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GENEROSIDAD Y ALEGRIA EN EL SERVICIO DE DIOS
Buenos Aires, 1 de julio de 1936
"Pequeño Cottolengo Argentino"
¡ALMAS Y ALMAS!
|p1 Mis queridos hijos en Jesucristo:
¡La gracia del Señor y su paz sean siempre con nosotros! "Cuado dos o tres se reunieren en mi Nombre - ha dicho Jesús - Yo estaré en medio de ellos". ¡Qué bellas y consoladoras palabras!
Pensad si la promesa de Jesús no habrá de verificarse en vosotros, mis queridos hijos, ahora que os halláis reunidos no sólo en su Nombre, sino con la santa finalidad de fortalecer vuestra voluntad de servir a El y a la Santa Iglesia con magnánimo corazón, y en el estado religioso al que El os ha llamado!
¡Oh cuán agradecidos debemos estar a Ntro. Señor por la asistencia que nos ha prometido, y con cuánta generosidad y resolución debemos entregarnos todos y totalmente, a su seguimiento, venciendo todas las dificultades, rompiendo con toda tibieza, a costa de cualquier sacrificio; buscando solo a El, a su Amor, a su Cruz, pues San Pablo dice, que sólo en Jesucristo está la salud y la santidad, y que toda ciencia se contiene en la ciencia de Jesús Crucificado.
Pero, a fin de poder servir a Ntro. Señor no indignamente, y para amarlo y amarlo en la Cruz y Crucificado, - puesto que a Jesús no se le puede amar ni servir sino así, o sea, en la Cruz y Crucificados - es absolutamente necesario, mediante la gracia de Dios bendito, poseer una gran voluntad y generosidad de alma; una voluntad firme en el bien y en mantener los buenos propósitos; una volutad constante y fuerte; porque los inconstantes son "desagradables a Dios y a sus enemigos".
|p2 Y se requiere generosidad, pero una generosidad no común: una generosidad grande y valiente, fundada en nuestro Dios y acompañada de humildad verdadera; una generosidad ardiente por el espíritu de fe y por juvenil intrepidez in Domino.
Nuestra pequeña Congregación debe ser, corde magno et animo volenti, una familia religiosa de caracteres firmes y de elementos generosos; una Congregación de humildes y de fuertes en la fe y en la voluntad de sacrificarse con Jesucristo y por Jesucristo, a los pies de la Santa Iglesia, con nuestra plena abnegación, y en holocausto de amor a Dios, sostenidos por la gracia del Señor, que no dejará de confortarnos, y todo para gloria de Dios y consuelo de la Iglesia.
Y nuestro carácter debe ser ardiente, leal, recto, magnánimo, pero al mismo tiempo tierno y vivificado por la caridad del Señor, y en la caridad, generosísimo siempre. Generosísimos para con Dios; sin límites y generosísimos para con las almas de los hermanos, por la caridad de Jesucristo.
Es necesario, mis queridos hijos, que nos dediquemos a servir a Dios y al prójimo con amor santo, dulcísimo, con inteligencia y con gran ánimo, con ánimo ardiente en sublimes arrojos, hasta la consumación de nosotros, ¡generosísimamente!
|p3 Sin generosidad haremos las cosas faltas de espíritu, o a medias; retrocederemos en vez de avanzar en la práctica de la virtud; nuestra mortificación se irá evaporando, la pureza comenzará a vacilar, la caridad será defectuosa, la obediencia muy imperfecta o una hipocresía, y seremos lánguidos en todos los ejercicios de piedad.
¡Ay del día en que viniese a debilitarse en nosotros aquella generosidad hacia Dios, hacia la Iglesia, hacia la Congregación, hacia las almas, que es fervor de espíritu y fervor de piedad, que es savia espiritual y caridad que debe vivificar toda nuestra vida! Nuestra Congregación envejecería antes de tiempo, y nosotros seríamos unos inválidos, sin títulos y con las manos vacías.
