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Buenos Aires, 8 de diciembre de 1935.

Carlos Pellegrini 1441.

"Pequeño Cottolengo Argentino".

 

¡ALMAS Y ALMAS!

|p1 A los Religiosos y Religiosas de la Pequeña Obra de la Divina Providencia.

¡La gracia del Señor y la paz, cantada por los Angeles en el Portal de Belén, sean siempre con nosotros!

Queridísmos Hemanos míos, Sacerdotes y todos vosotros que sois mis hijos en Cristo, y también vosotras oh Religiosas, buenas hijas de Dios: he aquí que vengo en el Señor, a presentaros mis felicitaciones de Navidad.

Al acercarse el día tan alegre y saludable para el mundo entero, mil afectos, a cada cual más dulce, florecen en nuestros corazones, y al canto angelical del "Gloria in excelsis Deo" nos sentimos profundamente conmovidos.

¡Estamos en Navidad! ¡Cordiales y celestiales augurios a todos y a cada uno de vosotros desde lo íntimo de mi alma!

|p2 ¡Ah, cómo se consuela y se ensancha el corazón al releer en estos días, la célebre profecía de Miqueas:

"Y tú, oh Belén, tú eres pequeña entre mil de Judá; pero de tí vendrá Aquel que ha de ser dominador de Israel y cuya generación es desde el principio, desde los días de la eternidad".

Según estas formales palabras, unánimemente se retenía que en Belén había de nacer el Mesías.

Y agragaba el Profeta: "...El será glrificado hasta los últimos términos de la tierra. Y El será la Paz".

El Mesías, pues, no sólo es pacífico y príncipe de la paz, sino que es la Paz.

|p3 ¿Pero cómo sería posible que naciese El en Belén, si María, la Madre, habitaba en Nazaret? La Divina Providencia ya se encargará de resolver estas dificultades: las mismas potestades de la tierra se convertirán en ejecutoras de los decretos de Dios.

En Oriente y en Occidente reinaba entonces César Augusto: las naciones más orgullosas de su independencia habían caído a los pies del vencedor, sometidas por las legiones de Roma invencible. En todo el Imperio reinaba la paz. En las monedas acuñadas con la efigie de Augusto, se leía: "SALUS GENERIS HUMANI". Pero no será Augusto la salvación del género humano: ¡EL SALVADOR DEL MUNDO ES CRISTO!

|p4 Se había promulgado un Edicto del emperador, ordenando un Censo General de la población; todos debían inscribir su nombre, cada cual en la ciudad de dode traía origen su famailia. María y José, ambos descendienntes de David, se vieron obligados a trasladarse a Belén, donde había nacido su glorioso Antepasado.

Eran pobres. Llegaron allá deshechos por el cansancio, después de veintitrés leguas de camino.

Llegaron cuando caía la noche.

La Virgen María y José llamaron en vano a todas las puertas. Se les rechazó hasta en la hospedería pública: eran pobres y no había lugar para ellos. Entonces salieron de la ciudad y al decubrir una pequeña covacha junto a una roca, allí se detuvieron. Era a manera de un establo, en el cual se refugiaban pastores y ganados. Había paja y un destartalado pesebre.

Y sucedió que en aquella cueva abandonada, hacia la media noche, nació Jesús.

Y María, su Madre Le adoró. Lo estrechó contra su corazón, lo envolvió con pobres pañales y lo colocó en el pesebre.

|p5 En la misma región había pastores, que velaban cuidando sus ganados, gente sencilla y buena. Un resplandor los deslumbró, y se apareció un Angel del Cielo que les dijo: Os traigo la nueva del mayor gozo que tendrá todo el pueblo: hoy os ha nacido el Salvador, que es el Cristo o Señor, en la ciudad de David. Y he aquí la señal; hallaréis a un Niño, envuelto en pañales, reclinado en un pesebre.

Y súbitamente se unió al Angel una multitud de las celestiales milicias, que alababa al Señor, cantando: ¡GLORIA A DIOS EN LAS ALTURAS Y PAZ EN LA TIERRA A LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD!

Y aquellos pastores, estupefactos, acudieron con presteza y alegría, y en efecto, hallaron al Niño en el pesebre. Y, a su vista, reconocieron en El al Salvador: Salus generis humani, y le adoraron glorificando al Señor.

Aquel Niño, nacido en un miserable portal, es la verdadera y única Salus generis humani: su Nombre es más grande que el nombre de Augusto. El fundará un reino más extendido que el imperio de los Césares.

