos días antes, el Jueves Santo, 4 de abril cuando obtuviera asistir a su Misa y satisfacer mi vivo deseo de recibir la Comunión Pascual de sus veneradas manos. Así pues, me he arrodillado ante él con todo el amor de hijo, besándole afectuosímamente el Pie y la Mano. El Papa se sentó, y con toda su bondad de Padre quiso que me sentara a su lado y lo informase, y con mucho afecto pidió noticias, hasta muy detalladas, acerca de la naciente Congregación. También en esta ocasión, como siempre, se dignó mostrar un amor especial para con la "Pequeña Obra de la Divina Providencia", y en esto igualmente se evidencia la gran humildad del Vicario de Ntro. Señor Jesucristo. Yo me hallaba enteramente confundido ante tanta afabilidad; pero he podido referir lo que vosotros, oh mis queridos hermanos: sacerdotes, ermitaños y coadjutores, hacéis con la ayuda que nos da la Providencia del Señor. Y obsevaba que el Santo Padre se conmovía grandemente y se interesaba por nuestra pequeñez, ¡querido Santo Padre! y por nuestra nada, y a cada buena noticia sonreía como quien escucha cosas que le satisfacen y se alegra de ellas en Dios.
|p2 También me habló de una obra bastante importante, muy deseada por El, a realizarse en Roma, fuera de la Puerta de San Juan de Letrán: obra no sólo de culto, sino para todo un trabajo práctico de formación cristiana y en favor de la juventud, a beneficio religioso, moral y cívico de una entera y considerable población. (........). Un día, el 9 de diciembre de 1906, el Santo Padre me dijo: "¿Sabes que fuera de la Puerta de San Juan existe una especie de Patagonia? Mira, allí muchos son cristianos, porque de pequeños los llevaron a bautizar a San Juan de Letrán; pero, en lo demás, todo está por hacer".
(.....) Y así el Papa designaba nuestra misión a las puertas mismas de Roma, y luego la otra misión que vosotros sabéis, después del terremoto.
Por la bondad y la ayuda de Su Eminencia el Cardenal Respighi, Vicario de Su Santidad, y de Mons. Faberi Asesor del Vicariato, se pudo alquilar un local a un kilómetro de la Puerta de San Juan. Una doble cochería o establo para caballos, después de limpiarla, vino a transformarse en iglesia provisoria abierta al público. (.....) Ahora surgirá, en aquellos lugares, por la munificencia del Santo Padre, una bella iglesia que será Parroquia, y que el mismo Santo Padre interrogado por mí un día como deseaba que se la llamase, dijo: "Que se llame la Iglesia de Todos los Santos". "Si chiami la Chiesa di Ognisanti".
|p3 Junto a la Iglesia me parece que la Divina Providencia se dignará hacer surgir un amplio Oratorio popular, para beneficio de la juventud tan amenazada en lo que se refiere a la fe y a las buenas costumbres; anexas surgirán las obras parroquiales especialmente para los padres de familia y para las organizaciones obreras cristianas; se abrirán escuelas nocturnas y de religión; habrá una biblioteca del pueblo, un teatrito, luego un lindo cinematógrafo y cuanto se necesita en nuestros días para poder hacer un poco de bien y para salvar las almas. Para este fin santo es inútil que os diga que me dirigiré confiado a pedir la ayuda espiritual y material de todos mis beneméritos Amigos y Cooperadores de la Providencia; porque no he de ocultaros que para esta obra querida por el Papa y de supremo bien para millares y millares de almas, se necesitará, oh mis amados Bienechores, dinero y mucho dinero; pero el dinero nos lo enviará también por vuestra mano la Providencia del Señor.
Entre tanto, es necesario orar y trabajar.
