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LA OBEDIENCIA

(Epifanía de 1935)

 

¡ALMAS Y ALMAS!

|p1 A los Religiosos de la "Pequeña Obra de la Divina Providencia.

"¡In Nomine Jesu!" "¡En el nombre de Jesús!".

Me dirijo a vosotros, oh queridos míos, ¡en el Nombre de Jesús!

Espero que habréis pasado en santa alegría las dulces solemnidades de Navidad. También nosotros hemos vivido durante    estos días, las más puras y suaves alegrías de la fe, unidos con vosotros fraternalmente en un mismo espíritu de amor. Hemos orado con vosotros a los pies del Niño Jesús y se hablaba de vosotros tan lejanos, como si hubieseis estado aquí presentes. ¡Cuán bello es amarnos en el Señor! Ciertamente, ¡esto debe agradar tanto al Señor!...

Acabamos ahora de comenzar el Nuevo Año. Demos gracias a Dios por los muchos beneficios recibidos, y comencemos desde hoy a amar y servir con gran fervor a Jesucristo y a la Santa Iglesia Romana, Madre nuestra con ardiente caridad; con todo el corazón, con toda el alma, con toda nuestra pobre vida.

Postrados a los pies de Dios, pidámosle humildemente perdón a El, que es nuestro Padre, de todas las ingratitudes de la vida pasada y cada uno diga de corazón: "Nunc incipio in Nomine Jesu: Ahora comienzo en el Nombre de Jesús". Comienzo a ser de Cristo y de la Iglesia: Nunc incipio esse Christi et Ecclesiae.

Año nuevo, vida nueva. ¡Vida santa y santificada!

¡Año nuevo: vida entera en Jesús, de Jesús y para Jesús!

|p2 ¡Hijos míos, vivamos en Jesús! Perdidos dentro de su corazón, encendidos en su amor. Pequeñitos, pequeñitos. Sencillos, humildes, dulces.

¡Vivamos de Jesús! Como pequeñuelos entre sus brazos y su Corazón santos e irreprensibles bajo su mirada, abismados en el amor de Jesús y de las almas, con fidelidad y obediencia sin límites para con El y para con su Iglesia.

..¡Vivamos para Jesús! Todos y todo para Jesús. Nada fuera de Jesús, nada que no sea Jesús, que no conduzca a Jesús, que no respire Jesús. De una manera digna de la vocación que hemos recibido, modelados en su Cruz, en su sacrificio, en su obediencia "usque ad mortem"; en oblación y total holocausto de nosotros mismos, como un perfume de suavísimo olor.

¡Oh Jesús! Abrenos tu Corazón. Déjanos entrar en El, oh Jesús, porque sólo en tu Corazón podemos comprender algo de lo que Tú eres. Sólo en tu Corazón podremos comprender tu caridad y misericordia, y entender y amar también nosotros el sacrificio y aquella santa obediencia por la que Te has sacrificado.

|p3 Mis queridos Hijos en Jesucristo: Hoy, como ya supondréis, os escribo inundado de dicha, puesto que lo hago desde la nueva casa de Lanús situada a las puertas de Buenos Aires. Casa venida a nuestras manos de un modo verdaderamente providencial cuando me encontraba en gran aflicción, por no saber donde pondría en la Argentina el Noviciado de la Congregación, tan necesario para tener un personal religiosamente formado.

Aquí están conmigo la mayor parte de vuestros Hermanos de la Argentina, y Don Montagna y Don Szymkus llegados del Uruguay: sacerdotes y clérigos que hacen los Santos Ejercicios.

Durante estos meses en Sud América, es como el verano entre nosotros. Son los meses de las vacaciones escolares, el tiempo que tenemos más libre para los Ejercicios Espirituales. No os puedo explicar el consuelo que siento al encontrarme con estos queridos    nuestros. Después de esta tanda de Ejercicios, se hará otra, y más tarde asistiré a los que se harán en el Uruguay, en la Casa de Floresta, donde están los amados Ermitaños. Pero en este momento, no puedo dejar de    llamaros a tomar parte en nuestro contento, y como recuerdo, quiero que llegue hasta vosotros la presente desde esta linda Casa Providencial. Que ella sea como un regalo de los Reyes Magos.