Y la humanidad contará sus fastos gloriosos, no ya desde el origen de Roma, sino desde Cristo, el Hijo de Dios, en quien serán bendecidas todas las naciones de la tierra.

|p6 Y desde entonces, oh mis queridos hijos, al retornar cada año aquella noche entre todas bendita y sacratísima, los discípulos de Jesús van repitiendo con amor el cántico de los Angeles: ¡Gloria in excelsis Dei et in terra pax! Y se saludan con los más fervientes votos de santa alegría.

Y he aquí, oh hijos míos y buenas hermanas, por que también vuestro padre desde tan lejos, llega hasta vosotros para ofreceros sus felicitaciones y a traeros la santa bendición de Navidad.     

El no tiene mayor deseo que éste: que todos, unidos concordes, busquemos siempre más la mayor gloria de Dios, a semejanza de los Angeles en lo alto de los Cielos: o sea en las almas puras y espirituales, en las cuales, mediante buenos y santos pensamientos, nunca debe callar el cántico de alabanza, de acción de gracias y de ofrecimiento. Y que hayáis de conservar siempre entre vosotros todos, como ahora, una unión y paz perfectas; la paz de Jesucristo, que es el fruto de la caridad, y según la expresión de la Escritura, la belleza de la paz: "in pulchritudine pacis".

¡Oh Hijos de la Divina Providencia, cuán bella es nuestra fe y la caridad fraternal que nos une en un corazón y en una sola alma, a los pies de Jesús! Ninguna distancia nos impide cantar juntos: ¡Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad!

|p7 Y que juntos caminemos también. ¡Es tan animador! Y que caminemos a toda prisa también nosotros y vayamos a Jesús, glorificando y alabando al Señor. Jesús, Salus generis humani, es nuestro Dios, es el único Salvador de todo el género humano. Del Señor es la tierra y todo cuanto ella encierra: el Señor ha venido a salvarnos, y nosotros correremos al encuentro de los resplandores de su gloria. Y reinará sobre nosotros el Salvador del mundo: Salus generis humani.

Su trono no vacilará, porque fué preparado ab aeterno. He aquí que viene el gran Rey invencible: Salus generi humani.

Adoremos, oh hermanos e hijos míos, a nuestro gran Dios y nuestro Salvador, y en esta su Navidad abandonémonos al mayor gozo santo del espíritu, a los más vivos transportes de dulcísima alegría y de amor.

Patriarca y Profetas lo contemplaron en espíritu y se regocijaron. Era entonces una esperanza, una promesa, un rayo de luz. Pero, ¡qué sentimientos de inefable reconocimiento no debemos tener nosotros, oh hijos míos, que poseemos aquel Bien que ellos tanto suspiraron, y que no vieron sino de tan lejos!

|p8 ¿Y quién podrá decir el amor que Jesús nos revela en su Nacimiento?

Guiados por la luz de la fe, adoremos la infinita majestad de Dios, escondida bajo el velo de la infancia; que este prodigio de omnipotencia y de amor encienda en nuestros corazones la llama de la más ardiente caridad!

¡Ah, Señor! Vuestro Nombre es admirable sobre toda la faz de la tierra: Vos sois verdaderamente el Dios de las maravillas; pero excede a toda maravilla el contemplar al Omnipotente hecho Niño, y en un pesebre, por amor a mí, pecador.

¿Qué habrán dicho los Angeles que no os habéis hecho Angel, sino hermano nuestro, despojado de toda gloria, niño, débil, humillado, abandonado?

¡Oh caridad de Nuestro Señor!

¡Oh grandioso triunfo del amor de Dios! Misterio tan grande y tan dulce, que la Iglesia para expresarlo dice que en el nacimiento de Cristo, los cielos destilaron miel.

Bien se comprende el gozo de que se inundaron un San Gerónimo, un San Francisco de Asís, y otros Santos, cuando llegaron a orar en el portal de Belén. El "todo seráfico en fervor", San Francisco, quedaba arrobado en éxtasis celestial, cada vez que hablaba del Niño Jesús. Y, alma altamente mística y poética, quiso hacer en los bosques de Greccio la primera representación pintoresca del Pesebre viviente.