¡Almas y Almas! He aquí nuestro suspiro y nuestra consigna: ¡Almas y Almas! Y luego trabajar con humildad, con sencillez y con fe, y luego, adelante in Domino sin turbarnos jamás. Adelante, que Dios es quien todo lo hace: ¡El único que conoce las horas y los momentos de sus obras y a todos y a todo lo tiene en sus manos! ¡Adelante con fe vivísima, con entera y filial confianza en el Señor y en la Iglesia; porque muy pobre cosa es el hombre o la institución humana que se cree hacer algo por sí misma! ¡Es el Señor quien obra, y nisi Dominus aedificaverit, in vanum laboraverunt qui aedificant eam!
|p4 Acerca pues de muchas cosas tenía necesidad de conocer con claridad la voluntad de Dios, y por eso cuando me hallé ante el Santo Padre, sin abandonar la suma reverencia que se le debe, animado por su bondad he abierto al Papa el estado de mi ánimo, exponiéndole todo aquello que me parecía deberle decir. Y la palabra del Vicario de Jesucristo llegó hasta mí clara, precisa y plena de fe y de paternal bondad. (......) De manera que, oh hijos y Bienechores míos, os confieso que esta audiencia papal no fué sólo alegría dulcísima para mí, sino que siento como ella me ha renovado todo en Cristo, y confortado para servir a la Iglesia, porque ha dejado en mí un deseo más vivo y poderoso de consagrarme por entero a amar a Dios y a esparcir en los corazones, especialmente de los pequeños y del pueblo, el dulce amor a Dios y al Papa. ¡Oh, los consuelos inefables que se prueban al estar humildes y fieles a los pies de la Iglesia y de la Sede Apostólica! (.....)
En aquellos santos momentos pues, viendo tanta confianza, tan paternal y divina caridad en el Santo Padre hacia la Pequeña Obra, yo he osado pedirle una gracia grandísima.
Y el Santo Padre me dijo sonriendo: - Veamos un poco en que consiste esta gracia grandísima.
|p5 Entonces le he expuesto humildemente como siendo fin principal y fundamental de nuestro Instituto el de dirigir todos nuestros pensamientos y nuestras acciones al incremento y a la gloria de la Iglesia; para difundir y arraigar primeramente en nuestros corazones, y luego en el corazón delos pequeños el amor al Vicario de Cristo, le rogaba, debiendo hacer los votos religiosos perpetuos que se dignase en su caridad recibirlos en sus propias manos, siendo y queriendo ser este Instituto todo amor y cosa por entero del Papa.
Y el Santo Padre, con cuanta consolación de mi alma jamás podré expresarlo, me dijo enseguida y con mucho placer, que sí. Le dí las gracias y la audiencia continuó. Pero ya terminada, pregunté a Su Santidad cuando creía que debiera volver para emitir los santos votos. Y entonces nuestro Santo Padre me respondió: "Pues también enseguida".
¡Dios mío, qué momento aquél!
Me arrojé de rodillas ante el Santo Padre. Le abracé y besé los pies benditos.Saqué del bolsillo un librito que los pequeños Hijos de la Divina Providencia conocerán, y que yo llevaba conmigo, presintiendo la gracia. Lo abrí por donde está la fórmula de los santos votos, página en que de ante mano había colocado una señal.
|p6 Pero en aquel momento tan solemne y tan santo, recordé que, según las normas canónicas, sería necesarios dos testigos, y los testigos faltaban, pues la audiencia era particular y privada.
Entonces levanté los ojos hacia el Santo Padre y osé decirle: - Padre Santo, como vuestra Santidad sabe, se necesitarían dos testigos, a menos que vuestra santidad se digne dispensar.
Y el Papa, mirándome dulcísimamente y con una sonrisa celestial en los labios, me dijo: - "Harán de testigos el mío y tu Angel Custodio!..."
¡Oh, felicidad del Paraíso! Amado Señor Jesús, ¡cómo me habéis confundido por aquel poco de amor que, con vuestra gracia, Os he tenido a Vos y a vuestro Vicario en la tierra! ¡Bendito seáis eternamente, oh mi Señor, eternamente seáis bendito!