Os ruego entre tanto bendecir a Dios, puesto que, cuando esta carta llegue a vosotros, "Deo juvante", para el 18 de enero, Fiesta de la Cátedra de San Pedro en Roma, ya habré abierto el Noviciado Argentino de los Hijos de la Divina Providencia, con la plena aprobación y bendición del Exmo. Nuncio Apostólico, Mons. Cortesi, y de su Excia. Rma. el Señor Arzobispo.

Me place deciros también, que desde estos días iniciales, esta Casa, por la piedad de nuestros Hermanos, se ha transformado ya en un verdadero y santo Cenáculo de fe, de oración y de fraterna caridad.

Y ¡Deo Gratias! ¡Deo gratias!

|p4 Heme aquí, pues, con vosotros, y perdonadme si no procedo ordenadamente. No podré escribir sino con prisa, a pedazos y trozos sueltos, y quizá hasta repitiendo. Pero, "repetita juvant", cuando sirven para inculcar y profundizar más y más en nosotros lo que nos puede ayudar.

Acabo de leer el capítulo II del Evangelio de San Lucas, donde se nos muestra a Jesús de doce años de edad, el cual, hallado por María Santísima y San José después de tres días de angustiosa búsqueda, descendió juntamente con ellos desde Jerusalém a Nazaret. Y el Evangelio dice:

"Et erat subditus illis""Y estaba sujeto a ellos".

|p5 El israelita, a los doce años, se convertía en hijo de la Ley, con obligación de observar todos sus preceptos, todos los deberes de la religión. Y así quiso cumplirlo Jesús.

No estaba obligado a ello, porque como Dios, se hallaba por encima de toda prescripción ritual. Pero de El se había dicho: "Coepit facere et docere". "Comenzó primero a obrar y luego a enseñar". Quiso darnos el ejemplo de la fidelidad y obediencia a las prescripciones del culto; quiso hacernos comprender que es precisamente en el Templo donde Dios habla al corazón, que es en la Casa de Dios, donde se alcanzan a manos llenas las gracias.

Por eso a la dulce observación de la Madre, respondió El con una justificación elevada y preciosa; para enseñarnos que, en caso de encontrarse frente a frente los vínculos que nos atan a la tierra y los que nos unen al Cielo, las voces alucinantes de la carne y de la sangre, y las de un llamado divino a la vida de perfección, los seguidores de Cristo no pueden discutir ni dudar: "Quia in his quae Patris mei sunt, aportet me esse".   

"Es necesario - dijo Cristo - que Yo me ocupe de las cosas que pertenecen a mi Padre" "Oportet"", ¡es necesario!

La vocación religiosa, oh hijos míos; es un deber que está por encima de la conveniencia, de los intereses de familia, de los sentimientos, de las lágrimas, de la vida y hasta de la muerte.

|p6 Y el pasaje de la Escritura concluye sublimemente con la obediencia de Jesús: "estaba sometido a ellos".

Toda la vida de Cristo es un ejemplo inefable de caridad y de obediencia. Declara El mismo repetidamente haber venido a la tierra, no para hacer la propia voluntad, sino la voluntad de su Padre celestial.

Tanto en la vida privada como en la pública, lo mismo al nacer que al morir, Jesús obedece siempre al Padre que lo ha enviado: "Fuit obediens usque ad mortem, mortem autem crucis", escribió San Pablo (Phil. II), y "fué obediente hasta la muerte y muerte de cruz", la más ignominiosa.

Jesús, Cordero de Dios, se ofrece Víctima Divina e inmaculada al Padre, para redimirnos, redimiéndonos mediante la caridad y la obediencia más humilde, más grande.

..Sobre la Caridad, Hermanos, os he escrito en Navidad, hoy deseo entreteneros hablando sobre la obediencia religiosa, porque ésta es el eslabón de oro que nos une con Cristo y con su Iglesia, y el fundamento alrededor de cual se orienta toda la vida religiosa.

|p7 La obediencia religiosa es santa, puesto que tiene su fundamento en Dios. Su base granítica es la fe en la Divina Providencia. Ella consiste en la disposición habitual a someterse a las disposiciones y órdenes de los Superiores, como legítimos representantes de Dios e intérpretes de su voluntad. Y para que pueda ser llamada "virtud", ella debe ser inteligente y libre. Y para que tenga méritos, es necesario que la voluntad la ejecute como un deber sagrado.

