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PASCUA DE RESURRECCION
Buenos Aires, Calle Victoria, 2084
Fiesta de San José de 1935
|p1 A los Religiosos y Religiosas de la Pequeña Obra:
A los queridos Amigos, Bienechores y Bienechoras:
A nuestros Alumnos y Ex-Alumnos:
A todos los pobres, huérfanos, ancianos, sanos y enfermos que en las Casas de nuestra Congregación, viven de la Divina Providencia.
Oh mis queridos, ¿podrá jamás Don Orione olvidarse de vosotros? He aquí que vengo a daros la buena, la santa Pascua, a vosotros y a cuantos vosotros lleváis en el corazón.
|p2 ¡Estamos en Pascua! Pascua quiere decir pasaje, tránsito, y para nosotros los cristianos, Pascua es la gran Fiesta de la Resurrección de Cristo, milagro de los milagros: el principio de la resurrección de la humanidad de la muerte del espíritu y de la muerte de la carne, a la verdadera vida: es la prueba incontrovertible de nuestra fe en la divinidad de Cristo.
Sobre la tumba del hombre se escribe: Aquí yace... Sobre la tumba de Cristo está escrito: ¡Resucitó, no está aquí! ¡Non est hic!
En la tumba termina el poder del hombre: del sepulcro de Cristo, desbordan el poder, la grandeza; ¡la gloria de Dios!
Es Pacua: ¡Cristo ha resucitado! ¡Hosanna a El, oh hemanos: Aleluya, Aleluya!
|p3 Queridísimos míos aquel poco de plática que acostumbro haceros cuando os escribo - porque los sacerdotes ya se sabe, siempre deben predicar, poco o mucho y en todos modos - ¿os la debo hacer de inmediato, en esta ocasión, o dejarla para el final? Mejor será en seguida, ¿no es cierto?. Nuestros antepasados decían, que el bien, si se puede, nunca se debe diferir para luego: ¡recordémoslo!
Las felicitaciones las dejaremos para el final.
Y no necesito usar de la radio, aunque nos separe el mar.
Tú, oh mi buen Angel de la Guarda, llevarás mi espíritu, y si quieres, también mi voz al otro lado del Océano. ¡Llévasela a todos, a todos!
Así pues, atención, que será breve. El sermón comienza:
|p4 ¡Hermanos estamos en Pascua! Nuestro Cordero, o sea, Cristo: "el Cordero de Dios que borra los pecados del mundo", ha sido ya inmolado; El se ha convertido en nuestro Sacrificio, en nuestra Redención, en nuestro Banquete. Y ha resucitado para ser nuestra divina levadura, nuestra resurrección, nuestra vida.
¡Cristo ha resucitado, y permanece aún entre nosotros! Nuestra esperanza, plena de inmortalidad. ¡Cristo ha resucitado y nos precede Rey victorioso, Rey invencible: Aleluya!
¡Estamos en Pascua! Ah, ¿por qué, mis Hermanos, no pasaremos de la tibieza al fervor de espíritu? ¿Por qué, si por ventura alguno se hallase lejos de las divinas fuentes de la gracia, no habrá de querer resurgir de la muerte del pecado a la vida de Cristo? ¿Por qué no conceder a su alma la paz, la serenidad, la fe viva y enérgica del bien?
¡Cristo ha resucitado! Ahora bien, ¿qué es lo que resta de nosotros, oh Hermanos, en este tiempo de los ázimos pascuales? Que con las resoluciones más santas, con las más puras intenciones, con el corazón henchido de humildad, vayamos hacia Jesús al despuntar el sol: esto es, después de habernos despojado, con una buena confesión, del vestido tenebroso de nuestros vicios. Y llevemos a El los bálsamos y los aromas: el incienso de nuestras oraciones y de nuestras virtudes. No nos cause miedo la piedra enorme, la ley escrita sobre las tablas de piedra: esa piedra ha sido removida y se ha convertido en liviana.
La Resurrección de Cristo ha hecho fáciles todas las leyes, ha iluminado todos los misterios: ha animado toda la vida de celestial esperanza.
|p5 Que el gozo y la felicidad de la Resurrección de Cristo hagan consoladora para las inteligencias, la fe; hagan suave para los corazones la palabra del Señor, y nos permitan gustar de ante mano el gozo de nuestra misma resurrección a la vida eterna y a la gloria de Jesucristo. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
Pero ante todo, ¡es necesario hacer la Pascua!
Purifiquémonos, oh Hermanos, de la vieja levadura del mal moral, que fermenta, invade y todo lo corrompe.
Que seamos una nueva masa, panes puros en Cristo, como dice San Pablo.