Postrado pues, a los pies del Santo Padre Pío X como a los pies mismos de Nuestro Señor Jesucristo (.....), he emitido mis votos religiosos perpetuos, y una especial y solemne promesa; un explícito y verdadero juramento de amor hasta la consumación de mi mismo y de fidelidad eterna a los pies y en las manos del Vicario de Jesucristo. (...) Y dos ángeles hacían de testigos; el ángel mismo de nuestro Santo Padre...
|p7 Antes de salir de la audiencia, he dado las gracias a Su Santidad desde lo más hondo del alma, y le he protestado que, con la ayuda del Señor, habríamos de rogar siempre y siempre por El y por la Santa Iglesia: ¡qué estaríamos siempre con El!, e imploré una bendición grande como grande es su corazón, como es el Corazón de Dios, no sólo para mi, sino también para vosotros, oh queridos Hijos míos de la Divina Providencia: Sacerdotes, ermitaños, clérigos y coadjutores todos; para vosotros, queridos y pequeños trabajadores de nuestras Colonias agrícolas; y para vosotros, mis siempre inolvidables y queridísimos antiguos Alumnos de todas las Casas. Y el Papa os bendijo a todos tiernísimamente.
Y debo confesaros que entonces el Santo Padre se me adelantó y casi me quitó la palabra de la boca, acordándose El de vosotros, oh mis Bienhechores, oh piadosas y generosas benefactoras nuestras. Me dijo que os llevara Su Bendición, y os puedo asegurar también que se dignó detenerse acerca de vosotros y sobre todos los nuestros con particularísima benevolencia. Bendijo con suave efusión a todas las obras por nosotros emprendidas y todas nuestras y vuestras familias. El Santo Padre Pío X será siempre nuestro sumo Bienhechor (...)
Cuando he levantado la cabeza reclinada sobre la mano del Santo Padre, tal vez le ha quedado regada por alguna lágrima suave y dulcísima. Y de este modo con el alma rebosando de gozo espiritual, y rezando más de un Te Deum, he descendido: y una vez fuera del Vaticano, me dirigí a San Pedro para soltar himnos y acciones de gracias a la misericordia infinita del Señor.
¡Haec dies quam fecit Dominus: exultemos et laetemur in ea!
|p8 Y parecíame que también nuestros carísimos e inolvidables hermanos, todos los que consumieron sus vidas en el amor al Papa y a la Santa Madre Iglesia y a las almas, en esta Obra de la Divina Providencia, que ya nos han precedido, pequeños corderos de Dios, en la Patria Celestial, estuviesen allí junto a mí, alrededor de la Tumba de San Pedro, para alegrarse y gozar con su pobre padre! (....)
¡Ah, que la memoria de Pío X se conserve siempre y pase en bendición entre todos los Hijos de la Divina Providencia! (....)
La Providencia lo ha suscitado a El - Papa del Clero - para restaurar todas las cosas en Cristo. Por este su amor y celo asiduos por el Clero, un nombre grande tendrá en la tierra y una corona más grande en el Cielo! Y esta su acción, que va dirigida a Dios y a las almas, acción firme y pacífica, modesta y potente ya va difundiendo mayor espíritu de fe, y da a los pueblos una vida cristiana más intensa y más práctica.
¡Oh, que no suceda jamás que nosotros seamos hombres de fe lánguida! Tenemos al Papa, a la Divina Providencia, la cual siempre sabe sacar de todo mal grandísimos bienes religiosos y sociales. Y hoy mismo, mientras todos nos entristecemos por las dolorosísimas condiciones impuestas a la Iglesia y a su Vicario, el Celestial Agricultor ya va difundiendo las semillas de una mies de triunfos, destinados a fructificar en las divinas misericordias.
|p9 ¡Oh, hijos míos!, me parece que en esta circunstancia es mi deber abriros el corazón y deciros que veo a la Iglesia enfrontando batallas supremas. La secta no retrocederá ni se detendrá, no: ¡no nos ilusionemos!