El Religioso obediente ve en el Superior a la persona misma de Cristo. Para él la voz del Superior es la voz de Cristo, la voluntad del Superior es la voluntad de Dios. Cuando se consideran en Dios todas las cosas que el Superior dispone, ellas nos resultan tanto más justas y agradables, cuanto pudieran tal vez parecernos y también ser irrazonables y amargas.

La vida religiosa es solamente posible mediante la práctica fiel y completa de la obediencia. De donde se deduce e infiere, que ésta es la virtud básica de aquella.

|p8 Ninguna cosa podemos ofrecer a Dios de mayor valor que la voluntad. Porque la voluntad, dice Santo Tomás, es la facultad mediante la cual usamos y gozamos de todos los demás bienes. Y así como todo pecado nace del abuso de la voluntad, del mismo modo, del buen uso de ella procede todo acto de virtud.

La obediencia al Superior frena nuestra voluntad y nos libra de abusar de la libertad.

Por lo tanto, con la obediencia ofrecemos a Dios lo mejor de nosotros mismos: la voluntad y la libertad. Bienes éstos preciosos, que consagramos a Cristo y a la Iglesia por amor. Y es tal esta oferta, que en verdad supera a todas las demás en valor, hasta el punto que las Divinas Escrituras dicen: "La obediencia vale más que las víctimas" (I, Reg. XV).

"La obediencia - ha escrito Santo Tomás - (Quodlibet 10, art. 2,3) - es una virtud que amolda y vuelve pronta la voluntad del hombre respecto a aquel que nos manda". Y esto, sobrenaturalmente, o sea, por el amor deDios y porquese cumpla en nosotros la voluntad de Dios.

|p9 No, pues, de mala gana, no por temor servil obedeceremos nosotros, sino alegremente in Domino, y con corazón generoso y magnánimo. Porque Dios ama al dador contento: "Todo por el amor y nada por la fuerza", decía sabiamente San Francisco de Sales. "De este modo la virtud de la obediencia enriquece al hombre religioso, alegra a la Iglesia, da la paz, ilumina y adorna la mente, castiga al amor propio, abre el cielo, hace feliz a quien se somete y salvaguarda todas las virtudes". Así escribió el Primer Patriarca de Venecia, San Lorenzo Justiniano (De lig. vita, cap. III).

La alegría del rostro, la dulzura del habla, la voz suave, son además un adorno u ornato de la obediencia y revelan las buenas disposiciones interiores.

|p10 Es necesario que nos apliquemos a hacernos perfectos en la obediencia, oh queridos Hermanos e Hijos míos en Cristo. Y cuando los Superiores quieran aquello que nosotros no queremos, no nos irritemos o lo tomemos a mal - lo que demostraría un afecto desordenado a lo que se desea - sino pleguémonos e identifiquémonos con lo que ellos mandan. Y no se diga: "Los Superiores no ven bien, los Supeiores me molestan..."; porque la molestia no viene de parte de los Superiores, sino de las propias pasiones y del apego excesivo a nosotros mismos, a nuestras ideas, o a aquellas cosas que queremos absolutamente mientras no debe quererse sino subordinadamente, diciendo siempre, pero de corazón, como dijo Cristo: "Nom mea voluntas, sed tua fiat"...

De este modo amaréis de verdad a vuestros Superiores, oh queridos míos: si, dejando a ellos el oficio de guiaros y mandaros, cumplís el vuestro de obedecer fielmente y alegremente. Entonces la protección de Dios no os podrá faltar. Porque Dios proteje siempre a los obedientes y los conforta abundantemente con aquellos verdaderos bienes que también El sabe que son los más convenientes para cada uno.