Nosotros somos siervos inútiles, pero somos siervos de Jesucristo, y el premio no nos será dado sino en proporción del espíritu de generosidad y de alegría y de trabajo, al menos de deseo, que hubiéremos practicado en la viña del Señor en el lugar que nos hubiere sido designado.
|p4 ¡Arriba, hijos míos, ánimo! Pongámonos en camino con ánimo alegre y generoso. Así lo dice San Pablo: "Hilarem enim datoren diligit Deus" (2 Cor. 14): Dios ama a quien se entrega a su servicio con toda generosidad y ánimo contento.
Sin entusiasmo para el bien, sin fervor y generosidad ¿a qué se reducirá la vida religiosa? Reanimémonos pues, oh queridísimos, y edifiquémonos fraternalmente con toda clase de buenos ejemplos, mientras nuestras filas van creciendo numerosas, más de lo que nosotros mismos creíamos; correspondamos con fidelidad, con gran corazón, con gran piedad, a la vocación celestial a que hemos sido llamados. Rivalicemos santamente entre nosotros porfiando quien ame más al Señor, a la Santísima Virgen, a la Santa Iglesia y a las almas; rivalicemos en la práctica de las virtudes y en la observancia de los santos votos, en quien hace mayor bien y quien difunde más el amor al Papa y a la Iglesia, siendo este el primero y el supremo amor de nuestra vida, porque amar al Papa, amar a la Iglesia, es amar a Jesucristo.
|p5 De este espíritu han vivido todos los Santos: sus días trancurrieron llenos de Dios, llenos de serenidad y de perfecta alegría, porque a Dios no se le sirve, no, refunfuñando, ni a medias; ni con cara de Cuaresma sino con plena generosidad y con alegría. Y todavía más: ¡Con ardor de caridad!
Esto es lo que explica sus rápidos progresos en la práctica de las más sublimes virtudes. En efecto, cuanto más fuéremos de buen ánimo y prontos para entregarnos a los hermanos y generosos con Dios tanto más generoso se mostrará Dios con nosotros. Y en las Casas florecerá aquel buen humor que es propio de las familias religiosas fervientes y de verdadero buen espíritu, habrá aquella santa alegría que unifica y edifica en Cristo; habrá paz, florecerá la caridad que nos hace todos para uno y uno para todos; y todo nos parecerá bello y fácil y santo, y sentirnos toda la dulzura espiritual de la vida religiosa y toda la verdad del "Quam bonum et quam jucundum habitare fratres in unum".
|p6 Y aquí termino, oh mis queridos, poniéndoos a todos en el Corazón de Jesús. La Pequeña Obra ha brotado del Corazón traspasado de Jesús Crucificado, en una Semana Santa inolvidable! Que el Corazón de Jesús haga vivir y palpitar nuestros corazones de la más grande generosidad y caridad!
Yo ruego por vosotros. ¡Rogad por mi igualmente! Dios nos escuchará a todos, nos dará gracia, fuerza, firme voluntad en los caminos del bien, generosidad de ánimo y valor! El Reino de Dios se ensanchará aún más en medio de nosotros, y sea cual fuere nuestro porvenir, caminaremos con firmes pasos hacia la meta que la Divina Providencia y la Santa Iglesia nos señalaren.
Vayamos adelante con ardor, pero también con sencillez y obediencia plena y contenta, adonde la misericordiosa Providencia y la mano maternal de la Iglesia nos condujeren, sin buscar otra cosa que el amar y sevir a Jesucristo y a la Santa Iglesia, y vivir y morir a sus pies y sobre su Corazón!
Os abrazo a todos in osculo sancto y os bendigo con todo mi corazón de padre y en la Santísima Virgen.
Sac. J. LUIS ORIONE, de la D. P.
P/D. Para leerse en las tandas de los Ejercicios Espirituales de 1936, hacia la mitad de los mismos.