Humillémonos bajo la mano de Dios: besémosla y bendigámosla, porque ella mortifica y vivifica; deducit ad inferos et reducit!
Pero sean cuales fueren las pruebas extremas con las cuales el poder de las tinieblas, dominante ahora en el mundo se apresta para atentar especialmente en contra del Vicario de Jesucristo, y para hacer el vacío a su alrededor, tengamos fe en el Señor, porque ¡las puertas del infierno non praevalebunt!
"¡Est Deus in Israel: nada nos turbe!",exclamaba el Venerable Don Bosco, en otros terribles momentos para la Iglesia (....)
Nada de ansiedad, oh hijos míos, ni jamás titubeemos acerca de la fidelidad de las divinas promesas, suceda lo que suceda.
La Providencia de Dios, que alimenta a los pájaros del aire y viste a los lirios del campo, proveerá en favor de la Iglesia: la Providencia de Dios, que desde el centro de la eternidad gobierna los siglos, no puede temer que le falte tiempo para que se cumplan los designios del Altísimo, y el triunfo de la Iglesia.
|p10 (...) Pero es necesario, oh queridos míos, cimentarnos bien en las enseñanzas del Señor, que hasta nosotros llegan en forma del todo segura por intermedio del Sumo Pontífice, de las Sagradas Congregaciones de Roma y de los Obispos; y al mismo tiempo, especialmente hoy día, guardémonos de los enemigos internos, sembradores de cizaña y abogados de la muerte más que de la verdad. ¡Hijos de la Divina Providencia dejémonos regir por la Providencia, pero mediante la Iglesia, que Dios nos ha dado, y estemos perinde ac cadáver (como cadáveres) en sus manos! ¡Dejémonos guiar, llevar, manejar donde quiera que fuere y del modo que quiera la Sede Apostólica: este es el espíritu y la mentalidad de la pequeña Congregación!
Supliquemos cada día a Dios que jamás pemita que ella se resienta por las máximas que convulcionan a tanta cabezas; con aquel espíritu funesto de novedades, de insubordinación, de soberbia en el pensar, hablar y obrar, con que pretende desmentir a los Doctores mayormente estimados y venerados por los católicos, se intenta desacreditarlos y casi se les compadece, y se pasa hasta atentar contra la divina institución de la Iglesia y arrancar, si fuese dado, las raíces mismas de nuestra santa Fe.
Permanezcamos sordos cuando alguien nos hable prescindiendo del Papa, o no explícitamente en favor del Papa y de la sana y exacta doctrina de la Iglesia; los tales no son plantación del Padre Celestial, sino malignos retoños de herejía que producen fruto mortífero.
Aquellos que no están de acuerdo en un sólo corazón con los Obispos y con el Sucesor de Pedro, para mi son columnas sepulcrales y tumbas de muertos, sobre las cuales se hallan esculpidos solamente los nombres de los hombres vanidosos que con hipocresía llevan el título de católicos. Porque, como en realidad no participan ellos del cáliz de la Santa Madre Iglesia y del Vicario de Cristo, por tal causa, afectados por una enfermedad difícilmente curable, mucho es de temer que mueran en la impenitencia, y no participen de la resurrección a la vida eterna del alma y del cuerpo en la incorruptibilidad del Espíritu Santo, ellos que son los corruptores de la fe pura por la que Jesucristo fué crucificado, y que van maquinando con muchas astucias contra la Santa Iglesia de Roma, Madre y Maestra de todas las Iglesias, en la cual reside la plenitud de la autoridad fundada en la tierra por Ntro. Señor Jesucristo.
|p11 Hijos míos en el Señor y Amigos: amemos a la Santa Iglesia, amemos al Papa y a los Obispos apasionadamente. Nacidos en estos últimos tiempos, tiempos de nuevos peligros, no cesemos jamás, jamás, jamás de ofrecer al mundo ejemplos luminosos de afecto entrañable, de humildad, de completa obediencia, de caridad hacia la Iglesia Madre de Roma y al Papa, y considerémonos honrados si nos fuese dado hacer o padecer alguna cosa por la santa causa de la Iglesia y del Papa, que es la causa de Dios.