Así, Hijos míos, y nada más que así, nos quiere guiar el Señor, para que vivamos el verdadero espíritu religioso y consigamos nuestra santificación; esto es, mediante una perfecta obediencia, con la abnegación total de nosotros mismos según se dice en el Evangelio de    quien quiere seguir a Cristo: esforzándonos en deponer nuestro propio juicio y nuestro amor propio. ¡Oh, cuán hermosa y santa cosa es estar bajo obediencia! ¡Vivir bajo la guía de un Superior y no ser dueño de sí mismo!

|p11 LA IMITACION DE CRISTO, el gran libro que tanto nos enseña a vivir, a amar, a sufrir cristianamente y como verdaderos religiosos, añade: "Mucho más seguro es estar bajo obediencia que constituído en autoridad" (Lbr. I-IX). Porque la obediencia es el camino recto, el camino más llano, el más seguro, el más suave para procurarnos nuestra salvación. He aquí el porque "la mente del justo pone su estudio en    la obediencia" (Proverbios, XV-28). "Curre hic vel ibi": anda si quieres, a tu antojo; pero no tendrás tranquilidad, sino bajo el gobierno de un superior, en humilde obediencia (Lbr. I-IX).

¿Y por qué? Porque obediencia religiosa es mortificación de la voluntad propia con espíritu alegre; es ver a Cristo en el Papa, en los Obispos, en los Superiores; es amarlos, escucharlos, seguirlos dócilmente con plena y filial adhesión del corazón, de la mente, de las obras; con devotísimo acatamiento y filial veneración.   

|p12 Porque sólo en la obediencia a Cristo, a su Iglesia, a las Autoridades y a los Superiores, se encuentra el reposo y la paz del corazón.

Y pensando así fué, que apenas conocida la noticia del nombramiento de Mons. Egisto Melchiori, como nuevo Obispo de Tortona, después de reunirnos en la casa de la calle Victoria (hoy Hipólito Yrigoyen), de Buenos Aires, donde entonces me encontraba, para dar gracias a Dios con el "TE DEUM", no he hallado expresión que mejor expresara los sentimientos míos y vuestros, que felicitarle telegráficamente con estas claras y significativas palabras: "Prometo obediencia y acatamiento", al tiempo que invocaba su bendición. Y le hubiese dicho mucho más si en aquel día lo hubise consentido mi pobre bolsillo.

Obediencia - dice San Agustín - es querer aquello que el Superior quiere y quererlo con ánimo alegre; no contradecirle ni con el pensamiento, ni con palabras ni con obras; cumplir, sin neesidad de que nos lo urjan, la orden recibida o los deseos del Superior, y en el Superior ver y seguir a Cristo.

|p13 "Muchos están bajo obediencia más por necesidad que por caridad; los tales sufren, y facilmente murmuran y nunca tendrán libertad de ánimo si no se sujetan por Dios de todo corazón" (Lbr. I, cap.IX).

"Quien procura sustraerse a la obediencia, éste se sustrae a la gracia. El que no se sujeta de buena gana al Superior, señal es que su carne aún no le obedece perfectamente, sino que muchas veces se rebela y murmura. Aprende, pues, a sujetarte prontamente a tu Superior, si deseas tener tu carne sujeta" (Lbr. III cap.XII) (Es siempre el pío Autor de la "Imitación de Cristo").

|p14 Mas no quisiera que se pensase que os escribo de este modo por no estar satisfecho de vuestra obediencia. No queridos míos, no. "Non ut confundam vos haec scribo sed ut filios meos carísimos moneo, in charitate Domini Nostri Jesu Christi", os diré con San Pablo.

"Como siempre habéis sido obedientes, - y lo digo con gran satisfacción - dejad por eso que aún de lejos os exhorte con el Apóstol (Phil. II,12), a querer llevar a término vuestra propia salud... no como si así hubierais de hacerlo únicamente cuando yo estoy presente, sino mucho más ahora que estoy ausente". Porque sólo con la obediencia se puede agradar a Dios y ser buenos Religiosos. De donde se deduce que quien verdaderamente desea amar y servir a Dios, no ha de hacer otra cosa sino obedecer.

¿Y de qué modo obedecer?. Santa Catalina de Sena quiere que cada religioso se ponga ante los ojos "lo obediencia de Cristo Crucificado, el cual por obediencia al Padre y por nuestra salvación, corrió a los oprobios de la muerte de Cruz".

San Francisco de Sales ha escrito: "Tú no desees sino lo que quiera Dios. Has lo que dice quien te gobierna siempre que no veas en ello pecado. Querer lo que quiere el Superior, es querer lo que quiere Dios. Aquí está la verdadera obediencia, y el contento, la paz del corazón y la perfección".

|p15 Obedezcamos siempre, oh Hermanos: no hay medio más seguro y rápido de santificarnos. El mismo San Francisco de Sales es quien decía: "Muchos Religiosos y otros, fueron santos, aún sin la oración mental; pero ninguno pudo llegar a serlo sin la obediencia". Y de hecho, no encontramos un Santo que no haya tenido una obediencia exactísima.