¡Es Pascua! Alegrémonos y celebremos con inefable gozo esta sublime, esta gran solemnidad cristiana, con ázimos santos de pureza, de verdad y de caridad.
Redimidos y purificados por la virtud de Cristo, propongamos mantenernos siempre como ázimos de fe, de honestidad, de pureza, de tal modo, que el Señor nos llene de toda santa alegría, y nuestra vida sea un fervor de santidad, y el corazón viva de Cristo, ilumine e incendie a todos con la caridad de Cristo.
Y puesto que hemos nacido no para la tristeza, no para el odio, ni para la muerte, sino para el gozo, para la felicidad en el bien, para el amor al prójimo, para la ida interminable en Cristo, hagámonos altar y holocausto para Dios y para los hermanos más afligidos y abandonados: Esto es amar al Señor. ¡Y agrada tanto al Señor esto!
|p6 ¡Cristo ha resucitado! ¡Hermanos, resucitemos con El! ¡Ensanchemos nuestro horizonte, elevemos nuestro espíritu a todo lo que sea vida en las alturas, a todo lo que sea luz, belleza, bondad, verdad y santidad. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡Cristo ha resucitado! Vayamos a El. Sólo El tiene palabras de vida eterna que regeneran, y nos brinda aquella ley de amor y libertad de la que todo hombre y todo pueblo puede esperar su progreso y salvación.
¡Ha resucitado! Brille sobre nosotros y sobre el mundo la divina figura de Cristo; que renazca en los corazones; que ríos sagrados de su caridad fluyan siempre más vivos y mayores de su pecho herido y abierto, y se derramen para vivificar la tierra y fecundarla en Cristo: sólo entonces los individuos y la humanidad habrán de resucitar, cuando el hombre y las naciones se renovaren en Cristo.
¡Cristo ha resucitado! ¡Resurjamos, oh Hermanos, resurjamos!
|p7 He visto a pecadores, después de una santa confesión alzarse con el rostro radiante de alegría y paz celestial, emprendiendo luego con ánimo sereno el camino de honesto vivir cristiano, y apresurarse para reconquistar el tiempo perdido.
He asistido al Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires: ¡una manifestación inefable!
He experimentado y visto cuan grande es la misericordia de Dios: ¡más grande que los cielos!
He visto a decenas de miles y miles de obreros, de robustos trabajadores, de jóvenes en la flor de la vida: médicos, abogados, militares, profesores universitarios, diputados, ministros, confundidos en columnas; confesarse en las plazas a lo largo de las calles, en las avenidas de esta gran ciudad. Más de 200.000 hombres, como una inmensa e interminable muchedumbre avanzar compactos, rezando, cantando y postrarse a los pies de Cristo, adorar a Cristo, recibir a Cristo, en la gran Plazas de Mayo, ante el Palacio de Gobierno de esta noble República Argentina.
Los he visto fraternizar, abrazarse en Cristo, jurar su fe y su amor a la Patria, llorando de amor!
¡Espectáculo único en el mundo!
¿Qué es lo que sentían? ¡A Cristo!
¿Quién estaba allí? Estaba Cristo, oh Hermanos; Cristo Ntro. Señor, que resucitaba en aquellos corazones. Era Jesús, era el Señor, que pasaba por esta metrópolis y descendía en medio de su pueblo.
De aquí que el Emmo. Cardenal Pacelli, el Legado del Papa, exclamara: ¡Pero esto es el Paraíso!...
|p8 Hermanos: los pueblos están cansados, están desilusionados; sienten que la vida sin Dios es cosa vana y vacía.
¿Nos hallamos en el alba de un gran renacimiento cristiano?
Cristo siente piedad de las turbas; Cristo quiere resurgir, quiere retomar de nuevo su puesto. Cristo avanza: ¡el porvenir es de Cristo!
Si por el pedestal podemos imaginarnos las dimensiones del monumento, para aquel que ha tenido al menos 60 siglos de preparación ¿qué son 20 siglos de vida?
¡Cristo ha resucitado! Veo a Cristo que vuelve. ¡No es un fantasma, no! Es El, el Maestro que camina sobre las aguas cenagosas de este mundo tan turbulento y tempestuoso.
¡El porvenir es de Cristo!
|p9 ¡Avanza, avanza, oh Divino Resucitado: la barca de este mundo hace agua por todas partes y sin Ti va a hundirse! ¡Ven, oh Señor, ven! ¡Resucita en todos los corazones, en todas las familias; en todas las regiones de la tierra, oh Cristo, resucita, resucita!
¡Escucha el grito angustioso de las turbas que Te buscan; mira a los pueblos que vienen a tu encuentro, Señor! ¡Te pertenecen, son tu conquista, oh Jesús, mi Dios y mi Amor!