Amemos a la Santa Iglesia con toda nuestra mente, teniendo siempre como nuestras, todas cuantas doctrinas nos vengan de Ella y su Cabeza visible, el Romano Pontífice, y los deseos de Ella y del Romano Pontífice. ¡Amémosla con todo nuestro corazón, como por un buen hijo se ama a una madre y tal Madre cual es la Iglesia! ¡Cómo por un buen hijo se ama a un padre, y tal Padre cual es el Padre Santo!
Participemos vivamente de las alegrías de la Iglesia y del Papa; de los dolores, las esperanzas y los temores de la Iglesia y del Papa, sintiendo en todo y por todo con la Iglesia y con el Papa.
¡El Papa! ¡He aquí nuestro credo, y el único credo de nuestra vida y de nuestro Instituto!
(....) Y más que nunca en estos tiempos malaventurados en los cuales la Iglesia se ve lacerada con desgarro cruel de sus mismas entrañas, empleémonos, oh mis hijos y Amigos, en suavizar como mejor nos sea dado, sus dolores; empeñémonos en sevir a todos de ejemplo y modelo de virtud, a fin de que nuestra vida y todas nuestras obras testifiquen por cual Madre nosotros hemos sido generados, y para que la Iglesia y el Vicario de Jesucristo, siempre tengan de nosotros, aunque tan pobrecitos, motivos para complacerse y honrarse.
¡Y así, sólo así, estará con nosotros la bendición de Dios!
(.....) ¡Oh, Virgen Santísima, Madre de Dios ayudadnos Vos que también sois nuestra Madre!
Somos los más pequeños servidores de vuestro Divino Jesús; somos los hijos más pequeñitos de su Iglesia; somos vuestros más pequeñitos, ¡oh dulcísima Madre de Misericordia! En Vos confiamos! (....)
Sacerdote LUIS ORIONE
de D. P.
|C25
|p1
¡ALMAS, ALMAS!
PETRA AUTEM EST CHRISTUS
No saber ver y amar en el mundo sino a las almas de nuestros hermanos.
Las almas de los pequeños, las almas de los pobres, las almas de los pecadores, las almas de los justos, las almas de los extraviados; almas de penitentes, almas de rebeldes a la Santa Iglesia de Cristo, almas de hijos degenerados, almas de sacerdotes desgraciados y pérfidos, almas sometidas al dolor, almas blancas como palomas, almas sencillas, puras y angelicales de vírgenes; almas caídas en las tinieblas de los sentidos y en la baja bestialidad de la carne, almas ávidas de poder y de oro, almas llenas de sí mismas que sólo piensan en sí, almas descarriadas que buscan un camino, almas dolientes que buscan un refugio o una palabra de piedad, almas aullantes en la desesperación de la condena o almas arrobadas en el éxtasis de la verdad vivida: todas son amadas por Cristo, por todas ha muerto Cristo, a todas quiere Cristo salvar entre sus brazos y en su Corazón traspasado.
|p2 Nuestra vida y toda nuestra Congregación deben ser un cántico y juntamente un holocausto de fraternidad universal en Cristo.
Ver y sentir a Cristo en el hombre.
Debemos tener en nosotros la música profundísima y altísima de la caridad.
Para nosotros el punto central del universo es la Iglesia de Cristo, y el fulcro del drama cristiano el alma.
Yo no siento sino una infinita, divina sinfonía de espíritus palpitantes en torno a la Cruz. Y la Cruz destila para nosotros gota a gota, a través de los siglos, la Sangre Divina derramada por cada una de las almas humanas.
Desde la cruz Cristo clama: ¡Sitio!... Grito terrible de sed abrasadora que no es de la carne, sino que es el grito de sed de almas, y es por esta sed de nuestras almas que Cristo muere.