Obediencia sin reticencias, sin lloriqueos, sin tergirversaciones, oh queridos míos. De otra forma, dice San Ignacio de Loyola, la obediencia no sería íntegra, sino a medias, o mezcla de obediencia.

Obediencia conforme al ejemplo luminoso del Salvador que la practicó hasta en los casos más difíciles, llegando hasta la Cruz. Por eso, en toda ocasión en que lo exigiere la gloria de Dios, el amor a la Iglesia y a la Congregación, debemos nosotros igualmente obedecer, con ayuda de la divina gracia, hasta dar la vida, felices de hacer una tal ofrenda al Señor. Porque la obediencia es el aroma del sacrificio.

Obediencia, no sólo en aquello que es de extrita obligación, sino también a los deseos mismos de los Superiores.

Obediencia en cuanto a la substancia y en cuanto al tiempo. Obediencia constante, pronta y sin discriminaciones: esto es, a todos los Superiores aún los subalternos, aún a los compañeros, cuando éstos tengan algún cargo o responsabilidad.

|p16 Aunque fueran los Superiores en verdad, ineptos por sí mismos para la altura de su cargo; defectuosos - dicho sea únicamente para hacerme comprender - y hasta repugnantes; se adquiriría un mérito mayor, se estaría más seguros de    obedecer a Dios al obedecerles. Porque los defectos de los Superiores hacen infinitamente más meritoria y grata a Dios la obediencia: pues no se deben absolutamente tener en cuenta las cualidades humanas al obedecer, ni si la orden es razonable, sino si es razonable la obediencia.

Si ponemos como base de nuestra sumisión la racionabilidad de lo ordenado, se destruye la misma obediencia. Nosotros debemos anonadarnos a los pies de la Iglesia y de los Superiores, obedecer "por amor a Cristo" y ser como estropajos.

Dice San Pablo: "Obedeced a vuestros Superiores y estad sometidos a sus mandatos, puesto que los Superiores han de vigilar como si debieran rendir cuenta a Dios de vuestras almas".

"Obedeced de buen grado y con prontitud, a fin de    que ellos puedan cumplir también de buen grado el oficio de Superiores, y no entre lágrimas y suspiros" (Ad Hebr. XIII-17).

|p17 Ejecútese, pues, pronto y siempre, oh queridos míos, todo lo que la Santa Sede manda, aconseja y desea, y que nadie jamás nos supere en obediencia filial, en obsequiosidad y amor al Papa y a los Obispos, a quienes el Espíritu Santo ha puesto para gobernar la Iglesia de Dios.

Ejecútense puntualmente las órdenes y deseos de los Superiores, las reglas de la Congregación, las costumbres particulares de cada Casa, y tengamos siempre el ánimo preparado para obedecer, aún antes de que se nos mande.

Donde reina la obediencia no puede faltar niguna virtud, dice Santo Tomás. Que nuestra obediencia sea fervorosa, no lánguida: que nuestro holocausto sea grato a Dios, bello, perfecto, santo como de hijos dispuestos a morir antes que desobedecer.

Los Hijos de la Divina Providencia deben anhelar y desear ardientemente, ser víctimas con Cristo, Ntro. Señor; ser sacrificio, y casi diría, hostia muda hasta la muerte; y lo que continuamente nos debe inmolar más que el cuchillo de la obediencia de Isaac, debe ser la Santa Cruz de Cristo. Los Hijos de la Divina Providencia deben ser hijos de obediencia.

Y si se llegara a caer en alguna falta, sepa cada uno humillarse con prontitud y pedir perdón a quien hubiese desobedecido. Tal acto de humildad servirá inmensamente para conseguir el perdón de la falta cometida, para obtenernos del Señor gracias para el futuro y para manetnernos vigilantes a fin de no caer en la misma falta.

|p18 Y así como es necesario esforzarnos en orar, del mismo modo es indispensable esforzarnos en adquirir el espíritu de obediencia elemento esencial de la vida religiosa, la cual debe ser vida de perfección: o de lo contrario ni es vida religiosa ni de verdadera virtud.