Oh Iglesia del Dios viviente: extiende tus grandes brazos y ampara en tu luz salvadora a las gentes.
¡Oh Iglesia verdaderamente Católica, Santa Madre Iglesia de Roma, única verdadera Iglesia de Cristo, nacida no para dividir, sino para unir en Cristo y llevar la paz a los hombres! ¡Mil veces te bendigo y mil veces te amo! ¡Bebe mi sangre y mi vida, oh Madre de mi fe y de mi alma!
¡Ah, como desearía con mis lágrimas, con mi sangre y mi amor, hacer un bálsamo para suavizar tus dolores y derramarlo sobre las llagas de mis hermanos!...
|p10 Pero veo que el sermón va resultando demasiado largo.
Dispensadme, mis queridos: quiero ser hombre de palabra y cumplidor...
Así pues, voy a terminar. ¿Cómo queréis que termine?
Estamos en Pascua y estamos por terminar el Año Santo: pondré fin con una gran bendición.
Mis augurios de Pascua y la bendición, todo irá junto. Así seré breve.
Los antiguos Patriarcas extendían sus manos descarnadas y temblorosas sobre la cabeza de sus hijos para implorar las bendiciones más santas.
También nosotros los sacerdotes tenemos el derecho augusto, como partícipes de una más alta y espiritual paternidad, de elevar las manos y bendecir.
Os envío, oh dilectísimos míos, los más fervientes deseos de Felces Pascuas, y os bendigo a todos y a cada uno en el nombre Santo del Señor.
|p11 ¡Oh, gran Dios, Padre de bondad, de misericordia y de paz: bendecid a mis amadísimos Religiosos y Religiosas; bendecid a mis Hijos lejanos, Alumnos y Ex- Alumnos; bendecid a mis dueños predilectos, o sea, a mis pobres, recogidos bajo las alas de vuestra Providencia.
Bendecid amplísimamente, oh Señor, a nuestros Colaboradores, los Amigos, Bienechores y óptimas Celadoras y Madres de nuestros queridos huérfanos y huerfanitas y de nuestros asilados de toda clase.
Descienda ampliamente vuestra santa bendición sobre todos aquellos que tanto bien nos han hecho: sobre ellos y sobre susseres queridos, y bendecid también a los que nos hubieren hecho algún mal.
Oh Señor, en este Año del gran Perdón perdonad a mí, miserable pecador, mis grandes pecados, por vuestra infinita misericordia, como en virtud de vuestra gracia, yo perdono de corazón a todos.
Os ruego que Os mostréis generoso en vuestras gracias con mis Religiosos, Alumnos y Bienechores, y humildemente Os invoco y suplico por todos ellos: en Vos y por Vos quiero amar, servir y hacer bien a todos.
Ahora en Italia la naturaleza renace por completo: vientos templados y rayos de sol vivificante despiertan por doquiera la vida adormecida.
Oh, Señor, haced que al cerrarse el Año Santo nos despertemos también nosotros a una vida cristiana laboriosa, y que un gran gozo espiritual inunde de santa caridad los corazones, y que todos hagamos eco a la voz y a los cánticos de la naturaleza.
|p12 Oh, Hermanos míos, tan queridos y tan amados: me parece oír las campanas de mi patria lejana, repicando a gloria en las ciudades y aldeas; su himno despierta en mi santos recuerdos: cantan ellas la Resurrección de Cristo y me hacen llorar de fe, de alegría, de amor de Dios, de amor hacia vosotros, de amor a nuestra Italia.
¡Ah, "la sangre no es agua"! ha dicho un gran Arzobispo, émulo de San Carlos.
Hermanos, que el eco de este gozo no sea para mí ni para vosotros un simple recuerdo de que hace veine siglos resucitaba a nueva vida Jesús, sino que haga también resurgir para siempre nuestra alma a la más elevada vida espiritual.
Animo, mis hermanos: ¡Sursum corda, sursum corda!, y adelante, siempre adelante por el camino del bien. ¡Christus heri, hodie et in saecula!
¡Felices Pascuas! ¡Felices Pascuas a todos! ¡aleluya, aleluya!.
Y la bendición de este pobre sacerdote, de este vuestro amigo y padre sea prenda de aquella bendición grande que Dios misericordioso querrá concedernos en el día sin término del Santo Paraíso.
¡Cristo ha resucitado! ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡Felices Pascuas a todos y a cada uno!
¡Y rogad por mi siempre!
En Jesús y la Virgen Santa, soy vuestro
DON ORIONE
de la Divina Providencia.