Yo no veo sino un cielo verdaderamente divino, por que es es el cielo de la salvación y de la verdadera paz; yo no veo sino un reino de Dios, el reino de la caridad y del perdón, donde toda la multitud de las gentes es herencia de Cristo y Reino de Cristo.
|p3 La perfecta alegría no puede existir sino en la perfecta entrega de sí mismo a Dios y a los hombres; a los más míseros y a los más alejados, a los más culpables, a los más adversos.
¡Ponme, oh Señor, en la boca del infierno para que yo, con tu misericordia, lo cierre!
Que mi secreto martirio por la salvación de las almas, de todas las almas, sea mi paraíso y mi suprema bienaventuranza!
¡Amor a las almas! ¡Almas! ¡Almas! Escribiré mi vida con lágrimas y con sangre.
Que la injusticia de los hombres no debilite en nosotros la confianza plena en la bondad de Dios.
Me siento animado y llevado por el soplo de esperanzas inmortales y renovadoras.
Nuestra caridad es un dulcísimo y apasionado amor a Dios y a los hombres, que no es de la tierra.
La caridad de Cristo da tanta dulzura y es tan inefable, que el corazón no puede imaginar ni decir, ni el ojo ver, ni el oído oir.
Palabras siempre ardientes.
Sufrir, callar, orar, amar, crucificarse y adorar!...
luz y paz del corazón.
subiré mi Calvario como manso cordero
apostolado y martirio: martirio y apostolado.
Nuestras almas y nuestras palabras deben ser blancas, castas, casi infantiles; y deben llevar a todos un soplo de fe, de bondad, de conforto que eleve hacia el cielo.
Tengamos firme la mirada y el corazón en la divina bondad.
¡Edificar a Cristo, edificar siempre! PETRA AUTEM EST CHRISTUS.
|C26
UNA PAUSA
|p1
UNA PAUSA: Nuestro más grande conciudadano me hablaba un día de música - y hablaba como sabe hablar él - a mí que de música no sé nada, aunque en verdad la belleza del arte me arrobe y sienta vibrar en mí una cierta música, a manera de armonía, de mi propia vida.
El maestro decía que uno de los atractivos de la música lo constituye, ¿sabéis qué?... ¡LA PAUSA!
La pausa es diferente del final, porque hace presentir hasta en el silencio, que música continuará.
Durante la pausa el ánimo se asimila, enriqueciéndolas, las armonías que la han precedido, y se encuentra vivamente suspenso, en la deseosa expectativa de las armonías que han de seguir.
No es un vacío la pausa - añadía él - sino un vínculo tenue y a la vez un comienzo: una suspensión rebosante de rumores de vida latente y tensa.
De este modo hablaba él, nuestro Gran Maestro. Pero lo decía mucho mejor de lo que yo pueda repetirlo. Además, os lo he dicho: ¡yo no sé musica!
Sólo sé que DESPUES DE LA PAUSA, el genio musical de nuestro Perosi sabe arrancar los trozos más bellos.
¿Habéis escuchado alguna vez los Oratorios o alguna otra composición perosiana?
|p2 DESPUES DE LA PAUSA, resurge todo el coro arrollador; a veces, un motivo nuevo se insinúa en aquel armonioso silencio, o retorna leve, leve como una evocación lejana, el motivo dominante que ensambla y resume toda la admirable composición. NUESTRA PAUSA: Ahora bien, amigos míos, Dios y las Obras de la Providencia, también tienen, diría sus pausas.
Y UNA PAUSA han tenido los trabajos referentes a nuestro querido Santuario, pausa debida, quiérase a la estación invernal, quiérase a nuestro pobre bolsillo, que terminó por quedarse muy, pero muy rebajado.
Cualquiera, viendo el Santuario permanecer allí quieto sin terminar, y siempre con aquel estorbo de casas delante de él, habrá podido cambiar la pausa por un final.