Recordemos lo que escribiea San Agustín: "La obediencia es madre y guardiana de todas las virtudes" (Tract. XI).

Y San Gregorio Magno: "La obediencia conduce a la posesión de todas las otras virtudes y a todas las conserva" (Moral. 1-35).

Y San Buenaventura: "Toda la perfección religiosa consiste en la supresión de la propia voluntad; vale decir, en la práctica de la obediencia".

Por eso, si nosotros practicamos a la perfección la obediencia, podemos estar seguros de practicar, oh queridos míos, todas las demás virtudes.

De donde San Ignacio de Loyola, no titubea en afirmar que, si en una Casa religiosa florece la obediencia, también todas las virtudes florecerán y producirán gran fruto. Y en verdad, obedeciendo se ejercitan la mortificación, la paciencia, la humildad, etc. La obediencia es sobre todo práctica de la humildad.

|p19 Aún en las cosas más indiferentes, pongamos nuestra felicidad en obedecer; vivamos en el vivo y ferviente deseo de la obediencia.   

Que el Superior sea considerado como Padre amoroso y obedezcámosle como hijos en el Señor, con ánimo contento. Y digo "con ánimo contento", porque la obediencia debe alegrarnos siempre, cualquiera sea el sacrificio que ella traiga consigo. Si la obediencia no nos alegra, sino que nos entristece, señal es que nos hallamos bien lejos de la perfección.

Por eso San Basilio Magno recuerda lo que hicieron los Apóstoles: recibido de Cristo el mandato de predicar el Evangelio por todo el mundo, emprendieron alegres su camino a pesar de saber que habrían de encontrar contumelias, encarcelaciones y martirio.     

La obediencia, para ser agradable a Dios, debe ser cumplida con prontitud, simplicidad y perfecta alegría.

|p20 El verdadero obediente - dice San Bernardo - no procrástina, sino que apenas oye la orden, enseguida está listo para ejecutar en ésta la voluntad de Dios. Así procedió Zaqueo (Lucas, XIX).

San Pablo nos enseña: (Ad. Ephes. VI-5): "Obedeced... con simplicidad de vuestro corazón, como a Cristo". De este modo obedecieron "Pedro y Andrés" (Mth. IV- 20). Y agrega: "No porquelo vean las gentes como hace el que desea agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, que ejecutan la voluntad de Dios cordialmente, y de buena voluntad".

Por lo tanto, no de cualquier modo obedeced, oh queridos míos, sino con toda atención y diligencia y del mejor modo posible; y ésto, no sólo en algunas cosas sino en todas. No indaguemos la razón ni el motivo o el fin del mandato. Al Superior corresponde examinar la oportunidad de lo que ordena; en cambio, es propio de los súbditos el obedecer: "Discernere superioris est, subditorum oboedire", dice San Bernardo.   

Y San Felipe Neri, maestro de espíritu y con un criterio que no peca de estrecho, decía, que "para ser obediente no basta hacer aquello a que la obediencia nos obliga, sino que    es preciso hacerlo sin discurrir ni interior ni exteriormente, y tener por seguro que lo que se nos ha ordenado, es la cosa más perfecta que se pudiera hacer, aunque nos parezca y sea verdaderamente lo contrario".

Nada impide que en ciertos casos se pueda hacer presente a los Superiores, con todo respeto, alguna reflexión, exponiendo las propias dificultades y repugnancias, pero la mejor cosa y la más perfecta es obedecer por amor de Dios, en la plena confianza de que nuestra buena voluntad será largamente bendecida.

Antepongamos a todos nuestros pensamientos y juicios cuanto prescriba la obediencia.

|p21 Existe siempre una razón para obedecer, cualquiera sea el mandato. Y esta razón es la de hacernos perfectos a nosotros mismos, por amor a Jesucristo.

Oh, mis queridos, no existe un engaño tan funesto del enemigo, como el del falso celo, que nos induce a obedecer con menos prontitud, bajo el pretexto de algún bien espiritual que se pretende hacer al prójimo.

Jesucristo no vivió ni apegado a personas, ni a lugares, ni a determinadas oraciones, sino a ejecutar la voluntad de su Padre, "USQUE AD MORTEM".