¿Hay por ventura alguna cosa más dulce, o que más anime para vivir en humildad y amar a Dios en santa pobreza, con alegría y gozo sereno, que la sonrisa del Niño Jesús?   

|p9 ¿Hay en el mundo algo que conmueva y haga llorar con un llanto más sinceramente sentido y más consolador, como aquel rostro, embeleso de los Angeles, y reflexionar que un día aquel rostro santo habrá de ser golpeado y desfigurado, cubierto de esputos y de sangre?

¡Y con qué corona será traspasada aquella frente divina!... ¡Y las manos y los pies y el Corazón!...

¡Ah, Jesús, Rey de amor que nos has amado más que a tu vida!, ¿cómo podremos permanecer insensibles? ¿No has Tú venido a sufrir por nosotros, a cargar con nuestras miserias, a reparar nuestros pecados, a rescatarnos y a librarnos de nuestros males? ¿No has venido Tú para inflamarnos de amor divino?

Tú has venido para todos, para los grandes como para los pequeños; para dar paz, salvación y amor sin límites a todos los hombres de buena voluntad, ¡JESUS SALUS ET AMOR GENERIS HUMANI!

|p10 Y a fin de que aprendamos a amarle sin reserva, sin interrupción y perfectamente, Jesús nos llama junto al Pesebre, omo un día llamara a los pastores: en la escuela de Belén es donde quiere infundir en nosotros su espíritu, y atraernos a la belleza de la humildad, de la pobreza, de la caridad; quiere infundir en nuestros corazones el reinado de estas tres grandes virtudes, sin las cuales, oh hijos míos, nunca seremos verdaderamente sus discípulos.

Y con esas tendremos las demás virtudes, como siervas suyas: la obediencia, la piedad, la mortificación, la pureza, la paciencia, la dulzura, el amor fraternal.

Roguémosle que nos inspire una viva compunción de nuestros pecados; que no permita en nosotros apego alguno el mundo, sino que nos llene de su espíritu, y El sólo reine en nuestros afectos, en nuestros pensamientos, en nuestras acciones, a fin de que El esté todo en nosotros y nosotros todos en El.

¡Oh mis queridos hijos!, postrados como los pastores a los pies del Niño Jesús, digámosle: ¡Ven, oh Jesús, toma posesión y reina soberano en mi alma!

¡No quiero ser sino de Ti solo: Tú eres mi Dios, ven, oh Jesús ven! Yo me atrevo a extender mis manos hacia Ti; pongo mi vida y mi corazón a tus pies: ¡Tú eres mi Amor, Tú eres el latido y el alma de mi alma! ¡Ven, mi Jesús, ven!

|p11 Y, de nuevo, feliz Navidad a todos!

Recibo siempre con mucho placer vuestras cartas individuales y colectivas: sobre todo, os quedo muy reconocido por las oraciones y Comuniones.

Siempre os recuerdo, siempre os tengo ante mis ojos; pero de un modo especial en estas dulces solemnidades de Navidad, rogaré al Niño Jesús que se digne derramar sobre todos vosotros, queridos Sacerdotes, Clérigos, Ermitaños, Aspirantes y buenas Hermanas, la abundancia de sus gracias.

Comenzando por el amadísimo Don Sterpi y los más ancianos, os abrazo in osculo Christi, uno a uno, mis muy queridos sacerdotes: recordadme en la Santa Misa, como yo lo hago siempre por vosotros. ¡Feliz Navidad y feliz Año Nuevo!

Feliz Navidad a las Hermanas de las diversas Familias Religiosas. A todas les envío la santa bendición. Tengo necesidad de que se ruegue incesantemente por mí.

|p12 Nuestros Hermanos de aquí y también las Hermanas se encomiendan vivamente a vuestras oraciones: os saludan en el Señor y os envían santos augurios y los mejores votos.

Amémonos todos mucho in Domino, y trabajemos para su mayor gloria, humildísimos a los pies de la Santa Iglesia, de los Obispos y del Papa, íntimamente unidos: cor unum et anima una, sin desanimarnos jamás por las dificultades y pruebas dolorosas que Dios, para bien nuestro y de la Congregación, creyese conveniente permitir.

Jesús Niño difunda en nosotros y en las Casas de la Congregación las más santas Bendiciones de Navidad.

La Santísima Virgen aliente a mí y a vosotros; reavive en todos el espíritu religioso, y a todos os bendiga, mientras con todo su corazón os bendice vuestro afectísimo como Padre en Jesucristo.

                                                      Sacerdote    LUIS ORIONE