Pero no, caros lectores, no es así. No fué un punto muerto el nuestro, no es final: es sólo una pausa.
También el Santuario ha sentido los vientos de la crisis, pero lleva en sí una fuerza de fe, que vencerá audazmente las dificultades y hasta las tempestades.
No temáis: EL SANTUARIO VOTIVO no puede quedar, permanecer incompleto de este modo ni sofocado de esta manera; no puede estar siempre mudo, sin torre y sin campanas; ¡La Santa Virgen nos ayudará!
Habíamos hecho un supremo esfuerzo y hemos quedado extenuados, sin fuerzas: se sentía la necesidad de un poco de descanso, de sentarnos, de respirar DE UN POCO DE PAUSA.
Pero la espera, LA PAUSA, está por terminar. Pronto se reanudará el camino, y será un camino luminoso, muy luminoso, bajo los rayos que se desprenden de la frente purísima de la Santa Virgen, bajo la mirada misma de María!
Nos hemos detenido un momento, pero ha sido una pausa fecunda. Ya retorna la música: las armonías de la fe, del arte, de la santa fatiga y de la caridad retornan, ¡y con qué divina armonía!
¡He visto moverse las piedras, he oído cantos celestes y hasta las piedras dar clamores!
|p3 ¡He soñado con la Virgen: he visto a la Virgen trabajar conmigo!
y las piedras del Santuario y las Obras de la fe y de la caridad revivían, florecían, cantaban junto conmigo, clamando: ¡María! ¡María! ¡María!
¡Y hacia Ella se alzaban como si fueran Angeles, y junto con los Angeles como almas en adoración!
¡Cuán pura, cuán bella era la Santa Virgen! ¡Tan soberanamente bella que parecía Dios! ¡Vestida de luz, circundada de resplandores, coronada de gloria, era grande, era gloriosa de la grandeza de Dios!
¿Pero quién podrá hablar de ti, oh Virgen Santa?
¡Y no era más que un sueño!
¿Qué será el paraíso?
La mirada de María infundía tal dulzura, y su sólo recuerdo todavía lo siento con tal suavidad, que me parece estar fuera de mí.
No era más que un sueño, no duró sino breves momentos, y todavía me siento renacer: se ha esfumado la memoria de las amarguras pasadas, el alma se alegra, el entendimiento se aclara, el corazón se ilumina y arde en el fuego de suavísima caridad; siento un gozo extremado y no busco, no ansío nada más allá!
¡Te quiero, oh Santa Virgen: Te llamo, Te sigo, Te amo!
¡Fuego, dame fuego, fuego de amor santo de Dios y de mis hermanos: fuego de divina caridad que encienda las llamas apagadas, que resucite todas las almas!
Llévame, oh Virgen Bendita, entre las multitudes que llenan las plazas y las calles, llévame a recoger a los huérfanos y a los pobres, a los miembros de Cristo abandonados dispersos, doloridos, tesoros de la Santa Iglesia de Dios.
¡Si me socorre tu potente brazo, los conduciré ya todos a Ti, oh Santa Madre del Señor! ¡Madre de todos nosotros pecadores, de todos los afligidos!
¡Salve, oh Virgen celestial, oh María Tú la Bendita entre todas las mujeres!
¡Salve, oh toda albura, Inmaculada Madre de Dios: Augusta Reina!
¡Salve, oh gran Señora de la Divina Providencia, Madre de Misericordia!
¡Salve, oh toda albura, Inmaculada Madre de Dios; Augusta dulce y benigna!
¡Cuán grande eres, cuán piadosa!
¡Tú eres poderosa en el Corazón de Jesús, tu Dios y tu Hijo, y tus manos están llenas de gracia!
¿Por qué, por qué no Te he de poder yo adorar?
¡Ah, mil y mil veces Te invoco, te bendigo mil y mil veces Te amo!
¡Morir, morir de mor dulcísimo, a tus pies inmaculados, oh Santa Virgen!