Obedezcamos, pues, con sencillez sin pensar en si lo que se nos ordena es útil o inútil. Nosotros no somos los jueces de nuestros Superiores. Sólo sabemos que en la obediencia a los Superiores está la voluntad de Dios, y eso basta. Por nuestra parte, hagámoslo con sencillez, de todo corazón, considerándolo como lo mejor.

Excepción hecha del caso en que el Superior ordenase algo claramente pecaminoso, nuestro juicio debe quedar en suspenso; sin juzgar, sin criticar, sin censurar y obedeciendo enteramente, anque la cosa ordenada no sea de nuestro gusto; aunque el obedecer requiera no leves sacrificios, dolorosas renuncias, tal vez humillaciones.

"Haced todas las cosas sin murmurar, sin dudar, a fin de que podáis ser hijos de Dios, sencillos, sin lamentaciones e irreprensibles" (Filp.II).

Obedeced siempre, pues; obedeced de verdad, sin simulación, con sinceridad, cordial y alegremente "spiritu ferventes'.

Sin una absoluta y ciega obediencia, nunca moriremos a nosotros mismos.

|p22 Como la obediencia lleva consigo a todas las demás virtudes, del mismo modo la desobediencia es acompañada por todos los defectos; por la desobediencia entró el pecado en este mundo y el diluvio de todos los males. Y un religioso que no obra con rectitud, sino que con mezquiños engaños, disimulos y astucias, se sustrae a la segurísima virtud de la obediencia, caerá en    los defectos más graves y perderá su vocación. Y su salvación eterna será por lo menos dudosa.

Además, demuestran tener un ánimo muy bajo los que obedecen únicamente por eludir los reproches, o por atraerse la benevolencia de los Superiores. Esto no es obediencia, no, sino oportunismo, vil interés y bien podría decir, verdadera hipocresía.

Los tales no conocen ni el valor, ni el mérito de la obediencia.

Fuera de la obediencia no hay virtud sólida, sino soberbia y mentira.

|p23 Por el contrario, en la obediencia está la gran sabiduría que todo lo abraza.

No es el realizar muchas obras lo que vale ante Dios, sino el tener un corazón humilde, recto y obediente. Y la simple obediencia es una virtud tan estimada ante los ojos de Dios, que ella sola es suficiente para santificarnos.

El camino de la obediencia fué el camino de Jesucristo, de María Santísima, de San José y de todos los Santos el camino de la inmolación santa con Cristo, el camino de la paz y de la felicidad.

¡OBEDIENCIA! ¡OBEDIENCIA! ¡OBEDIENCIA!

Y evitaremos así el equivocarnos, destruiremos el amor propio, eludiremos los engaños del demonio y las ilusiones de nuestra desordenada fantasía, la loca de casa.

|p24 Hacer las cosas que agradan o producen placer, es secundar a la propia voluntad. Pero la verdadera obediencia, la que nos hace amables a Dios y a los Superiores, la que edifica a los hermanos y al pueblo cristiano, consiste en cumplir de buena voluntad cualquier cosa que sea ordenada o tan sólo deseada, por la Santa Sede, por nuestras Reglas o por nuestros Superiores. Consiste también en mostrarnos más que condescendientes en las cosas aún difíciles y contrarias a nuestro amor propio, y en cumplirlas valerosamente, a pesar de que    ello nos cueste pena y sacrificio. Es mártir sin derramamiento de sangre quien lleva con alegría el yugo de la obediencia; de él se ha dicho: "Vir oboediens loquetur victorias". ¡El obediente cantará victorias sobre victorias, vencerá siempre!

Cuanto más difícil y heoica sea la obediencia, tanto más será meritoria, y nosa conducirá a la posesión del Reino delos Cielos, según estas palabras del Divino Redentor: "El reino delos Cielos se gana con el esfuerzo, y es de aquellos que se hacen violencia". Y esto está claro: sin esfuerzo de ánimo, no existe virtud.

Que cada uno sostenga siempre la buena reputación de la Congregación, prestando y haciendo prestar obsequio a las deliberaciones y a las órdenes de los Superiores, hablando de ellos con respeto y veneración.

|p25 "Si fuereis religiosos verdaderamente obedientes, - decía Don Bosco - yo os puedo asegurar en el Nombre del Señor, que pasaréis en la Congregación una vida en verdad tranquila y feliz. Pero al mismo tiempo debo advertiros que desde el momento en que queráis obrar no según la obediencia sino conforme a vuestra voluntad, desde entonces comenzaréis a estar descontentos de vuesro estado. Y si se hallan en la Congregación descontentos o alguno de aquellos a quien la vida religiosa de Comunidad resulta una carga, obsérvese bien y se verá que ello proviene de la falta de obediencia".

El Superior es el intérprete de la voluntad de Dios, y nadie es más sabio ni prudente que aquel que ejecuta los deseos de Dios.

A los ojos de Dios, el levantar del suelo una pajuela por obediencia, - dice el P. Rodriguez - vale y es de mayor mérito que pronunciar un sermón, hacer un ayuno, disciplinarse hasta derramar sangre, o hacer una oración, de propia voluntad.

Quien escuche estas palabras y las ponga en práctica será comparado con el hombre sabio que cimentó su casa sobre piedra (Mat. VIII-24).

Escuchad, hijos míos, estas otras palabras, que son espíritu y vida. Dice el Divino Maestro: "¿Pero qué puede extrañar el que tú, por el amor de Dios te sometas a otro hombre, tu que eres polvo y nada, cuando Yo Omnipotente y Altísimo, que he creado todas las cosas de la nada, me he sometido humildemente al hombre por tu amor?". "Me he convertido en el más humilde y bajo de todos, para vencer con mi humildad tu soberbia". "¡Oh, polvo, aprende a obedecer! Oh tierra y fango, aprende a humillarte y encorvarte bajo los pies de todos" (Imit. de Cr. L. III, cap.XIII).

|p26 Hijitos míos, amemos al Señor, y nada amaremos más entonces, ni ninguna cosa nos será tan dulce como la obediencia!

Y que no decaiga vuestro ánimo, oh mis queridos hijitos, a causa de ciertas amarguras mías, o por los dolores y aflicciones que la Pequeña Obra fuera llamada a sufrir misericordiosamente por disposición de Dios, por amor a Cristo y a su Iglesia, para dar prueba de obediencia absoluta y devoción dulcísima: las humillaciones y las aflicciones venidas de las manos de Dios, serán un día nuestra gloria.

Sólo os recomiendo orar, orar mucho y obedecer.

Por ventura, ¿es que no sabíamos que necesariamente habríamos de caminar per ignem et acquam?

Y no nos ha dicho el Señor, que al Reino de los Cielos es necesario llegar per multas tribulationes?

Nada, hijitos míos, más sabroso que el madero de la cruz: Jesús convierte en dulce toda amargura, cuando se ama y se obedece.

Por lo demás, hasta la Escuela de Salerno enseñaba ya, que "grata sunt stomacho, quae sunt amara palato".

¡Animo, pues, y consolémonos en el Señor!

¡Ahora vendrá lo bueno: ahora se verá de qué Madre somos hijos! Continuad, continuad diciendo aquella Salve Regina...!

Ahora comienzo a creer, que la Pequeña Obra, amparada por la Santísima Virgen, llegará a dar gloria a Dios y algún consuelo a la Santa Iglesia de Dios.

Hijitos míos, que cada uno de nosotros sea el "vinctus Christi" de que nos habla San pablo; el esclavo de aquel Cristo que obedeció hasta la muerte, el prisionero del Rey del Amor, Jesús Crucificado, y nada ambicionaremos tanto como morir a sus pies, víctimas también nosotros de la obediencia y de la caridad.

¡HOC FACITE, ET VIVETIS!

¡ET QUICUMQUE HANC REGULAM SECUTIFUERINT, PAX SUPER ILLOS ET MISERICORDIA! (S. Pablo, ad Gal. 6-16).

|p27 Con toda la efusión de mi pobre corazón os abrazo in osculo sancto y os estrecho conmigo a la Cruz de Jesús a fin de que seamos todos siempre obedientísimos, y os bendigo ampliamente.

¡Que el Señor bendiga y antifique nuestras almas con celeste bendición!

Orad por mí y por todos estos hermanos vuestros, que os saludan, que tanto piensan en vosotros, que tanto os aman...!

Vuestro afectísimo en Cristo Crucificado y en la Santísima Virgen   

                                      Sacerdote LUIS ORIONE

                                      de la Divina Providencia